27 DE DICIEMBRE
AHORA QUE YA PASÓ
LA NAVIDAD
LOS NIÑOS
COMO PADRES
DEL UNIVERSO
Danilo Sánchez Lihón
1. Muchos
niños
Uno de los
pasajes más conmovedores de la obra de José Mauro de Vasconcelos “Mi planta de
naranja lima”, es cuando Zezé pone sus zapatos en la ventana de la casa donde
viven, en la Noche Buena, para ver si le toca en suerte algún regalo, pese a la
protesta de Totoca, quien trata de explicarle las razones para que no lo haga,
pero terco como es él insiste en poner sus zapatos.
Cuando va a
ver al otro día, como era de suponerse no hay nada. Y él sin darse cuenta que
su padre está detrás de él dice: “¡Qué desgracia tener un padre pobre!”
Las hermanas
lo maldicen, y él siente que ha sido cruel, que ha herido y lastimado
profundamente a su padre, a quien quiere. Y, anhelando reparar su falta, coge
su caja de lustrar zapatos con la intención de ganarse unas monedas y comprarle
un presente a su padre, pero nadie se lustra los zapatos en Navidad.
Consigue
como sea una cajetilla de cigarrillos y la trae. Llega con ella. Ve cómo ofrecérsela
a quien le diera la vida, a quien encuentra solo en su casa. Lo abraza y la
entrega. Su padre hace el esfuerzo para no quebrarse y Zezé se desmaya. Así,
hay muchos niños como él que no han recibido juguetes ni regalos en la Navidad.
2. Cada
día
Yo fui uno
de ellos. No los recibí. Pero fue por otras razones, distintas a las que sufre
Zezé. Fue porque mi padre era maestro de escuela y la atención que dedicó a sus
hijos era tan esmerada hasta el punto de consagrarse totalmente a nuestra
crianza y formación. Fue por esta última razón que nunca nos compró un regalo ni
para la Navidad ni para cualquier otra ocasión, queriendo dejarnos con ello un
mensaje. También porque teníamos juguetes que él nos hacía durante todo el año,
como otras cuya hechura compartíamos junto con sus alumnos de la escuela con
quienes elaboraba juguetes en el curso de Trabajo Manual.
Tanto me ha
marcado este hecho que ahora mido la realización de mi padre en el campo de la
educación en relación a este asunto sencillo, que lo valoro y sopeso en su real
dimensión. Tema que resulta clave, porque constituye un enfrentamiento con la
actual tendencia que domina al mundo, cuál es la mecanización de los juegos de
los niños. Oponerse a ello supone resistir a la avalancha del consumismo voraz,
que arrastra y que ciega; y que, para desafiarlo, como él lo hizo, se requiere
de mucho aplomo, coraje e ingenio.
Empero, este
hecho de cuando yo era niño, de no tener un juguete en la Navidad, y más aquellos
que estaban de moda, digo que no me causaba "mayor" mella, porque era
muy evidente para mí reconocer la dedicación que ponían mis padres en aspectos
que a esa edad reconocía como fundamentales, aspectos en los cuales juntos,
padre y madre, nos hicieron entender a sus hijos que el verdadero regalo era el
cariño, la dedicación y el desvelo que ellos tenían respecto a nosotros cada
día y cada hora del año. Y en cada instante de nuestras vidas.
3. Hechos
así
Sin embargo,
quiero aquí confesar que me costó mucho no lucir uno de esos juguetes en el
amanecer del día 25, y en los días subsiguientes ante los demás niños del
vecindario que sí los tenían.
Por eso he
dicho que no me causó "mayor" estrago ni frustración, pese a nuestra
tremenda armadura para ofrecer resistencia ante el embate de la carencia y
desolación que ello causaba. Porque era fuerte la sensación en ese momento de
no tener nada qué lucir.
Pese a ese
escudo protector que teníamos, de no considerarnos niños desatendidos sino al
contrario, sentía de todos modos el golpe demoledor de no tener juguetes nuevos
ese día, lo cual era estar expuestos y sentirse desvalidos y vulnerables ante
los demás niños.
Por eso
pienso: y ¿cómo será el desamparo de aquellos niños que no tienen ni juguetes
ni padres dedicados, cariñosos y pendientes que los fortalezcan ante esa
situación como yo sí los tenía?
Porque ante
hechos así, entre los niños, cabe suponer: ¿cómo se sentirán los que no
recibieron nada? Y, mucho peor, ante los que sí relucen regalos fascinantes.
Y regalo
fascinante resulta cualquier cachivache ante un niño que se siente
desfavorecido.
4. Al otro
día
Y, ¿cómo
mirarán a los otros que lo ostentan y se ufanan? Y que con sutileza hacen
escarnio de quien no tiene, ni ha sido favorecido. Este trance no será fácil de
vivir y superar.
