miércoles, 11 de diciembre de 2019

11 de diciembre. / Día de las Montañas. / Montes de pastores.


11 DE DICIEMBRE
DÍA DE LAS MONTAÑAS

MONTES
DE
PASTORES

Danilo Sánchez Lihón 



Rumia la majada y se subraya
de un relincho andino.
César Vallejo




1. Su majestad
y su fuerza

Antes estos cerros no estaban uno junto al otro, sino separados.
Uno vivía lejos y el otro estaba situado hacia esa otra banda que desde aquí se mira.
Pero un día, ese cerro grande asistió a una fiesta y se quedó extasiado contemplando a esa colina párvida mientras bailaba.
Le gustó tanto que ya no podía vivir sin verla, y se empinaba hasta las nubes para mirarla siquiera un instante.
Tanta era su pasión que los hombres que vivimos aquí temíamos una desgracia; que se cayeran las rocas o se derrumbaran las peñas.
Allí fue cuando también ella se dio cuenta que el cerro mayor se había enamorado.
Aun cuando le atemorizaba su talante, solemne y adusto, no dejaban de encantarle sus galas, su majestad y su fuerza.


2. Sus rayos
más brillantes

Como ven, es un cerro inmenso, con mucha agua, con potreros y hondonadas, con bosques, precipicios y cañadas de vértigo.
Ella, en cambio, es suave, con muchas llanuras, criando en sus faldas ovejas y chivillos, trigo y hierbabuena, con arroyos tranquilos y puquiales transparentes.
Mañana y tarde él se asomaba a contemplarla maravillado, sin saber que al hacerlo se encendía en brillos y fulgores que ella, más que nadie, advertía complacida.
Hasta que llegó el tiempo en que él no pudo ocultar más sus sentimientos y le declaró su amor, haciendo estallar sus colores y resplandecer sus rayos más brillantes.     
Ella primero dejó pasar el tiempo, pero le sucedía igual que a él, que no dejaba de pensar en cómo estaría, complaciéndole cuanto él hacía.
Y pronto aceptó ser cortejada.
Ambos después acordaron unirse y habitar en este paraje.


3. Cuando la neblina
trepa

Ahora viven entre nosotros. Él, ostentoso, ella siempre tímida y recatada; tal y cómo se ve al frente en que se esconde pudorosa detrás de su marido.
Hay tiempos en que él la preña y a ella se la ve abultada.
Entonces el cerro varón la cobija y la protege de los ojos que pudieran verla, la cubre de los vientos y de las heladas.
En el cerro mayor habitan pumas y se crían toros bravos en feroces majadas.
De él brotan las aguas que bajan espumosas inundando las riberas y resonando en las quebradas.
Cuando la neblina trepa por ese lado, ella aprovecha para pasar su ganado de una a la otra banda.


4. Sonidos
y aromas

Para eso, de su cadera hace brotar el aro iris.
Primero lo enrolla y después lo tira hacia arriba como un ovillo de lana que suave se posa en el hombro de su marido, tan alto como la cumbre de la más alta montaña.
Y por ese puente de colores pasan brincoteando chivillos y vicuñas y dando balidos las ovejas y guanacos.
Mientras, ella va musitando, con una dulzura infinita, una tonada cristalina en su cuerno de oro.
También va ayudando a los guachitos tiernos que tropiezan y se tambalean en las hilachas verdes, azules y naranjas del arco que rebrilla.
Arriba, en el cielo azul del cielo los celajes son rebaños que plañen. En sus revoltijos contienen todos los matices, texturas, sonidos y aromas.
 

5. Alfombras
de flores

Y todo eso ocurre ante el asombro y prodigio que se eleva y se hunde en lontananza.
Muchos en la manada son blancos. Otros son negros, castaños, ogores, y moteados. Todos llevan al cuello sus lazos de lana translúcida.
Ella los conduce, entonando unas melodías que embrujan a quienes las oyen con el aliento entrecortado.
Hay nubes que son vellones de ovejas trasquiladas que buscan sus majadas vagando dispersas.
Con sus hebras de colores los pastores vamos tejiendo el arco iris y las alfombras de flores que se tienden en el suelo al paso de las procesiones.
Cuando la pastora ve que la neblina se va despejando tiene el temor que ojeen a sus animales tiernos.
Entonces silba y todos corren y entran por la boca de la cueva, donde ella los guarece.


6. Sus pechos
de azafranes

La puerta por donde se ocultan está detrás de esa quebrada, junto a aquel riachuelo.
Allí ella se baña y peina sus cabellos negros que caen por su frente de alhucema y sus pechos de azafranes.
Cuando eso ocurre, el cerro le toca su tambor para ocultarla, por eso nosotros desde aquí lo sabemos.
De día, en ese sitio se ve una piedra grande en forma de carnero. Es Ylla, la guaca encantada, la cabeza del ganado que guía y después se queda vigilando afuera.
Ylla ¡es el enlace entre el mundo de adentro y el otro de viento!
Pero pronto el monte vuelve a cubrirse de neblina. Entonces se escucha la chirimía y se ven los cintillos de colores de las ovejas que salen con su pastora.
 

7. Vivos
y embrujados

Y, otra vez el ovillo de colores se lanza hacia arriba.
Hay vellones que se han vuelto fantasmas ululantes que se alejan hacia una luz difusa que apenas se esboza en el horizonte, recogiendo de algo o de alguien sus latidos o su vida.
En días despejados, la gente se acerca hasta Ylla llevándole adornos y regando con chicha la piedra para que su ganado sea como el hermoso ganado de esa pastora.
Rebaños que se ocultan allí adentro, vivos y, a la vez, embrujados.
Esto cuentan nuestros abuelos en noches de luna y en honor a los cerros, las nubes y el arco iris.
Quienes todos al final se convierten en el espíritu de la tierra que se puebla de animales, dicha y felicidad para todos los hombres.




Dibujos de
Nobuko Tadokoro



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