30
DE DICIEMBRE
SE INAUGURA
EL AEROPUERTO INTERNACIONAL
JORGE CHÁVEZ, EN LIMA, PERÚ
LA FRAGANCIA
DEL
ALCANFOR
Danilo Sánchez Lihón
Aeropuerto Internacional Jorge Chávez
EL
ALCANFOR AÚN ARRANCADO DE SU RAMA,
O DEL SUELO DONDE CRECE, NOS SIGUE REGALANDO
SU
FRAGANCIA, Y EL ALIVIO DE SU FLOR
Más precia
el ruiseñor su pobre nido
de pluma y
leves pajas, más sus quejas
en el bosque repuesto y
escondido,
que agradar
lisonjero las orejas
de algún
príncipe insigne, aprisionado
en el metal de las
doradas rejas.
Francisco de Rioja
1. Me
pregunto
El
último fin de semana llegué a la casa de un amigo piurano quien me invitó a almorzar
con una familia que alojaba y que había venido desde Piura hacia Lima, para que
cuatro de sus miembros tuvieran la entrevista en el consulado norteamericano a
fin de obtener la visa de inmigración.
Dos
son niños, a los cuales no pudieron llevarlos sus padres al extranjero, adonde emigraron
a conseguir trabajo que aquí no tenían. Pero que ahora los niños también se
van. Y dos ya son ancianos, padres de aquellos hijos que emigraron, y abuelos
de los niños que los padres dejaron, que ellos han criado a los pequeños que
aquí se tuvieron que quedar.
Su
viaje a Lima no ha sido en vano, pues la visa ya se les dio. Es la culminación
de un largo esfuerzo y de una gestión costosa, por eso me permito decirles:
–
¡Qué bien! Felicitaciones. Seguramente es un gran día para ustedes.
–
¡Gracias, señor! –Me dicen tristemente. No me lo han dicho con convicción ni
con alegría.
Comen
sin hablar, casi de manera autómata. ¿Qué les pasa? ¿Qué se figuran en la mente
y qué les ocurre en el alma?, me pregunto.
Embajada de Estados Unidos en Lima
2.
Los niños
ahora
Antes
emigraban jóvenes, después los adultos, y ahora son los niños que se quedaron y
los muy viejos quienes ahora se van.
¿Qué es esto?
Ahora
ya no se van los hermanos y los primos, los yernos y las nueras, sino aquellos
a quienes dejaron bebitos y ahora son niños.
Como
también llevan a quienes son los abuelos de esos niños, sino ¿con quiénes ellos
se quedan aquí? Ellos han criado a los niños. Y los extrañarían hasta morir
Pero,
ya no se van los que pueden trabajar, sino que se marchan quienes ya no lo
harán, ni jamás pensaron emigrar: los jubilados, porque ciertamente, además:
¿quién va a ver por ellos aquí?
Mientras
los hijos buscaban trabajo allá, ellos se hicieron cargo de los nietos aquí,
pero los niños ahora se tienen que ir. Porque es necesario que la familia se
reintegre, los hijos al lado de sus padres que han logrado una estabilidad en
alguna otra nación.
Pero
los ancianos, ¿acaso podrían vivir solos aquí? ¡Con la inseguridad, que hay! Además,
con los servicios de salud que son tan malos y precarios aquí. Y en cambio, ¿tan
expeditivos y desarrollados allá? Es esto lo que al final los ha convencido para
dejar su país.
Nueva York
3.
Casas
y
aldeas
La
culpa indudablemente la tienen los políticos que cada día fueron empeorando las
cosas hasta hacer un mundo invivible. Ahora nos enteramos que eran tan
miserables que no lo hacían por incapacidad sino por robar, vendiendo a pedazos
el Perú. Pero gracias a Dios, uno se ha matado. Y otros están presos.
Cien
dólares les ha costado el pago para obtener la visa. Y a todos se la han dado
casi sin chistar. Pero, ¿por qué esos rostros tristes? ¿En qué piensan? ¿Qué se deshace para ellos
hoy en día? ¡Mucho!
Haciendo
un recuento. Todos emigramos, primero del poblado o del caserío al distrito. Luego
del distrito nos fuimos a la capital de la provincia. Y, después de la
provincia a la capital del departamento.
Otros,
por seguir a los hijos a que estudien en una buena universidad, pasaron a la
capital del país. Ahora ellos tienen que emigrar a otro país, a una cultura
distinta y a un hemisferio extraño, en donde ni se habla la lengua que ellos
aprendieron a hablar.
¿Y
en nuestras casas y aldeas, qué quedan? Cascarones y pueblos candados, porque
de las puertas apolilladas penden esos artefactos cuyas llaves incluso ya hemos
perdido. Quedan solo calles, establecimientos, estadios y hasta iglesias vacías.
Caminos en Santiago de Chuco
4.
Uno mismo
en
su corazón
Sin
embargo, todos estamos en deuda con la tierra que nos vio nacer y en donde
crecimos, debido a que es nuestra madre tierra. Quien nos alimentó con sus
frutos y nos amamanta todavía con su leche primordial que sin duda corre oculta
por nuestra sangre, como la leche materna que bebimos. Tierra quien nos modeló
hasta con su brisa y sus aromas sutiles. Y nos cobija aún bajo su techo fundamental
que llevamos inserto dentro del alma, para algún día recuperar nuestra
identidad.
