viernes, 18 de octubre de 2019

18 de octubre. Día de Protección de la Naturaleza. Hijas del Apu.


18 DE OCTUBRE
DÍA DE PROTECCIÓN
DE LA NATURALEZA

HIJAS
DEL
APU


Danilo Sánchez Lihón


A Marilú Caycho*


Los Apus o cerros adorados en la cultura andina**

1. Aquí
nomás

Por fin llegaron a Orcotuna en las vacaciones de medio año. Era el pueblo de sus padres, que los recibió con sol radiante, aire fresco, cielo despejado y el verde de los campos. ¡Qué belleza radiante!
Las cabañas de paredes blancas y tejados rojos, los senderos, la gente con su rostro amable, los animales con sus imágenes vivaces e inocentes. ¡Era el mundo soñado!
No faltó en esa acogida el perro juguetón, el gato que ronronea y se estira, el loro en lo alto del alero, el cabrito retozón, y más allá las ovejas y las vacas que pastan apacibles en los campos fragantes.
– ¿Vamos a ver qué hay detrás de esas colinas?
– ¡Ya pues! ¡A la obra!
– Pero no vayan a ir muy lejos, niños. Jueguen, pero cerca.
– Aquí jueguen niños, ¡Más tarde salimos todos juntos!
– Aquí nomás vamos a ir, ¡cerquita!

2. Aguas
caudalosas

– Pero no cojan nada. Hay plantas que tienen espinas, algunas son nidos de avispas, muchos frutos son venenosos. ¡Vayan, pero con mucho cuidado!
– Hay senderos que llevan a precipicios o sitios que están mojados y resbalan y van a parar a un barranco. Entonces, ¡miren bien!
– ¿Está cerca el río, abuela?
– Está lejos. Y es peligroso ir. No vayan a ir por ahí. Al río tenemos que ir juntos y nosotras acompañarlos.
Al salir al campo Fabiola, Sara y Marco, quien era el más pequeño, no pudieron resistir la aventura de ir al río.
El camino era tan grato y amable que sin quererlo ni proponerse ya estaban camino a sus orillas transparentes.
Pero no se mojarían en sus aguas para que nadie se entere, ni se den cuenta que han llegado hasta ahí, y no sea que los resondren, castiguen y prohíban salir los siguientes días.
Pero, he aquí el río majestuoso. Es el Mantaro, de aguas caudalosas y turbulentas que solo de escuchar su fragor el alma se estremece.

Las flores amarillas del Apu

3. En lo alto
del muro

Por eso, no se acercarían ni bajarían a sus orillas.
Sus aguas verdes azuladas hacen remolinos y abultamientos temibles, seguro porque debajo hay rocas y pedrones.
Y es mejor no desobedecer a la abuela.
¡Pero estas flores a la vera del sendero son tan bellas! Su amarillo intenso, es un fulgor tan estallante y arduo que Marco se acerca a cogerlas.
– ¡La abuela ha dicho que no cojamos nada, Marco!
– Pero, ¿acaso ella nos está viendo o mirando? ¿De qué manera ella se va a enterar?
– No Marco, es mejor que no cojas nada.
Pero Marco las arranca y regresa con ellas.
Cuando llegaron a la casa, antes de entrar, las pusieron en lo alto del muro que está a la entrada de la vivienda.
Apenas comieron el cansancio del viaje los derrumbó en los sillones que había en la sala.

4. Todos
lloraban

Su madre al alzar a Marco para acostarlo en la cama que han preparado, grita:
– ¡Qué tiene mi hijo! ¡Está volando en fiebre!
Cuando le ponen el termómetro inmediatamente la barra de mercurio marca cuarenta grados, que hace que la madre retire el medidor con espanto, ya que pudiera ser que subiera la marca hasta una cifra que no quiere mirar.
– ¡Dios mío! ¡Dios mío! ¡Qué tiene mi hijo! ¡Ay Dios! ¡Sálvalo! –Implora la madre.
Inmediatamente le preparan paños de agua, le empapan con alcohol en la frente, y lo desnudan ante el frío serrano.
Cuando otra vez le toman la temperatura tiene 41.5 de grados de fiebre. Marco delira.
– ¡Qué tiene mi hijo! ¡Dios mío, sálvalo! ¡Qué tiene! –Clama la madre.
La desesperación en la casa es tan grande que todos lloran, se tropiezan y gimen.
No hay médico en el lugar y lo mejor que han pensado es salir a la carretera a esperar un vehículo que pase, agitando un pañuelo blanco y a fin de regresar con urgencia a Lima.

