viernes, 27 de diciembre de 2019

27 de diciembre. El viaje de Vallejo de Trujillo a Lima. / Entonces, ¡mañana me voy!


27 DE DICIEMBRE, 1917
EL VIAJE DE VALLEJO
DE TRUJILLO A LIMA

ENTONCES,
¡MAÑANA
ME VOY!

Danilo Sánchez Lihón



Parque Vallejo, en la ciudad de Trujillo

1. ¡Y
para siempre!

Un día como hoy, el día 27 de diciembre del año 1917, el César Vallejo luego de un intento de suicidio que presenciaron la mayoría de sus amigos del Grupo Norte de Trujillo, se embarca en el vapor Ucayali y deja aquella ciudad del norte del Perú rumbo a Lima. Son las nueve de la mañana de un día claro, de cielo despejado, cuando el sol alumbra radiante, donde todo parece más nítido y luminoso: los cerros, las casas, los seres humanos y las cosas. Con el oleaje del mar que se agita haciendo grandes tumbos que golpean las barandas humedecidas y los pedruscos del malecón.
Ha decidido hacer este viaje definitivo apenas la noche de ayer, arrancándose de un lugar en el cual ha vivido intensamente, después de dispararse la bala que no detonó por quedar encasquetado en el tambor del revolver que empezara a usar desde el atentado que tuviera en que intentaron cortarle la cabellera que luce desde su llegada de Santiago de Chuco en el mes de abril, hace ya nueve meses. Ha sido al ocurrir el milagro de no detonar el arma que ha tenido una efusión tan intensa como si reconociese que ha vuelto a nacer, exclamando con toda euforia:
– Entonces, ¡mañana me voy! ¡Me voy! ¡Y, para siempre!

2. ¿Quién
es?

Por eso, amanece en el Puerto de Salaverry cercano a Trujillo; sin equipaje y apenas portando un block en donde están contenidos los poemas que después integrarán su libro Los heraldos negros, que dobla y pone en uno de sus bolsillos, permaneciendo cejijunto, hierático, el semblante grave y levemente arrebolado, poseído de un hondo dramatismo.
El vapor que está listo a partir es el Ucayali. Adquirido su boleto en la vieja Capitanía espera junto a dos amigos que se han dado cita para despedirlo: Juan Espejo y Néstor Espinoza, ambos del Grupo Norte. Se abraza a ellos, baja la escalinata y salta dentro de la lancha que lo lleva al barco fondeado a la distancia.
Va sentado entre otros pasajeros que son los últimos en abordar la nave, las manos unidas una con otra. Mira grave y entristecido a sus amigos de pie en el muelle y recortados hacia los cerros dorados por la luz de la mañana nacarada.
¿Quién es este ser en su intimidad, para tomas estas decisiones tajantes, abruptas, radicales y aparentemente arbitrarias, pero en el fondo absolutamente trascendentes?

Puerto de Salaverry, en Trujillo

3. Ser
providencial

El motivo aparente de su partida es el frustrado suicidio causado por una glácil y encantadora muchacha de apenas quince años cuyo nombre es Zoila Rosa Cuadra, su enamorada, a quien él llama Mirtho, y con quien desde el mes de septiembre lleva una relación amarga, conflictiva y tormentosa:
Aquella noche de setiembre, fuiste
tan buena para mí… hasta dolerme!
Yo no sé lo demás, Y para eso
no debiste ser buena, no debiste.
Aquella noche sollozaste al verme
hermético y tirano, enfermo y triste.
Yo no sé lo demás… y para eso,
yo no sé por qué fui triste… tan triste!
Pero en verdad, Mirtho es el detonante en un ambiente que para él resulta ya congestionado, estrecho y hasta infecto. Y el sentido de este viaje es romper lazos, amarras y grilletes que lo atan a un estado de cosas agotado, por ser él un ser libre, sin concesiones ni convencionalismos y quien aspira al infinito. A quien nada aprisiona en la búsqueda de su destino como ser providencial que es.

4. Bala
que no detonó

La hostilidad en contra suya ha llegado a su límite. Trujillo se ha tornado en un cascarón y costra inconada que en algún momento había que romper. El ambiente se ha exacerbado de tal modo que cada semana en los periódicos aparecen dos o tres artículos furibundos que lo atacan, así como otros en igual y superior número que lo defienden apasionadamente.
Desde el “Mentidero público” como lo denominan e identifican al estudio jurídico del abogado Ignacio Meave Seminario, profesor de la Facultad de Derecho de la Universidad de Trujillo, en donde se reúne el grupo tradicional o de la guardia vieja, salen fabricados los denuestos, ofensas y dicterios en contra suya y que últimamente rayan en el insulto y el escarnio personal.
Esta mañana del 27 de diciembre Néstor Alegría en un gesto de adhesión, cariño entrañable y afecto filial, ha desatado de su puño el reloj que porta y le obsequiar su padre que lo pone en la muñeca de César Vallejo diciéndole:
– Tómalo, puede servirte en Lima.
Él no usaba reloj, siendo este que lo tiene ahora en su brazo y no se lo quita en el trayecto del viaje, al que se refiere en el poema que pone por título Unidad, asociando este trance a la bala que no detonó en su sien: 


