jueves, 28 de noviembre de 2019

28 de noviembre. Día de las personas sin hogar. Te largas de esta casa.


28 DE NOVIEMBRE
DÍA DE LAS PERSONAS SIN HOGAR


TE LARGAS
DE
ESTA CASA


Danilo Sánchez Lihón




1. cogidas
de las manos

Las dos hermanas se santiguaron antes de poner sus pies en la madera húmeda del árbol que hacía de puente cruzando el río de orilla a orilla sobre las altas piedras.
Húmedo porque ha llovido y hasta aquí salpican las aguas espumosas y enfurecidas del río que brama porque viene encajonado, aunque en esta parte se extiende, pero sin hacer playa ni dejar de ser feroz y turbulento.
Por el miedo se han cogido fuertemente de las manos antes de empezar a caminar, paso a paso, por el madero resbaloso y ya verdecido de musgo.
Cuando han sido conscientes ya estaban en el centro de ese cruce pavoroso. También ya se habían extendido las sombras del cielo sobre el mundo.
Y un viento helado desde dentro les caló los huesos y les invadió el miedo. Sintieron el ruido y el fragor de los remolinos y las aguas que entrechocan en las piedras allá abajo.
Ahí fue que la menor quiso retroceder y en la indecisión ambas han caído a las aguas turbulentas, sin un solo grito, pero cogidas de las manos y sin soltarse. 



2. Aquí
mismo

Pronto las han envuelto los torbellinos encrespados y fatales. Y sus cuerpos son golpeados contra las piedras
Han caído al río, unidas de las manos, y dentro de las aguas aún más se han abrazado. Y así se las vio, hasta el último instante, antes que la corriente las oculte totalmente en sus turbiones y remolinos.
Desde aquí las miramos momentos antes, cuando se animaban y desanimaban de pasar por el madero tembloroso. Una de ellas, la mayor, tenía trece años y la otra once.
¡Ni cómo gritarles que no pasen! Porque la voz desde aquí es impotente para ser escuchada al otro lado, por el sonido atronador que aquí tienen las aguas.
Ya grandecitas estaban. Eran tiernas de carácter las dos. Y ambas lindas; en verdad muy bonitas.
Ya engullidas por el torrente. Aun así, levantaron todavía las manos, como pidiendo auxilio. ¿A quién?, digo yo. ¿A quién, en medio de aquel turbión y bramido, en esta soledad y a esa hora?
Pero así somos los seres humanos, que no perdemos la esperanza hasta cuando nos estamos ahogando.
Y nos aferramos a que hay alguien en algún sitio, o aquí mismo, pensando que todavía nos puede amparar y salvarnos.

3. Ni siquiera
a sus orillas

¿No es triste, niño, que así sea nuestro pensamiento?
¿No es triste pedir un socorro, una ayuda y una mano tendida? ¿Y que esta no llegue y no se extienda? ¿Y que no esté allí para cogernos de ella, sino solo el vacío, la desolación y el desamparo?
¿Estamos solos en el universo? No lo sé, niño. Pero este suceso me ha dejado tembloroso y muy entristecido en el alma. ¿Estamos en verdad solos? Me pregunto.
– Pero llora si esto te hace bien, Eleuterio. No porque estés viejo tengas vergüenza de llorar. ¡Llora todo lo que quieras!
¡Porque después de haber gritado desde esta orilla, y nuestros gritos retumbar como un eco, sentir que nadie nos oye, niño!
¿Ya nosotros qué podíamos hacer? Este río es hondo, caudaloso y atroz. Escúchelo sino cómo retumba, tanto que nadie lo ha podido cruzar, ni entrar siquiera a sus orillas. ¡En realidad no tiene cómo bajar a sus orillas!


