DÍA DEL ROCOTO RELLENO
ES
UN MILAGRO
CÓSMICO
Se sirve como entrada o segundo
1. Pide
ver el mundo
– ¡Ah!
¡Ah! ¡Ah!
Grita la
persona que por primera vez come el rocoto relleno, pedido de auxilio que lo
hace con la boca abierta como si se soplara los labios y la lengua con el aire
que saca desde adentro de su garganta. Y lo hace manoteando el aire, como si se
ahogara.
– ¿Qué?
– ¡Pica! ¡Pica!
¡Pica mucho!
– ¡Chicha!
¡Denle chicha! –Es la voz.
– ¿Te
pasó?
– ¡Nada!
– ¡Más
chicha!
Es el rito
de comer rocoto relleno por primera vez, un plato que ahora se come en todo el
Perú, pero cuyo origen es volcánico, de lava ardiente, puesto que nació en las
faldas del miste, en la mística, heroica y galana ciudad de Arequipa. Comida
que no pide siesta, sino que más bien inquieta el alma, pide calle, guitarras,
ver el mundo, buscar una aventura y cometer algo, de allí que haya producido
tantas revueltas, asonadas y cambios de gobierno. Que no es para dormir sino para
despertar. Potaje de las mil delicias, pero pernicioso en el sentido de causar muertos,
heridos y contusos.
2. Siempre
se hornea
Que se lo
come sabiendo que se está devorando un volcán, condicionados desde el primer
momento por su color rojo bruñido y estallante por el brío del horno, bordeado
de blanco en su tapa, por el queso derretido. Desde su apariencia es ya de por
sí picante; preparado en base a un producto nativo de la familia de los ajíes,
como es el rocoto, de donde se extraen las venas y poco a poco el tremendo
ardor haciéndolo hervir varias veces.
Que semeja
una olla con su tapa ya que ha sido cortado para extraerle las semillas o venas
y que probar una sola de ellas puede costar beberse varios pozos de agua, locos,
enceguecidos y desesperados. Picante de modo salvaje, pero aun así en algunas
partes de su corteza de sabor dulzón, que se rellena de carne de chancho,
cebollas, tomates y demás aderezos, que el comerlo semeja el sangrar de las
heridas, como también curarse de dolores y sinsabores.
No se
sancocha ni se fríe, sino que siempre se hornea, y se sirve con dos o más papas
también horneadas. En cuya tapa siempre se deja el pedazo de rama con la cual
el rocoto estaba unido a la planta; y que ahora es cual luciera su cordón
umbilical. Por eso, no hay rocoto relleno frío, siempre se sirve caliente y al
comerlo no hay que dejarlo enfriar.
3. Montonera
arequipeña
Hay la
leyenda, que se cuenta en Arequipa, de que fue preparado para sobornar al
mismísimo diablo. Porque la totalidad de los potajes han sido inspirados
pensando en los dioses y el legítimo anhelo que ellos tienen de comer bien.
Pero en el caso del rocoto relleno existe la leyenda de que fue preparado para tentar
al diablo a fin de que acceda a una petición y otorgue un favor a la persona
que lo urdiera.
Y el
diablo cuando fue invitarlo a probarlo se chupó los dedos, se sorbió los
labios, infló sus carrillos y entornó sus ojos, dándose por satisfecho; y
accedió a hacer el favor que se le pedía.
Y es que
la leyenda, en realidad, completa de la mejor manera la biografía de este
potaje, en gran medida pecaminoso, dado que en todo se pasa de la raya: de lo
bueno para ser extraordinario, hasta el punto de constituir una transgresión a
todas luces, compuesto con espíritu de rebeldía, de asonada y montonera
arequipeña.
Siendo así
es potaje demoníaco, por eso se lo come buscando lo peligroso, lo que puede ser
una trampa, la manzana de la discordia y la tentación de Eva, que provocó la
condenación de todos los hombres. En este caso es Adán el que es convertido en
guindón, en pasa o aceituna, a quien buscamos con el tenedor en ristre.
4. Único
en el mundo
Ahora bien, la ricura de un potaje
de comida depende también de cuál sea la circunstancia en que se lo pruebe, ¡en
dónde, con quién o con quiénes! ¡Y de qué modo sucede que se lo saborea, para
hacerse inolvidable! En mi caso yo he comido el rocoto relleno en un viaje sideral,
lunar y etéreo, serpenteando de noche por el lomo de la cordillera andina.
Y me he deleitado de él no en un
restaurante hecho y derecho y con licencia establecida. Ni siquiera, la primera
vez que lo probé fue en un puesto de comida de aquellos que hay a la vera de los
caminos, y que a mí me gustan tanto y me detengo en ellos porque es como si
allí nos comiéramos todo el sendero y nos devoráramos a pedazos buena parte de
la tierra.
