1 DE ABRIL
DÍA
MUNDIAL DE LA EDUCACIÓN
EN MEDIO
DE LA TEMPESTAD
Y LOS RELÁMPAGOS
Danilo
Sánchez Lihón
1. Masa
ígnea
El maestro José
Antonio Encinas encomendó que el prólogo de su libro fundamental, titulado “Un
ensayo de Escuela Nueva en el Perú”, concebido y escrito en el exilio en París,
se encargara de hacerlo un alumno suyo que participó de aquella experiencia
legendaria de la Escuela 881, y que es el tema central de dicho libro.
Ese alumno suyo
fue Gamaliel Churata a quien conoció como alumno de ese centro educativo cuando
tenía 7 años. Lo curioso es que ese niño era un rebelde y un anti escuela,
quien nunca terminó ni siquiera la educación primaria; masa ígnea, lava
ardiente y genio del idioma; cuya vida y obra hace que los intelectuales
altiplánicos reconozcan su obra que lleva el nombre de “El pez de oro”, como la
Biblia altiplánica, libro misceláneo y caótico al punto de lo ininteligible.
Churata por ser
aquella alma libre, pujante e inatajable, y de naturaleza indómita, sufrió
cárcel, exilio, ostracismo, más por su defensa inclaudicable del indio y de la
justicia social. Identificado con la poesía como saeta y rayo que no cesa, ha
quedado indisolublemente ligado a Puno, esa región translúcida, como un mensaje
de afirmación de la vida y de la palabra capaz de redimir haciéndose volcán,
fulminante y estallido de júbilo.
2. Cuenta
Churata
Hay muchos
pasajes, ideas y hasta juegos que el maestro José Antonio Encinas protagonizó o
alcanzó a idear, y que grafican nítidamente la perspectiva de lo que podría
identificarse como su concepción de la educación y que se resume en una frase:
la "Escuela social".
De los muchos
principios de este postulado hay uno cuál es la educabilidad, y que en el fondo
sintetiza la más acrisolada ciudadanía, y que quisiera referir por ser quizá la
expresión más genuina de lo que es educación; concepto que se da de forma espontánea
e incluso hasta aparentemente desaprensiva y humilde, pero en el fondo de una
gran significación y que él lo formula con la vivencia que paso a referir.
Es esta una
escena, cuadro o estampa de apenas un instante pero que gracias a Dios ha
quedado registrada y salvada, porque lo cuenta Churata, su alumno quien lo
vivió directamente.
Se enmarca en el
período correspondiente de 1908 a 1911, en pleno funcionamiento de la Escuela
881 de Puno, que aquel legendario maestro dirigiera durante cuatro años y que
constituye la experiencia de más extraordinario valor pedagógico que se haya
realizado en el Perú, pero además hermosa en su forma y contenido.
3. Tempestad
de nieve
La relata
Gamaliel Churata, seudónimo literario de Arturo Peralta, refiriendo que el
grupo de estudiantes con su profesor regresaban casi ya al amanecer por la
meseta altiplánica, maestro y alumnos ateridos pero contentos de haber vivido
todo lo que en aquel día de tempestad les había acontecido.
Porque como era
ya costumbre salían no de paseo ni excursión sino a clases que el maestro
Encinas las dictaba a campo abierto y al aire libre. ¿Dónde desarrollaba dichas
lecciones?
Por supuesto que
no en el aula sino en las faldas de las colinas, en las cumbres de los cerros o
a la orilla de los ríos. O en algún recodo avanzado en lo más profundo de los
valles y quebradas.
Esta vez, los
alumnos más fuertes de la sección, que también eran los más altos, se habían
adelantado a los demás en la noche lóbrega del altiplano.
Pero en un
momento se detuvieron en medio de la tempestad de nieve que se había desatado
preguntándose:
– ¿Y el maestro?
¿Dónde está?
Seguramente,
como era lógico suponer, venía atrás con los más pequeños. Pero ya se avistaba
a ellos y no al maestro.
4. A
horcajadas
Esperaron. Cuando
miraron mucho más hacia atrás echando de menos a don José Antonio, lo divisaron
lejos pero inmenso al chispazo de un relámpago. Venía muy distante, lejos, pero
a quien notaron gigantesco, grandioso y colosal, en medio de las tinieblas que
interrumpían los relámpagos.
