Aquí el agua recibe toda nuestra adoración. Hacia ella se
inclina el alma humana. Y se la trata con música de manera festiva, alegre y
cordial, porque el agua es esencial para la vida. Y con música se recorren las
acequias como si fueran nuestras venas y arterias abiertas, como un ser humano
que necesita salud donde corre el agua como corre por las venas y arterias de
la tierra.
De eso son jueces. ¿No es, acaso, supremo? ¡De un elemento
que a su vez es abstracción y es poesía, pero tremendamente capital, clave y
origen de la vida! Lo son del agua candorosa, inocente y núbil. Porque el agua
es así, como es solidaria y es generosa, que se brinda a todos sin distingos.
Agua que es horizontal, llana y dúctil. Que es transparente
y cristalina cuando se la deja ser ella misma, donde se reflejan el cielo y las estrellas. Y que en unión con la tierra
hace brotar la semilla y de ellas los tallos y las hojas. Plantas que se cargan
de flores y frutos que se mecen copiosos en las ramas con la brisa y que sirven
para sustentar la vida sobre la faz de la tierra.
2. Tradición
ancestral
De ella se hacen cargo los Jueces de Agua de Corongo en una
práctica hasta ahora vigente desde un tiempo ancestral y milenario, que se
presenta ahora como una simbiosis y fusión de culturas, porque a toda esta
fiesta, faena y celebración se une ahora la evocación de San Pedro Apóstol, el
Patrón del pueblo.
Donde vemos cómo ya está inmersa la religiosidad cristiana,
pero viva también la veneración ancestral al agua y a la naturaleza. Vivo lo
que viene desde el fondo de la tierra y desde lejos en el tiempo y en la
emoción que renace primigenia.
Que es una expresión única porque es un voluntariado
eminentemente popular. Mensaje de fe, de visión y de unción, y que generación
tras generación, siglo tras siglo, se ha ido renovando.
Que refuerza nuestro sentido de filiación y pertenencia, de
arraigo y compromiso, que nos urge a pensar en quiénes somos. En qué nos
parecemos. y en qué deberíamos aprender de la historia y la naturaleza.
3. Sobre
los hombros
Es esta, la organización de los Jueces de Agua de Corongo,
una tradición que se engrana y enlaza de padres a hijos a través de la sucesión
de las generaciones, desempeño para el cual se inscriben hasta con 10 años de
anticipación quienes quieren pertenecer a esta cofradía y a este ritual solemne.
Que nos urge a pensar en nuestra relación con los demás, que
va más allá del respeto para recoger de la naturaleza el sentido de la vida e
inspiración para la convivencia con sentido de justicia y equidad.
Que es puro amor a la tierra a la cual se une el agua como
la luz, porque es un servicio lleno de sacrificio y por el cual no se recibe
ninguna remuneración ni recompensa ni ganancia material alguna. Y, sin embargo,
en la actualidad por ejemplo ya están llenos los cupos hasta el año 2030.
Donde el Juez de Agua tiene autoridad, es probo y se le
obedece. Quien tiene un aparato de gobierno constituidos por sus “campos”,
empezando por el “campo mayor”. Y para asumir el desempeño de Juez de Agua hay
que tener liderazgo y ser íntegros y valerosos, porque es una actividad muy
esforzada, pues supone echarse sobre los hombros casi todos los problemas de la
comunidad, donde lo que más cuenta es el equilibrio y la ecuanimidad.
Jueces de Agua en el recibimiento a Capulí en Corongo
4. A la luz
pública
Son autoridades auténticas, legítimas y llenas de majestad.
De allí que para serlo se tiene que conocer la historia de
la comunidad y de cada familia, de cada palmo de tierra, como saber del
comportamiento de la naturaleza.
Es respetar para ser respetado. Es cumplir casi todos los
cánones, principios y reglas, a fin de tener prestigio y hacer cumplir todas
las decisiones que emanen desde el bastón de mando que porta el juez. Es
someterse íntegros a la luz pública, al juicio del
día a día y de la historia.
