martes, 31 de diciembre de 2019

31 de diciembre. Saludo de Año Nuevo. El bien, esa flor y ese diamante.

31 DE DICIEMBRE.
SALUDO DE AÑO NUEVO

EL BIEN,
ESA FLOR Y ESE
DIAMANTE


1.
¡Niños!
El bien ese diamante que fulgura cuando todo se ha perdido. ¡Es esa avecilla palpitante a partir de quien todo se anima y sustenta!
El bien que es la clave del universo, como de la belleza, de la verdad y del sentido que se encuentra en todo lo creado.
El bien, que hace salir el sol cada mañana en que el mundo nace bueno.
El bien, que todo lo ampara, prodiga y embellece.
¡Porque hermoso es el rostro del bien! Y de bien está hecha la casa del universo. ¡Es la fibra raigal de la vida!

2.

¡Niños!
Es el bien que todo lo ampara y comprende. Es el eje que al final gobierna la marcha del cielo y la tierra.
¡Y hermoso es el rostro del bien! Por eso a él abrázate, recurre y atente. Y en él confía. ¡Es quien al final renace y triunfa!
Ahora es un gran día de fiesta donde tú eres el centro. Y siente aquella avecilla de luz latiendo en el fondo de ti.
Son las alas dadivosas y doradas del bien las que sustentan la vida.
Que abre y pliega sus alas doradas y su temblor que es infinito.

DANILO SÁNCHEZ LIHÓN

31 de diciembre. Vértice de horas, años y destinos. La Noche Vieja y el Año Nuevo. La marcha del universo.


VÉRTICE DE HORAS, AÑOS Y DESTINOS
LA NOCHE VIEJA Y EL AÑO NUEVO


LA MARCHA
DEL
UNIVERSO

 Danilo Sánchez Lihón  






1.

Todos
los pasajeros del autobús duermen
inocentes y
entretenidos, esperando confiados
llegar
tranquilos y sin novedad, cada uno
a sus destinos.
Las madres han caído rendidas en
sus asientos
con sus niños que yacen relajados
y fuertemente
abrazados al seno de quien les dio
la vida,
dichosos de haberse amamantado
del  seno materno.

 2.

Los varones,
agotados por la jornada descansan
inermes.
Sueñan en los negocios que harán
al otro día
en la ciudad a la cual se encaminan,
calculando
ser efectivos en los asuntos que van
a resolver:
Repasan ir al banco antes de tomar
el desayuno,
hacer la entrevista con sus clientes
y proveedores,
sin olvidarse degustar en el mercado
su plato favorito.




3.

Todos
duermen expuestos y aturdidos,
emitiendo
ronquidos, soplidos y acezando
impávidos.
Ya en sueños unos se revuelven
impacientes, otros
permanecen quietos y apacibles.
¡Sólo
el conductor absorto y entumecido
observa
desolado el camino! Solo él siente
tambalearse
el vehículo. E incierto y temible el
camino.
  
4.

Cruzamos
hondos precipicios, abismos, terribles
peñolerías
de miedo, donde el borde del sendero
está
cortado a pico, orillada apenas la ruta
de grava y
ripio, de molles y tenues zarzamoras.
Al pie
hay turbiones  tremendos, impetuosos
remolinos,
lluvia incesante como neblina tupida,
mientras
las sombras se van haciendo más y
más oscuras.





5.

Hace
apenas unos cuantos días en este
mismo sitio
un ómnibus se desbarrancó y todos
sus ocupantes
murieron, no quedando un solo ser
con vida.
El reporte e imágenes que trasmitió
la televisión y
publicaron los diarios presentaban
un cuadro
espeluznante, igual que la carrocería
del vehículo
despedazado y hundido al fondo de
las aguas.
  
6.

Sin
embargo, ahora todos duermen
ingenuos
y confiados, atenidos a una sola
vigilia,
apenas a una leve cornisa sobre
el vacío.
Porque si el conductor parpadea
la vida
rodará por el precipicio, apenas
advertida
por un grito que sólo registrarán
arbustos
contrahechos, cardos espinosos
y tenues luceros.