4. En toda
esta comarca

Pronto llegaron las sombras y las tinieblas. Y los rugidos de las aguas los sentimos más amargos y atroces que nunca esa noche.
– Discúlpame niño que esté llorando. Pero si un viejo muere es normal. Pero no se entiende si son dos niñas las sacrificadas por la manera cómo hemos construido el mundo los adultos.
– ¿Cuándo ocurrió eso, Eleuterio?
Mañana va a ser recién un mes, niño.
– Y, ¿por qué quisieron pasar a esa hora. ¿De qué huían?
– ¡Ay, niño! A la mayor de las dos que regresaba trayendo las ovejas del campo, se le extravió una. Y su padre le dijo: “¡Anda a buscarla! ¡Y si no encuentras a la oveja que has perdido, mejor vete! ¡Y no regreses jamás a esta casa!”
– ¿Por qué? ¿Son muy pobres?
– Al contrario, niño. Don Liborio que es su padre es el hombre más rico en toda esta comarca.

5. Dolida
en el alma

¬– Pero, entonces, ¿qué es una oveja, si se tienen tantas, en relación a una hija?
– ¡Eso, pué! Y le dio de plazo que esa misma tarde, y ya casi noche, regrese con la oveja perdida. De lo contrario, la amenazó: ¡Si vuelves sin la oveja, encima de que te tienes que largar, no sabes la tunda que te voy a dar!
Eso ocurrió ya tarde. Pronto llegó las seis. Y por más que buscaba por uno y otro sendero, por uno y otro atajo y matorral, la oveja no apareció.
– Ahí fue que la niña decidió irse, dolida por la manera como su padre la trató. Por eso, ser rico o acumular plata es malo, niño. Porque el adinerado todo lo valora por un precio, hasta a los hijos. Y todo lo maldice, incluyendo a su propia sangre.
La oveja en realidad no se había perdido porque apareció, aunque al otro día: sino que la ocultó la neblina y al verse sola buscó refugio y abrigo entre los abrojos. Porque, a la mañana siguiente apareció, saliendo a unirse a la majada.
Pero, ya era inútil, las niñas habían desaparecido envueltas por los remolinos de las aguas encrespadas.


6. Y así
lo hizo

Y es que, al ser ya de noche y no encontrar a la oveja, de miedo por el castigo, y dolida en el alma, la mayor decidió huir, camino a la capital de la provincia, para de ahí después irse a la costa.
– ¿Y cómo es que también ahí estaba con ella la menor?
– Porque la más chiquita no quería desprenderse de su hermana. Ella la siguió mientras buscaba la oveja. Y la empezó a seguir después cuando su hermana mayor decidió huir y ya no regresar a la casa de su padre. La menor lloraba cada vez que la mayor la ahuyentaba:
–Tú, ándate a tu casa. De mí ya no es, porque él me ha negado. Yo ya no tengo casa.
– ¡No! ¡Contigo voy a irme, adonde sea! Así me arrojes de tu lado voy a estar contigo. –Le contestaba. Y ambas lloraban.
Y así lo hizo. Porque las dos intentaron cruzar el río. Y la menor lo ha seguido a su hermana más allá de esta vida, hacia ese ámbito oscuro que es la muerte.

7. Nadie
que lo cruce

– ¿Y encontraron sus cuerpos?
– Sí. El padre, que es dueño de muchas cabezas de ganado y tierras, ordenó que todos sus peones buscaran. Y lo han hecho recodo por recodo, orilla por orilla y playa por playa, en las pocas playas que tiene este río.
Y se encontraron ambos cuerpecitos, ya lejos de este sitio, girando en un remolino, ya muy lejos de aquí. Pero los dos cuerpos juntos como si no hubieran querido desunirse ni en la muerte
Al reconocerlas el padre ha enloquecido de culpa y ha intentado matarse, tanto que han tenido que amarrarlo. Ahora lo han soltado, pero no cesa de beber, desde que ellas murieron.
Habiéndose olvidado no sólo de la oveja que la niña perdiera –y que sólo ocultó la neblina–, sino de los cientos y miles de ovejas que en sus rebaños todavía tiene.
– ¿Y tú has cruzado alguna vez por ese madero tendido, Eleuterio?
Después que ellas se cayeran por allí nadie cruza. Y ni siquiera nadie se atreven acercarse a estas orillas.

Fotos adaptadas para ilustrar
esta historia.
Foto 1, Jaime Sánchez Lihón



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