El
amor a la tierra natal que es el mejor amor que podamos tener, porque es amor
hacia nosotros mismos y al colectivo original que conformamos. Amor que yo creo
que es el primero que tuvimos, sin siquiera saberlo, pero que habiéndolo tenido
y perdido nos hace tanta falta en nuestras vidas desoladas. Como es también
amor a la familia; amor hacia adentro, amor a la infancia, amor a todo lo
sincero, auténtico y valioso.
Y
ese amor no toma en cuenta jamás si esa tierra es rica o es pobre, si es moderna
o atrasada. Si tiene luz eléctrica, televisión o internet. Si es de buena o de
mala condición. Incluso, si es bonita o raída. Si es hermosa o feúcha. Es, como
todo amor, que no se fija en apariencias porque corre con nuestra sangre y
forma parte de nuestro aliento, de los cuales no nos damos cuenta. Sabiendo que
esa tierra si no es rica, uno mismo en su corazón y en la realidad la hará próspera,
buena y preciosa.
5.
La entraña
o
su esencia
Felizmente,
el hombre andino tiene ese arraigo y siempre carga con su cuna y con su casa a
cuestas. Carga con su baile, su danza y su tonada. ¡Adonde vaya! Lleva su modo
de hablar, su dejo de costeño, selvático o serrano, de lo cual no se arredra ni
avergüenza.
Felizmente,
en todo peruano que vive en el exterior, escolta en su corazón la imagen del
taitito, del santo y patrón del pueblo, al cual en todo se encomienda. Llevando
en su mano el pulso del arado que probó de niño, arreando a la yunta, cuando su
padre, llamado a servirse el yantar del mediodía a un costado del campo, le
confió el arado. Emoción y sentimiento que hemos de reforzar, porque allí es
donde se afina la fe.
Porque
somos un pueblo de mucha hondura y raigambre; de mucho ancestro, raíz y fondo.
Somos pueblo viejo y joven a la vez, y eso nos da lastre y plomada. Que es
apego al olor del alcanfor. ¿Recuerdas? ¿Lo absorbes en este momento en lo alto
de una colina y entra grandiosamente a tu pecho en donde está tu corazón?
Rama
de alcanfor que aun cuando se lo arranca de su tronco y se lo hace leña,
todavía nos regala su entraña o su esencia que es su fragancia, como último
tributo de adhesión a nuestras vidas.
Casa rural en Santiago de Chuco
6.
Porque
es
tu país
Pero,
es más, el hombre andino carga con su huerta adentro, con su grada y su puerta,
por la cual tantas veces ha pasado; carga con sus caminos y celajes, con los
productos que ha cosechado en la tierra, con sus imágenes de cuando fue simple
y sencillo.
Y
donde le dan ocasión cuenta sus vivencias, echa mano a sus querencias, narra lo
que ha sido y que en esencia lo sigue siendo. Recrea sus leyendas, da vida a
los personajes de sus cuentos, habla de su pueblo. Y fantasea. Y también calla.
Y entra al silencio.
Nuestro
pueblo va con nosotros y marcha por donde sea que vayamos. También con nosotros
la niña de nuestra infancia, que nunca dejamos y por quien somos capaces de
hacer hazañas que ella nunca las sabrá, convirtiéndonos en héroes.
La
escuela en donde estudiamos, y que guarda, allí donde está nuestros pasos, es
inolvidable. De allí que cuando volvamos hemos de ir a visitarla, porque ella
también nos recuerda. Y hasta llora. Y cuando la recorramos y deambulemos por
ella sentirán siempre que allí está guardando nuestro sitio, y aguardándonos a
nosotros.
Convite en plena calle en Santiago de Chuco
7.
En sueños
o
ya muerto
Y
nuestro país es el mejor país del mundo. ¡Y, en todo! En folclore, en comida, en
paisajes. Es el mejor país del mundo porque es tu país. Y porque solo en él
puedes emprender algo grande.
Y
hay que alentar el regreso. No quizá para quedarnos otra vez aquí, sino para
tender puentes, para establecer lazos entre lo oriundo y lo global. Entre el
pasado, el presente y lo futuro. Entre lo pobre y lo rico. Empalmando lo
interior con lo exterior para alcanzar universalidad.
El
animal más rústico regresa a su lar nativo, trotando bajo la lluvia, incluso
bajo un fuerte aguacero. No lo arredra ni detiene tampoco la tempestad ni la
tormenta, ni los relámpagos que se cruzan delante de sus ojos.
Incluso
el asno tiene apego, y siente adhesión por su querencia. Así sea la choza más
humilde aquella donde naciera, y se criara. Y regresa escapándose de su nuevo
dueño, así este lo provea de rico y abundante forraje y sustento. Así diste el
lugar de su trabajo una o más cordilleras respecto a su cabaña natal. Regresa.
Y
si no pudo regresar en vida regresará un día, tarde o temprano, aunque sea en
sueños. O ya muerto. Y deambulará sin consuelo, porque eso sería dejar algo
pendiente y sin acabar en esta tierra que es maravilla y en esta vida que es
suprema.
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