¡Niños!
Tenemos una
responsabilidad muy grande con lo que somos y tenemos.
Con el tesoro que
nos conforma. Con los hombres y seres valiosos que hemos conocido y conocemos.
Y que constituye el bien más preciado que tienen nuestros pueblos.
Personajes a
quienes debemos tener en cuenta, seguir, mirar y honrar más. A nuestros
maestros, a nuestros hombres de ciencia, a nuestros artistas y promotores
culturales.
Adhiriéndonos más
a sus proyectos y consagrando más las obras que ellos nos han legado; la de
estos patriarcas, la de nuestros luchadores sociales.
Imbuidos de la
sagrada emoción de ofrendar sus vidas por el ideal de un Perú digno y glorioso.
2.
El pecho
henchido
Poniendo muy en
alto a aquellos maestros que tuvimos en nuestra infancia y en nuestra escuela
elemental, secundaria y superior.
Hombres de bien
de nuestro pueblo. A aquellos queridos patriarcas de nuestras comarcas:
Ante quienes
hemos sentido, al acercarnos a ellos, el temple vigoroso de sus virtudes y el
ser hombres de bien.
Y al estar frente
a ellos nos ha invadido la misma sensación que cuando éramos niños al entonar
las sagradas notas del Himno Nacional del Perú en el patio de nuestra escuela.
Por quienes dejaron la lampa y la horqueta para defender a la patria, marchando por los caminos abruptos, conmovidos; fervorosos y con el pecho henchido.
3.
El pan
de
sus espigas
Debemos propiciar
que cada pueblo vibre y se mire más en el espejo luminoso de sus hijos
ilustres, aunque humildes y parcos, señal clara y evidente de su autenticidad y
su grandeza.
Saludar en ellos
a los hombres de ideas superiores, sublimes en el honor, que prefirieron la
pobreza a dejar que sus nombres y sus dignidades se mancillen.
Rendir culto en ellos
a nuestros mayores, a nuestros padres a quienes volvamos a escuchar en las
palabras que ellos nos pronuncian, a nuestros tíos y caros abuelos.
Y a la tierra de
la cual nos nutrimos, que nos dio el pan de sus espigas y la leche de sus
mieses.
Y la sabiduría
que recogimos de la gente sencilla y el amor al Perú que aprendimos en el patio
soleado de nuestra escuela y de nuestra casa.
4.
Su conducta
cívica
A muchos de ellos
tenemos la gracia y la bendición de tenerlos aún vivos.
Lúcidos en el
alma, claros en sus pensamientos, como afianzados y seguros en sus enseñanzas y
en sus modelos de vida.
Apartados del
mundanal ruido, recogidos en la paz de sus hogares, señalando su credo para
esta hora difícil.
Dice uno de ellos
y lo escribo:
"Cierra tu libro y piensa. Mira impasible el cielo
y a la tierra. Da al pobre la mitad de tus bienes. Perdona las ofensas. No le
hagas daño a nadie. Y apártate a un rincón si quieres ser dichoso".
Debemos saludar
en ellos a esa estirpe de hombres para quienes la dignidad, las virtudes,
morales, y su conducta cívica y ciudadana son guías y normas en su vida.
5.
Son
caminos
Porque creo que
podemos y debemos ser y hacer mucho más todavía.
Ser aún más
orgullosos con los valores altos y acrisolados que nos ha dado como joyel en
manos de nuestro pueblo.
Y que no sólo son
artistas, sino que entre ellos hay médicos, ingenieros, sacerdotes, hombres del
derecho y la milicia, como también muchos líderes de empresa.
Como también
agricultores, mineros y artesanos que son dechados de honradez, de ser
consecuentes y abnegados. Relievemos sus virtudes e inculquemos su ejemplo
entre nuestros jóvenes.
Revalorizando a
estos hijos preclaros. Consagremos su nombre a una calle, a una plaza, a un
sendero, porque estos hombres son caminos.
6.
Para hoy
y para
siempre
Que el nombre de las
montañas, de los ríos, de los manantiales nos evoque la obra que nuestros grandes
guías y conductores nos han legado.
Y que sin dejar
su denominación primigenia se sumen y consustancien con el nuevo espíritu y
mensaje que ellos han forjado en nuestras mentes y corazones.
Porque sus hechos
y realizaciones sean mucho más reconocidos e importantes, haciéndolos
inolvidables en nuestro mundo interior, en nuestra alma y en nuestro ser profundos.
Y si es así,
inscribamos el nombre de cada uno de ellos en el corazón de nuestros hermanos, niños
y jóvenes, como espíritus tutelares, que son de nuestro pueblo para ayer, para
hoy y para siempre.
7.
El secreto
de
su luz
Y tengamos una
visión grandiosa de nuestra historia como de nuestro paisaje y de nuestros
recursos naturales como lo han tenido ustedes.
Por eso, infundámonos
de la confianza y seguridad de que nos elevamos apoyándonos en los hombros de
gigantes y que ellos afortunadamente son nuestros padres.
Como concluyamos
expresando la siguiente oración:
Que los astros
viertan siempre
sobre su
frente
y la tierra
unja sus sienes
con el misterio de sus rosas.
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