domingo, 15 de septiembre de 2019

16 de septiembre. Plan lector. Hojas al viento. Cuento: EL ESPANTAPÁJAROS


16 DE SEPTIEMBRE
PLAN LECTOR. HOJAS AL VIENTO

EL ESPANTAPÁJAROS
QUE HABITA EN EL PARAÍSO
DE LOS PÁJAROS

Dibujo: Valeria Gutiérrez Sánchez

Danilo Sánchez Lihón

1. ¿Quién
soy?

– Eres realmente feo, tal y como yo quería que fueras, para que así ningún animal que vuela se acerque ni coma de mis sembríos.
– Pero, amo, me siento triste con este aspecto. Siendo así yo mismo me doy pena. Mejórame un poco, papá.
No, no, no. Yo quiero un espantapájaros horrendo, que ahuyente a las aves y a la gente que ronda por estos lugares.
– Papá, no te pido que me hagas hermoso, pero por lo menos hazme común y corriente.
– Ya estás hecho. Y si pudiera hacerte más feo no dudes que lo haría.
– ¿Qué haré entonces?
– Ahuyentar a las aves. ¡Espantarlas a que se vayan! Que ni los cuervos más atrevidos, ni las alimañas más insolentes del bosque puedan acercarse ni coger de mis cultivos.

2. Las aves
huyen

– Papacito, todo es bello a mi alrededor, todo florece y es precioso. ¿Por qué yo he de ser deforme y malo?
– Porque ese es tu destino. Para eso has sido hecho. Como el mío es ser rico y poderoso.
– Entonces, ¿cuál será mi suerte, papá?
– Hacer que cunda el miedo con el movimiento de tus brazos. Que pájaros de toda laya se vayan a otro lado. Que se larguen a comer de otras haciendas.
Y, así, se despidió el amo. Y estaba en lo cierto. Al ver al espantapájaros las aves huyeron hacia otros parajes.
Sin embargo, el espantapájaros batía sus brazos diciéndoles:
– ¡No se vayan, amigos, no se vayan! ¡Yo no soy malo! ¡Yo no soy malo!

3. Solo
y triste

Al verlo comportarse de ese modo, más huían las aves pensando que los amenazaba con los gestos de sus inmensos brazos.
El espantapájaros se sentía solo y triste. Ni siquiera podía dar un paso porque sus pies estaban enterrados entre las piedras.
Un día pasó el amo montado en su lustroso caballo blanco, y se rio de buena gana:
– Ja, ja, ja, ja, ja. Verdaderamente eres feo, y hasta horrendo. –Le dijo, mirándole de arriba para abajo.
– Pero amo... yo me siento triste.
– No, no, no. Yo sí estoy contento contigo, y satisfecho de tu trabajo. Porque mira, siendo tú así ¡ya nadie se acerca a mis campos!
– No me siento bien con este aspecto y siendo de este modo, papá.
– Así como eres estás bien; de lo contrario... ¡te mataría!

4. Llegó
un día

Esto estremeció al espantapájaros, que no respondió nada. Prefirió callar. Ni siquiera quiso que su amo viera las lágrimas que se empozaron en sus ojos, que rodaron calladamente por sus mejillas y se deslizaron por sus andrajos. Aquel que lo había hecho lo mataría, ¿por no querer ser malo?
Un arroyo, que rumoreaba a las flores sus encantos, lo consoló con su suave arrullo.
Pero llegó un día en que un gavilán pasó por lo alto del cielo llevando entre sus garras a un pichoncito.
Era la cría de una indefensa paloma. Había destrozado su nido en las ramas de un árbol, y lo llevaba a lo alto de una peña para devorarlo.
– ¡Hey!, ¡suelta al pajarillo! –Gritó el espantapájaros con voz tronante y agitando sus brazos.
El gavilán se asustó. Y soltó a la avecilla.

5. A partir
de entonces

Esta, cayó y cayó dando tumbos.
El espantapájaros se estiró cuanto pudo y en sus dedos de viejo trapo amparó a la pobrecilla.
Y rápidamente la escondió dentro de su pecho.
El gavilán furioso empezó a atacarle, destrozándole la camisa en busca de su presa. Esparció la paja y los trapos de que estaba hecho. A picotazos le destrozó la barriga, y después la espalda.
La cólera del agresor le producía dolores horribles. Pero cada vez que arremetía con más furia el espantapájaros escondía más al pichoncito.
El gavilán ya cansado se fue.
A partir de entonces, el espantapájaros se dedicó a cuidar a la avecilla. Y no pasaron muchos días en que ya revoloteaba a su lado.