7.

Entonces,
la madre al presentir la volcadura
desesperada
abrazará al hijo que lleva. El niño,
sintiendo
la caída al rodar quizá no alcance
a comprender
lo que en verdad sucede. Quienes
van callados
no creo que terminen de pronunciar
los nombres
de los seres amados que en algún
lugar los
esperan, invocando piedad al Dios
de los cielos.

 8.

Las familias
se atienen a que la noche es calma
y las horas
se deslizan cadenciosas y apacibles
siguiendo
su rutina, sin ser conscientes de oír ni
descifrar
el por qué de esas voces que claman,
ni cuál es
la razón de la angustia que los oprime.
Felizmente
nada malo ocurre todavía, salvo que
el hombre
en el timón se siente solo y agobiado.
Y muy débil.




9.

El conductor
agradecería que entre los pasajeros
al menos
uno solo vaya despierto. Que alguien
hable o cante
para él mismo siquiera. Que al menos
¡silbe!
Que otros conversen de sus asuntos
cotidianos,
¡que cuenten historias si eso gustan!
Quisiera
sentirse acompañado. Y que alguien
sea capaz
de vigilar junto a él lo escabroso del
sendero.


10.

Anhela
de corazón que detrás de las estrellas
otro
conductor  con más valor y arrojo, y sin
parpadear
ni desfallecer como hace él, con manos
seguras,
ampare al ómnibus que ahora tambalea
sobre
los abismos. Y que aquel conductor solo
o junto a él
conduzca esta nave con manos piadosas.
Y vigile
también con ojos compasivos la marcha
del universo.





Foto 1
Jaime Sánchez Lihón





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lunes, 30 de diciembre de 2019

30 de diciembre. La fragancia del alcanfor.


30 DE DICIEMBRE
SE INAUGURA EL AEROPUERTO INTERNACIONAL
JORGE CHÁVEZ, EN LIMA, PERÚ

LA FRAGANCIA
DEL
ALCANFOR

Danilo Sánchez Lihón


Aeropuerto Internacional Jorge Chávez

EL ALCANFOR AÚN ARRANCADO DE SU RAMA,
 O DEL SUELO DONDE CRECE, NOS SIGUE REGALANDO
SU FRAGANCIA, Y EL ALIVIO DE SU FLOR
  

Más precia el ruiseñor su pobre nido
de pluma y leves pajas, más sus quejas
en el bosque repuesto y escondido,
que agradar lisonjero las orejas
de algún príncipe insigne, aprisionado
en el metal de las doradas rejas.
Francisco de Rioja


1. Me
pregunto

El último fin de semana llegué a la casa de un amigo piurano quien me invitó a almorzar con una familia que alojaba y que había venido desde Piura hacia Lima, para que cuatro de sus miembros tuvieran la entrevista en el consulado norteamericano a fin de obtener la visa de inmigración.
Dos son niños, a los cuales no pudieron llevarlos sus padres al extranjero, adonde emigraron a conseguir trabajo que aquí no tenían. Pero que ahora los niños también se van. Y dos ya son ancianos, padres de aquellos hijos que emigraron, y abuelos de los niños que los padres dejaron, que ellos han criado a los pequeños que aquí se tuvieron que quedar.
Su viaje a Lima no ha sido en vano, pues la visa ya se les dio. Es la culminación de un largo esfuerzo y de una gestión costosa, por eso me permito decirles:
– ¡Qué bien! Felicitaciones. Seguramente es un gran día para ustedes.
– ¡Gracias, señor! –Me dicen tristemente. No me lo han dicho con convicción ni con alegría.
Comen sin hablar, casi de manera autómata. ¿Qué les pasa? ¿Qué se figuran en la mente y qué les ocurre en el alma?, me pregunto.


