Manuel Scorza es el poeta de la patria lacerada, quien
nació el 9 de septiembre del año 1928 en un hospicio de pobres, como era la
Maternidad de Lima, situada a un costado del Mercado Central, en donde
frecuentemente en una misma cama se colocaban a tres parturientas. Y murió el
27 de noviembre del año 1983, al estrellarse el avión en que viajaba, en
Mejorada del Campo, cerca del aeropuerto de Barajas, en Madrid.
A él la patria y sus miserias lo atraviesan con sus
hierros candentes: el pecho, la frente, el alma. Le atraviesan el corazón con
sus puñales de desgracias y desventuras, lo postran y desangran:
Yo conocí en
mi patria solo rostros vacíos,
hombres de
mirada prematuramente cana,
balnearios de
hueso
donde antes
de tiempo veraneaba la muerte.
Yo solo recuerdo ojos en la niebla.
Así era mi
padre:
un hombre que
miraba la lejanía
como si él
mismo estuviera por venir.
Así son los
que en mí caminan cuando duermo,
así son en mi
patria
los hombres, los pueblos, las cárceles, el mar.
Pese a que ser pobre nos hace amorosos, delicados,
sensibles, nos lastima sus desdichas y adversidades. Pese a que la pobreza nos
hace sobrios, sentimentales y de buen corazón, son desgarradores los
sufrimientos. Y a él le dolía todo eso verlo no en sí mismo sino en los demás.
Primer homenaje en el Centro Cultural Encinas
2. Duele
y lacera
Razones por las cuales juzgó importante cambiar
radicalmente esa situación, transformarla de cuajo y de raíz. E hizo todo lo
posible por lograr dicho objetivo, arriesgando la vida y haciendo vigente ese
mensaje, de lo cual hizo su prédica y el contenido de su canto.
Pero la patria para él está mancillada y hay
culpables, y esto constituye su amargura y su agonía. Y eso es parte de la
razón por la cual ahora a él se lo elude, se evita nombrarlo y se le margina de
toda mesa de hambrientos o comensales.
La patria es
tierna
decíanme en la infancia...
Y es por esa veta, filón y galería subterránea que empieza
a aparecer la razón de la marginalidad aludida, mucho más cuando, en el caso de
Manuel Scorza, trata de la patria ofendida, vejada y lastimada, de la patria
que duele y que lacera:
Ahora soy el dolor de mi tierra quebrada. –Dice.
Porque plantea un contenido que no nos gusta tratar;
porque pone sobre el tapete nuestras miserias individuales y colectivas.
Así como también vuelve a reabrir las fisuras
personales, las mismas que no queremos que alguien nos las recuerde, ni mucho
menos las abra y las muestre como también nos enrostre acerca de ello. Expresa:
Apu tutelar
3. Pronto
a sublevar
¡Ay, qué
amarga dulzura!
Bella era mi
juventud
Yo cantaba:
ahora estoy triste.
Y es por ti,
patria pobre,
es por esos
pueblos de una sola calle
por donde nunca caminó la dicha.
Su sentido de filiación, de pertenencia y de arraigo con
su patria es hondo. Él asume una posición, y consuma una posesión, ama su mundo
por pobre que sea. Es más, lo consagra, sublima y defiende, incluso por ser
pobre. Él se aferra incluso a sus maderos temblequeantes.
Distinta a la actitud de quienes la cambian fácilmente
por otra. A la de quienes la reemplazan por prebendas; opuesta a la de los
apátridas que están en los altos cargos de los poderes del Estado. Que se valen
de ella, pero que no la aman y ni siquiera la estiman. Que medran cuando los
favorece a sus intereses, pero que no hacen nada por enaltecerla.
Y de otros mendaces que tienen enfocadas sobre sí
todas las luces porque para eso venden su alma al diablo. Y que, en el momento más inesperado, por
levitar tanto niegan pertenecer a ella, y se dicen ciudadanos del mundo, o
universales.
Scorza en cambio, presto e inflamado por la
vehemencia, encendido de entusiasmo y furor, exaltado por la lucha, pronto a
sublevarse, está dispuesto a los arranques, improntus y estallidos, así como a
la cólera:
4. Presencia
que salva
A mí no me
vengan con la patria espuma.
La patria
hiede,
desgraciadamente,
la patria vomita buitres.