Ser Juez de Agua es un inmenso honor, pero es igualmente un
trabajo descomunal. De allí que se guarde puntillosamente la memoria colectiva
de quienes lo han sido año tras año.
Tienen todo el poder, pero para ser justos, probos y consagrarse al bien común, sin ser nunca arbitrarios, ni antojadizos ni abusivos; donde todo se basa en la respetabilidad del personaje y en la dignidad de su conducta.
Recibimiento a Capulí en el Arco de Ingreso a la ciudad
5. La vara
de mando
Ser Juez de Agua es un ejemplo de cómo ser autoridad,
completamente transparentes, ecuánimes y honorables.
Que para posesionarse como tal no tiene por qué separarse de
su comunidad formando una élite o un grupo de poder, con privilegios y
prebendas, sino todo lo contrario, más bien consustanciarse con los demás.
Son quienes más se mimetizan con la vida de la gente, y quienes
más se sacrifican en aras de su prójimo. Por eso da tanta distinción, porque es
para servir mejor y con eficacia a los otros. En ellos cuenta mucho una palabra
que siempre se repite aquí, cuál es: el cariño.
Que es la sabiduría andina basada en la autoridad embestida
de legitimidad, en personas de una trayectoria moral intachable, que han sido
ungidas por su comunidad.
Por eso, el Juez de Agua ostenta en todo momento el
tupayauri, o la vara de mando incaica. Y la voluntad de San Pedro, como ellos
lo quieren llamar ahora así.
Actuación dedicada a Capulí en la Plaza de Armas de Corongo
6. El sentido
de lo sagrado
El rol de Juez de Agua tiene el compromiso de repartir el
agua y de inspeccionar el regadío; de ver que se riegue bien y que el agua no
se desperdicie, función que se asume el 1 de enero de cada año.
Esta es una
práctica andina que, por tratarse del agua, que en los
tiempos actuales en que la conservación de este recurso es vital, constituye un
tema ineludible en la agenda nacional y mundial; por lo que adquiere valor y
relevancia suprema, y más cuando una institución como la nuestra constituye un
ejemplo de organización social y de buen manejo de este recurso natural.
Lo curioso es que el rol de los Jueces de Agua se da
asociado a su vez al espíritu de fiesta, es decir al hecho nítido y peculiar de
homenajear la vida, de celebrar el estar juntos y en comunión con la
naturaleza. Pero también otro componente importante, y que es un sustrato
fundamental del mundo andino, es el sentido de lo sagrado, la dimensión religiosa
de la existencia que aquí se cumple y que se evidencia como un componente
imprescindible del alma y el espíritu andino.
7. Sustento
de vida
En donde todo es ritual, ceremonial y hierático. En donde
todo se realiza con misticismo y sentido trascendente. En donde a los usuarios
del agua se los llama republicanos. ¿Por qué? Por rescatar el carácter cívico y
ciudadano de esta manifestación. Y su pertenencia a una nación. A un proyecto
comunitario y que nos involucra a todos.
Lo que nos evidencia que la nuestra es una cultura sublime.
Porque sobre el fundamento del agua se erige el espíritu de fiesta, de
celebración sagrada y de religiosidad que exalta el alma. Así como todo ello
está ligado a la justicia, a la autoridad y a la organización.
Si es así, qué pueblo para hondo, profundo y entrañable el
nuestro. Porque son los Jueces de Agua los que celebran la Semana Santa y la
Fiesta de San Pedro. Y todas las otras donde hay un componente de
espiritualidad.
Todo esto ¿no es maravilla? Donde el centro y el eje de todo
este acontecer es la fidelidad al agua. como sustento de vida. El agua que ha
generado en otras regiones del mundo tantas disputas y discordias, y hasta
guerras cruentas y fratricidas, aquí es oportunidad de juntarse y celebrar; y
de poner en alto todo lo que hay de sagrado en la vida y en la creación.
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