Embajada de Estados Unidos en Lima

2. Los niños
ahora

Antes emigraban jóvenes, después los adultos, y ahora son los niños que se quedaron y los muy viejos quienes ahora se van.  ¿Qué es esto?
Ahora ya no se van los hermanos y los primos, los yernos y las nueras, sino aquellos a quienes dejaron bebitos y ahora son niños.
Como también llevan a quienes son los abuelos de esos niños, sino ¿con quiénes ellos se quedan aquí? Ellos han criado a los niños. Y los extrañarían hasta morir
Pero, ya no se van los que pueden trabajar, sino que se marchan quienes ya no lo harán, ni jamás pensaron emigrar: los jubilados, porque ciertamente, además: ¿quién va a ver por ellos aquí?
Mientras los hijos buscaban trabajo allá, ellos se hicieron cargo de los nietos aquí, pero los niños ahora se tienen que ir. Porque es necesario que la familia se reintegre, los hijos al lado de sus padres que han logrado una estabilidad en alguna otra nación.
Pero los ancianos, ¿acaso podrían vivir solos aquí? ¡Con la inseguridad, que hay! Además, con los servicios de salud que son tan malos y precarios aquí. Y en cambio, ¿tan expeditivos y desarrollados allá? Es esto lo que al final los ha convencido para dejar su país.


Nueva York

3. Casas
y aldeas

La culpa indudablemente la tienen los políticos que cada día fueron empeorando las cosas hasta hacer un mundo invivible. Ahora nos enteramos que eran tan miserables que no lo hacían por incapacidad sino por robar, vendiendo a pedazos el Perú. Pero gracias a Dios, uno se ha matado. Y otros están presos.
Cien dólares les ha costado el pago para obtener la visa. Y a todos se la han dado casi sin chistar. Pero, ¿por qué esos rostros tristes?  ¿En qué piensan? ¿Qué se deshace para ellos hoy en día? ¡Mucho!
Haciendo un recuento. Todos emigramos, primero del poblado o del caserío al distrito. Luego del distrito nos fuimos a la capital de la provincia. Y, después de la provincia a la capital del departamento.
Otros, por seguir a los hijos a que estudien en una buena universidad, pasaron a la capital del país. Ahora ellos tienen que emigrar a otro país, a una cultura distinta y a un hemisferio extraño, en donde ni se habla la lengua que ellos aprendieron a hablar.
¿Y en nuestras casas y aldeas, qué quedan? Cascarones y pueblos candados, porque de las puertas apolilladas penden esos artefactos cuyas llaves incluso ya hemos perdido. Quedan solo calles, establecimientos, estadios y hasta iglesias vacías.


Caminos en Santiago de Chuco

4. Uno mismo
en su corazón

Sin embargo, todos estamos en deuda con la tierra que nos vio nacer y en donde crecimos, debido a que es nuestra madre tierra. Quien nos alimentó con sus frutos y nos amamanta todavía con su leche primordial que sin duda corre oculta por nuestra sangre, como la leche materna que bebimos. Tierra quien nos modeló hasta con su brisa y sus aromas sutiles. Y nos cobija aún bajo su techo fundamental que llevamos inserto dentro del alma, para algún día recuperar nuestra identidad.
El amor a la tierra natal que es el mejor amor que podamos tener, porque es amor hacia nosotros mismos y al colectivo original que conformamos. Amor que yo creo que es el primero que tuvimos, sin siquiera saberlo, pero que habiéndolo tenido y perdido nos hace tanta falta en nuestras vidas desoladas. Como es también amor a la familia; amor hacia adentro, amor a la infancia, amor a todo lo sincero, auténtico y valioso.
Y ese amor no toma en cuenta jamás si esa tierra es rica o es pobre, si es moderna o atrasada. Si tiene luz eléctrica, televisión o internet. Si es de buena o de mala condición. Incluso, si es bonita o raída. Si es hermosa o feúcha. Es, como todo amor, que no se fija en apariencias porque corre con nuestra sangre y forma parte de nuestro aliento, de los cuales no nos damos cuenta. Sabiendo que esa tierra si no es rica, uno mismo en su corazón y en la realidad la hará próspera, buena y preciosa.

