14 DE ENERO
CREACIÓN DE LA RESERVA
ASHÁNINKA
EL ORIGEN
DE LAS FRUTAS
Y ALIMENTOS
LEYENDA AMAZÓNICA
Danilo
Sánchez Lihón
Mujer asháninka
1. Sobre todo
sus ojos
Al principio de los tiempos la gente comía
la tierra que de a poquitos la escogía de las orillas de los arroyos, de las lagunas
y los ríos.
Aderezaba ese légamo con los primeros y
rústicos condimentos y especies que se iba escogiendo y separando las distintas
especies de hierbas que crecen entre las piedras, probando a utilizarlas sin
que hicieran daño ni se muriera la gente. De todo eso el hombre iba haciendo su
comida.
Después aprendió a saborear las hojas de
las plantas y los árboles. Y hasta aprendió a descascarar las cortezas y
probarlas como alimento. Porque los árboles aún no daban frutos sino solo follaje
y ramas haciendo más intrincado, tupido e impenetrable el bosque.
Hasta cierto día en que una madre juntó
tres piedras e hizo el primer fogón en el suelo para cocer las hierbas que en
ese tiempo se comían. Y esto mismo enseñó a hacer a su única hija de larga
cabellera, de airoso torso y de rostro muy agraciado, sobre todo de ojos oblicuos
de ninfa y sirena.
2. Agua
del río
Con el pasar de los días vio que su primogénita
todo el tiempo permanecía sentada en aquel sitio de la cocina cerca al fogón sin
despegarse del suelo.
Hiciera lo que hiciera, hablara lo que
hablara, pensara lo que pensara y soñara lo que soñara, no se movía de ahí.
Estar así hizo que la madre se preguntara:
– ¿Por qué mi hija de este sitio no sale y
ni siquiera se mueve?
Y volvía a preguntarse a sí misma:
Todo el tiempo está aquí sentada, y hasta
aquí mismo se queda dormida.
La madre se puso a observar minuciosamente
cada detalle. Pero nada exterior aparentaba ni justificaba que ella aquí se
quede y permanezca todo el tiempo.
Hasta que, sin saber dar explicación a esta
inquietud la madre manda a su hija con engaños a traer agua del río.
3. Una
puerta
La orden que le da es que llene de agua tres
barriles que hay afuera de la puerta de la casa.
Pero, para eso le da una vasija agujereada,
a fin de que el agua por allí se derrame.
Y de ese modo se demore en llenar los recipientes
dándole a ella tiempo de ver y examinar qué hay o qué sale del sitio donde ella
se sienta.
– Anda al río con esta vasija y llena estos
tres barriles hasta el borde. ¡Anda! ¡Anda! –La impele a ir.
Entonces cierra la puerta de la casa y barre
el sitio, pero no encuentra nada. Entonces, con una barreta y una lampa empieza
a cavar en el lugar donde su hija se sienta.
Llega a cierta profundidad y allí descubre
que hay un hueco que da hacia otro mundo.
Descubre que es una puerta para comunicarse
con un lugar mucho más bello, pródigo y fecundo. Un reino espléndido,
maravilloso y extrañamente iluminado.
4. Husmea
inquieta
Se trata de un paraíso escondido, con
huertos bañados por un inmenso río y árboles como no los hay en este mundo.
Regresa y se queda esperando para ver quién
sale o aparece por este orificio.
En eso ve que se desliza una enorme culebra
que empieza a oliscar buscando algo hasta llegar al hueco que da a la cocina de
su casa.
La madre disimula como puede. Además,
porque su hija ya termina de llenar los tres barriles de agua y va a entrar a
ocupar su sitio de siempre.
Pronto vendrá a sentarse otra vez y a no
moverse en el lugar que la madre acaba de descubrir que es una puerta hacia el
subsuelo lleno de encanto y prodigio.
Y rápidamente piensa qué hacer ante lo que
acaba de descubrir.
Y sin vacilar vacía la olla de agua
hirviendo que hay a la mano en el fogón, y que da justo en la cara de la
culebra que husmea inquieta esperando a su compañera de siempre.
5. Fuera
de sí
La culebra desaparece emitiendo silbidos
horrendos.
Al instante se presenta la hija quién le
reprocha a su madre por su crueldad, diciéndole:
– ¿Qué has hecho con mi marido que grita de
dolor? ¿Cómo has actuado de ese modo, mala madre?
– ¿Cómo? ¿A quién llamas marido? ¿A una
culebra?
– Sí. Lo es. Y de él ya estoy embarazada. Y
voy a tener un hijo.
La madre se horroriza. Monta en cólera, y
le incrimina:
– Jamás reconoceré que ese hijo tuyo sea mi
nieto.
– ¡Tendrás que hacerlo, puesto que ya es un
hecho!
– ¡Nunca! ¡Lo juro por mi vida!
Y cogiendo una leña del fogón que allí ardía,
grita fuera de sí:
– Antes, ¡quemaré entonces esta casa!
Y así lo hace.
Habitat de los asháninkas
6. Quiero
verte
La casa arde y el fuego restalla hasta
extinguirse la última caña brava de que está hecha, acabando con el último
vestigio que allí había.
Y la madre desamarrando su canoa huye
espantada río abajo.
La hija ya cansada se duerme cerca a los
rescoldos de la casa incendiada.
Esa noche en el sueño de la muchacha aparece
su marido diciéndole:
– He venido a despedirme, ya nunca volverás
a verme.
– ¿Por qué? Acaso, ¿vas a abandonar a tu
hijo que tiene que nacer?
– Es imposible juntarnos. Ahora hay una
muralla de fuego entre tu mundo y mi mundo.
– Entonces, ¿qué será de mí, sin ti, sin mi
madre y sin casa dónde vivir?
– Tú no te muevas de este sitio. Vuelve a
levantar tu casa. ¡Porque aquí todo lo vas a tener!
– Pero, ¿dónde estás? ¡Yo quiero verte!
Familia asháninka
7. Toda hambre
fue saciada
– No puedes. Es imposible. Pero aquí en ese
sitio va a nacer un árbol. Ese árbol es nuestro hijo y yo me convertiré en sus
raíces. Es el árbol de las frutas y de la comida. Coge cada rama y plántalo en
el suelo y verás que nacen plátanos, que son los dedos, las manos y los pies de
nuestro hijo.
Nacerán mangos, papayas y melones, que son
la cara, la frente y el mentón de nuestro hijo. Nacerán yucas, camotes,
frejoles que son los brazos, las piernas y los dientes de nuestro hijo.
Nacerán pijuayos, ciruelas, ungurahuis como
son los ojos, la nariz y la boca de nuestro hijo. De cada cogollo brotarán
zanahorias, zapallos y lechugas, que son el corazón, el hígado y los riñones de
nuestro hijo. Y así, planta todo lo que nazca de este árbol porque todo dará
frutos buenos que son alimentos que se extenderán por todos los confines.
Y así fue. De ese árbol también se
desprendieron las plantas medicinales que curan nuestras heridas. Las aves y
los animales nacieron también de ese árbol a partir del cual ya nuestros
antepasados y gentiles no comieron greda ni limo, ni légamo de los arroyos,
lagunas y ríos. Y así toda hambre fue saciada sobre la faz de la tierra.
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