DÍA DE LA
DEMOCRACIA
El maestro José Antonio Encinas
EL
MÁS
ALTO
CARGO
DE
UN CIUDADANO
Danilo Sánchez
Lihón
“El más alto cargo
que un ciudadano puede
desempeñar en una democracia
es
el de maestro de escuela”
José Antonio Encinas
Se
pueden
encarcelar
los cuerpos,
pero
nunca
las
ideas, ni mucho menos
los
hechos;
y jamás las convicciones.
DSL.
1. Claro
y directo
Diputado
brillante elegido por el departamento de Puno en 1919, a los 31 años de edad,
con inmenso prestigio en la población, el maestro José Antonio Encinas fue
llamado un día por el presidente de turno, Augusto B, Leguía.
Dada
la relevancia que tenía José Antonio Encinas por su brillantez intelectual,
Leguía quería hacerlo parte integrante de un comité de trabajo con objetivos
aparentes sociales, aunque el trasfondo escondido era implementar la reelección
presidencial.
–
He querido personalmente invitarlo a Ud. a ser parte de nuestro proyecto
político y social
En
esa ocasión Encinas también quiso ser claro y directo delante del gobernante, encarando
una temática que ya se hacía notar. Encinas le manifestó su total y terminante
oposición al intento de permanecer en el poder, y que a todas luces alentaba el
mandatario.
Fue
la ocasión en que le dijo:
2. Añoranza
de regresar
“Yo
he sido elegido por mi pueblo para defender sus derechos cívicos, no para
propiciar reelecciones, señor. De modo que no puedo asumir ningún compromiso
para su reelección, que sin duda traería graves consecuencias para el Perú”.
Estas
palabras le parecieron insolentes y ofensivas al presidente que ni bien terminó
la entrevista llamó a su secretario y le dictó una orden de captura.
La
detención fue inmediata y el encargo de indagar minuciosamente las actividades
de aquel personaje a fin de aducirle alguna culpabilidad.
Se
le confinó en el penal de El frontón, y después fue deportado a Panamá. Así se
inicia el calvario de 25 años de deportado y de sucesivos intentos frustrados
de regresar al Perú.
Y
su consecuente añoranza de regresar al Perú, siendo
tres las ocasiones en que fuera expatriado maestro tan noble e insigne. ¿Qué
oculta desgracia hay para el Perú en estos hechos?
3. ¡A quién
buscan!
De cómo fue la detención me contó así su
hermana Aurora: Que al siguiente día de la entrevista con Leguía ni bien
amanecía, a las seis de mañana, se presentaron en su casa cuatro hombres, dos de
ellos estaban vestidos de civil y dos con uniforme de la policía.
Al
abrirles la puerta las empujaron y a empellones quisieron ingresar a la casa, intentando
rechazarlos enérgicamente ella, su madre y la empleada, las mismas que
indignadas unas y otras exclamaban:
– ¡Qué les
ocurre! ¡A quién buscan!
– ¡Retírense! ¡Vamos
a pasar!
– ¡Oiga! ¿Por
qué? ¡Qué pasa!
– ¡Déjenos
pasar, señora!
– ¡Qué derecho
tienen para golpearnos de ese modo!
– ¿Acaso esta es
su casa? ¡Nosotras vivimos aquí!
– ¡Tenemos orden
de detener a un individuo!
– ¿A quién? ¡Somos
mujeres, más respeto señores!
– ¿Vive aquí un
tal José Antonio Encinas?
4. ¿Cuál es
el motivo?
Este
altercado lo escuchó José Antonio desde el segundo piso, quien inmediatamente
salió e imponiéndose con la voz preguntó:
– ¡Señores, por
favor, qué se les ofrece!
– ¿Es usted José
Antonio Encinas?
– Sí, señor, yo
soy. ¡De qué se trata!
– Debe
acompañarnos a la Prefectura de Lima.
–
¿Y cuál es el motivo?
–
Usted ha sido muy hiriente con el Presidente de la República. Dice aquí: ofensa
al presidente de la República. –Explicó quien tenía el rango de teniente.
