– ¡Suélteme!
– ¡Te advierto que te dejas o ya se me está acabando
la paciencia!
– ¡Déjeme! ¡No va a poder convencerme ni hacerme mujer
a la fuerza!
– No seas zonza. Aquí nadie te escucha ni puede
ayudarte. Mira, las aguas de la laguna están quietas y los queñuales ni se
inmutan.
– ¡Abusivo! ¡Si quiere usar la fuerza a ver métase con
otro hombre!
– ¡Mira! Vas a ser mi mujer y punto. Te guste o no te
guste, ¿ya?
– ¡Nunca!
– Si lo haces a las buenas vas a tener de todo porque
soy hombre rico.
– ¡Tenía que ser español! Miserable y codicioso.
– Sí. Y lo que me propongo lo cumplo. Sino mira dónde
estás, hasta dónde te he traído. Y sin que tú lo quieras, dónde nadie pueda
oírte. ¿Y crees entonces que no voy a poder violarte?
2. Ser
india
– ¡Demonio!
– Eso es más bien ser un hombre. Que todo lo puede y
lo vence.
– ¡Pero no podrás violarme, salvo muerta!
– Me has mordido, me has rasguñado y me has hecho
heridas. ¿Qué haré entonces contigo?
– Piensa en tu Dios. ¿No dicen que son cristianos?
– Bueno, bueno. He hablado, he tenido paciencia, tú no
has querido a las buenas. He tratado de convencerte que te va a gustar, y
después vas a querer más.
– ¡Desgraciado! ¡Suélteme!
– Tenías que ser india, bruta, una bestia, más terca
que una llama.
– ¡Déjeme! ¡Criminal!
– Cualquier otra mujer se deja. Te he ofrecido alhajas,
bienes, una casa.
– Se lo tiro por la cara.
– ¿Para qué entonces eres bonita? ¿Por gusto?
– ¡Déjeme!
3. La sangre
inundó la nieve
– Bueno, me obligas a levantar esta piedra con la que
te voy a privar y ya desmayada voy a hacerte mi mujer.
– ¡Atrévase nomás!
– Oye, ¿qué prefieres, ah? ¿El dolor de esta piedra en
la cabeza o el placer que vas a sentir entre tus piernas?
– ¡Infeliz! ¡Excremento!
Fue en ese instante que él le asestó un golpe con la piedra
en la cabeza que hizo estallar su cráneo que se abrió. La sangre inundó la
nieve de la cueva adónde la había introducido a rastras.
Al verla así Carlos Gustavo se asustó, dejó todo y
resbalándose huyó ladera arriba llegando hasta Atoj Shayco (el cazadero del
zorro). Y luego enrumbó por Tingo, Yurma, Seccha y Acobamba hasta perderse por
el Callejón de Conchucos.
Dejó a su víctima sangrante y ya muerta en una de las
grutas de la Cordillera Blanca adonde la había arrastrado, en plena vía que
atraviesa ese lugar.
4. Todos
respetan
Esa gruta era descanso de pastores que la encontraron
y dieron aviso. Recogido el cuerpo sangrante y conocida su identidad, de María
Josefa Chávez, esta historia se propagó y ese paraje se hizo lugar de culto.
Todo viajero que pasa o torna de viaje por este sitio
espontáneamente deja un ovulo u erogación, de lo que sea o de lo que tenga.
Es una fe conmovedora, porque la gente se despoja de
lo mejor que lleva encima. Sea de su rebozo o de su poncho. De su chalina o de
su abrigo, de su alforja o de su sombrero. Desde este lugar las monjas del
Hospicio de Huaraz vienen a llevar montones de prensas de vestir que de lo
contrario se pudriría.
Como también llevan los víveres que se dejan en
talegas o canastas. Y lo recogen para atender a los huérfanos y a los ancianos
del orfanato de Belén en Huarupampa. Pero también aquí se deja en abundancia
joyas y dinero que nadie toca y todos respetan.
5. Más
una limosna
Pero aconteció que una madre rogó tanto a la Virgen
María para salvar a su hijo y llevarlo a Lima para que lo operen que la Virgen
se le apareció en sueños. Y en revelación le dijo:
– Pero anda, hija, y coge dinero de la Gruta de María
Josefa.
– ¡Madre, no me pida eso que sería gravísimo pecado y
hasta sacrilegio!
– Pero soy yo quien te está autorizando a hacerlo.
– ¿Puedo ir y coger?
– Sí, pero después de curar a tu hijo cumples en
devolver exactamente lo cogido.
Y así lo hizo. Fue, cogió el dinero que consideró
necesario, curó a su hijo y devolvió lo prestado, más una limosna.
Todo esto se conoció. Y las personas necesitadas se
encomendaban a la Virgen. Cogán dinero de lo que había a montoncitos regados en
el suelo o entre las peñas de la cueva, y lo devolvían escrupulosamente lo
prestado, más una ligera o abundante limosna.
6. Joyas
y riqueza
Funcionó como un Banco de Préstamo de Dinero para
Personas Pobres, y que verdaderamente lo necesitaban con urgencia.
La Gruta de María Josefa se hizo famosa en la época de
la Colonia. Se constituyó como la primera Caja de Préstamos del Nuevo Mundo en
la época del dominio español en el Perú.
Funcionó como la más libre y eficiente ventanilla
bancaria desde el año 1720 en que ocurrieron estos sucesos.
Porque se dejaban allí fortunas considerables de algún
viajero agradecido que en el tornaviaje volvía a dejar su ofrenda.
Porque se evidenciaban allí milagros de prosperidad
que había hecho la devoción y la memoria de la virgen. Y desde entonces santa irredenta
María Josefa, quien murió de la manera que hemos descrito.
Fue la Gruta de María Josefa el palacio más henchido y
esplendoroso de joyas y riqueza que la cueva de Alí Babá de las Mil y una
Noches.
7. Fe
inmarcesible
Donde se acumulaba dinero sin que nadie lo hurte y ni
siquiera se atreva a tocarlo si es que no lo necesitaba en préstamo. Donde
había verdaderos tesoros, como la mejor tienda comercial del mundo moderno. Donde
se acumulaban pieles, joyas, piezas de oro y plata y hasta obras de arte. Nadie
las tocaba porque los milagros más bien por lo que allí se dejaba se contaban
por doquier.
Se contaba también historias de cómo perdió su riqueza
y cómo terminó con sus días el mísero hombre que trató de abusarla y al final
solo le quedó matarla. Pero cuando se trazó la ruta del nuevo camino que va de
Llanganuco a Pomabamba se dejó de pasar por el sendero antiguo en donde se
ubicaba la Gruta de María Josefa.
El nuevo camino luego se hizo ruta carrozable y ahora
pista asfaltada. El cierzo y la nieve ocultaron definitivamente la entrada de
la gruta que quedó clausurada con todos sus bienes y tesoros dentro.
Se perdió la puerta de entrada, como se perdió también
la fe y devoción a la virgen y santa María Josefa de los tiempos antiguos en
esta región ahora a la vez impertérrita y estremecida. Solo nos queda la
convicción de que bajo la nieve hay enterrada devoción, milagros y una fe
inmarcesible.
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