viernes, 13 de marzo de 2020

13 de marzo. Mi pueblo luchando por el agua. Y, ¡eran diamantes!


13 DE MARZO
MI PUEBLO LUCHANDO POR EL AGUA

Y,
¡ERAN
DIAMANTES!

 Danilo Sánchez Lihón


Viajando por Quiruvilca: mina y laguna juntas

1.Mirando
las montañas

– ¡Somos un país de piedras! –Escuché decir con desánimo, desilusión y pesimismo a un pasajero y ocasional compañero de viaje cuando recorríamos el trayecto de Quiruvilca a Trujillo.
Fue en uno de los primeros viajes que emprendí de niño en las góndolas que se samaqueaban en el encalaminado de la carretera, hecho de montículos de piedra y tierra endurecida por las llantas de los vehículos.
Era cierto. Mirando por la ventana todo el contorno, el paisaje y las montañas, los cerros abruptos y áridos, hechos de rocas, lo que más había y abundaba a la vera del camino eran piedras esparcidas, regadas en los campos desiertos, áridos y yertos.
Era cierto lo que decía aquella persona de manera amarga. Y el tono con que pronunció esas palabras era de decepción, de desencanto y desagrado que no dejaron de inquietarme.



El pueblo de Quiruvilca, a más de cuatro mil metros de altitud

2. ¿Cargar
con más peso?

Ahora, cada vez que recuerdo ese hecho recuerdo también, para mí mismo, esta historia: Hace mucho tiempo un grupo de hombres caminaban agobiados por el cansancio, el hambre y la sed.
Mil penurias habían afrontado en esa jornada. Avanzaban ahora por un camino abrupto y pedregoso. Y tanto invocaron a Dios que este le envió a un ángel de faz resplandeciente cuya única recomendación fue:
– Junten en sus alforjas todas las piedras del camino que puedan recoger.
A la mayoría de peregrinos de la caravana esta recomendación le supo a burla, a mofa y hasta a escarnio y castigo. Con tanto agobio, penuria y heridas en los pies, ¿cargar ahora con más peso en los hombros? ¿Qué nueva condena y punición era esta?


Debajo de estas rocas y piedras está el oro y el agua

3. Sosegar
su sed

¿Juntar piedras y llevarlas consigo? ¡Cuando lo que querían era hasta despojarse de sus propios vestidos!
¡Y hasta dejar sus cuerpos rendidos en algún recodo!
Cuerpos que traían a rastras y que en esos momentos era lo que más los atormentaba.
Pero hubo algunos que sí recogieron algunas piedras, más por inercia y cansancio.
Aunque cogieron las más pequeñas, pronto fueron arrojando despectivos y molestos por el camino.
No se avizoraba en las horas que venían caminando poblado dónde pudieran sosegar su sed, su hambre y su cansancio.
Y a fin de proveerse de algunos alimentos.


Paisaje de puna, aparentemente de ichu y piedras

4. Luz
fulgurante

Los pocos que habían juntado piedras las terminaron de arrojar definitivamente.
Solo uno persistió, fue constante y guardó dos de aquellos cacharros hasta el final.
Llegados que fueron hasta un lugar donde por fin pudieron sentirse salvos y descansar, dejaron que todos sus músculos y nervios se relajaran.
Y fueron sacando los objetos que tenían en sus bolsos, alforjas y bolsillos.
Al poner sobre la mesa las dos piedras, aquel que había perseverado descubrió ¡que las piedras recogidas relumbraban con luz fulgurante.
– ¡Son diamantes! –Gritó.


Rocas, oro y agua

5. Debajo
de esas piedras

– ¡Diamantes!
Era justo lo que había sido la razón y el motivo por el cual habían emprendido su aventura de aquello que se convirtió en una dura jornada.
Y era lo que el ángel quiso recordarles
Recurro a esta leyenda para referirme a un hecho sorprendente, cuál es que ahora se descubre que debajo de esas piedras, y lo que contienen esos cerros, es oro legítimo de los más altos kilates.
Todo es oro.
Y aquellas alturas aparentemente inservibles e infértiles, copadas de piedras, son oro puro. Y justo en ese trayecto.
Y ha empezado la voracidad de las empresas mineras, unas formales y otras informales, por explotarlas.


Son repositorios de agua, manantes hacia las tierras bajas

6. ¿A qué dar
valor?

Pero, hay otro hecho inusitado. Que se descubre que debajo de esas piedras y encima del oro que está escondido nace el agua.
Agua que alimenta a las cuencas que dan el sustento para apagar la sed y preparar las comidas.
Para asearse y dar de beber el ganado que crían las poblaciones que se extienden hacia abajo.
Que es agua para la siembra y para el regadío de los terrenos que se cultivan laderas abajo.
Agua que alimenta a los manantiales desde los cuales las personas extraen agua para todas las labores de la vida cotidiana.
Entonces la pregunta, niños, es: ¿por cuál de estos bienes optar? ¿A qué dar valor?



Capulí en Quiruvilca. Parte de la delegación de Taiwán

7. El agua
siempre

– Hay que dar valor a la vida, profesor, representada por el agua. Porque el agua se toma y alimenta. Con el oro no podemos nutrirnos.
– Además, profesor, podemos vivir sin oro. Pero no podemos vivir sin agua.
– Algo más tiene que decir el niño César Vallejo que está levantando la mano?
– Que en la leyenda que nos ha contado los caminantes lo que también les importó fue defender la vida.
– ¡Ah!, ¡claro!
– No importa que sea oro o diamantes lo que se tenga en la alforja o en los bolsillos. ¡Lo que hay que defender es la vida!
– Muy bien, niños, esa es la conclusión de esta historia. Entonces defendamos el agua siempre.





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