6. Sed
fuertes

Y así fue creciendo.
Pronto el pichón ya saltaba por la hierba, feliz y lozano.
Y cada vez volaba más y más lejos, pero siempre volvía a guarecerse en el pecho del espantapájaros que lo acogía con cariño.
Y cada vez que volvía con él venían otras avecillas.  Después de retozar aquí y allá se iban.
Cuando emprendían el regreso, el espantapájaros les decía:
– Coged y llevad cuanto les plazca. Aquí los frutos se pudren sin ser cogidos de los árboles ni de las espigas. Aliméntense cuanto puedan y sean fuertes y sanos. ¡Llevad, llevad!
Las aves pronto volvieron a poblar estos paisajes, retozando con sus vuelos por toda la campiña.

7. ¿Qué
ocurre?

Un día, pasó el patrón y vio con espanto lo que ocurría ante sus ojos:
Bandadas de gorriones, jilgueros y torcazas sobrevolaban en sus sementeras.
Deteniendo bruscamente su caballo ante el espantapájaros le increpó con voz de fuego y rabia tremenda:
– ¡Oye! ¡Tal por cuál! Dime, ¡qué espectáculo es este! ¿Por qué han invadido mis campos otra vez las aves?
– Amo, es que...
– ¿Qué ocurre con tu trabajo? ¿Para qué yo te he puesto en este sitio? ¿Ah?
Dos fuetazos cruzaron por el rostro del espantapájaros que nublaron su visión por un rato.

8. En ese
instante

– Mañana volveré y cuidado que encuentre a uno solo de estos bichos y alimañas. Si eso ocurriera, ¡entonces ya verás lo que te pasa!
El Espantapájaros no contestó. No dijo nada a su amo.
Ni tampoco quiso causar inquietud diciendo algo a los pájaros.
Y como lo advirtió, el dueño volvió al otro día. Y vio que nada había cambiado respecto al día anterior. Que todo estaba igual.
Furioso cogió una vara larga y empezó a golpear al espantapájaros en la cara, en el pecho y en la espalda.
Fue en ese instante que salió volando el pichoncito que se cobijaba entre sus brazos, en el fondo del corazón del espantapájaros.
– ¡Ah! ¡Traidor! ¡Malagradecido!
– Pero ¡amo! ¡Papá!

9. Detrás
de él

– Yo te hice. Yo te creé. ¡Y te puse en este lugar para que cumplieras bien tu trabajo! ¡Y mira cuál es el pago y la recompensa que me das!
– Es que…
– Te mandé que ahuyentaras a las aves, ¡y no que las criaras! Si no sirves para nada, entonces acabaré contigo.
Y se fue galopando furioso hasta desaparecer.
Al rato regresó con varios peones de su hacienda a quienes ordenó que desclavaran las patas de madera del espantapájaros, enterradas entre las piedras.
Puesto ya fuera y tendido en el campo verde cuan largo era, ordenó que lo cargaran y fueran detrás de él, que iba adelante montado en su lustroso caballo blanco.

10. Rumbo
al cielo

Lo llevaron primero por un camino serpenteante. Pero luego empezaron a subir hacia una alta montaña. El espantapájaros aún respiraba. Y se removía de dolor.
El amo iba rojo, bufando y congestionado por la ira.
Llegaron hasta la cima del monte. Descansaron, dejando el cuerpo malherido al borde del precipicio. El amo entonces ordenó:
– ¡Arrójenlo! ¡Láncenlo! ¡Tírenlo abajo!
Y teniendo que obedecer, lo impulsaron al abismo.
Mientras caía, todas las aves que se habían reunido a cierta altura salieron presurosas y lo sostuvieron estremecidas con sus picos y sus alas.
Y entre todas juntas lo llevaron rumbo al cielo, en donde habita como el único espantapájaros quien hasta ahora ha entrado al paraíso de los pájaros.



Los textos anteriores pueden ser
reproducidos, publicados y difundidos
citando autor y fuente

dsanchezlihon@aol.com
danilosanchezlihon@gmail.com

Obras de Danilo Sánchez Lihón las puede solicitar a:
Editorial San Marcos: ventas@editorialsanmarcos.com
Editorial Papel de Viento: papeldevientoeditores@hotmail.com
Editorial Bruño, Perú: ventas@brunoeditorial.com.pe
Ediciones Capulí: capulivallejoysutierra@gmail.com
Ediciones Altazor: edicionesaltazo@yahoo.es

  *****
DIRECCIÓN EN FACEBOOK
HACER CLIC AQUÍ:


*****

Teléfonos:
393-5196 / 99773-9575

Si no desea seguir recibiendo estos envíos
le rogamos, por favor, hacérnoslo saber.


No hay comentarios:

Publicar un comentario