viernes, 8 de noviembre de 2019

8 de noviembre. Día del Urbanismo. Del patio, los pilares y albañales.


8 DE NOVIEMBRE
DÍA DEL URBANISMO

DEL PATIO,
LOS PILARES
Y ALBAÑALES


Danilo Sánchez Lihón


Patio de la casa de Luis de la Puente
Pintura: Agustín Rojas


me gustas porque tienes el color de los patios
de las casas tranquilas en las tardes de enero
cuando llega el verano…
Juan Gonzalo Rose


1. Frutos
de la tierra

Yo nací en una comarca donde todas las casas tienen patio, corredores, ventanales, pilares y albañal.
El patio en realidad es el corazón de la casa. Allí están las voces, los saludos de la gente que llega entrando por el portón con la voz cristalina y que se escucha desde las habitaciones interiores.
El pario ya es una especie de plaza, y como en toda plaza es el centro del universo entero, del sol, la lluvia, los relámpagos.
En su empedrado rebotan las voces, se expanden y suben a lo alto.
– Ya dio a luz la Graciela. Y es varoncito su hijito.
– ¡Ay! Voy a verla. Y la voy a llevar estos tamalitos.
El patio fresco es el lugar donde se une la ciudad y el campo, pues la gente llega aquí llena su alforja con frutos de la tierra.
Y de aquí también partimos subiendo al caballo para salir por el portón e ir a la chacra agachando la cabeza en señal de despedida.


Patio de la Casa Museo Vallejo en Santiago de Chuco

2. El libro
abierto

El patio hacia donde dan las puertas y ventanas de la casa, sea de la sala, los dormitorios, la cocina humeante y del comedor vocinglero.
Me despierto y ahí están las voces de la gente, las acémilas que cargan y descargan.
Con sus corredores tranquilos donde la lluvia no moja su borde de piedras. Y hacia algún lado el pozo con su brocal, donde te he soñado y tanto te he querido.
En todo patio alumbra el sol radiante, arroja sus chorros de agua la lluvia inclemente y entre sus aleros se pasea en las noches la luna fantasmal pero imperecedera.
Desde el corredor a toda hora leemos el libro abierto del cielo. Así:
– Qué lindo está el día. Miren el sol, qué radiante. Y el cielo sin una sola nube ni negra ni blanca. ¿Vamos al río?
– ¡Vamos! ¡Y ahí cocinamos!

3. De espera
y misterio

En los patios es donde se revientan cohetes en las celebraciones, de aquellos que se encienda la mecha y se tira la manilla que desde el corredor estalla entre las piedras.
Algunos saltando hasta el brocal del pozo, y que tanto asustan a los gorriones que han hecho sus nidos bajo los aleros.
Otras son las palomas que saltan y revolotean, para después buscar refugio en algún árbol, o en la cornisa de alguna pared esperando que amanezca.
En el patio se desgañitan las bandas de músicos entonando huaynos y marineras, haciendo bailar a la gente, sea que se celebre la mayordomía del Apóstol, o una velación, o el cumpleaños de la dueña o el dueño de la casa; o bien el retorno del hijo que ha llegado desde un país lejano.
También desde el centro del patio se hacen subir las avellanas que se abren paso hacia el cielo azulino atravesando los aleros y pintando un garabato de sombra y sonido bajo las nubes blancas.
¡Ah! Es en los patios y por entre los pilares de los corredores donde vemos que aparece y desaparece la adolescente y ya casadera. Y sentimos su mirada que es de espera y misterio.


Patio de la casa donde nació César Vallejo

4. Viendo
pasar la vida

Y es precisamente en estos, en los pilares de los corredores que dan a los patios, donde se acumulan los años y las hojas de los calendarios que caen, que vuelan y que pasan.
Son maderos inhiestos, parejos y bien escogidos entre todos los árboles, que se pulen para sostener el alero de los techos.
Y que con el tiempo se han tornado añosos, horadados por esos moscardones de cuerpo y alas negras que cargan de arriba abajo su grano de miel de un amarillo impoluto.
En su madera de nudos extasiados a veces se prenden clavos de donde cuelgan los cordeles, y de ellos alguna ropa que lucirán sus dueños en una fiesta o en un entierro.
Con rajaduras como las heridas del corazón que tenemos los hombres, en donde los niños introducen dijes, canicas y celofanes, donde se prenden macetas de ruda, de geranios, y de pasmadas holoturias que florecen o se mustian viendo pasar la vida feliz o desdichada de sus dueños.


