– Pero, a ver niños, ¿quiénes de
ustedes nos refieren y hacen recordar a todos nosotros acerca de cómo fue la
Batalla de Tarapacá que se conmemora hoy día? ¿Alguien quiere hacer uso de la
palabra?
– Yo, profesor. Fue victoria del
Perú
Y sigue preguntando el profesor a
todos en el patio, bajo el relumbre del sol y teniendo que entrecerrar los ojos
entre el muro y el cielo añil detrás de los aleros.
– ¡Fue una acción de valor supremo!
– Porque fue sobreponernos a la adversidad.
Intervienen diciendo los alumnos del
Quinto y Sexto Grado, quienes ya han estudiado esa parte de la historia.
– Ocurrió cuando nuestro ejército
estaba diezmado por el desastre, acontecido en la batalla de San Francisco. –Resalta otro alumno.
– Así es. Y se nos había seguido con
el fin de hacer un ataque por sorpresa y ultimarnos.
El soldado peruano
2. Avanzando
por las cumbres
– ¿Quién continúa?
– Yo, profesor. Estábamos en
Tarapacá, un pueblo pequeño situado en una quebrada rodeada de cerros abruptos
y arenales.
– Era al sur de Arica, profesor.
– Muy cierto. En la mañana del día
27 de noviembre de un día como hoy, cuando alguien avisa que el ejército
contrario está entrando por la quebrada y otras divisiones están avanzando por
las cumbres.
– Querían sorprendernos, profesor.
– Y la reacción fue inmediata, audaz
y titánica.
– Tres batallones nuestros escalan
los cerros. Y ganan también las partes altas. ¿Quién comandó nuestro ejército
en Tarapacá?
– Andrés Avelino Cáceres. El “Brujo
de los Andes”.
Una bandada de gorriones teje sus
vuelos yendo y viniendo de uno y otro alero, dando vueltas en torno al mástil
de la bandera, a ratos desapareciendo para volver con más arrojo revoloteando
en el aire de la mañana azulada.
Andrés Avelino Cáceres, al ataque
3. Mote
con charqui
– Y él comandó nuestro ejército por
empeño y por coraje, porque allí estaban oficiales de más alta graduación. Y
¿por qué se lo llama así, el “Brujo de los Andes”?
– ¡Porque lograba hazañas
imposibles, como nosotros debemos obtenerlas!
– ¡Es verdad! Fue un esfuerzo
supremo coronar las cimas. Y al llegar a la meseta nos sorprendieron cerradas
descargas de fusilería que hirieron a muchos y causaron la muerte de decenas de
los nuestros.
– Luego el combate se volvió cruel e
impredecible. No teníamos artillería ni tampoco caballería. En cambio, ellos
sí.
– Carecíamos de uniformes y muchos
luchaban sin zapatos. Ellos sí contaban con todo ello. El desayuno había sido
un poco de mote con charqui.
El portón de la escuela permanece
abierto de par en par, y en él se detienen a mirar un rato hacia adentro, a la
formación de niños, un pastor que pasa con su hato de ovejas y cabras, un
labriego que va con su azadón al hombro a regar el agua entre los surcos de su
chacra.
Se luchó cuerpo a cuerpo
4. Cuerpo
a cuerpo
– Entonces: ¿Quién me dice cómo se
explica que ganamos esa contienda? ¿Por qué?
– ¡Por nuestro valor y heroísmo!
– ¡Por nuestro coraje y amor al
Perú!
– ¡Por nuestro sacrificio y bravura!
– ¡Es verdad! ¡Por eso es una
sublime victoria! Fue una pelea ardua, tenaz, obstinada. Primero se capturó
parte de la artillería enemiga, luchando cuerpo a cuerpo.
– Su caballería era diestra a tal
punto que en un momento nos encajonaron y estuvieron a punto de derrotarnos.
– Y sus cañones causaban graves
estragos, eran de fabricación y marca Krupp, los más modernos de la época.
La viga al borde del techo es un
madero de una sola pieza que va de uno a otro extremo del patio. ¡Qué árbol y
al borde de qué camino, o río, creció tan alto para que su tallo alcance a ir
de canto a canto a todo lo largo del corredor y sea tan duro sobre el cuál
asienten las tejas?
En el fragor de la batalla
5. Mientras
huían
– Se luchó durante todo el día.
Desde las ocho de la mañana hasta las cinco y media de la tarde, hora en que
empezaron a huir en desbandada.
– Y mientras huían dejaban todo,
hasta sus uniformes, zapatos y prendas de vestir interiores.
– ¿Por eso a esta batalla cómo se la
llama en la historia?
– La batalla de los que huían desnudos.
– Capturamos 8 modernos cañones que
luego fueron enterramos en la arena.
– El enemigo perdió 516 hombres.
Nosotros 236, muchos de ellos oficiales que se lanzaban al ataque al frente de
sus tropas.
Es una bandada de mariposas que
revolotean entre las macetas de geranios, clavelinas y gladiolos que penden de
los pilares del corredor, cogidos de un alambre como las asas de los baldes.
Son flores fucsias, otras anaranjadas, otras blancas y rojas que se balancean
con el viento.
Andrés Avelino Cáceres, vive
6. Mañana
y siempre
– Había una diferencia, nosotros
defendíamos nuestro territorio, ellos invadían un territorio ajeno, que no les
pertenecía. Y lo hacían por codicia y utilizados por una potencia extranjera.
– Entre esos hombres que defendían
el honor nacional, ¿quiénes entregaron su vida en esa hazaña?
– ¡El coronel Manuel Suárez!
– ¡El comandante Juan Zubiaga!
– El oficial Juan Cáceres, hermano
de Andrés Avelino Cáceres, quien se apeó del caballo, lo mantuvo en el fragor
de la batalla contra su pecho y murió entre sus brazos, para después montar su
caballo y seguir peleando.
– Así fue. Esa sangre heroica, y de todos
los peruanos que allí se inmolaron, es para que nosotros tengamos honor ayer,
hoy, mañana y siempre.
Bajo el alero, en la tierra blanca
de que están enjalbegados los muros, el sol hace una sombra violeta que baja
hasta los balaustres de los ventanales pintados de azul que contrasta con el
albo de las paredes.
Andrés Avelino Cáceres
7. Estar siempre
preparados
– A todos ellos: ¡Honor y gloria!
– ¡Honor y gloria!
– ¿Quiénes más lucharon en esa
jornada?
– El bizarro y gran guerrero Alfonso
Ugarte, que fue herido en la cabeza.
– El noble y valeroso anciano
Francisco Bolognesi, quien después se inmortalizó en el Morro de Arica.
– El patriota Mariano Santos Mateos,
quien arrebató la bandera del enemigo.
– Y tantos hombres plenos de coraje
y santo arrebato, cuya herencia debemos recoger por siempre. ¿Cuál es entonces,
niños, nuestro deber?
– ¡Honrar su memoria eternamente!
– ¡Y estar siempre preparados!
– ¡E imitarlos si llegara la
ocasión!
La bandera roja y blanca
izada en lo más alto del mástil que sobresale más arriba de los tejados, flamea
lozana entre las nubes blancas y el cielo azulino de la mañana.
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