5. Flores
amarillas

Lo único que atinan a pensar antes de embarcarse es en correr a avisar a la abuela que ya se ha retirado, pero que vive ahí no más a la vuelta de la loma. Corren a avisarla que van a salir a esperar un vehículo para regresarse a Lima.
– ¿Qué ocurre? –Pregunta.
– ¡Marco vuela en fiebre y delira!
– ¡A ver, vamos a verlo!
– ¡Oh Dios mío! Este niño se muere. ¡Ya su pulso ni se siente! ¿Dónde está Fabiola? ¿Dónde está Sara?
– Ahí están en el cuarto, rezando. Están que tiritan, pero no de frío sino de miedo.
– Fabiola, ¿dónde fueron? ¿Qué han cogido?
– ¡Nada abuela! ¡Solo esas flores amarillas!
– ¡Cuáles! ¿Dónde están?
– Están en el muro de la entrada.
– ¿Y de dónde las han cogido?

6. Te
lo ruego

– Casi de la orilla del río, abuela, al pie de la ladera.
– ¡Vamos! ¡Pronto! –Clama la abuela– ¡Vamos a devolverlas! –Dice– ¡Es el Apu quien lo está llevando a este niño! Necesitamos vino, cigarros y coca. ¡Rápido, tráiganme!
Estamos sorprendidos, porque la abuela nunca fuma, ni bebe, ni chaccha coca.
Casi corriendo ella va adelante y nosotros detrás. Lleva las flores arrancadas. Las sostiene con mucho cuidado y reverencia.
– Son de la diadema del Apu, y la han arrancado. –Repite.
Ni bien llega con apuro saca la coca y la esparce al viento. Toma el vino y lo sopla a los aires. Y fuma con unción el cigarro. Y se arrodilla rogando:
– Apu, aquí están tus flores. Perdona a este niño que es mi nieto. No ha sabido respetarlas ni respetarte.
Allí sopló un fuerte viento que ululó en los magueyes, en las pencas y en los eucaliptos cercanos.
– No te conocen, caballero. Recién han venido mis nietecitos. Discúlpalos que te hayan ofendido. Pero devuélveme a mi hijito, te lo ruego. Te lo ruega su abuela, te lo ruegan estos niños que son sus hermanitos.

7. ¿Dónde
están?

Y lloraba la abuela con un dolor muy sentido.
Ahí el río sonó con mayor estruendo y el viento se hizo ventarrón.
La abuela se meció la ropa y después se llevó las manos tapándose los ojos.
– Devuélveme a mi hijito. Sé que ya está contigo, pero tómame a mí por la ofensa cometida. Pero él no sabía nada. ¡Devuélveme a mi hijito!
Y se arrodilló llorando.
En ese mismo momento la madre vio que sorpresivamente Marco abrió los ojos y preguntó.
– ¿Dónde están las niñas?
– ¿Quiénes? ¿Tus hermanas?
– No. Las niñas que estaban llorando
Se refería a las flores que eran las hijas del Apu que tronchó y que felizmente la abuela devolvió en ese momento al monte, al viento y al río.
Marco vivió, pero sin querer perdió a su abuela quien pudo llegar tambaleante a la casa, pero esa misma noche murió. A partir de entonces Fabiola, Sara y Marco jamás cortan una flor, ni en el campo ni en un jardín ni en donde sea. Y más bien las reverencian como hijas del Apu y la madre tierra.

* A Marilú Caycho escuché contar este relato,
 y le pedí permiso para escribirlo.

** Imagen publicada en el Facebook de Fernando Barbarán Villena.


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