miércoles, 4 de diciembre de 2019

4 de diciembre. Día de la Odontología. El dentista de mi aldea.


DÍA DE LA ODONTOLOGÍA

EL DENTISTA
DE
MI ALDEA

Danilo Sánchez Lihón


Peñas de Tauca, en Santiago de Chuco

1. Sus pasos
por el camino

Había en los alrededores de mi aldea un gamonal de horca y cuchillo, quien cada año cosechaba miles de costales de papa en sus inmensos terrenos de Calipuy.
Y quien hizo el viaje desde sus chacras al pueblo de Santiago de Chuco, dolorido y quejándose del dolor de muela.
Montado en su mula baya por los caminos ora llanos, ora pedregosos bramaba a gritos que felizmente nadie oía, salvo las peñas y los abrojos.
Se le había hinchado la cara al punto de estar enrojecida y templada como un tambor.
Sintiendo la punzada que le entraba como un barreno que le taladraba la cabeza, la mente y sobre todo el alma.
Y que lo traía a ratos loco y a ratos doblado sobre la cabalgadura.
A ratos llorando afligido, sin que atine ni siquiera a guiar las riendas del animal que las traía sueltas, o gritando a más no poder por lo que la acémila apuraba sus pasos por el camino, que felizmente ya conocía.


Montado en su mula baya

2. Quíteme
la vida

Llegó al pueblo al amanecer del día domingo y fue directo a la casa del dentista que tenía gracias a Dios mi pueblo querido.
El dolor lo alocaba y apenas pudo mantenerse en pie, tambaleante, antes de entrar y sentarse en el sillón dental.
Con la piel curtida por el frío de la jalca, las manos callosas y las botas y polainas llenas de barro, temblaba.
Y le rogó al doctor, hablando solo por un costado de la boca:
– Primero quíteme doctor este dolor que me está matando. Y, si no puede, quíteme de una vez la vida.
– Vamos a ver, qué podemos hacer. –Dijo el médico.
– Y si no puede, lo haré yo mismo delante de usted. –Hizo la advertencia.
Y sacó un sucio y gastado revolver, maloliente de tanto haberlo usado disparando a cuanto blanco se le ofrecía a la vista.


Plaza de Calipuy

3. Lucía
radiante

Tiritando dejó el arma junto al vaso de agua para enjuagarse, que se tambaleó al ser involuntariamente arrimado por su mano.
Pero pudo también decir antes de abrir la boca para que el doctor lo examinara:
– ¡Eso sí, doctor! Cuidado de hacerme doler más. Ya que estando el revolver aquí no vaya a ser que por los nervios le dispare. –Y movió el lugar del revólver, en señal de que lo dicho no era broma.
El doctor Arquímedes delicadamente aplicó anestesia, y le auscultó delicadamente la muela antes que el paciente se quede profundamente dormido. En ese estado pudo bajarle la inflamación, curó la pieza dañada y lo dejó dormir sobre el sillón todo el tiempo que fuera.
Cuando despertó el dolor había desaparecido, la hinchazón mermado, la inflamación bajado y el ánimo le volvió al cuerpo. El paciente lucía radiante. Agradeció al doctor y partió esta vez galopando en su mula baya, olvidándose de averiguar la cuenta y cuánto debía.


El pueblo de Santiago de Chuco

4. ¡No va
a caber!

A los siete días por la tarde el frente de la casa de don Arquímedes, médico odontólogo graduado en la Universidad Nacional de Trujillo, se fue llenando la calle de una recua numerosa de pollinos que cargaban sobre sus lomos sacos repletos de frescas papas producidas en las tierras de Calipuy.
– ¡Qué ocurre! ¡Qué es esto! –Salió a protestar su señora de la casa–. ¡Qué ocurre! ¿Por qué tanto pollino delante de mi casa?
– Es un donativo, señora, que envía mi patrón, don Gregorio, el hacendado de Calipuy, para el doctor, por haberlo curado la muela.
La señora se asustó de ver casi toda la cuadra llena de pollinos cargando cada uno un costal abultado de papas.
– ¿Es para mi esposo? –Se alegró–. Y, ¿toda esta papa es para dejarla aquí?
– Sí señora. Y tenemos que descargarla de los costales. Usted me indicará dónde.
– Tendrá que ser en el terrado. Pero, ¿tanta? ¡No va a caber!


Se fue llenando la calle

5. ¡Para
qué!

Ciertamente, no habían descargado ni siquiera la tercera parte y ya no cabía en todo el largo y el ancho del terrado.
Papas que ni bien intentaban introducirlas rodaban por la escalera de tanto que ya no cabían.
– Por favor, ya no más. ¿Qué voy hacer con tanta papa?
– Papa, niña. Papa buena, que es fresca, suave y sabrosa. ¡Y la mejor del mundo!
– Bueno, pero ya acaben, por favor.
– Todavía hay algo más, señora.
– ¿Qué?
– Un toro. Lo envía don Gregorio de regalo al doctor, ¡un toro!
– ¿Ah? ¿Qué?
– Lo hemos dejado en las afueras con varias vacas, porque es bravo. Pero terminando con las papas lo vamos a traer. Tendrá que abrirnos la puerta del corral, señora, para meterlo. Y es toro bravo, el más bravo de los potreros.
– ¿Toro? Y, encima, ¿bravo? ¡Para qué!


Afueras del pueblo

6. No se vaya
a escapar

– ¡Toro, niña! Seguro mi patrón habrá querido regalarle para representar, ¡eso he venido pensando por el camino!, el dolor tan inmenso que ha sentido con el dolor de muela, ¡que ni la cornada del más bravo toro se le compara!
– ¡No! ¡El toro no, no pueden dejarlo! No está mi esposo para que él decida. Pero no, el toro no.
– Acéptelo nomás niña. Es gratitud y buena voluntad. Y eso nunca se desprecia. Es el homenaje que mi patrón le hace al doctor, ¡por el buen médico que es!
– Y qué hago con ese toro.
– Que lo toreen en la fiesta del Apóstol que ya está cerca. Don Gregorio lo está enviando por lo bravo que es, cual grande ha sido el dolor que ha sentido y que el doctor felizmente ha sabido sanar. ¡Va a ser un honor para el doctor ofrecerlo para la fiesta de julio! Eso sí, ¡Que no se vaya a escapar y matar a las personas que encuentre a su paso!
Y ciertamente, es un toro negro y corpulento como los hay solo en Calipuy. Y así fue: la fiesta estaba cerca y fue el toro más bravo de toda la corrida de aquel año.


Corrida de toros en la fiesta de julio

7. Nos abre
el Paraíso

La gente, sabiendo cómo había llegado, desde el primer momento que salió al ruedo le puso nombre de:
– Dolor de muela.
Y se portó como tal: ¡como dolor de muela! Feroz revolcó a los toreros y encima saltó sobre la barrera y regresó a su querencia, habiendo quedado en la memoria de la gente y en los anales de la historia.
Don Arquímedes y su familia todo el año comieron papas, que la recomendaba en sus recetas.
– Coma algo suave, decía después de una curación. Y si necesita papita, aquí la tiene. Y a todos tendía una bolsa con la mejor papa de Calipuy que, si eso no hacía, ¡cómo entrar entonces para acomodar el terrado y sacar los otros productos que ahí habían quedado arrinconados!
Por eso se dice que el dolor de muela nos abre las puertas del Infierno, representado en el toro; pero también nos abre el Paraíso, como en este caso es la papa de Calipuy.




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