– No es
contra él, señores, sino contra su pretensión de violar la Constitución del
país, auto postulándose a una reelección desde todo punto de vista
inconstitucional. –Respondió.
–
¡De eso no sabemos nada! Tenemos orden de llevarlo detenido.
–
Pues bien. Espéreme un momento. Yo me alisto y salgo con ustedes. No es
necesario hacer escándalo ni actos de fuerza, caballeros. –Concluyó.
5. Pañuelos
blancos
–
Señor, ¡no podemos permitir que usted escape! ¡Tenemos que detenerlo!
–
Fíjense. –Les dijo dándoles la cara y hablándoles calmadamente–. Si yo fuera
culpable de algo ya hubiera escapado: aquí hay puertas, ventanas y techos por
donde huir. Sería fácil librarme de ustedes. Pero yo no soy un delincuente y
tampoco nunca voy a parecerlo. Yo en esta ocasión soy diputado, pero en esencia
soy un maestro de escuela.
–
Sí, señor, pero las órdenes que aquí tenemos son muy estrictas, cuáles son que
después de verlo por ningún motivo dejarlo ir a algún sitio ni perderlo de
vista.
–
Les comprendo, pero díganme ustedes: ¿han visto acaso alguna vez a un maestro de
escuela corriendo como un ladrón por la calle? ¡Nunca! ¡Jamás! ¿Han visto a un
maestro de escuela ser abusivo con sus semejantes?
–
¡No!
–
Y es porque el maestro de escuela forma hombres, modela caracteres y
voluntades. Forma para el bien y es piedra fundamental de la democracia. Así
que siéntense tranquilos, amigos, y los acompañaré tan pronto me aliste. E iré
adonde ustedes quieran llevarme.
6. Llevar
rosas
Fue
tan firme y convincente al hablarles de ese modo que los doblegó totalmente. Se
sentaron tranquilos en la sala. Nosotras afanadas no sabíamos qué hacer.
–
¿Qué llevas? ¿Qué te hará falta? –Le preguntamos.
–
Pañuelos. Pañuelos blancos.
Buscamos
pañuelos por todos sus cajones. ¿Y tu ropa?
– No,
nada. Nada más. –Nos dijo.
Solo
pañuelos. Y todos se los puso al bolsillo. Y al poco rato salió. Había cogido
únicamente como equipaje varios pañuelos blancos.
–
¿Y para qué eran los pañuelos? –Le interrogo.
–
Eso yo misma me pregunto hasta ahora. Iba a la cárcel, que es un lugar hosco,
sucio y temible. Y lo único que quiso llevar fue pañuelos blancos. Siempre me
he puesto a pensar en cuál es el significado de esos pañuelos blancos.
–
Es como llevar rosas a una cárcel.
–
Es como llevar luz ante tanta oscuridad. Es llevar limpidez, pureza y candor.
7. Poder
morir
La
madre y la hermana quisieron acompañarlo, pero él no les permitió. Eso sí,
fueron tras de él a la Prefectura, adonde lo llevaron primero y luego al
Panóptico de Lima. A los ocho días lo trasladaron a la isla de San Lorenzo, a
la temible cárcel de El Frontón. Y a la celda más cruel llamada La lobera. Allí
se le encerró en la celda más fría y húmeda, a consecuencia de lo cual enfermó
gravemente de los bronquios, y en donde tiritaba enfebrecido.
La
familia, a través de Germán Leguía y Martínez, pariente de los Encinas y
también primo hermano del presidente de la República, consiguió una entrevista
con él, quien fue acompañado del médico Constantino Carvallo, el que hablando
profesionalmente y dando un diagnóstico del recluso ante el presidente de la
República, le dijo a Augusto B. Leguía:
"Presidente:
ese hombre tiene pulmonía y puede morir de un momento a otro. Y eso va a ser un
serio problema para su gobierno, porque mucha gente está pendiente de su
destino."
De
este modo obtuvieron el canje de la cárcel por la deportación. Llevando esa
orden, la madre y la hermana se embarcaron en una lancha en el muelle del
Callao hacia la temible isla, viaje que Aurora Encinas recuerda como una
travesía de espanto, dolor e indignación.
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