Cuenta Churata
en esta evocación –que hizo varias décadas después de que aconteciera y sin
detenerse mucho en relación a su significado–, que al esperarlo y al estar ya
muy próximo, que divisaron a la luz de otros fogonazos del cielo, que su
maestro aparecía como de un tamaño descomunal.
¿Qué ocurría?
Era así porque se había echado a los hombros al niño más pequeño y desvalido, al
rotoso, aquel al que todos repelían; y a quien él traía a horcajadas en su
nuca, en donde el niño se cogía fuertemente con las manos de su frente.
Aquel pobrecito
era el débil, el descalzo, el desarrapado a quien el frío de la meseta y lo
agotador del camino le habían impedido caminar. El maestro Encinas, que no
medía más de un metro sesenta de estatura, aparecía por eso como un gigante.
5. Algo
invencible
Pero algo más,
comprobaron que con su vozarrón y desde lejos él venía entonando hayllis,
huaynos y taquiraris en quechua y aimara en plena meseta abierta y desalmada.
Cuenta que fue
tal la fuerza, la verdad y la belleza de ese hecho, que de manera espontánea
los mayores y fuertes que lo esperaban buscaron a los más débiles que tenían a
su lado y los echaron igualmente a sus hombros.
Y tal cual el
maestro Encinas había pasado hacia adelante. Y uniendo sus voces al canto y a
los himnos en las lenguas que entonaba el maestro, siguieron detrás de él, pero
ya como grupo humano unido y compacto.
Y así avanzaron,
sintiéndose todos grandes, tanto los que cargaban a otros niños, a quienes les
renacía una fuerza nueva, como los que iban en los hombros de sus compañeros
porque sentían bajo suyo la energía de la solidaridad como algo invencible.
¿Qué magia o
significado tiene este pasaje suelto, entre los muchos otros que se desprenden
del ser y el sentir de la personalidad de este maestro legendario?
6. En nuestros
hombros
Su mensaje es
que es fortalecedor y significativo echarnos a los más débiles en nuestros
hombros.
Porque si la
educación no sirve para eso, ¿para qué entonces educar? ¿Para la competencia?
¿Para ganar y desplazar al otro hermano del camino? ¿Para tirar de codazos a
los demás para que se aparten y yo triunfe solitario y deshumanizando todo?
He allí la diferencia
de lo que puede ser una educación competitiva y una escuela de inspiración
social, y a la propuesta de la educabilidad que la encarna Encinas como razón y
postulado de la educación entre nosotros.
Está en este
gesto natural, espontáneo e inconsciente el sentido, la definición y el
concepto profundo y genuino de lo que es educar socialmente.
Aquí reside y se
contiene la visión o la misión de lo que es educación, cual es hacernos
responsables de los más débiles y del mundo en lo más dolido y desprotegido que
hay en él, cargarlo en nuestros hombros lo que está pendiente de solución.
7. Es
lo que hace
Pero no con
agobio ni pesar, ni con queja ni martirio; tampoco con marketing o cara al
público, sino con profunda y auténtica alegría, sin que eso constituya un
lastre sino, como lo dice el Churata, agigantados todos.
Pero hay otro
rasgo en este pasaje, cual es que el maestro venía atrás, cerrando filas. Era
el último porque vigilaba a quién más lo necesitaba y se retrasaba. Es el
último hasta que todos se juntan, para después ser uno solo y a fin de que
nadie se pierda. ¡Qué distinto a la educación para la competitividad del
liberalismo económico ominoso!
Otra faceta es
la fortaleza, la imitación espontánea y el deseo de hacer lo mismo que brota en
los alumnos mayores, de alinearse con la misma actitud, de no dejar que uno
solo lo haga y que es el hallazgo de la fuerza natural que tiene entre nosotros
la solidaridad.
Este
convencimiento llano, voluntario, esta disposición en donde se resume una
experiencia, una trayectoria y una vida, así como una cultura es lo que hace a
las enseñanzas de Encinas imperecederas. Y a Churata como el anotador
inconsciente del prodigio de esta conciencia alerta que percibe lo cabal y
significativo por ser alma libre, bravía y tener el genio insobornable que ambos
supieron tener.
Fotos, 3, 4, 5 y 6
Jaime Sánchez Lihón
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