8 DE DICIEMBRE
¡YA
SE VIVE LA NAVIDAD!
¡EL SHAYAPE
EN NUESTRAS
VIDAS!
Danilo
Sánchez Lihón
El shayape
1. Y
lloran
– ¡Lleven sus sombreros, que el sol está
fuerte! ¡Amárrense bien los pasadores de los zapatos si van a subir por las
peñas! ¡Cuiden a sus hermanitos pequeños!
– ¿Y en qué van
a traer el shayape? ¿Ya llevan rebozos, mantas, alforjas?
– ¡Tengan
cuidado al trepar! ¡No se arriesguen por los precipicios! ¡Agárrense bien de
las rocas! ¡No se asomen a mirar si es hondo el abismo!
Así nos
advierten nuestros padres y mayores antes de que emprendamos la travesía.
¡Vamos a traer shayape para hacer los nacimientos para celebrar la Navidad!
Somos una
tropilla de chiquillos, algunos ya estirando los hombros queriendo ser
adolescentes. Unos más grandes que otros.
Pero hay también
quienes apenas pueden caminar, que son nuestros hermanos pequeños que queremos
dejarlos en casa, pero nos siguen y lloran por ir con nosotros.
¡Y cargamos con
ellos en nuestros hombros!
2. Ya vienen
los aguaceros
Y así salimos la
tropilla hecha de hermanos y hermanas, primos y primas. Y algunos niños vecinos
del barrio, en dirección a las cuevas de Huacapongo.
Llegando al
canto del pueblo bajamos corriendo el sendero empinado que lleva al río,
cortando camino entre chacras en barbecho, hierbas crecidas y cercos de espinas.
Y lajas por
donde nos resbalamos dando tumbos, para luego ponernos de pie y doblar veloces
cada curva agitando algún atuendo que llevamos en las manos.
Y después
saltando sobre las piedras cruzamos las aguas verdes azuladas de la corriente cristalina
que en este tiempo carga el cauce del río Patarata, dejando que nuestras manos
sientan su ímpetu, hundiéndolas en sus chorreras.
– ¡Oye, mira que
el río ya está crecido!
– Tenemos que
cargar a los chiquitos.
– ¡Es que ya
está lloviendo en la jalca! ¡Ya vienen los aguaceros con rayos y truenos!
– ¡Un poco más y
nos deja pasar esta corriente!
3. Es
hálito
¡Pero he aquí,
lo que hay que considerar para conocer el shayape! Es una penca breve de hojas
lanceoladas, que ha aminorado al máximo su tamaño dando lugar a que se eleve un
tallo esbelto desde su centro en donde se traban sus hojas que son tiernas. Es
una planta pequeña a la medida de nuestras manos y de nuestro abrazo.
Es idéntica a
las pencas altas y ariscas de las cercas, pero el hecho de que se hayan hecho mínimas,
dóciles y compasivas, ¡nos conmueve tanto que por eso que hacemos con ellas los
nacimientos! ¡Es lo que más nos enternece! Sin dejar de tener todas sus
espinas, como también es la vida para nosotros.
Pero lo más
grato es que en lo alto del tallo del shayape se erige una flor insólita que
expande una iridiscencia de cálices de un violeta intenso, de donde se abren
diminutas campánulas fucsias y blancas.
Es con estas
pencas diminutas que hacemos los nacimientos del Niño Dios en un rincón de
nuestras casas, devotas y ungidas. Es por eso, para nosotros, una planta
sagrada, animada por el hálito de lo que es puro e inocente, como es el Niño
Dios, a quien en verdad ella se debe y se consagra. ¡Y que crece en las rocas
más empinadas!
4. Y su flor,
¡viva!
Se erige en los riscos más inhiestos. Gusta de
los abismos y precipicios, como si se compadeciera por ser ellos tan crueles
consigo mismos. En ese corte a cuchillo en vertical y en esas caídas a plomada
ponen su gota de fervor se engarza en la aridez y el silencio en que la roca
está sumida y allí permanecen solo por consolar a la piedra cada planta con una
flor.
Y siendo así
hacen que sus flores sean bellas, tenues y candorosas, como si quisieran
alegrarles el ceño fruncido a los barrancos. Uniendo al alma rijosa de los
peñascos y a la hondura de los despeñaderos, el ser ameno, sencillo y núbil que
ellas tienen; poniendo un brote de gracia y encanto en las entrañas de lo
aciago y terrible, aliviano la adustez de sus talantes.