Capulí depositando una ofrenda a Vallejo en el mar

5. Manzana
de revólver

En esta noche mi reloj jadea
junto a la sien oscurecida, como
manzana de revólver que voltea
bajo el gatillo sin hallar el plomo.
La luna blanca, inmóvil, lagrimea,
y es un ojo que apunta... Y siento cómo
se acuña el gran Misterio en una idea
hostil y ovoidea, en un bermejo plomo.
Ah, mano que limita, que amenaza
tras de todas las puertas, y que alienta
en todos los relojes, cede y pasa!
Sobre la araña gris de tu armazón,
otra gran Mano hecha de luz sustenta
un plomo en forma azul de corazón.
Es jueves hoy día 27 de diciembre de 1917 cuando César Vallejo viaja en el vapor Ucayali del puerto de Salaverry hacia el Callao en el vapor Ucayali, barco caletero que entra a cargar y descargar pasajeros y mercadería a cada puerto extendido a lo largo de la costa norte en el trayecto de Trujillo a Lima. En este trance escribe el poema Dios, que dicen así:

6. Dios
mío

Siento a Dios que camina
tan en mí, con la tarde y con el mar.
Con él nos vamos juntos. Anochece.
Con él anochecemos, Orfandad...
Pero yo siento a Dios. Y hasta parece
que él me dicta no sé qué buen color.
Como un hospitalario, es bueno y triste;
mustia un dulce desdén de enamorado:
debe dolerle mucho el corazón.
Oh, Dios mío, recién a ti me llego
hoy que amo tanto en esta tarde; hoy
que en la falsa balanza de unos senos,
mido y lloro una frágil Creación.
Y tú, cuál llorarás..., tú, enamorado
de tanto enorme seno girador...
Yo te consagro Dios, porque amas tanto;
porque jamás sonríes; porque siempre
debe dolerte mucho el corazón.



Calle Pescadería en el centro de Lima

7. Encienden
las farolas

Tiene este poema el bamboleo de las olas, al aire marino y salobre que se respira desde la borda de un navío. Poema de viaje, de trayecto y expedición. Donde Dios camina, busca y toma posada; siendo el destino el que vibra, se halla, se pierde y se estremece.
Donde Dios es peregrino dentro de él, mientras él navega, se abre, se extiende, cree y tiene fe, porque no es un dios estatua, inmóvil, y puesto en un trono o en un pedestal. Que camine significa que padece, que tiene azar, aventura y que le acontecen hechos. Y que su destino, como ahora el de él, es incierto.
Decir: siento a Dios que camina tan en mí, es abrirse como un mundo, como tierra, espacio o playa, anchurosa e inconmensurable. Llano y horizontal como el mar. Poema de barco porque en él se pasa las horas contemplando, primero la tarde y después el anochecer, en un viaje de cuatro días sobre las olas.
Donde se reencuentra el amor, cuando se expresa: recién a ti me llego hoy que amo tanto en esta tarde. Donde Dios se ofrece como un enamorado no correspondido, amor roto como el que él acaba de dejar en Trujillo.
En este viaje recién arriba al puerto del Callao el día domingo 30 de diciembre a las 6 de la tarde, cuando en el puerto recién se encienden las farolas de quinqué.

8. Hecho
a golpes

Ya en Lima se hospeda en el hotel Colón, en la calle Pescadería, a una cuadra de la Plaza de Armas. Al anochecer deambula solo, entra, trata de poner en orden sus emociones y pensamientos. Se pregunta: ¿Qué hago aquí? ¿Quién soy? ¿A qué he venido? El Año Nuevo lo pasa atroz, dando suspiros, recorriendo las calles, deteniéndose a ver el espectáculo de un año que acaba y otro que empieza en las plazas de la ciudad. Se arrebuja, levanta las solapas de único saco, tirita y siente frío.
Pero, ¿cuál es el significado este viaje en la vida y obra de uno de los espíritus más grandiosos de la humanidad? Un impulso ciego hacia adelante. Tiene el signo de romper límites. Significa ruptura como lo son los viajes posteriores a París, Madrid, Moscú. Tienen el signo de lo abrupto, violento y de ser grandes fracturas del alma, y hachazos en el árbol, tronco o leño del destino. Como si él se hubiera hecho a golpes.
Es un romper moldes, esquemas, ataduras. Un camino hacia lo ineluctable. A hacerse el ser universal que finalmente es, hecho de despedidas, de adioses y renuncias, para lo cual no se detiene ni se arredra, ni se acobarda, avanzando incauto y sin equipaje.

Capulí en el Muelle Dársena, en el Callao 

9. La silla
vacía

Significa vida en búsqueda suprema, constante y tenaz; donde él siempre está naciendo hacia otro mundo. Crisis de crecimiento, donde él es leal a su destino, el mismo que es doloroso pero que no escabulle, del cual no se esconde ni se amilana.
Dos valores se suman a esta búsqueda obstinada. Uno es la valentía, el coraje casi en el grado de la temeridad, muestra de que es un ser ígneo e incandescente, fuerte y vigoroso; “buen cholo”, como decimos en mi tierra y su tierra Santiago de Chuco, que arde sin sucumbir.
Y el otro signo es la libertad, la misma que luego puso de manifiesto en “Trilce”, y en los “Poemas humanos” y en “España, aparta de mí este cáliz”, para ser el genio0 que es y escribir la poesía sin parangón universal, soberano, pleno e integérrimo. Donde no vuelve la mirada hacia atrás. Viajes que son votos sacramentales, saltos cualitativos, grandes impulsos del alma, camino hacia la universalidad que la abrió de par en par para todos nosotros.
Cuenta Juan Espejo Azturrizaga que el vacío que dejó en Trujillo César Vallejo fue inmenso, tanto que nunca en sus reuniones dejaron de poner una silla vacía la misma que miraban lagrimeantes como reclamando la presencia del hermano ausente. 



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