sábado, 12 de octubre de 2019

12 de octubre. Día del Cuy. El cuy, la rana y el colibrí.


SEGUNDO VIERNES DE OCTUBRE
DÍA DEL CUY


EL CUY,
LA RANA Y
EL COLIBRÍ


Danilo Sánchez Lihón


1. La vida
es preciosa

El cuy había vencido ya muchas veces al zorro ladino, el animal más astuto y pícaro de toda la comarca, demostrando ser más listo e ingenioso que él, y sin hacer daño a nada ni a nadie.
Cansado de sus correrías y aventuras el cuy quiso tener a partir de ahora a verdaderos amigos y no solo a seres conocidos u ocasionales, como el zorro o el zorzal, el asno o el gallinazo, con quienes a veces se veía.
Sino que quiso contar también con sinceras amistades, aliados para grandes empresas, leales y sinceros, con quienes departir, realizar acciones conjuntas y en quienes confiar abiertamente.
Hasta ahora todo habían sido apariencias, zancadas, burlas y hasta engaños, pero la vida no era eso. La vida es un bien precioso que hay que saberlo atesorar.
Y hay que vivirla con lo mejor que tenemos y con lo mejor que puedan ofrecernos los demás seres del universo, gracias a que somos nobles, auténticos y honrados.


2. Se quedó
observando

Siempre al cuy le ha fascinado el mundo del agua, su fluidez, su adaptabilidad y transparencia.
Incluso, el hecho de que algunos la bebieran golosos y sedientos era un indicio de su beneficio. Pero, de que la encontraran sabrosa y agradable, era inexplicable para él.
Él nunca había probado ni bebido una sola gota de aquel elemento líquido, incoloro, inodoro e insípido.
Le bastaba mordisquear la hierba sana, roer la panca de maíz, e inclusive carcomer la madera seca, menos atreverse a probar el agua.
De allí que le causa inmensa curiosidad que hasta las aves del cielo se lancen al agua y hasta arriesguen la vida por beberla en alguna fuente.
De allí que se quedó observando atentamente a una rana que a la orilla del lago se sumergía hacia el fondo, desaparecía y volvía a aparecer plena y satisfecha.


3. Jardines
y bosques

Cuando quedó un momento posada en una piedra tomando los rayos del sol aquella mañana de primavera, le preguntó.
– Disculpe su merced la curiosidad, señora rana. –Le dijo el cuy–. Podría decirme ¿qué hay debajo del agua?
La rana lo miró sorprendida. Pero le infundió simpatía aquella figura reposada y meditativa del cuy.
– ¡Abajo hay vida, señor cuy! –Le dijo.
– ¿Vida? –Se sorprendió el cuy–. ¿Vida cómo aquí sobre la superficie?
– Mucho más que aquí. Abajo hay jardines y bosques enteros de corales, algas, lirios y anémonas.
– ¡Solo del reino vegetal!
– No. Hay una variedad muy grande de moluscos y crustáceos, de caracoles y tortugas. E infinidad de peces de todas las formas y colores. Solo que cada día el hombre arroja más basura que daña y contamina más y más los fondos marinos.
– ¡Ah!, exclamó el cuy, verdaderamente alarmado.


4. Cada día
más

Otro día el cuy quedó maravillado por el vuelo vibrante y vertiginoso de una avecilla parecida a una mariposa, que crepita en el aire subiendo y bajando de flor en flor.
– ¿Quién es usted maravillosa y galana avecilla? –Le dijo amablemente y con su mejor voz y talante el cuy.
– Soy el colibrí. –Respondió el pajarillo detenido en el aire y agitando sus alas sin que se las note, aleteando a 55 veces por segundo.
– ¿Y qué hace hundiendo su pico en las corolas de las flores?
– Sorbo el néctar que contienen sus estambres y pistilos, porque es un alimento bueno para el cuerpo y para el alma.
– ¡Oh maravilla que en esas copas de exquisita belleza haya un sustento, como dice usted, para aves de extraordinaria hermosura como es la suya!
– Gracias, muchas gracias. –Le respondió halagado el colibrí–. Pero este mundo que es pródigo y bueno, oiga usted, está condenado a morir por acción de los hombres, pues cada día las tierras, las aguas y los aires están más y más contaminados.


5. ¿Qué
hacer?

– ¿Así? Eso mismo ha expresado la señora rana respecto al fondo de los lagos y los mares. ¡Pero habrá algo que se pueda hacer!
– Sí, hay mucho en realidad. Y no solo se puede hacer esto o aquello sino ahora hay que hacer todo lo posible e imposible para salvar al mundo, ya que en un plazo muy breve todo estará perdido y nosotros y nuestros hijos sucumbiremos.
El cuy ha quedado muy impactado por este informe del colibrí. Y él mismo se decide a salir y recorrer la tierra para constatar el estado en que se encuentra. Y comprueba que cada día es más árida, que las aguas de los ríos son ácidas. Y se han secado los manantiales.
Los campos se han tornado yermos por las partículas de plomo que emiten las fábricas y los campesinos abandonan el cultivo de las tierras que ya no producen buenas cosechas, porque hasta el aire está envenenado con el anhídrido carbónico.
– ¿Qué hacer? –Se pregunta.
Medita, cavila y piensa. Cada quien que haga algo. Pero nosotros, ¿qué podemos hacer?


6. Sensibilidad
y conciencia

Convoca un día a orillas del arroyo a la rana y al colibrí, a quienes considera ya sus amigos y les habla de este modo:
– Entre nosotros representamos el mundo de abajo, el de la superficie y el mundo del aire, o de arriba, tal como lo concibieron nuestros antepasados
– Sí, es el urco, el kay y el hanan pacha.
– Y los tres mundos están sincronizados y marchan juntos.
– Nuestros abuelos que fueron sabios y tenían en relación a la naturaleza un respeto y veneración profunda y la adoraban con amor consagrado, de ellos extraigamos lecciones y ejemplos.
– Sí. –Volvió a intervenir el cuy–. Tenemos que volver a educarnos todos en una actitud de respeto total a la mama pacha, la mama cocha y la mama atmósfera integrando nuevamente los tres mundos
– Pero, ¿qué y cómo lo podemos hacer?
– He pensado, –expresa el cuy– en abrir una escuela en donde se vuelva a educar, crear sensibilidad y conciencia sobre estos temas.
– E irradiar estas inquietudes por todos los medios que estén a nuestro alcance

Catalina y yo

7. Manos
a la obra

– Y sobre todo buscando corregir las tendencias en que se desenvuelve el mundo actual, como es el exagerado consumismo, forjando un nuevo orden más equitativo y humano.
– Pero, ¿podemos los animales crear escuelas para los hombres?
– Sí. Escuelas donde los animales eduquen a los hombres.
– Pero si siempre ellos se han burlado de nosotros y han dicho que somos brutos, ignorantes y faltos de inteligencia.
– Empezaremos corrigiendo esos prejuicios que son los que han contribuido a generar el daño que tenemos.
– Además, no es hora de avivar rencores.
– Y qué tal si hacemos algo más efectivo produciendo cuentos.
– Sí, cuentos que tanto les gusta a los niños.
– ¡Decisión y acuerdos tomados! ¡Que se haga y que se cumpla! Y, ¡manos a la obra! Y el primero que sea el que relate nuestra amistad.
– ¡Sí!


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