Corredores de la Casa Museo César Vallejo en Santiago de Chuco

5. Bajo
su sombra

Los pilares, aparte de sostener el techo, sin jamás rendirse, son vigías de todo lo que acontece en el patio. El alborozo de una boda son los pilares que lo escuchan, como las primeras cornetas que anuncian la procesión, y que la fiesta ya ha comenzado.
Como también oyen las penas y quebrantos que viene a contar la gente humilde, llorando a veces con sollozos y gemidos, como la muchacha avergonzada que ha venido a confesar el hijo que lleva en las entrañas.
Hasta su madero llega el aroma de lo que se prepara en la cocina, ya sea la fritura para el desayuno o la leche que se hierve. Ya sean los guisos del almuerzo, las ñuñas que se fríen, o el shambarito que se sirve humeante.
En los pilares la luna cuando boga por el cielo se detiene y recoge su traje de novia que se enreda. Y las almas de quienes vivieron en la casa llegan hasta sus pies y se abrazan a ellos hundiendo su frente en su regazo. Y lloran. Y donde se quedan largo rato, habitando a escondidas en la casa que desde otros mundos extrañan tanto y por eso vuelven.
Y bajo su sombra los poyos y las bancas.


Patio de la casa de Vallejo con el capulí emblemático

6. Unen
nuestras casas

Pero detrás de los pilares y en los corredores, delante de los poyos y las bancas, y enfrente de los cimientos de adobe y de piedra de las casas están los albañales.
¿Qué son? Me preguntan, porque se han perdido ya como vocablos que es el anuncio de que pronto van a perderse como realidad y es por eso que me apuro en anotarlo.
Porque una ley de la vida parece ser que antes de perderse los seres, las cosas o los hechos como presencias vivas y tangibles primero se pierden sus nombres.
Por eso, los albañales son las acequias limpias que pasan de una a otra casa, las recorren y casi siempre van descubiertas.
Entonces así sabemos qué están haciendo en la casa del vecino o la vecina: si están lavando una frazada pasan las burbujas.
Si están pelando mote pasan las cenizas y los carbones arrastrado por el agua. Si los niños están jugando pasan los barquitos de papel.
Así como los adobes se trenzan entre ellos mismos, así los albañales trenzan y unen nuestras casas.


Patio con pilares de piedra en Arequipa

7. Las palabras
se callan

Hay una cadena de llanto y salvaguardia a través de los albañales.
También vienen reclamos por encima de las cercas, paredes o curahuas.
– Señora Laurita, su albañal me ha mojado el patio.
– ¡Don Manuelito! La acequia está humedeciendo la pared de mi sala.
– De su lado se está empozando el albañal. Yo ya lo hice limpiar del lado de mi casa.
– ¡Y es que vienen plumas! Ayer dije: ¡Cómo es que mi comadre arroja plumas que atoraron el cauce que es estrecho!
– ¡Serán de palomas que se aparean sobre estos muros y en sus furores dejan caer sus plumas!
Pero es a través de los albañales de las casas que recorren el borde de los patios, que se dejan traslucir indicios de fiestas, ocurrencias y regocijos. Como también de penas, congojas y lamentos.
A través de los albañales o acequias se traspasa la humanidad, la vida, lo que las palabras se callan y no confiesan.
¡Ah, casas de mi comarca! ¡Ruego a Dios que nunca desaparezcan!





Los textos anteriores pueden ser
reproducidos, publicados y difundidos
citando autor y fuente

dsanchezlihon@aol.com
danilosanchezlihon@gmail.com

Obras de Danilo Sánchez Lihón las puede solicitar a:
Editorial San Marcos: ventas@editorialsanmarcos.com
Editorial Papel de Viento: papeldevientoeditores@hotmail.com
Editorial Bruño, Perú: ventas@brunoeditorial.com.pe
Ediciones Capulí: capulivallejoysutierra@gmail.com
Ediciones Altazor: edicionesaltazo@yahoo.es

  *****
DIRECCIÓN EN FACEBOOK
HACER CLIC AQUÍ:


*****

Teléfonos:
393-5196 / 99773-9575

Si no desea seguir recibiendo estos envíos
le rogamos, por favor, hacérnoslo saber.



No hay comentarios:

Publicar un comentario