viernes, 27 de noviembre de 2020

27 de noviembre. Hoy somos Tarapacá. / Repaso en el patio, bajo el alero.


27 DE NOVIEMBRE 
HOY SOMOS TARAPACÁ 

REPASO 
EN EL PATIO
BAJO EL ALERO

Danilo Sánchez Lihón 



Peruanidad de niños y niñas


1. El cielo 
añil 

– Pero, a ver niños, ¿quiénes de ustedes nos refieren y hacen recordar a todos nosotros acerca de cómo fue la Batalla de Tarapacá que se conmemora hoy día? ¿Alguien quiere hacer uso de la palabra?

– Yo, profesor. Fue victoria del Perú

Y sigue preguntando el profesor a todos en el patio, bajo el relumbre del sol y teniendo que entrecerrar los ojos entre el muro y el cielo añil detrás de los aleros.

– ¡Fue una acción de valor supremo!

– Porque fue sobreponernos a la adversidad.

Intervienen diciendo los alumnos del Quinto y Sexto Grado, quienes ya han estudiado esa parte de la historia.

– Ocurrió cuando nuestro ejército estaba diezmado por el desastre, acontecido en la batalla de San Francisco. –Resalta otro alumno.

– Así es. Y se nos había seguido con el fin de hacer un ataque por sorpresa y ultimarnos.

 

El soldado peruano


2. Avanzando

por las cumbres

 

– ¿Quién continúa?

– Yo, profesor. Estábamos en Tarapacá, un pueblo pequeño situado en una quebrada rodeada de cerros abruptos y arenales.

– Era al sur de Arica, profesor.

– Muy cierto. En la mañana del día 27 de noviembre de un día como hoy, cuando alguien avisa que el ejército contrario está entrando por la quebrada y otras divisiones están avanzando por las cumbres.

– Querían sorprendernos, profesor.

– Y la reacción fue inmediata, audaz y titánica.

– Tres batallones nuestros escalan los cerros. Y ganan también las partes altas. ¿Quién comandó nuestro ejército en Tarapacá?

– Andrés Avelino Cáceres. El “Brujo de los Andes”.

Una bandada de gorriones teje sus vuelos yendo y viniendo de uno y otro alero, dando vueltas en torno al mástil de la bandera, a ratos desapareciendo para volver con más arrojo revoloteando en el aire de la mañana azulada.

 

Andrés Avelino Cáceres, al ataque


3. Mote

con charqui

 

– Y él comandó nuestro ejército por empeño y por coraje, porque allí estaban oficiales de más alta graduación. Y ¿por qué se lo llama así, el “Brujo de los Andes”?

– ¡Porque lograba hazañas imposibles, como nosotros debemos obtenerlas!

– ¡Es verdad! Fue un esfuerzo supremo coronar las cimas. Y al llegar a la meseta nos sorprendieron cerradas descargas de fusilería que hirieron a muchos y causaron la muerte de decenas de los nuestros.

– Luego el combate se volvió cruel e impredecible. No teníamos artillería ni tampoco caballería. En cambio, ellos sí.

– Carecíamos de uniformes y muchos luchaban sin zapatos. Ellos sí contaban con todo ello. El desayuno había sido un poco de mote con charqui.

El portón de la escuela permanece abierto de par en par, y en él se detienen a mirar un rato hacia adentro, a la formación de niños, un pastor que pasa con su hato de ovejas y cabras, un labriego que va con su azadón al hombro a regar el agua entre los surcos de su chacra.

 

Se luchó cuerpo a cuerpo


4. Cuerpo

a cuerpo

 

– Entonces: ¿Quién me dice cómo se explica que ganamos esa contienda? ¿Por qué?

– ¡Por nuestro valor y heroísmo!

– ¡Por nuestro coraje y amor al Perú!

– ¡Por nuestro sacrificio y bravura!

– ¡Es verdad! ¡Por eso es una sublime victoria! Fue una pelea ardua, tenaz, obstinada. Primero se capturó parte de la artillería enemiga, luchando cuerpo a cuerpo.

– Su caballería era diestra a tal punto que en un momento nos encajonaron y estuvieron a punto de derrotarnos.

– Y sus cañones causaban graves estragos, eran de fabricación y marca Krupp, los más modernos de la época.

La viga al borde del techo es un madero de una sola pieza que va de uno a otro extremo del patio. ¡Qué árbol y al borde de qué camino, o río, creció tan alto para que su tallo alcance a ir de canto a canto a todo lo largo del corredor y sea tan duro sobre el cuál asienten las tejas?

 

En el fragor de la batalla


5. Mientras

huían

 

– Se luchó durante todo el día. Desde las ocho de la mañana hasta las cinco y media de la tarde, hora en que empezaron a huir en desbandada.

– Y mientras huían dejaban todo, hasta sus uniformes, zapatos y prendas de vestir interiores.

– ¿Por eso a esta batalla cómo se la llama en la historia?

– La batalla de los que huían desnudos.

– Capturamos 8 modernos cañones que luego fueron enterramos en la arena.

– El enemigo perdió 516 hombres. Nosotros 236, muchos de ellos oficiales que se lanzaban al ataque al frente de sus tropas.

Es una bandada de mariposas que revolotean entre las macetas de geranios, clavelinas y gladiolos que penden de los pilares del corredor, cogidos de un alambre como las asas de los baldes. Son flores fucsias, otras anaranjadas, otras blancas y rojas que se balancean con el viento.

 

Andrés Avelino Cáceres, vive


6. Mañana

y siempre

 

– Había una diferencia, nosotros defendíamos nuestro territorio, ellos invadían un territorio ajeno, que no les pertenecía. Y lo hacían por codicia y utilizados por una potencia extranjera.

– Entre esos hombres que defendían el honor nacional, ¿quiénes entregaron su vida en esa hazaña?

– ¡El coronel Manuel Suárez!

– ¡El comandante Juan Zubiaga!

– El oficial Juan Cáceres, hermano de Andrés Avelino Cáceres, quien se apeó del caballo, lo mantuvo en el fragor de la batalla contra su pecho y murió entre sus brazos, para después montar su caballo y seguir peleando.

– Así fue. Esa sangre heroica, y de todos los peruanos que allí se inmolaron, es para que nosotros tengamos honor ayer, hoy, mañana y siempre.

Bajo el alero, en la tierra blanca de que están enjalbegados los muros, el sol hace una sombra violeta que baja hasta los balaustres de los ventanales pintados de azul que contrasta con el albo de las paredes.

 

Andrés Avelino Cáceres


7. Estar siempre

preparados

 

– A todos ellos: ¡Honor y gloria!

– ¡Honor y gloria!

– ¿Quiénes más lucharon en esa jornada?

– El bizarro y gran guerrero Alfonso Ugarte, que fue herido en la cabeza.

– El noble y valeroso anciano Francisco Bolognesi, quien después se inmortalizó en el Morro de Arica.

– El patriota Mariano Santos Mateos, quien arrebató la bandera del enemigo.

– Y tantos hombres plenos de coraje y santo arrebato, cuya herencia debemos recoger por siempre. ¿Cuál es entonces, niños, nuestro deber?

– ¡Honrar su memoria eternamente!

– ¡Y estar siempre preparados!

– ¡E imitarlos si llegara la ocasión!

La bandera roja y blanca izada en lo más alto del mástil que sobresale más arriba de los tejados, flamea lozana entre las nubes blancas y el cielo azulino de la mañana.

 

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