DÍA DE LA ODONTOLOGÍA
EL DENTISTA
DE
MI ALDEA
Danilo Sánchez Lihón
Plaza de Calipuy
1. Sus pasos
por el camino
Había en los
alrededores de mi aldea un gamonal de horca y cuchillo, quien cada año
cosechaba miles de costales de papa en sus inmensos terrenos de Calipuy.
Y quien hizo el viaje
desde sus chacras al pueblo de Santiago de Chuco, dolorido y quejándose del
dolor de muela.
Montado en su mula
baya por los caminos ora llanos, ora pedregosos bramaba a gritos que felizmente
nadie oía, salvo las peñas y los abrojos.
Se le había hinchado
la cara al punto de estar enrojecida y templada como un tambor.
Sintiendo la punzada
que le entraba como un barreno que le taladraba la cabeza, la mente y sobre
todo el alma.
Y que lo traía a ratos
loco y a ratos doblado sobre la cabalgadura.
A ratos llorando afligido,
sin que atine ni siquiera a guiar las riendas del animal que las traía sueltas,
o gritando a más no poder por lo que la acémila apuraba sus pasos por el camino,
que felizmente ya conocía.
2. Quíteme
la vida
Llegó al pueblo al
amanecer del día domingo y fue directo a la casa del dentista que tenía gracias
a Dios mi pueblo querido.
El dolor lo alocaba y
apenas pudo mantenerse en pie, tambaleante, antes de entrar y sentarse en el
sillón dental.
Con la piel curtida
por el frío de la jalca, las manos callosas y las botas y polainas llenas de
barro, temblaba.
Y le rogó al doctor,
hablando solo por un costado de la boca:
– Primero quíteme
doctor este dolor que me está matando. Y, si no puede, quíteme de una vez la
vida.
– Vamos a ver, qué
podemos hacer. –Dijo el médico.
– Y si no puede, lo
haré yo mismo delante de usted. –Hizo la advertencia.
Y sacó un sucio y
gastado revolver, maloliente de tanto haberlo usado disparando a cuanto blanco
se le ofrecía a la vista.
3. Lucía
radiante
Tiritando dejó el arma
junto al vaso de agua para enjuagarse, que se tambaleó al ser involuntariamente
arrimado por su mano.
Pero pudo también
decir antes de abrir la boca para que el doctor lo examinara:
– ¡Eso sí, doctor! Cuidado
de hacerme doler más. Ya que estando el revolver aquí no vaya a ser que por los
nervios le dispare. –Y movió el lugar del revólver, en señal de que lo dicho no
era broma.
El doctor Arquímedes
delicadamente aplicó anestesia, y le auscultó delicadamente la muela antes que
el paciente se quede profundamente dormido. En ese estado pudo bajarle la
inflamación, curó la pieza dañada y lo dejó dormir sobre el sillón todo el
tiempo que fuera.
Cuando despertó el
dolor había desaparecido, la hinchazón mermado, la inflamación bajado y el
ánimo le volvió al cuerpo. El paciente lucía radiante.
Agradeció al doctor y partió esta vez galopando en su mula baya, olvidándose de
averiguar la cuenta y cuánto debía.
4. ¡No va
a caber!
A los siete días por
la tarde el frente de la casa de don Arquímedes, médico odontólogo graduado en
la Universidad Nacional de Trujillo, se fue llenando la calle de una recua
numerosa de pollinos que cargaban sobre sus lomos sacos repletos de frescas
papas producidas en las tierras de Calipuy.
– ¡Qué ocurre! ¡Qué es
esto! –Salió a protestar su señora de la casa–. ¡Qué ocurre! ¿Por qué tanto
pollino delante de mi casa?
– Es un donativo,
señora, que envía mi patrón, don Gregorio, el hacendado de Calipuy, para el
doctor, por haberlo curado la muela.
La señora se asustó de
ver casi toda la cuadra llena de pollinos cargando cada uno un costal abultado
de papas.
– ¿Es para mi esposo? –Se
alegró–. Y, ¿toda esta papa es para dejarla aquí?
– Sí señora. Y tenemos
que descargarla de los costales. Usted me indicará dónde.
– Tendrá que ser en el
terrado. Pero, ¿tanta? ¡No va a caber!
5. ¡Para
qué!
Ciertamente, no habían
descargado ni siquiera la tercera parte y ya no cabía en todo el largo y el
ancho del terrado.
Papas que ni bien intentaban
introducirlas rodaban por la escalera de tanto que ya no cabían.
– Por favor, ya no
más. ¿Qué voy hacer con tanta papa?
– Papa, niña. Papa buena,
que es fresca, suave y sabrosa. ¡Y la mejor del mundo!
– Bueno, pero ya
acaben, por favor.
– Todavía hay algo
más, señora.
– ¿Qué?
– Un toro. Lo envía
don Gregorio de regalo al doctor, ¡un toro!
– ¿Ah? ¿Qué?
– Lo hemos dejado en
las afueras con varias vacas, porque es bravo. Pero terminando con las papas lo
vamos a traer. Tendrá que abrirnos la puerta del corral, señora, para meterlo.
Y es toro bravo, el más bravo de los potreros.
– ¿Toro? Y, encima,
¿bravo? ¡Para qué!
6. No se vaya
a escapar
– ¡Toro, niña! Seguro
mi patrón habrá querido regalarle para representar, ¡eso he venido pensando por
el camino!, el dolor tan inmenso que ha sentido con el dolor de muela, ¡que ni la
cornada del más bravo toro se le compara!
– ¡No! ¡El toro no, no
pueden dejarlo! No está mi esposo para que él decida. Pero no, el toro no.
– Acéptelo nomás niña.
Es gratitud y buena voluntad. Y eso nunca se desprecia. Es el homenaje que mi
patrón le hace al doctor, ¡por el buen médico que es!
– Y qué hago con ese
toro.
– Que lo toreen en la
fiesta del Apóstol que ya está cerca. Don Gregorio lo está enviando por lo
bravo que es, cual grande ha sido el dolor que ha sentido y que el doctor
felizmente ha sabido sanar. ¡Va a ser un honor para el doctor ofrecerlo para la
fiesta de julio! Eso sí, ¡Que no se vaya a escapar y matar a las personas que
encuentre a su paso!
Y ciertamente, es un
toro negro y corpulento como los hay solo en Calipuy. Y así fue: la fiesta
estaba cerca y fue el toro más bravo de toda la corrida de aquel año.
7. Nos abre
el Paraíso
La gente, sabiendo
cómo había llegado, desde el primer momento que salió al ruedo le puso nombre
de:
– Dolor de muela.
Y se portó como tal: ¡como
dolor de muela! Feroz revolcó a los toreros y encima saltó sobre la barrera y
regresó a su querencia, habiendo quedado en la memoria de la gente y en los
anales de la historia.
Don Arquímedes y su
familia todo el año comieron papas, que la recomendaba en sus recetas.
– Coma algo suave,
decía después de una curación. Y si necesita papita, aquí la tiene. Y a todos
tendía una bolsa con la mejor papa de Calipuy que, si eso no hacía, ¡cómo
entrar entonces para acomodar el terrado y sacar los otros productos que ahí
habían quedado arrinconados!
Por eso se dice que el
dolor de muela nos abre las puertas del Infierno, representado en el toro; pero
también nos abre el Paraíso, como en este caso es la papa de Calipuy.
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