jueves, 26 de marzo de 2020

26 de marzo. Día del clima. / El cazador y el agua.


26 DE MARZO
DÍA DEL CLIMA

EL CAZADOR
Y
EL AGUA

Danilo Sánchez Lihón


1. Su vestido igual
a los manantiales

– ¿Quién eres?
Ella, sorprendida, responde:
– ¡Soy el agua!
Es él, esta vez, quien se siente estremecido y conturbado.
Y ella recobra su prestancia.
Repite él una y otra vez recapacitando: ¡Soy el agua! ¡Soy el agua!, en su mente; con la voz con que ella ha pronunciado esas palabras.
Y ella, está allí. Con sus vestidos idénticos a las flores que crecen en las orillas de los ríos, los arroyos y manantiales.
– ¿Y por qué entras a mi cabaña, tiendes mi cama y preparas atenta mi comida todos los días? –Le indaga él, admirado.
– Porque regresas cansado. Y en tu cabaña nadie te espera.


2. Doncella
consagrada

– Y, ¿tienes familia? –Le pregunta fascinado.
– Sí. ¡Y mucha! El sol y los nevados son mis abuelos. La lluvia, la neblina y el granizo son mis parientes.
– Y ¿tus padres?
– Mi padre es el río.
– ¿Este por el cual navego todos los días?
– No. Es una historia de amor. Mi padre fue convertido en piedra, porque no le correspondía enamorar ni pretender a mi madre.
– ¿Quién es ella?
La laguna de Alcacocha, criada desde niña como doncella. Y consagrada a un Dios implacable.
– ¿Pero sí ella aceptó a tu padre?


3. Cogida
a él

– Sí. Mi madre desde el principio lo adora. Y por eso él y ella fueron castigados.
– ¿Cómo?
– Él fue convertido en roca. Y mi madre cuando pudo acercarse hasta él, llorando le pidió de rodillas quedarse junto a su cuerpo endurecido. Él le dijo entonces:
– Si quieres tiéndete a mis pies, recuéstate y sé un manantial.
– ¿Y entonces?
– Ella estiró sus muslos con sus manos cogida a él y se fue convirtiendo en ojo de agua que mana y aflora desde el fondo de la roca donde está el corazón de mi padre.
– Y, ¿tú?
– Yo soy la hija de ellos dos.


4. Las espigas
se mecen

Él cazador la mira y siente infinita efusión y ternura. Y le dice:
– Quédate a vivir conmigo. –Le suplica.
La niña ve sus ojos y el brillo en su frente. Recorre palmo a palmo su destino. Y responde:
– ¿Para siempre?
– Sí, para siempre. Eternidad tras eternidad.
Y así se unieron. Juntos el cazador y el agua sembraron los campos y edificaron nuestro pueblo.
En el lugar donde ellos viven las flores y las espigas se mecen inmarcesibles y ondulantes con el viento.


5. Eso
nunca

Pero hoy ella se despertó llorando.
– ¿Qué ocurre? Amor, ¡no llores, por favor! ¡Qué sucede!
– ¡He tenido un sueño terrible! ¡Ay, horrendo!
– Cuéntalo para que nunca se cumpla ni suceda.
– ¡Pero ya está ocurriendo! Soñé que me iba volviendo turbia, vieja; y me iba secando. Y todo a mi alrededor era muerte.
– ¿Tú? ¿Ser turbia? ¿Ser vieja? ¿Y qué te irás secando? No. ¡Eso no ocurre ni ocurrirá, amor mío!
– Ocurría en mi sueño. Y está ocurriendo en la realidad cada día.
– Tú eres transparente y tierna. ¡Eres hermosa! ¡Y siempre buena!


6. La tierra
aún florece

– Mírame bien. Me estoy convirtiendo en arena, en lodo y cieno; en agua calcinada, en hollín y en humo. ¡Mírame bien!
– Es solo algo. Pero ¿por qué eso acontece?
– Porque el hombre arroja a las aguas desechos, incendia los bosques, mata animales sin motivo, y destruye la naturaleza.
Luego de escucharla el cazador aquel día ha subido a su canoa.
Desamarra el nudo de la soga que lo ata a un horcón de la cerca de su casa. Y navega largo rato cabizbajo.
Y reconoce que ¡es él quien hace lo que su amada, el agua, le ha descrito!
Ve, sin embargo, que aún queda algo hermoso todavía y que la tierra aún florece.


7. Suspira
dichoso

Se enternece que aún es tiempo de salvarla, de lograr que el agua no se seque, ni se vuelva amarga y turbia.
La laguna por donde navega aún tiene partes limpias y hacia el fondo aún se contornean felices, jubilosos y lozanos los peces.
Y jura que ya nunca atentará en contra de ella.
Y suspira sintiéndose dichoso de tener aún una oportunidad en la vida. Y que la niña bella que es su esposa aún lo espere habitando su casa, como aquel día en que la asustó diciéndole:
– ¿Quién eres?
Y ella respondió:
– ¡El agua!

Fotos 1, 4 y 5
Jaime Sánchez Lihón


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