2 DE FEBRERO
DÍA DE LA PACHAMANCA
LAS
PIEDRAS
VIVAS
Danilo Sánchez Lihón
La pachamanca es una manera
de cocinar
que tenían los antiguos
peruanos enterrando
los alimentos ya preparados en
tierra y rodeándolos
de piedras que se hacen arder
al rojo vivo. Hay muchos
significados telúricos como
sagrados en estas
prácticas culinarias que se
conservan
hasta nuestros días. ¡Y en la piedra!
1. Piedras
vivas
En ningún lugar podrían habitar mejor los
dioses que en el reino interior de las piedras.
Porque las piedras dentro de sí tienen la
plena libertad de la fantasía.
¿Y qué delirio más absoluto sino aquel que
está dentro de la piedra?
Porque la piedra es el espejo de Dios, es
la sabiduría total, perfecta y definitiva.
Es la vida estremecida en armonía con la
muerte sosegada. Por fin solidarias, y acopladas ambas en un solo puño, anillo
o abrazo.
La eternidad con el instante juntos, por
fin entrelazando los dedos de la mano, congeniando y casi idénticos.
Hechos hermanos, lo duradero y lo fútil de
la existencia en la entraña adorable y propicia de la piedra.
Calado, nave y proa que nunca serán
hallables por más que se rompa la piedra, ya que siempre será un infinito a
cuestas.
2. Aves
migratorias
¡En ningún lugar podrían esconderse mejor
los dioses que en el reino interior de las piedras!
Porque la piedra es sagrada. En ella vive y
habita Dios. Es el templo de Dios. Es su iglesia. De allí que siempre el ara es
una piedra.
Donde se juntan lo efímero y evanescente,
el instante y lo condicional, entrelazados con la eternidad.
Las piedras están iluminadas por dentro y
en ella cantan los coros celestiales.
Están llenas de altares y huestes seráficas
y solemnes rituales y detrás de los más espléndidos paisajes.
Las piedras, así como se las ve, parecen estáticas,
pero están ensimismadas y en el interior son aves migratorias.
En las piedras se esconde la vida más
intensa y apasionada, la más temblorosa, la más prístina y acrisolada.
3. ¡Piedra
adivina!
La piedra es sagrada. En ella vive y habita
Dios. Es el templo de dios. Y es su iglesia.
Tienen alma, tienen sueños. Quedaron para
siempre extasiadas.
Palpitan, tienen cavilaciones y
presentimientos. Y esas palpitaciones son síntesis de todo.
En las piedras está la vida profunda, hecha
ritmo, aliento y corazonadas.
Se encuentran las piedras en medio del
cielo y el agua del río. Y a la vera del bosque y de los caminos. Y eso las
pone al corriente de todo.
Piedras dolientes, piedras contemplativas.
Las piedras de Huayllay son monjes,
sacerdotes, frailones de Dios, de una orden hierática, arcaica.
Son las piedras ascetas, ligadas al culto
de lo sagrado.
4. Banderas
en el alba
Son las piedras el instante supremo que
nunca empieza y jamás acaba.
Eso sí, que pasa, pero con gravedad y
asombro. No como el tiempo que se esfuma, es devorado y se pierde.
El tiempo de la piedra queda.
Del otro no quedan ni siquiera imágenes ni
palabras pronunciadas.
De la piedra quedan enseñas y banderas en
el alba.
No es el tiempo hecho retazos, ni hilachas
ni pedazos rasgados.
Aquel tiempo que no nos pertenece, que es
tiempo del mundo y que jamás ya volverá.
El tiempo de la piedra permanece por los
siglos de los siglos.
O más bien las piedras no tiene tiempo,
está eximida de él.
5. En el reino
interior
Porque las piedras no son solo presencia,
sino que son esencia.
Tienen el alma más depurada y más honda de
todos los seres vivientes y de los no vivientes y de los aún por nacer.
Las piedras saben ser. Son el resumen de
todo lo vivido y lo creado.
Somos piedras. Estamos hechos de piedra.
Piedra quieta, piedra extasiada.
Piedra queda, piedra extenuada; con
pensamientos de siglos.
La piedra con lo único que puede
equipararse, además de la muerte, es con el mar.
Y la muerte es el mar adonde los ríos que
somos los hombres vamos a desembocar.
En ningún lugar podrían habitar mejor los
dioses que en el reino interior de las piedras.
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