Ahora bien, ¿quién no se impacienta, desespera y hasta
se contradice cuando ama tanto? ¿Quién no cae, se equivoca y sucumbe en el
frenesí, la desilusión y el desengaño? ¿Quién no golpea el espejo cuando lo ha
puesto todo en el fiel de la balanza?
Cuando se ha ascendido por la fuerza del sentimiento a
las cimas de la pasión y la identificación plenas y totales con algo, ¿quién no
rueda por la pendiente y, a veces, hacia el precipicio?
Ay, patria;
ay, enemiga,
¿con qué me has mojado que no puedo secarme?
¿Qué amada, ante quien nos despojamos de todo y a
cuyos pies dejamos la llave y el cerrojo de nuestra vida, no es a la vez una interrogante,
una incógnita y hasta una herida en nuestras vidas?
Irreparablemente, aquella amada es a su vez savia que
nutre y sustenta, como es licor que envenena, obnubila y quita la vida.
Manuel Scorza
5. Cuando
se quiere tanto
Porque, ¿qué amor al cual hemos ofrendado todas
nuestras ilusiones y esperanzas no es presencia que salva? Lo es, como también es
abismo y martirio cuando los males no acaban ¡y hay hirviente dolor en el alma!
A mí no me
digan «hay visitas».
¿Hasta cuándo
la patria
será el muro donde orinan los gendarmes?
Quien ama, quien se desvela también tiene derecho, a
la queja y hasta a la blasfemia. Quien
ha probado el sabor de lo exquisito y ha aspirado el olor de lo primoroso
también sorbe lo agrio, lo amargo y acerbo por la pena que lo acosa. ¡Quien
estalla de dicha está presto al llanto, al desgarro y al lamento!
Yo conocí en
mi patria solo rostros vacíos,
hombres de
mirada prematuramente cana,
balnearios de
hueso
donde antes
de tiempo veraneaba la muerte.
Yo solo recuerdo ojos en la niebla.
Que se nos ocurre decir cuando se ama mucho, cuando estamos
al borde y orillando el desengaño. Cuando se quiere tanto, se tiene al costado
el abismo de la desilusión y el consecuente resentimiento, el vacío y la caída.
Homenaje en la Casa Museo Mariátegui
6. El arraigo
a una patria
Otra vez, y numen como lo es, Manuel González Prada
coincide con él. Esa egregia conciencia de nuestra nacionalidad y acontecer
histórico, a quien sin duda Manuel Scorza apreció y admiró, pergeña a su vez
este apotegma, reproche e imprecación, que solo acontece cuando algo nos duele
y lastima en lo más hondo del ser:
Patria: feroz
y sanguinario mito,
yo execro tu
bárbara impiedad,
yo repito: Humanidad.
¡Ay!,
desgraciadamente,
Perú: con
odio tu nombre escribo.
Talado está
el árbol de los relámpagos,
seco está el río de los valientes.
Pero incluso maldiciéndola, apostrofándola y
extrañándola tanto, Scorza opta por el arraigo a una patria y a un destino.
El exilio es
una herida extremadamente grave y dolorosa.
El exilio es casi una condena a muerte.
7. Amaneceres
en flor
Amar la patria y extrañarla, añorar su aire, y ante
ello y por ello dar gritos de batalla, es lo valeroso y supremo en el mensaje
de Manuel Scorza. De quien sus poemas, más que lamentos son proclamas.
Indignación sublevante, y también júbilo a torrentes:
¡Sácame,
patria, del pecho las espinas,
borra los
malos sueños!
¡Enciende la
luz que no se extingue!
¡Danos la libertad que no termina!
Ahora bien, el arraigo no significa inmovilidad. Se
puede ser un trotamundos sin dejar jamás la patria, llevándola siempre a
cuestas, enternecida en nuestros brazos, inspirando nuestros sueños, cobijada
hondamente en nuestro corazón fervoroso.
Como la llevaron César Vallejo y Manuel Scorza, por
los caminos del mundo, por las calles, los bulevares, las esquinas y cafés de
los lugares por los cuales enrumbaban sus pasos. Siempre pensando de dónde
habían partido y adónde tenían que volver, aunque el destino hizo que se
quedaron lejos. Pero a cuyo encuentro vamos sea en los amaneceres en flor, sea
en las noches enraizadas en lo profundo.
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