Casa abandonada en Santiago de Chuco

5. La entraña
o su esencia

Felizmente, el hombre andino tiene ese arraigo y siempre carga con su cuna y con su casa a cuestas. Carga con su baile, su danza y su tonada. ¡Adonde vaya! Lleva su modo de hablar, su dejo de costeño, selvático o serrano, de lo cual no se arredra ni avergüenza.
Felizmente, en todo peruano que vive en el exterior, escolta en su corazón la imagen del taitito, del santo y patrón del pueblo, al cual en todo se encomienda. Llevando en su mano el pulso del arado que probó de niño, arreando a la yunta, cuando su padre, llamado a servirse el yantar del mediodía a un costado del campo, le confió el arado. Emoción y sentimiento que hemos de reforzar, porque allí es donde se afina la fe.
Porque somos un pueblo de mucha hondura y raigambre; de mucho ancestro, raíz y fondo. Somos pueblo viejo y joven a la vez, y eso nos da lastre y plomada. Que es apego al olor del alcanfor. ¿Recuerdas? ¿Lo absorbes en este momento en lo alto de una colina y entra grandiosamente a tu pecho en donde está tu corazón?
Rama de alcanfor que aun cuando se lo arranca de su tronco y se lo hace leña, todavía nos regala su entraña o su esencia que es su fragancia, como último tributo de adhesión a nuestras vidas.


Casa rural en Santiago de Chuco

6. Porque
es tu país

Pero, es más, el hombre andino carga con su huerta adentro, con su grada y su puerta, por la cual tantas veces ha pasado; carga con sus caminos y celajes, con los productos que ha cosechado en la tierra, con sus imágenes de cuando fue simple y sencillo.
Y donde le dan ocasión cuenta sus vivencias, echa mano a sus querencias, narra lo que ha sido y que en esencia lo sigue siendo. Recrea sus leyendas, da vida a los personajes de sus cuentos, habla de su pueblo. Y fantasea. Y también calla. Y entra al silencio.
Nuestro pueblo va con nosotros y marcha por donde sea que vayamos. También con nosotros la niña de nuestra infancia, que nunca dejamos y por quien somos capaces de hacer hazañas que ella nunca las sabrá, convirtiéndonos en héroes.
La escuela en donde estudiamos, y que guarda, allí donde está nuestros pasos, es inolvidable. De allí que cuando volvamos hemos de ir a visitarla, porque ella también nos recuerda. Y hasta llora. Y cuando la recorramos y deambulemos por ella sentirán siempre que allí está guardando nuestro sitio, y aguardándonos a nosotros.


Convite en plena calle en Santiago de Chuco

7. En sueños
o ya muerto

Y nuestro país es el mejor país del mundo. ¡Y, en todo! En folclore, en comida, en paisajes. Es el mejor país del mundo porque es tu país. Y porque solo en él puedes emprender algo grande.
Y hay que alentar el regreso. No quizá para quedarnos otra vez aquí, sino para tender puentes, para establecer lazos entre lo oriundo y lo global. Entre el pasado, el presente y lo futuro. Entre lo pobre y lo rico. Empalmando lo interior con lo exterior para alcanzar universalidad.
El animal más rústico regresa a su lar nativo, trotando bajo la lluvia, incluso bajo un fuerte aguacero. No lo arredra ni detiene tampoco la tempestad ni la tormenta, ni los relámpagos que se cruzan delante de sus ojos.
Incluso el asno tiene apego, y siente adhesión por su querencia. Así sea la choza más humilde aquella donde naciera, y se criara. Y regresa escapándose de su nuevo dueño, así este lo provea de rico y abundante forraje y sustento. Así diste el lugar de su trabajo una o más cordilleras respecto a su cabaña natal. Regresa.
Y si no pudo regresar en vida regresará un día, tarde o temprano, aunque sea en sueños. O ya muerto. Y deambulará sin consuelo, porque eso sería dejar algo pendiente y sin acabar en esta tierra que es maravilla y en esta vida que es suprema.




