28 DE NOVIEMBRE
DÍA DE LAS PERSONAS SIN HOGAR
TE LARGAS
DE
ESTA CASA
Danilo Sánchez Lihón
1. cogidas
de las manos
Las dos hermanas se santiguaron antes de
poner sus pies en la madera húmeda del árbol que hacía de puente cruzando el
río de orilla a orilla sobre las altas piedras.
Húmedo porque ha llovido y hasta aquí
salpican las aguas espumosas y enfurecidas del río que brama porque viene encajonado,
aunque en esta parte se extiende, pero sin hacer playa ni dejar de ser feroz y
turbulento.
Por el miedo se han cogido fuertemente de
las manos antes de empezar a caminar, paso a paso, por el madero resbaloso y ya
verdecido de musgo.
Cuando han sido conscientes ya estaban en
el centro de ese cruce pavoroso. También ya se habían extendido las sombras del
cielo sobre el mundo.
Y un viento helado desde dentro les caló
los huesos y les invadió el miedo. Sintieron el ruido y el fragor de los
remolinos y las aguas que entrechocan en las piedras allá abajo.
Ahí fue que la menor quiso retroceder y en
la indecisión ambas han caído a las aguas turbulentas, sin un solo grito, pero
cogidas de las manos y sin soltarse.
2. Aquí
mismo
Pronto las han envuelto los torbellinos
encrespados y fatales. Y sus cuerpos son golpeados contra las piedras
Han caído al río, unidas de las manos, y
dentro de las aguas aún más se han abrazado. Y así se las vio, hasta el último
instante, antes que la corriente las oculte totalmente en sus turbiones y remolinos.
Desde aquí las miramos momentos antes,
cuando se animaban y desanimaban de pasar por el madero tembloroso. Una de
ellas, la mayor, tenía trece años y la otra once.
¡Ni cómo gritarles que no pasen! Porque la
voz desde aquí es impotente para ser escuchada al otro lado, por el sonido
atronador que aquí tienen las aguas.
Ya grandecitas estaban. Eran tiernas de
carácter las dos. Y ambas lindas; en verdad muy bonitas.
Ya engullidas por el torrente. Aun así,
levantaron todavía las manos, como pidiendo auxilio. ¿A quién?, digo yo. ¿A
quién, en medio de aquel turbión y bramido, en esta soledad y a esa hora?
Pero así somos los seres humanos, que no
perdemos la esperanza hasta cuando nos estamos ahogando.
Y nos aferramos a que hay alguien en algún
sitio, o aquí mismo, pensando que todavía nos puede amparar y salvarnos.
3. Ni siquiera
a sus orillas
¿No es triste, niño, que así sea nuestro
pensamiento?
¿No es triste pedir un socorro, una ayuda y
una mano tendida? ¿Y que esta no llegue y no se extienda? ¿Y que no esté allí
para cogernos de ella, sino solo el vacío, la desolación y el desamparo?
¿Estamos solos en el universo? No lo sé,
niño. Pero este suceso me ha dejado tembloroso y muy entristecido en el alma.
¿Estamos en verdad solos? Me pregunto.
– Pero llora si esto te hace bien,
Eleuterio. No porque estés viejo tengas vergüenza de llorar. ¡Llora todo lo que
quieras!
¡Porque después de haber gritado desde esta
orilla, y nuestros gritos retumbar como un eco, sentir que nadie nos oye, niño!
¿Ya nosotros qué podíamos hacer? Este río
es hondo, caudaloso y atroz. Escúchelo sino cómo retumba, tanto que nadie lo ha
podido cruzar, ni entrar siquiera a sus orillas. ¡En realidad no tiene cómo
bajar a sus orillas!
4. En toda
esta comarca
Pronto llegaron las sombras y las
tinieblas. Y los rugidos de las aguas los sentimos más amargos y atroces que
nunca esa noche.
– Discúlpame niño que esté llorando. Pero
si un viejo muere es normal. Pero no se entiende si son dos niñas las
sacrificadas por la manera cómo hemos construido el mundo los adultos.
