26 DE MARZO
DÍA
DEL CLIMA
EL CAZADOR
Y
EL AGUA
Danilo
Sánchez Lihón
1. Su vestido igual
a los manantiales
– ¿Quién eres?
Ella,
sorprendida, responde:
– ¡Soy el agua!
Es él, esta vez,
quien se siente estremecido y conturbado.
Y ella recobra
su prestancia.
Repite él una y
otra vez recapacitando: ¡Soy el agua! ¡Soy el agua!,
en su mente; con la voz con que ella ha pronunciado esas palabras.
Y ella, está allí.
Con sus vestidos idénticos a las flores que crecen en las orillas de los ríos,
los arroyos y manantiales.
– ¿Y por qué entras
a mi cabaña, tiendes mi cama y preparas atenta mi comida todos los días? –Le
indaga él, admirado.
– Porque
regresas cansado. Y en tu cabaña nadie te espera.
2. Doncella
consagrada
– Y, ¿tienes
familia? –Le pregunta fascinado.
– Sí. ¡Y mucha!
El sol y los nevados son mis abuelos. La lluvia, la neblina y el granizo son
mis parientes.
– Y ¿tus padres?
– Mi padre es el
río.
– ¿Este por el
cual navego todos los días?
– No. Es una
historia de amor. Mi padre fue convertido en piedra, porque no le correspondía
enamorar ni pretender a mi madre.
– ¿Quién es
ella?
La laguna de
Alcacocha, criada desde niña como doncella. Y consagrada a un Dios implacable.
– ¿Pero sí ella aceptó
a tu padre?
3. Cogida
a él
– Sí. Mi madre
desde el principio lo adora. Y por eso él y ella fueron castigados.
– ¿Cómo?
– Él fue
convertido en roca. Y mi madre cuando pudo acercarse hasta él, llorando le
pidió de rodillas quedarse junto a su cuerpo endurecido. Él le dijo entonces:
– Si quieres
tiéndete a mis pies, recuéstate y sé un manantial.
– ¿Y entonces?
– Ella estiró sus
muslos con sus manos cogida a él y se fue convirtiendo en ojo de agua que mana
y aflora desde el fondo de la roca donde está el corazón de mi padre.
– Y, ¿tú?
– Yo soy la hija
de ellos dos.
4. Las espigas
se mecen
Él cazador la
mira y siente infinita efusión y ternura. Y le dice:
– Quédate a
vivir conmigo. –Le suplica.
La niña ve sus
ojos y el brillo en su frente. Recorre palmo a palmo su destino. Y responde:
– ¿Para siempre?
– Sí, para
siempre. Eternidad tras eternidad.
Y así se
unieron. Juntos el cazador y el agua sembraron los campos y edificaron nuestro
pueblo.
En el lugar
donde ellos viven las flores y las espigas se mecen inmarcesibles y ondulantes
con el viento.
5. Eso
nunca
Pero hoy ella se
despertó llorando.
– ¿Qué ocurre? Amor,
¡no llores, por favor! ¡Qué sucede!
– ¡He tenido un
sueño terrible! ¡Ay, horrendo!
– Cuéntalo para
que nunca se cumpla ni suceda.
– ¡Pero ya está
ocurriendo! Soñé que me iba volviendo turbia, vieja; y me iba secando. Y todo a
mi alrededor era muerte.
– ¿Tú? ¿Ser
turbia? ¿Ser vieja? ¿Y qué te irás secando? No. ¡Eso no ocurre ni ocurrirá,
amor mío!
– Ocurría en mi
sueño. Y está ocurriendo en la realidad cada día.
– Tú eres
transparente y tierna. ¡Eres hermosa! ¡Y siempre buena!
6. La tierra
aún florece
– Mírame bien.
Me estoy convirtiendo en arena, en lodo y cieno; en agua calcinada, en hollín y
en humo. ¡Mírame bien!
– Es solo algo.
Pero ¿por qué eso acontece?
– Porque el
hombre arroja a las aguas desechos, incendia los bosques, mata animales sin
motivo, y destruye la naturaleza.
Luego de
escucharla el cazador aquel día ha subido a su canoa.
Desamarra el
nudo de la soga que lo ata a un horcón de la cerca de su casa. Y navega largo
rato cabizbajo.
Y reconoce que
¡es él quien hace lo que su amada, el agua, le ha descrito!
Ve, sin embargo,
que aún queda algo hermoso todavía y que la tierra aún florece.
7. Suspira
dichoso
Se enternece que
aún es tiempo de salvarla, de lograr que el agua no se seque, ni se vuelva
amarga y turbia.
La laguna por
donde navega aún tiene partes limpias y hacia el fondo aún se contornean
felices, jubilosos y lozanos los peces.
Y jura que ya
nunca atentará en contra de ella.
Y suspira
sintiéndose dichoso de tener aún una oportunidad en la vida. Y que la niña
bella que es su esposa aún lo espere habitando su casa, como aquel día en que
la asustó diciéndole:
– ¿Quién eres?
Y ella respondió:
– ¡El agua!
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