¡Y claro que lo
logran!, porque desde entonces las piedras enhiestas, tupidas de shayape lucen
ornadas de hojas y flores, como si tuvieran bucles, moños y trenzas; u ostentan
rizos, encajes y pompones. Por eso es una planta de devoción para adorar al
Niño Dios, quien supo hacer de la ofensa y del mal hasta una senda de bien y de
salvación. De allí que, durante estos días de diciembre, pasen por las calles
pollinos y hasta caballos y mulos encrespados hasta desaparecer bajo los
manojos de estas plantas con su flor carmesí, estallante y solidaria.
5. El anteaño
pasado
– ¿A cómo vende
la carga de shayape? –Le preguntan al arriero.
– A un sol
nomás, mamita.
Son tantos
bultos que emergen desde el fondo de las calles, que parecen un bosquecillo de árboles
que caminan. O una alineación de piedras florecidas que avanzan rozando bajo
los aleros de los techos.
O como carros
alegóricos ingresando peregrinos por sobre el empedrado o de tierra apisonada
de que están hechas las calzadas. Como si los breñales quisieran habitar en
nuestras casas y vivir con nosotros, en familia.
¡Pero son atados
de shayapes que los burros parsimoniosos cargan y que se vende solo con el mero
pasar delante de las puertas, en los primeros días del mes de diciembre!
– ¿A un sol me
dices?
– Sí, a un sol
nomás, mamita. ¿Para qué más? Igualito que el año pasado. Y que el anteaño
pasado también.
– Y, ¿por qué
tan caro, pue?
– ¡Ay, mamita! ¡Un
sol! ¿Caro te parece?
6. Y traemos
guijarros
– ¡Cómo no va a
ser! ¡Ya que el shayape no lo siembras, ni lo riegas, ni lo aporcas; ni siquiera
lo deshierbas! ¡Solito crece para gracia del Niño Dios!
– ¿Y los
pollinos qué comen? Y yo, mamita, ¿cómo alivio mi hambre y mi sed?
– ¡A ver, bájame
una carga! ¡Te voy a para el sol! Y quiero que me aceptes una canga con su mate
de cedrón.
– ¡Gracias,
mamita! Y mire cómo está el shayape, ¡verdecito! Y su flor, ¡viva y radiante
como si fuera una luz o una estrella titilante! Y es que esta mañana, de
madrugada, recién lo he recogido.
– ¡Será por
nuestro Dios bendito!
Pero nosotros
preferimos ir al campo a traerlo, porque además recogemos de paso el musgo
húmedo donde poner sobre un vidrio una laguna de patos.
¡Y juntamos los trompitos de eucalipto para
empedrar los caminos del nacimiento por donde galope la caravana de camellos en
que van montados los Reyes Magos! ¡Y entresacamos helechos de algún arroyo,
para adornar un manantial donde croen las ranas y los becerros se acerquen a
beber agua!
7. La inmensidad
cabe
¡Y traemos
guijarros que semejan esmeraldas, zafiros y amatistas con qué adornamos la
entrada del pesebre! Y traemos arena blanca pulida que jugamos a escurrirla
entre los dedos, antes de darle brillo y hacer con ella estrellas
fosforescentes.
Pero, cómo es, ¿no?
Las estrellas, que son de aire y fuego, las hacemos con nuestras manos de
tierra y agua, porque la arena que hemos recogido ha estado en el fondo del río
para luego extenderse en sus orillas. ¡Y hemos traído ramas de alcanfor para
sahumar la casa!
Por eso ahora
que hemos vuelto estamos alegres y felices con las cargas de shayape que hemos
dejado en el corredor bajo el alero.
Y nos
preguntamos, ¿qué sentirán ahora estas flores de estar en una casa amena y
cantarina cuando antes han estado colgadas sobre los hondos precipicios?
¿Qué pensarán
cuando aquí hay luz y voces de niños, mientras antes han estado frente al vacío
y, por las noches, frente a la oscuridad lóbrega y tenebrosa?
¡Y es eso la
Navidad, sentir que la inmensidad, que es el universo y el cosmos, caben en una
casa! ¡Y al pie de la cuna de un recién nacido!, como es el Niño Dios, que
adoramos ungidos, fervorosos e inocentes.
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