viernes, 13 de diciembre de 2019

13 de diciembre. Acaba el Año Lectivo. El adiós a la escuela.


13 DE DICIEMBRE
ACABA EL AÑO LECTIVO

EL ADIÓS
A LA
ESCUELA


Danilo Sánchez Lihón




El corazón no suma
los meses a los meses:
el corazón rezuma
eternidad… ¡a veces!
Francisco Bendezú


1. Para siempre
en esta vida

Hoy es día de clausura del año escolar, y por ser nosotros promoción, hoy nos despedimos para siempre de la escuela. Terminamos la Educación Primaria y empezamos el año que viene la Educación Secundaria, pero lejos de aquí, en otros pueblos donde haya colegios.
Dejamos atrás ahora una etapa de nuestra vida, hecho que nos produce una inmensa pena; dando inicio a un nuevo período, diverso; asunto que nos produce curiosidad, expectativa y alegría.
Algunos viajaremos a Trujillo, o a Chimbote. Otros más lejos todavía, quizás a Lima. O tal vez la suerte nos lleve a lugares aún más distantes. Pero nadie sabe en verdad qué será de nuestros destinos.
Lo único cierto es que hoy nos despedimos. Este racimo cargado de frutos hoy será arrancado y se deshará, cada uno rodando dispersos por distintos rumbos y senderos.
Muchos de mis compañeros de aula, por ejemplo, se mudarán con toda su familia hacia lejanas ciudades solo para que ellos estudien. Y con quienes dejaremos de vernos para siempre en esta vida. Y en las otras vidas si es que existen, porque el azar confunde los caminos y enreda a partir de ahora nuestros pasos.


El día de la partida.
Profesor Arnulfo Enríquez. Yo en primera fila, sentado 
al centro, con la correa del morral cruzándome el pecho.

2. Es
mejor

Hoy, para mí y mis compañeros de promoción, concluye nuestra Educación Primaria. Y no sabemos si estar tristes o estar alegres. No sabemos si festejarlo o suspirar. No atinamos si abrazarnos o enternecernos para reír o para llorar. ¡O no sabemos qué!
Eso sí: nuestro corazón presiente un asomo de abismo, de brecha o caída que hay que saltar. Y que no nos deja hoy estar contentos. Hay algo que nubla y ataja el júbilo y regocijo que debiéramos tener.
Por ejemplo: con mis compañeros nos prometemos tantas cosas que es difícil que las vayamos a cumplir, como vernos y reunirnos de aquí a un año, ¡cuando todos vamos a partir! Otros pregonan que mejor nos veamos de aquí a cinco años. Y otros dicen que de aquí a diez. ¿No es absurdo?
¿Para qué prometernos esas cosas? ¡Eso ya es llorar! Toda esta incertidumbre ya es deambular y tantear a ciegas en la noche. Decir todo esto ya es una manera de estar tristes, gemir y sollozar.
A ratos somos tiernos y a ratos nos hacemos los duros, los recios, y asumimos la actitud de adultos. ¿Cómo ser hoy día? Pero, más aún: ¿mañana? Por eso es mejor no jurarnos nada. ¡Nadie sabe en la vida qué nos pasará!
Es mejor no prometernos nada. La vida es tan caprichosa y díscola. ¡Que hoy nos ahoga saber que unos se quedan, que no podrán estudiar, y saber que otros se van!

En la tribuna, al retorno, evocando los días de infancia

3. Qué
tumulto

Hoy, después de haber rendido los últimos exámenes, hemos asistido a escuchar el dictado de nuestras calificaciones. ¡Qué nervios irlas conociendo una por una y en público! Unas en relación al niño orgulloso, empinado y hasta ufano. Y otras en relación al niño humillado, y ¡apabullado por ellas!
¡Qué expectación la de nuestros rostros ilusos unos, y repentinamente otros arrojados a la fosa de repetir un año más! Y que pese a ser todo tan bello aquí, quedarse un año más recibirlo como una afrenta y una condena
¡Y demorarnos entonces otra vez en recorrer un peldaño en la escalera de la vida! Por eso, ¡qué tumulto el de nuestras palpitaciones al escucharlas! ¡Qué retumbar de nuestros pechos estremecidos!
Porque, ciertamente, hay compañeros que se han quedado de año. Y es a ellos a quienes finalmente nos abrazamos. Y con quienes nos consolamos compungidos pensando que son ellos los que han perdido, cuando son los incólumes, los seguros y firmes que todavía permanecerán aquí, y no deambularán a partir de mañana, o de ahora mismo, por otras calles y senderos de esta vida.
Y esto parece cierto. No lloran. Los que lloramos somos nosotros que nos vamos, porque a ellos les está permitido aplazar todavía un año más la amargura de la partida.

