viernes, 27 de noviembre de 2020

27 de noviembre. Día del Biólogo Peruano. /Las aves y sus sentires.


27 DE NOVIEMBRE 
DÍA DEL BIÓLOGO PERUANO 

LAS AVES 
Y SUS 
SENTIRES 

Danilo Sánchez Lihón 




1. En 
la jalca 

En la meseta alto andina de Santiago de Chuco hay una fauna que no sólo es rica, variada y vistosa.

Y esto en cuanto a su aspecto exterior, a su plumaje, a su canto y a sus atributos de vuelo.

Sino sorprendente en otros aspectos como son los del ser, del comportamiento, o de lo que podríamos llamar simplemente anímicos.

O de los sentimientos que cada especie asume o representa.

Así, en la jalca o puna, salpicada de espejos de agua o de lagunas, habita el “curco”, un ave de color negro, del tamaño de un pavo.

Tiene una mancha blancuzca en la cara y camina encogido o inclinado hacia adelante, como un anciano encorvado.

 


2. No

le importa

 

No huye como otras aves si te le acercas. Más bien sientes que te mira con desdén y hasta con desprecio. Si no lo ahuyentas el “curco” se ríe en tus narices:

– Ja, ja, ja, ja. –Suelta la carcajada.

Y se voltea de hombros, o de espaldas riéndose tal cual una persona que no le importa lo que tú sientas o pienses o supongas.

Y sientes que es un verdadero tuno, un insolente y descarado.

Este personaje se ríe y se burla de todo:

– Ja, ja, ja, ja. –Es su sonido.

Si te acercas, o si ve que te alejas, su actitud es la misma:

– Ja, ja, ja, ja.

 


3. Muere

de nostalgia

 

Pero lo hace con sorna, con burla y sarcasmo, no solo en el sonido de su risotada sino en los gestos de su cuerpo y en los pasos burlescos, pícaros y de palmaria bellaquería.

De tal modo que sin quererlo te molestas con el curco porque te toca el ego y el lado personal.

Si intentas matarlo y no puedes, es peor:

–Ja, ja, ja, ja. –Se ríe en tu propia cara.

En eso es envidiable el curco. Y constituye un ejemplo. No pierde el humor por nada del mundo.

En cambio, hay otra avecilla que se muere de nostalgia y de pena.

 


4. Cola

dorada

 

O, ¡no sé qué!

Se los conoce como “picus”. Y se las encuentra y hasta abundan en un lugar llamado “La Soledad”, que pasamos para ir a “Huamanchal”.

Son las chacras de mi tía Carmen, hermana de mi papá.

En donde ella nos da una melga o un surco de papas para que nosotros mismos la cosechemos con mi hermano Juvenal, porque chacras mis padres no tienen.

Allí hay una meseta de vientos helados que la gente del lugar llama con el nombre de “Las piedras agujereadas”.

Allí vuelan rasantes los picus, de plumaje plomizo y cola amarilla dorada.

 


5. Cavan

las piedras

 

Avanzan batiendo las alas de trecho en trecho, y luego dejan de batirlas, impulsándose con su solo temblor, su cuerpo y sus latidos

Siempre hacia adelante, como si subieran y bajaran en su vuelo impelidos solo por esa fuerza interior.

El picus, que en quechua se le conoce como acacllo, es un pájaro excavador, que con el pico cava los adobes de las casas viejas y allí hace sus nidos.

De allí que las paredes o muros de las casas abandonadas donde viven los picus, son agujereadas.

Como si sobre ellas hubiera llovido una descarga de balas o una ráfaga inmisericorde de proyectiles, o metralla.

Pero eso no solo hacen en los adobes o en cualquier montículo de tierra, sino que lo cavan hasta en las piedras.

 


6. Beber

la sangre

 

Eso sobre todo en estas rocas esparcidas y rodadas como fantasmas en este sitio, que como ya dije llamamos pampa de “Las piedras agujereadas” por los picus.

Beber la sangre caliente y borbotante del picus es buena para curar la epilepsia, que son temblores involuntarios del cuerpo.

Se le da la sangre del picus asimismo al enfermo que sufre de espasmos, agitación y contracciones.

O bien de retorcimientos, palpitación o convulsiones, de lo cual poco a poco la persona se va curando.

Solo que beber la sangre del picus tiene que ser una acción que se ejecute en el momento en que se es atacado por el mal.

 


7. Tal y como es

la vida

 

Para ello se coge al pajarillo, se le acaricia un momento y se lo quiebra de un golpe seco, procediendo a abrirle con los dedos las entrañas a la altura del pecho; y se hace saltar su sangre directamente a la boca del enfermo.

Pero lo malo, o lo bueno, de este capricho de la naturaleza es que luego de cazado al picus no se lo puede llevar muy lejos, menos para utilizarlo como remedio.

Porque después de que se lo coge, no dura vivo más allá de unas cuantas horas, debido a que se muere de nostalgia, de pena o de tristeza.

Es necesario subir hasta estos parajes de “La Soledad” para curarse con el sacrificio de un pajarillo. ¡Y en al cáliz de otro cuerpo! Tal y como es a veces, o con frecuencia, el misterio de la vida.

 

Todas las fotos de:

Jaime Sánchez Lihón


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