– ¿Cuándo ocurrió eso, Eleuterio?
Mañana va a ser recién un mes, niño.
– Y, ¿por qué quisieron pasar a esa hora.
¿De qué huían?
– ¡Ay, niño! A la mayor de las dos que
regresaba trayendo las ovejas del campo, se le extravió una. Y su padre le
dijo: “¡Anda a buscarla! ¡Y si no encuentras a la oveja que has perdido, mejor
vete! ¡Y no regreses jamás a esta casa!”
– ¿Por qué? ¿Son muy pobres?
– Al contrario, niño. Don Liborio que es su
padre es el hombre más rico en toda esta comarca.
5. Dolida
en el alma
¬– Pero, entonces, ¿qué es una oveja, si se
tienen tantas, en relación a una hija?
– ¡Eso, pué! Y le dio de plazo que esa
misma tarde, y ya casi noche, regrese con la oveja perdida. De lo contrario, la
amenazó: ¡Si vuelves sin la oveja, encima de que te tienes que largar, no sabes
la tunda que te voy a dar!
Eso ocurrió ya tarde. Pronto llegó las seis.
Y por más que buscaba por uno y otro sendero, por uno y otro atajo y matorral, la
oveja no apareció.
– Ahí fue que la niña decidió irse, dolida
por la manera como su padre la trató. Por eso, ser rico o acumular plata es
malo, niño. Porque el adinerado todo lo valora por un precio, hasta a los
hijos. Y todo lo maldice, incluyendo a su propia sangre.
La oveja en realidad no se había perdido
porque apareció, aunque al otro día: sino que la ocultó la neblina y al verse
sola buscó refugio y abrigo entre los abrojos. Porque, a la mañana siguiente
apareció, saliendo a unirse a la majada.
Pero, ya era inútil, las niñas habían
desaparecido envueltas por los remolinos de las aguas encrespadas.
6. Y así
lo hizo
Y es que, al ser ya de noche y no encontrar
a la oveja, de miedo por el castigo, y dolida en el alma, la mayor decidió
huir, camino a la capital de la provincia, para de ahí después irse a la costa.
– ¿Y cómo es que también ahí estaba con
ella la menor?
– Porque la más chiquita no quería
desprenderse de su hermana. Ella la siguió mientras buscaba la oveja. Y la
empezó a seguir después cuando su hermana mayor decidió huir y ya no regresar a
la casa de su padre. La menor lloraba cada vez que la mayor la ahuyentaba:
–Tú, ándate a tu casa. De mí ya no es,
porque él me ha negado. Yo ya no tengo casa.
– ¡No! ¡Contigo voy a irme, adonde sea! Así
me arrojes de tu lado voy a estar contigo. –Le contestaba. Y ambas lloraban.
Y así lo hizo. Porque las dos intentaron
cruzar el río. Y la menor lo ha seguido a su hermana más allá de esta vida,
hacia ese ámbito oscuro que es la muerte.
7. Nadie
que lo cruce
– ¿Y encontraron sus cuerpos?
– Sí. El padre, que es dueño de muchas
cabezas de ganado y tierras, ordenó que todos sus peones buscaran. Y lo han
hecho recodo por recodo, orilla por orilla y playa por playa, en las pocas
playas que tiene este río.
Y se encontraron ambos cuerpecitos, ya
lejos de este sitio, girando en un remolino, ya muy lejos de aquí. Pero los dos
cuerpos juntos como si no hubieran querido desunirse ni en la muerte
Al reconocerlas el padre ha enloquecido de
culpa y ha intentado matarse, tanto que han tenido que amarrarlo. Ahora lo han
soltado, pero no cesa de beber, desde que ellas murieron.
Habiéndose olvidado no sólo de la oveja que
la niña perdiera –y que sólo ocultó la neblina–, sino de los cientos y miles de
ovejas que en sus rebaños todavía tiene.
– ¿Y tú has cruzado alguna vez por ese madero
tendido, Eleuterio?
Después que ellas se cayeran por allí nadie
cruza. Y ni siquiera nadie se atreven acercarse a estas orillas.
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