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domingo, 29 de diciembre de 2019

29 de diciembre. El año que viene y el que se va. Mudos testigos son los caminos.


29 DE DICIEMBRE
EL AÑO QUE VIENE Y EL QUE SE VA

MUDOS
TESTIGOS SON
LOS CAMINOS
 Danilo Sánchez Lihón


Y si hay algo quebrado en esta tarde,
y que baja y que cruje,
son dos viejos caminos blancos, curvos.
Por ellos va mi corazón a pie.
César Vallejo

1. Diana
en el aire

Confidentes y mudos testigos de cuanto pasa, como también de cuanto se oculta y se calla, siempre viejos y siempre nuevos en lo hondo y a la vera del día, la tarde y la noche, ¡son los caminos!
Cuanto ocurrió, como las voces que se dijeron y las que no alcanzaron a ser dichas, ¡todo permanece detrás de estas piedras! ¡Cuánto se habló o se ocultó, late inmutable en cada corpúsculo del aire que aquí palpita!
No se apagan ni se pierden los hechos ni las voces, o bien sus opuestos, ¡sino que aquí se guardan! Están vibrantes en la luz impalpable de la mañana o de la tarde, o de la noche indesmayables.
Así, pasó por este lugar el hombre que no quería hablar de su pena, y ella quedó registrada. Muchas leguas después de andar callado por la senda, ora llana y ora pedregosa, decidió retractarse. No lo dijo, pero ello también quedó grabado.
Por todo eso, las palabras de quienes por aquí pasan ya no puede ser de engaños, sino que más bien adquieren dimensión de trasgos, espectros y fantasmas.



2. Tierra
estremecida

Por eso, cuando ha caído la tarde sabemos que más pueblan y recorren las almas por los caminos. Y con ellas los recuerdos dichosos o tristes. Y es que más que los vivos que transitan por estos lugares, ya sean felices o infelices, habitan estos lugares los que se fueron.
Aunque se oiga venir el sonido de la tinya y el tambor, de las guitarras y flautines, o del rondín; o, por último, del simple silbido, imitando el trino del huaychao, y los de la calandria cuando se aparea.
Aunque pasen las cornetas y los clarines de los músicos que concurren a la fiesta del pueblo, con retazos de marchas que resuenan en los bosques cercanos.
Y venga a cobijarse aquí el sonido por sobre los muros de piedra, de las cercas y los portillos. Y rasgue el silencio con su sonido largo y ululante. Sonido de sol, de arco iris y rayo. ¡Sonido de agua y de metal!
Sea la Banda de Carrizos de Cochabuc. Sea las traveseras de Surubara. Sea la caja del Chiroco que baja de Uningambal.
Que ocurre en este mundo y en esta tierra estremecida. ¡Porque viejos y siempre desconsolados aquí son los caminos!


3. Ni de ti,
ni de mí

¡Mudos testigos de lo que acontece, y de lo que no sucede! Y, en los caminos, ¡las piedras! Y las cruces en lo alto de las colinas que tienen siempre un resplandor nuevo.
Además de los arroyos que mojan nuestros pasos. Y saben, palpando las plantas de nuestros pies, lo que ellos soportan. Mientras el moscardón zumba conjuros en nuestros oídos.
Aparte de la sombra que se esconde y amilana en el recodo del sendero. ¡Y la curva con un signo ineluctable que sobresale, lo más al borde y empinado!
Y, sobre todo, ¡el maguey que aquí se estira hacia lo alto! Quien es vigía y tótem de lo que ocurre y no ocurre.
Los caminos tienen muchas heridas atroces, verdaderos cuchillos hundidos en sus brazos y en su seno; espadas y lanzas.
Lo testimonian también las pencas que tienen sus puntas afiladas a lo alto como preguntas sin respuestas.


