En la
meseta alto andina de Santiago de Chuco hay una fauna que no sólo es rica,
variada y vistosa.
Y esto en
cuanto a su aspecto exterior, a su plumaje, a su canto y a sus atributos de
vuelo.
Sino
sorprendente en otros aspectos como son los del ser, del comportamiento, o de
lo que podríamos llamar simplemente anímicos.
O de
los sentimientos que cada especie asume o representa.
Así, en
la jalca o puna, salpicada de espejos de agua o de lagunas, habita el “curco”,
un ave de color negro, del tamaño de un pavo.
Tiene
una mancha blancuzca en la cara y camina encogido o inclinado hacia adelante,
como un anciano encorvado.
2. No
le importa
No huye
como otras aves si te le acercas. Más bien sientes que te mira con desdén y
hasta con desprecio. Si no lo ahuyentas el “curco” se ríe en tus narices:
– Ja,
ja, ja, ja. –Suelta la carcajada.
Y se
voltea de hombros, o de espaldas riéndose tal cual una persona que no le
importa lo que tú sientas o pienses o supongas.
Y
sientes que es un verdadero tuno, un insolente y descarado.
Este
personaje se ríe y se burla de todo:
– Ja,
ja, ja, ja. –Es su sonido.
Si te
acercas, o si ve que te alejas, su actitud es la misma:
– Ja,
ja, ja, ja.
3. Muere
de nostalgia
Pero lo
hace con sorna, con burla y sarcasmo, no solo en el sonido de su risotada sino
en los gestos de su cuerpo y en los pasos burlescos, pícaros y de palmaria
bellaquería.
De tal
modo que sin quererlo te molestas con el curco porque te toca el ego y el lado
personal.
Si
intentas matarlo y no puedes, es peor:
–Ja,
ja, ja, ja. –Se ríe en tu propia cara.
En eso
es envidiable el curco. Y constituye un ejemplo. No pierde el humor por nada
del mundo.
En
cambio, hay otra avecilla que se muere de nostalgia y de pena.
4. Cola
dorada
O, ¡no
sé qué!
Se los
conoce como “picus”. Y se las encuentra y hasta abundan en un lugar llamado “La
Soledad”, que pasamos para ir a “Huamanchal”.
Son las
chacras de mi tía Carmen, hermana de mi papá.
En donde
ella nos da una melga o un surco de papas para que nosotros mismos la
cosechemos con mi hermano Juvenal, porque chacras mis padres no tienen.
Allí
hay una meseta de vientos helados que la gente del lugar llama con el nombre de
“Las piedras agujereadas”.
Allí
vuelan rasantes los picus, de plumaje plomizo y cola amarilla dorada.
5. Cavan
las piedras
Avanzan
batiendo las alas de trecho en trecho, y luego dejan de batirlas, impulsándose
con su solo temblor, su cuerpo y sus latidos
Siempre
hacia adelante, como si subieran y bajaran en su vuelo impelidos solo por esa
fuerza interior.
El
picus, que en quechua se le conoce como acacllo, es un pájaro excavador, que
con el pico cava los adobes de las casas viejas y allí hace sus nidos.
De allí
que las paredes o muros de las casas abandonadas donde viven los picus, son
agujereadas.
Como si
sobre ellas hubiera llovido una descarga de balas o una ráfaga inmisericorde de
proyectiles, o metralla.
Pero
eso no solo hacen en los adobes o en cualquier montículo de tierra, sino que lo
cavan hasta en las piedras.
6. Beber
la sangre
Eso sobre
todo en estas rocas esparcidas y rodadas como fantasmas en este sitio, que como
ya dije llamamos pampa de “Las piedras agujereadas” por los picus.
Beber
la sangre caliente y borbotante del picus es buena para curar la epilepsia, que
son temblores involuntarios del cuerpo.
Se le
da la sangre del picus asimismo al enfermo que sufre de espasmos, agitación y
contracciones.
O bien
de retorcimientos, palpitación o convulsiones, de lo cual poco a poco la
persona se va curando.
Solo
que beber la sangre del picus tiene que ser una acción que se ejecute en el
momento en que se es atacado por el mal.
7. Tal y como es
la vida
Para
ello se coge al pajarillo, se le acaricia un momento y se lo quiebra de un
golpe seco, procediendo a abrirle con los dedos las entrañas a la altura del
pecho; y se hace saltar su sangre directamente a la boca del enfermo.
Pero lo
malo, o lo bueno, de este capricho de la naturaleza es que luego de cazado al
picus no se lo puede llevar muy lejos, menos para utilizarlo como remedio.
Porque
después de que se lo coge, no dura vivo más allá de unas cuantas horas, debido
a que se muere de nostalgia, de pena o de tristeza.
Es
necesario subir hasta estos parajes de “La Soledad” para curarse con el sacrificio
de un pajarillo. ¡Y en al cáliz de otro cuerpo! Tal y como es a veces, o con frecuencia,
el misterio de la vida.
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