12 DE
NOVIEMBRE
DÍA DE LA PEDIATRÍA
OTRA
VEZ
LA VIDA
Danilo Sánchez Lihón
1.
Hijo mío,
perderte entre estos edificios
de donde no
te pude rescatar, ni conducir,
ni proteger. Yo
pidiendo y doblando pases a
fin de
estar contigo, adulterándolos
siempre,
cambiando los horarios para
entrar
a Sala de Prematuros. Y cien
veces
oír: "¿Usted es el papá? Lo
sentimos,
pero no puede verlo. Y tiene
que salir”.
2.
Al final
sólo conocía de ti las huellas
de tus pies
que grabaron en unos toscos
formularios
membretados y ya desteñidos
por la humedad
del lugar y el abandono. Pero,
¡qué hondas
nos parecieron, aún allí, esas
tus dos
pisadas, apenas eternizadas
con tampón y
tinta de sellos, que es lo único
que queda,
como sí al nacer tú, tu mamá
o yo, ¡o quién!
hubiésemos pedido permiso
para que
entraras, tierno y débil, en un
casillero y
no en esta vida en donde aún
te esperamos.
3.
Yo
preguntando por ti día tras día
ante
un mostrador como si rogara
por un vaso
de agua, un mendrugo de pan,
o una limosna.
O como se mendiga un tarro
de leche,
para un desvalido. O un sitio
en la fila
para alguien que aún quiere
vivir. Sin
saber avanzar o retroceder.
Sin saber
si ponerme a un lado, o estar
de pie,
o esperar sentado. Sin lugar
a nada,
salvo el estupor, el sobresalto
y el miedo.
Sin lugar ni siquiera al llanto.
4.
El día
lunes pusieron en mis manos
un pagaré,
y una cuenta pormenorizada
que tenía
que cancelar en la ventanilla.
Fue
lo primero. La auxiliar se me
acercó
y me consoló. ¿Qué estaba
pasando?
Me confiesa que ella compró
y encendió
las velas en tu breve capilla,
disculpándose
por decidir antes, según dijo,
bautizarte,
y ponerte los Santos Óleos.
“Es usted
cristiano, ¿no es cierto?". Me
indaga
sin olvidar pedir una propina.
5.
La frazada
que entregó mamá, colmada
de ternura
que allí llenamos; perfumada
limpia y mil veces
besada, para que te abrigara,
la trajeron tal
y cual la habíamos entregado.
Pero nos
pareció que nos la devolvían
¡infinitamente
vacía! El sitio que te hicimos
en nuestro
seno y en la cama extasiada,
se arrugó y
se congeló para siempre esa
mañana.
6.
Los tarareos
y la tonada de la canción que
para ti
musitamos, junto a tu madre,
después
cada uno la repite en silencio.
Para luego
ella y yo llorar abrazados. Te
cuento
que es tan bella que al igual
que yo,
de ella tú también ya estarías
enamorado.
Los arrullos que aprendimos
con ilusión
hoy te buscan en la vastedad
del horizonte.
7.
Y te hablo
siempre, ¡hijo mío! En silencio
te refiero
de muchas cosas a lo largo y
ancho
de estas avenidas desoladas
por donde
pasa la gente y corren veloces
los autos. Y
si es verano, o si es invierno,
no lo sé.
Si sale la luna y si brillan o no
las estrellas,
eso no lo sabemos. Junto a mí
sé que
caminamos yo probando la sal
del mar en el aire
con que se llena el atardecer
y la noche,
buscando estrellas en el cielo,
tratando
de adivinar cuál eres tú y con
su luz
o su ceniza, llenar otra vez la
vida, aunque
para siempre y sin ti, hijo mío,
inconsolable.
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