Bajo la campana que cada día nos convoca desde lejos

4. A los que han
triunfado

Pero eso solo es al inicio, que no han querido conmoverse. Porque de pronto de no querer reflejar ni un solo gesto hacia afuera, han temblado sus mejillas con los labios apretados.
Que es cuando los palmoteamos y abrazamos, cuando de un momento a otro se quiebran, se derrumban y estallan en leves quejidos.
¿Quizá porque hubieran querido vivir junto a nosotros el trago amargo de no saber qué salto o paso tomar a partir de este momento? ¡O, como cuando cruzamos un río, al ver desde el otro lado lo distinto!
O quizás, sin llorar aquí, luego, al salir por los caminos, llorar a gritos.
Porque cabe imaginar: ¿cómo se sentirán por dentro? ¿Cómo decirles a sus padres que han sido desaprobados? ¿Y cómo recibirán esta noticia sus demás seres queridos?
¡Son tan pequeños y ya el destino les asesta sus duros garrotes! Y prueba su hombría: ¡el fracaso de todo un año en sus vidas!
Pero, por ahora, sus lágrimas se mezclan con la de todos nosotros. Y eso nos salva, de alguna manera. Si no, ¡qué sería!
Pero también celebramos, alzándolos en alto a los que han triunfado y salido airosos.

Retorno nostálgico al patio de la escuela

5. Alzando
el rostro

Por eso ahora, en el patio, con el rostro apretado para no seguir llorando, escondidos nuestros ojos en el infinito, tras del cielo traslúcido como es el de diciembre, mirando más allá de las malvas de flores breves y luminosas sobre el muro, vamos a cantar y lo haremos con toda el alma.
Y así, con el agudo acento de nuestras voces entonamos a pecho abierto, en el patio lacerado, la canción de despedida, que dice:
Dulce y grato es el vivir
de esperanzas y alegrías
compartiendo simpatías
persiguiendo un porvenir.
Más ahora separarme
de este claustro no podré,
mil ensueños de venturas
con ternura en el alma llevaré.
Y repetimos las estrofas, y lo hacemos reteniendo nuestras lágrimas que colman las órbitas de nuestras pupilas.
Y alzando el rostro, porque si nos inclinamos un poco se colma la copa y pugna el llanto por desbordarse y rodar por nuestras mejillas temblorosas, diciendo hacia adentro: ¡Adiós escuela querida, adiós!

Parte exterior de la escuela, el Centro Viejo 271

6. El sol
radiante

¡Adiós campana, que nos convocaste al recreo! ¡Y a la fila para la formación previa al ingreso al salón de clases!
Adiós, salón sonoro y cristalino, lleno de gritos y de voces. Ya llegó la hora de partir.
¡Adiós paredes olorosas a tierra humedecida! ¡Adiós llamadas y silencios! ¡Adiós preguntas sin respuestas!
¡Adiós carpetas que en cada estría, borde y hendidura se queda el latido y el temblor de las yemas de nuestros dedos sensitivos, como de nuestras manos alucinadas!
Pero que también guardarán el azoro y el estupor de nuestros corazones que no dejan de sufrir y estar asombrados.
¡Adiós vuelos de aviones de hojas de papel que echamos a volar desde la ventana! ¡Arrojados desde el corredor de arriba al patio de abajo!
¡Adiós concursos de cometas entre secciones, en la Pampa de Chaychugo!
¡Adiós compañeros de clases! ¡Adiós escuela mía! ¡Adiós! ¡Ya me voy!

Camino a Chaychugo, a elevar nuestras cometas

7. Turbación
y gemido

¡Adiós desfiles escolares al redoble de los tambores! ¡Adiós cornetas de adelante, que hacen que alcemos más el paso y asentemos más fuerte el pie en la tierra!
¡Adiós banderas y estandartes que al mirarlos hicieron que nos prometamos jamás olvidarnos de nuestra casa y nuestra tierra!
¡Adiós olor a tierra vieja de los adobes descascarados! ¡Adiós patio y corredores alumbrados por el sol radiante, límpido e insigne de la serranía!
¡Es diciembre!, cuando el aire se torna límpido y translúcido; y tanto que deja mirar y descubrir el alma de las cosas.
Cuando rasgan el fondo de la tarde sones de voces ululantes, acompañadas de panderetas, flautines y tambores.
Y el rozar de zarcillos de las pastoras que entonan villancicos candorosos, ensayando sus melodías y compases para la Misa de Gallo de la Noche Buena.
¡Es diciembre!, mes con no sé qué de encanto, turbación y gemido.
Mes del regreso, pero igual del adiós y de las despedidas.

Fotos 1, 4, 5, 6 y 7
Jaime Sánchez Lihón



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