lunes, 2 de diciembre de 2019

2 de diciembre. Hoy José María Arguedas ingresa a la inmortalidad. Luz y fuego en el alma.


2 DE DICIEMBRE
HOY JOSÉ MARÍA ARGUEDAS
INGRESA A LA INMORTALIDAD

LUZ
Y FUEGO
EN EL ALMA


Danilo Sánchez Lihón



José María Arguedas


Amado ser,
amado estar.
César Vallejo



 1. El calor
de este fuego

En el "¿Último diario?", que integra la obra El zorro de arriba y el zorro de abajo, José María Arguedas escribe:
Aquel balazo se dio. Encendió aquella chispa, para lo cual también se necesita coraje y extraordinario valor, disparándose en su oficina de la Universidad Nacional Agraria.
Se disparó no uno sino dos balazos en la sien, el 28 de noviembre del año 1969, muriendo 4 días después, el 2 de diciembre de ese año funesto. Nos dejaba, incluso en ese acto, un mensaje irredento; con el telón de fondo de la tragedia y la epopeya que es el Perú.
Desde entonces la luz, el pulso y calor de ese fuego, arderá eternamente en toda conciencia y sentimiento que se relacione a nuestra sociedad.
Desde entonces, ¡será siempre Arguedas una bala suspendida en el aire! Y punto clave de reflexión en relación a nuestra realidad, a la cultura y a nuestro destino como personas y como colectividad.



2. Brasa
ardiendo

Porque nos confesó también que todos los latidos de su corazón y cada pálpito de su vida eran de amor, de devoción y de consagración al Perú como una realidad y como entelequia.
 “La única chispa que puedo encender.”
Frase dicha en ese trance, con el cañón de un revolver apuntándole la sien, no por mano ajena sino por su propia mano, y que es el estado en que se alcanza mayor conciencia, y que es cuando más presente está lo que llamo utopía moral.
Y explicaré por qué:
Porque este hecho, aparentemente de destrucción de sí mismo, es un acto de desafío, para dejar una brasa ardiendo en nuestra mente, en nuestras manos y en nuestro corazón.
Es un motivo de crisis lacerante y de cuestionamiento inconsolable respecto a la única chispa que podemos encender, en este caso refiriéndose a la bala que lo apuntaba y finalmente detonó; y que acaso: ¿lo cegaría o encendería para siempre?

Río caudaloso y profundo

3. El grado
de heroicidad

Por todo eso, llamo utopía moral a esa conversión de los males y dolencias de que padecemos y atravesamos prácticamente desde que naciéramos. A tornarla en luz, o por lo menos en brasa o carbón ardiendo en nuestro pecho.
Tornada o convertida esa bala, a partir de aquel momento inquietante en que se dispara, en pregunta urgente e inacabable acerca de nuestro ser y del destino de nuestro pueblo.
“La única chispa que puedo encender.”
Bala y frase dicha asediado y presionado por el mundo en su máxima potencia que se subleva dentro de sí mismo.
Dicha por el transido e inmenso José María Arguedas; esa humana fortaleza comparable a Sacsayhuamán. Ese río más profundo que todos los ríos profundos y abismales del planeta. Esa flor translúcida de pisonay.
Es algo estremecedor y pendiente de resolver, como una espada en el aire. Esa bala suspendida ahora en el aire de nuestras conciencias detonó. Bala que nos da un mensaje que quiero interpretar como el grado de heroicidad que tenemos que poner siempre para vivir en el Perú.