Por eso, cuento que probé el rocoto
relleno ni siquiera en el día sino en la noche más tupida e intrincada, como es
la medianoche; que es cuando el diablo asola. Y fue en un viaje astral, terrenal
y a la vez onírico, como son los verdaderos viajes; en el tren que va de
Arequipa a Puno cruzando la cordillera más abrupta y arisca del planeta, tren
heroico y fascinante, único en el mundo.
5. Mujeres
acurrucadas
No lo he comido felizmente en los
vagones de lujo que ahora hacen el recorrido de esa ruta nocturna, donde todo
es artificial y sofisticado; sino todo lo contrario: lo he probado en su
opuesto absoluto, en el último vagón del tren que no tiene sino dos o tres
asientos, porque los demás lo han sacado. Y en donde en los asientos la gente
pone los bultos a que nos tapen del frío.
Donde viaja la gente más humilde; en
un tren destartalado, no con las ventanas cerradas sino sin vidrios, ni nada en
ellas salvo las estrellas del firmamento que aquí no se miran hacia arriba sino
hacia abajo, al fondo de la tierra y por donde se cuela el viento helado.
Entre otros bultos amontonados en el
suelo junto a sus animales en la noche atávica van las personas envueltas en sí
mismas, que solo a ratos se descubre que son hombres y mujeres acurrucadas,
porque ahí no hace frío sino hielo primordial y aúlla el viento pavoroso.
Por aquí y por allá están los bultos
detrás de los cuales encogerse y abrigarse; y que son quipes o bolsas y no
maletas porque eso denunciaría que deberías ir en segunda o primera clase, y no
en tercera cómo es que a mí me gusta viajar, con el traquido sin puertas
resonando en los oídos y sin que lo mermen interferencias del tren que
atraviesa aldeas a oscuras o témpanos de soledad, de pavor y de miedo.
6. Chispa
en las tinieblas
Donde nadie habla, nadie conversa
porque duele respirar y falta el aliento, que se congela en las propias narices,
cuando como un milagro en la noche esencial y desde abajo, desde el subsuelo, o
desde el fondo de la tierra, surge una voz que funda la vida. Y que oigo que
dice:
– ¡Rocoto relleno! –A lo que sigue
el silencio total, salvo el roce cojeante de las ruedas del tren y los rieles. Es
seguro que nadie ha oído porque nadie contesta. O nadie cree en lo que ha oído,
porque cuesta adivinar dónde uno se encuentra. O incluso adivinarse quién es
uno mismo.
–¡Rocoto relleno! –Se oye por
segunda vez. Y yo desenvolviendo las bufandas y los gorros en que estoy
envuelto, pregunto:
– ¿Vende señora?
– ¡Sí! –Y es un sí que vuelve a fundar
la vida, como una chispa en las tinieblas–. ¡Y están calientitos, joven! –Me
adivina en las sombras. Pero nadie más pide. Todos guardan silencio. ¿No
tendrán dinero? Y me lo pone en las manos. Cuesta imaginar que encima de la oscuridad
y la desolación que aquí tiembla haya algo que esté caliente. Como cuesta a uno
hacer cualquier movimiento para encontrar dónde se han puesto las cosas y dónde
hallo monedas.
7. Plato
telúrico
– Deme otro, señora. –Digo, después
de acabar el primero y ahí me alcanza envuelto en panca, en donde encajan mis
dientes atravesando la cáscara y encontrando la cebolla, las pasas, los pedazos
de huevo duro, y allí la carne molida de estos parajes y campiñas.
Ahora, lo bueno de todo esto que
cuento es que ha sido el legítimo rocoto relleno arequipeño, porque el tren iba
de Arequipa a Puno, la señora subió en Arequipa y era rocoto relleno de
ambulante, de gente del pueblo, vendido por una mujer y seguramente preparado
por ella misma.
Porque en este caso no hay alguien que
prepare para que otra persona la venda, sino que es la misma quien lo hace. A
fin de ganar lo que tanto le hace falta y viajando de esta manera pagando todo
el gasto que esta vida cuesta.
Es el rocoto relleno plato telúrico,
sideral y, en mi caso, de anochecida, en un tren destartalado de mi viaje de
Arequipa a Puno. Para hallar en él todas las especies de oréganos, cominos y
perejiles, donde el picante es para saber que se vive, que la vida existe, y
que esta es fuerte, tremenda y un milagro cósmico.
Los
textos anteriores pueden ser
reproducidos,
publicados y difundidos
citando
autor y fuente
dsanchezlihon@aol.com
danilosanchezlihon@gmail.com
Obras de Danilo
Sánchez Lihón las puede solicitar a:
Editorial San
Marcos: ventas@editorialsanmarcos.com
Ediciones Capulí:
capulivallejoysutierra@gmail.com
*****
DIRECCIÓN EN
FACEBOOK
HACER CLIC AQUÍ:
*****
Teléfonos:
393-5196
/ 99773-9575
Si no
desea seguir recibiendo estos envíos
le
rogamos, por favor, hacérnoslo saber.
No hay comentarios:
Publicar un comentario