12 DE DICIEMBRE
ACUERDO MUNDIAL SOBRE
EL CAMBIO CLIMÁTICO
AL FONDO
DE ESTAS
AGUAS
Danilo Sánchez Lihón
1. La tierra
en pedazos
De noche, los pastores, al borde de esta
laguna oyen el tañido de las campanas que sin duda son las de la iglesia que
está enterrada al fondo de estas aguas.
Y es que en donde ahora está la laguna de
Allcacocha, había un pueblo hermoso, pintoresco y poblado de gente que todo lo
tenía en abundancia.
Vivían felices y contentos, pero cada uno
cuidando sólo lo suyo, egoístas hasta entre padres e hijos. Todo lo veían
negocio e intereses hasta entre hermanos.
Se dedicaban principalmente a la compra y
venta de ganado y al comercio de baratijas. Y se habían dividido la tierra en
pedazos.
Nadie quería saber si su semejante sufría o
gozaba. Mucho menos si es que este caía enfermo y necesitaba alguna ayuda.
En esos casos ni los miraban, porque con ellos
no iban a obtener ganancias.
2. Pero
eso sí
¡Ya nada era cordial ni fraterno! Como si no
existieran el uno para el otro, entre los seres humanos.
Como si no hubiera semejantes ni prójimo ni humanidad
doliente.
Como si solo viniéramos al mundo unos a ganar
y otros a perder. Unos a acumular dinero y otros a necesitarlo tanto que no
tienen ni para comprar un pan.
Aquí por ejemplo había un mercado donde se
intercambiaban productos. Todos sabían qué precio poner y cuánto pagar.
Nada más. El cariño y el afecto no existían.
Habían desaparecido sobre la faz de la tierra.
Pero eso sí, entre ellos se engañaban, se
criticaban, se maldecían. O se hacían burla, mofa y sorna.
3.
Era
el mismo
Peor ocurría si veían a un extraño o visitante
que venía de otro pueblo.
Salvo que supieran que les convenía porque les
traía alguna ganancia de la cual aprovecharse. Pero si no, era odio lo que
sentían:
– ¡Y éste a qué ha venido! –Era su consigna.
Y lo miraban mal.
Pero un día le tocó pasar por aquí a nuestro
Señor Jesucristo.
Era el mismo Dios en la persona de su hijo
Jesús quien nuevamente pasó por esta tierra o valle de lágrimas.
Pero esta vez lo hizo vestido de andrajos,
desvencijado y rotoso.
Como cualquiera de los humanos a quienes la
suerte los echa a un lado
tú!
.
Adoptó Jesús la imagen de un anciano mendigo,
como suele presentarse la mayoría de veces nuestro Señor.
Y como era de esperar y de ver, todos lo
despreciaron con más saña todavía. Y hasta estuvieron a punto de pegarle.
Y hacerle daño irreparable. De repetir quizás
aquí él el calvario de la cruz.
– ¡Oye tú! –Le dijeron de modo insolente–. ¿A
qué has venido a este lugar? No es tuyo.
– ¡Oye viejo, dinos qué interés te ha
traído! Eres ratero, o qué.
– Vienes a robar, ¿no? ¿O cuál es tu
ocupación?
Por último, uno dijo:
– ¡Hay que matarlo!
5.
Pasó
por las calles
Pero terminaron ahuyentándole hacia las
afueras y después cerrándole sus puertas y echándole a los perros.
Era también porque no sabía explicar de dónde
era ni a qué había venido. ¡No ven que era Dios, que no tenía por qué dar
grandes explicaciones!
Se había convertido en un anciano muy pobre,
pidiendo ayuda para comer. Y eso enojaba mucho a la gente.
¡Perder unos centavos en alguien que no fuera
él mismo les resultaba inconcebible!
Arrastrando sus vestidos que daba lástima,
pasó por las calles estrechas que por aquí había.
– Yo conozco a este –dijo otro–. Es ratero. Yo
lo he visto robando.
6. Curó
sus heridas
Otro dijo:
–Es mañoso. Es un violador.
Y otro, peor aún:
– Es la peste. Nos va a traer desgracias.
– ¡Fuera! –Entonces lo botaban con mayor
inquina.
– ¡Sal de aquí miserable, muerto de hambre! –Lo
avergonzaban.
– ¡Vete a tu tierra! ¿De dónde has venido? –Lo
corrían a pedradas.
Cuando ya se iba, una señora que vivía en las
afueras –a quien él no le pidió nada– se compadeció al verlo.
Lo hizo pasar a su casa, curó sus heridas. Y
compartió, a la hora de comer, su pobreza.
Porque esa señora era la única que vivía
humildemente en este pueblo.
7. ¡Pero
corre!
Cuando terminó de comer el anciano le dijo a
la señora:
– Mira hija: coge tu rebozo y vete ahorita
mismo de este pueblo.
– Pero ¡por qué!
– Vete. Vete por ese cerro.
– Pero, ¿adónde señor?
– Lo primero es que salgas de aquí.
– Y ¿cómo dejo mi casa?
– A la vuelta de la colina te espera tu verdadera
casa.
– ¿Y mi ganadito?
– Deja todo. ¡Pero corre!
– ¿Y mi chacra?
8. Dejó
todo
– Allá hallarás para ti mejor ganado y mejores
chacras. Cargada ya está de mieses y tiene abundantes frutos para cosechar.
– ¡Y por qué tengo que dejar todo lo que
tengo, señor!
– Porque encontrarás algo mejor.
– ¡Pero todo esto me ha costado mi esfuerzo
conseguirlo!
– Por eso serás premiada. Pero déjalo y no me
preguntes nada más por ahora. Y corre, corre. Y cuidado con dar vuelta a mirar
cuando oigas un estruendo. Sigue corriendo, más apurada todavía. ¡Y no voltees!
– ¿Qué ocurrirá, señor?
– Escucha bien: no voltees a mirar por ningún
motivo.
La señora, presintiendo que algo terrible iba
a suceder, dejó todo, como acababa de decirlo el anciano. Y abandonó el pueblo.
9. Volteó
a ver
Caminó y caminó por esa cuesta que se ve y sube
por el cerro. Y que desde todas partes se mira.
En eso que se iba oye una explosión. Y otra, y
otra. Eran las aguas que empezaron a bajar, por todos lados, de esas lomas.
En un ratito inundaron las calles y empezaron
a cubrir el pueblo que había. Y la gente a ahogarse
Pero la señora que huía no pudiendo resistir
la tentación, volteó a ver lo que pasaba.
Y al instante se convirtió en esa piedra que
ahora sobresale en el camino.
Y que tiene toda la figura de una mujer
huyendo en la pendiente.
10. Talán,
talán
Para el otro lado del cerro, dice la gente,
que a veces se ve una casa y un ganado hermoso.
Y chacras repletas de mieses y árboles
frutales.
Pero luego, cuando quieren entrar, todo se
esfuma.
Esa es la riqueza que estaba reservada para la
señora que se convirtió en piedra. Y fue por voltear, pese a que estaba bien
advertida por el señor de los cielos de que no lo hiciera.
Pero al menos no ha quedado sepulta, ni debajo
de la tierra ni ahogada en lo hondo de la laguna, como sí quedaron los otros.
Por eso es que al borde de esta laguna los
pastores de noche oímos talán, talán, talán, tañer las campanas, que sin duda
son de la iglesia que está enterrada al fondo de estas aguas.
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