4. No sabemos
qué

Pero que no confesarán nada de lo que saben; de ti, o de mí. ¡Ni de nadie! No lo dirán el tantal ni el sugán, que permanecen aparentemente ensimismados.
Ni menos quieren decir nada las retamas de las cuales ya hemos hablado, como tampoco las flores leves del dulce y discreto tomillo que crece al pie de las cercas y cuidando los atajos.
De quien sus hojas, que son lanceoladas, los delatan como escoltas y guerreros.
Como también la yerba santa que mora al pie de los puquiales, denominada así porque cura dolores del alma, que permanece ahora callada.
Como asimismo la zarzaparrilla de flores amarillas que crece debajo de los cercos de espinas.
O el suncho de las praderas que trepa al altozano de las rocas inhiestas. Y las dolientes margaritas de las acequias.
O de las campanillas solitarias y translúcidas que hacen tintinear sus péndulos y corolas por no sabemos qué presencias aladas.



5. Rojo
sangre

¡Todos ellos han sentido no solo las voces sino el hablar a solas de la gente que pasa, rumoreando sus cuitas y sus penas por los caminos!
Como acontece también con los queñuales, alisos y eucaliptos, árboles grandes y robustos que crecen en las quebradas y en lo alto de los cerros.
O con las frutillas dulces del sugán, que son de un rojo sangre cuando están tiernas, y de un rojo escarlata cuando maduran.
Y no solo ellos sino también el Juan Alonso de semillas verdecidas que crece entre la hierba, con espinitas que se tira al cabello de las muchachas en las celebraciones y en las fiestas.
O del cadillo que tiene una flor con unos palitos negros y en punta. Y que cuando se los roza saltan y se pegan al borde de las polleras de las mujeres, y al borde de las bastas de los pantalones de los varones.
Todo eso hay en los caminos que yo he recorrido tanto de niño.



6. ¡Un
lucero!

La mayoría de plantas del camino son, por eso, acorazonadas, porque escuchan el alma de la gente que transita sobre el sendero y adoptan el perfil de su corazón.
Y si así son sus hojas lo es también el centro de su tronco y de su copa. Como el de la penca que cuando se la corta revela esa forma, que además está teñida en sangre.
Y es que por el camino pasa la niña enamorada, la esposa enternecida, la viuda que extraña; como el joven que canta o toca el rondín o la vihuela.
La muchacha que lleva en las caderas maternales al hijo que espera que nazca fuerte y sano.
Pasa por aquí la señora que vende leche contando las monedas que le faltan; el niño que repasa las lecciones de la escuela. Pasa el anciano temblequeante.
Por eso, ¡nada más primitivo y bello que la noche en un camino. Y dentro de ella ¡un lucero!



7. El colibrí
mensajero

¡Mudos testigos de todo lo que acontece son los caminos! Aunque no lo sepamos, el agua que pasa por un arroyuelo adonde solemos detenernos para aliviar un cansancio lee lo que nos pasa mientras escuchamos el rumor y el gorgoteo del tiempo transcurriendo en la cascada.
¡El agua, a la cual no deja de dirigirse quien tiene secretos que a nadie más quiere confesar! Salvo a ella que corre rumorosa y que lleva a no sé qué mares los dolores que no se quiere que queden aquí.
Ya sea que nos hayamos detenido a confesarle algo, o ya sea para guardarlos ante ella más fuertemente y bajo mil llaves. Aunque aquí es terrible la soledad entre los árboles y las luces de los rayos lejanos en el horizonte.
Quizá sea así por el asombro de los paisajes que nos oyen o contemplan. O por ellos mismos que nos tienen fe, en quien ellos creen, ¡y que no quisieran olvidar!
Por eso, hay una diana en el aire, momento en que llega a revolotear en el aire el colibrí mensajero a llevarse todo lo que nos acongoja, ave del tiempo que es infaltable en estos senderos.


Todas las fotos de:
Jaime Sánchez Lihón


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