Árbol de pisonay

4. Guardar
silencio

Es un reto y desafío esa frase: es conminación a la literatura, al arte y a la vida; sabiendo que esa bala se incrustó no solo en su cerebro sino en el ser de todos aquellos a quienes desvela el Perú. Frase delante o detrás de una bala que fue certera y puso en vilo y hasta ahora nos pone en suspenso y nos interpela, dicha en ese trance -por un hombre que reveló una realidad intensa y sublevante.
Quien nos dio a conocer el Perú profundo, indígena y milenario que permaneció oculto por siglos de olvido y oprobio; mundo y cultura que están pendientes aún de ser redimidos. Y esa bala segó la vida también del más reverente de los investigadores del destino del Perú, y uno de los seres más prístinos en el anhelo de que aquí se instaure una sociedad nueva y mejor.
Bala que ahora se encuentra incrustada en nuestros propios vasos sanguíneos, con los sueños de una humanidad más justa, lúcida y solidaria. Sociedad que es la que nos corresponde construir, no solo para el Perú, sino para el mundo entero, ahora y siempre.
“... si el balazo se da y acierta. Estoy seguro que es ya la única chispa que puedo encender...”.
Son pues palabras límites. Ante esas palabras es imprescindible e ineludible primero guardar silencio, reflexionar reverentemente, luego tomar posición y actuar.

Eligió ser indio

5. Su adhesión
a los desposeídos

Por eso, llamo utopía moral a una dimensión realmente ineludible. Cuál es la adhesión a los desposeídos del mundo. Y de formar causa común junto con ellos
En el caso de Arguedas, a su compromiso con quienes él consideró siempre suyos: los indios. Y, con él, parte de nosotros mismos para siempre: los desheredados, los expoliados y vencidos, y para nuestro orgullo legatarios de una cultura sublime.
Con quienes, como lo dice en la dedicatoria que hace de su libro de cuentos, “Agua”: a los comuneros y lacayos de la hacienda Viseca:
“con quienes temblé de frío en los regadíos nocturnos y bailes en carnavales, borracho de alegría, al compás de la tinya y de la flauta”.
O, como se identifica y lo suscribe en el poema: “A nuestro padre creador Túpac Amaru”, dedicado a doña Cayetana;
“...mi madre india, que me protegió con sus lágrimas y su ternura, cuando yo era un niño huérfano alojado en una casa hostil y ajena”.

Vieja madre andina

6. Un nuevo
Mariátegui

Por eso, llamo utopía moral a ese amor límite, el amor del mundo andino, dolido, sufrido, lacerado.
Donde lo importante es el sentido y la adhesión humana en la defensa de una cultura límpida, conmovedora y señera.
Llamo así al anhelo de justicia para con los seres maltratados del mundo, que permanecen esperando el día que vendrá.
Y que en función de ellos profesamos una fe, adherimos a una causa de defensa de todo lo lastimado que hay que reparar.
En razón de todo eso nos adherimos a una un pensamiento que pone como primer asunto la justicia social, y en razón de ello asumimos una militancia y una fe.
Utopía moral que es el desvelo por nuestro porvenir y la aspiración puesta en el cambio y en la transformación social.
Utopía moral que es la emoción, el pensamiento y expectativa en el surgimiento de un nuevo Mariátegui entre la juventud, que es como decir: un visionario, un organizador y un hombre luz.

El amauta José Carlos Mariátegui

7. Aquí, ahora
y para siempre

Utopía moral que no descarta sino más bien valora el modelo validado de sociedad que nos ofrece el incario, de valor eterno. Donde se alcanzaron a plasmar relaciones de solidaridad, fraternidad y bienestar para la población, que constituyeron política de estado en aquella época.
Utopía moral que toma en cuenta el origen del cual provenimos y al torrente sanguíneo de que estamos hechos y que lo llevamos incrustado en el cuerpo, tanto como en el alma, esbozando un futuro distinto para nuestro pueblo.
Utopía moral es lo que José María Arguedas logra a partir de la conflagración de mundos en pugna, de lo cual su vida es síntesis, nudo y cruce de caminos, como lo es también César Vallejo, ese otro “divorsium acuarium”.
Ambos, junto con José Carlos Mariátegui, encuentro y escisión de las aguas que corren hacia adelante como de las que van hacia atrás, a fin de rescatar lo mejor que tenemos, como elementos que nos iluminen.
Y que avanzan hacia el futuro, que es la sociedad de justicia y solidaridad que es nuestra responsabilidad reconstruir aquí, ahora y para siempre.


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