El niño que
no cuenta con este privilegio se preguntará: ¿Y a mí por qué no me tocó? ¿Cuál
es la situación de mis padres? ¿Cómo son ellos? ¿Me quieren o no? ¿A qué condición
yo pertenezco?
¿Por qué tengo
que ser la oveja negra siempre excluida? ¿Por qué me tocó una suerte así?
Maldecirán, se desaprobarán a sí mismos, y condenarán a los demás.
Desde una
situación así, como antecedente, ¿qué cabe esperar entonces de aquellos
socialmente excluidos? Acaso, ¿qué contribuyan a edificar en algo este orden de
cosas establecido?
Situaciones
parecidas y peores aún ocurren en la realidad. En niños que no tienen ni
siquiera padres que les puedan alcanzar una palabra reconfortante o de
consuelo.
Ocurre así
con aquellos que ni siquiera ya ponen su zapato en la ventana, porque no
quieren volver a repetir la experiencia de la desilusión de al otro día no
encontrar absolutamente nada. Y, siendo de este modo, la caída en seco al vacío
es pavorosa y atroz.
5. el
mío
Que tendrá
sus consecuencias después en los años futuros, cuando tratemos de explicarnos:
¿por qué tanto lastre e inercia? ¡Y tanto fracaso! ¡Y tanta barbarie! ¿Por qué
tanta pugna, reyerta y atrocidad?
Ocurre así,
de cierto, porque los días como este, el de la Navidad y posteriores a ella
estuvieron frente a frente los niños que se confrontaban. Unos divirtiéndose
con su juguete espléndido, –el que más atrae es el juguete caro– y el otro niño
que sólo miraba jugar. Y en su alma dolida hacía mil conjeturas y proyectaba
mil revanchas por tomar.
Pero,
incluso, entre los favorecidos, las disputas son frecuentes e inevitables:
– El mío es
de rayos láser y a control remoto.
– El mío es
importado. Me lo ha enviado mi mamá desde los Estados Unidos.
El cotejo es
inevitable. Las estadísticas de niveles de poder adquisitivo nos indican que de
cien: habrá 1 niño ufano; 4 podrían estar contentos. A 25 se los verá
conturbados, porque algo no encaja en el rompecabezas que urde esta
realidad. Pero, 40 estarán irremediablemente entristecidos. Y 30
completamente quebrados e insalvablemente afligidos, en quienes la pobreza
crítica hará mirar con horror estas fiestas aparentemente enternecedoras.
6. Por
eso
En síntesis,
los niños amargados hasta la atrocidad sumarán el 70%, sin contar los
descontentos, que son el 25%, con lo cual la suma es del 95% de contusos y
contritos.
Como de
muertos y heridos de una batalla inútil, absurda e infausta. Y de una guerra para
todos previamente perdida. Y en donde el resultado moralmente es de tierra
arrasada
Ahora bien.
Cuando esos niños sean adultos, ¿qué ocurrirá? Son bombas de tiempo. Es lógico
suponer que jurarán vengarse de este sistema de oprobio. Y no del mejor modo.
No constructivamente. Habrá muchas maneras de aprovecharse sin que aparenten
ser delinquir.
Y hasta
traspasar esos límites si les es posible, con tal de resarcir algo del agravio
recibido y de su infancia lastimada y cobrarse la revancha, aunque sea a
ciegas, con pistolas en mano o cuchillos, en que se convierte el juguete que de
niños no tuvieron nunca.
O peor aún,
serán la hez purulenta de la delincuencia clandestina y subterránea. Aquella de
cuello y corbata, que asienta sus reales en los poderes públicos: en el
Congreso de la República, en los gobiernos regionales, en los juzgados y en los
municipios, las comisarías.
¡Y miren que
no son tan pocos los desfavorecidos! Por eso, seamos sensatos. ¡No es una
proporción desdeñable!
7. Un mundo
compartido
Seamos
juiciosos y atinados: a los hijos que mimamos y que tanta obsesión y chochera
nos producen, cuidémosles por lo menos las espaldas para que nadie vaya detrás
a atentar contra sus vidas con un arma desenvainada.
Por eso, el
verdadero padre no es el que asegura a sus hijos haciéndolos sujetos de
privilegios, encapsulados en un individualismo malsano, sino que verdaderos
padres son los que se hacen responsables de la sociedad en que viven, y del
universo en que moran. Y que actúan desde el tiempo y espacio que les ha tocado
vivir, en su conjunto.
¿Cuál es la
solución? ¿Qué hacer? Ante el consumismo contraponer educación, que es lo que
anotábamos al principio. Porque el consumismo agosta, quema y mutila nuestra
integridad de hombres. Nos hace seres recortados, unilaterales y parciales. Y
nos ciega y anula ante nuestras responsabilidades sociales.
Y pensar
socialmente. En celebraciones como estas reflexionar en el destino del hombre
como conjunto y en el universo como horizonte en donde quepan y se cumplan
sueños comunes y esperanzas que nos unan en un mundo compartido.
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