martes, 18 de febrero de 2020

18 de febrero. Las palabras que fundaron un imperio. La moral del Perú eterno.


18 DE FEBRERO
LAS PALABRAS QUE FUNDARON UN IMPERIO

LA MORAL
DEL PERÚ
ETERNO

Danilo Sánchez Lihón 



- Hijos míos, ha llegado la hora

1. Sereno
y dichoso

Wiracocha, creador de todas las cosas, hizo el universo donde reinaba la dicha, florecían las plantas y verdecían los bosques.
Susurraba el agua en los arroyos y correteaban alegres y jubilosos los animales por el campo.
También la tierra era habitaba por el hombre, pero aún de manera silvestre.
Un día Inti, el sol le habló así a su padre Wiracocha:
– Padre y señor mío, creador de todo lo creado y por crearse. Corazón bienhechor y magnánimo. Éste tu hijo te suplica que no es bueno que los seres humanos deambulen en la tierra montaraces, cual fieras abandonadas.
– Dime, ¿cuál es tu intención y tu deseo, hijo?
– Permite que dos de mis hijos, en realidad lo mejor de tu progenie, vayan hasta ellos y eduquen aquellos destinos humanos en quienes alumbra la luz de la inteligencia.

Huiracocha, el hacedor de todo lo creado

2. Ha llegado
la hora

Wiracocha escuchó sereno y dichoso la voz de su hijo y así se expresó:
– Inti, el más amado de mis hijos, desde hoy te llamarás "el generoso e incomparable". Tus razones conmueven profundamente mi corazón. No en vano eres mi predilecto y el más brillante de los seres que he creado.
– Gracias, padre; tus palabras me comprometen aún más a ser cada día mejor.
– ¡Inti! Se cumplirán tus deseos. Que enrumben pues tus hijos a la tierra desolada para adoctrinar a los hombres en el bien, en el trabajo y en la sublime belleza.
Fue entonces el Sol hasta la isla sagrada que flota al centro del lago Titicaca, donde moraban purificados sus dos radiantes hijos, Manco Cápac y Mama Ocllo.
Envuelto en llamaradas de luz, rayos y arcoíris, y tomándolos suavemente de las manos, les habló de este modo:
– Hijos míos: ha llegado la hora que emprendan la misión para la cual están destinados.


Inti, el sol, el más amado de sus hijos

3. Ser amables
y diligentes

– Dinos, padre amado, lo que debemos hacer y estaremos listos a emprender la misión que tú nos señales. –Respondieron ambos.
– Irán y reunirán a los hombres dispersos y desorganizados. Despertarán su conciencia adormilada. Les enseñarán a tener autoestima y a vivir en comunidades. Y a ser útiles y dichosos en el trabajo. Y a admirar y emular todo lo que hay en el mundo de bueno y hermoso.
Manco Cápac y Mama Ocllo fueron y enseñaron a los seres a realizar todas las labores útiles para la vida y su sustento: a trasquilar animales y escarmenar su fibra. A hilar, tejer lana de vicuña, alpaca y algodón.
A confeccionar sus vestidos para sus hijos y demás miembros de la familia. A orientar a los muchachos a fortalecer su carácter. A ser amables, tiernos y diligentes.
También les indicaron cómo debían hacer para aumentar los rebaños, y pastorearlos en el campo y llevarlos a los abrevaderos de agua límpida. A cómo adornar con flores y cintas de colores las cabezas de llamas, guanacos y allcos.

Manco Cápac y Mama Ocllo enseñaron a los seres humanos

4. Forjaron
la grandeza

Ellos mismos, Manco Cápac y Mama Ocllo, hijos del sol, sembraron una chacra de maíz, otra de papa, otra de quinua y cañihua. Y cuyas semillas repartieron entre la gente para que las cultiven.
Pero, sobre todo, enseñaron el valor de las palabras las mismas que debían estar dotadas de verdad, de sabiduría y de belleza.
Porque son las palabras en donde se funda la construcción de todos los bienes materiales y, sobre todo, la felicidad entre todos los hombres.
Aquellas son las palabras que forjaron la grandeza del Imperio Incaico, en donde no hubo un solo hombre que se quedara un día de hambre, ni una sola criatura desprotegida, ni una sola persona que durmiera en la calle o se sintiera abandonada.
Ni tampoco hubo una sola mujer que tuviera que vender su cuerpo para sostenerse en la vida.
Esas palabras fueron: Ama sua, ser honrado. Ama llulla, ser veraces. Y Ama quella, ser laboriosos.

Ellos mismos sembraron una chacra

5. Ama sua,
ser honestos

Ama sua, que es respetar lo que es del otro. Y lo que es un bien colectivo. Donde si algo no te está asignado y no te pertenece no lo coges para ti; no es tuyo.
Respétalo, así sea que lo hayas encontrado en un espacio público, no por eso puedes cogerlo porque está bajo el cuidado de otra persona.
Si ha caído en tus manos, entrégalo donde pueda y deba encontrarlo aquel que lo ha perdido o extraviado momentáneamente.
Porque, si no has ganado algo con tu esfuerzo, otro sí lo hizo. Y eso lo ha consagrado como pertenencia de él, para compartirlo bajo su control con otros seres queridos.
Así, no coger ni una aguja ni un botón que no sea tuyo. Y si algo encuentras trata de devolverlo y la vida te premiará con su candor y su ternura.
Ser honrados, seres que cumplen con lo que prometen. Que no engañan a nadie, y que aman de a verdad. Si cumples este precepto te corresponde lo más grandioso, cual es: poder abrazar a otra persona y sentirte de verdad hermano.

Nos enseñaron a ser laboriosos

6. Ama llulla,
ser veraces

Ama llulla, que es ser hombres veraces y auténticos, sin encarnar mentiras. Es no fascinarse por algo que no es nuestro objetivo en la vida.
Es tener una razón de ser y un destino a cumplir, sin hacer daño jamás a nadie sino forjando el bien colectivo.
Porque cuando uno miente nubla el cielo y cuando dice la verdad lo aclara y lo despeja.
Cuando uno miente siembra una sombra en el alma, mancha el aire de la ventana que da a su corazón.
Cuando uno miente crea una nube negra que oscurece su cielo y este se torna turbio, oscuro y cerrado. Cuando uno dice la verdad mientras más difícil esta sea, crea un día radiante.
Nuestra cultura pone la inocencia, el candor y la transparencia por delante, como uso y costumbre; que canta en el rocío de las flores, en los arroyos cristalinos del campo y en las nieves eternas, que son transparentes.
Por eso hemos de ser hombres que dicen y actúan con la verdad siempre. 
Nos enseñaron a actuar con la verdad siempre
y a vivir en comunidad

7. Ama quella,
ser laboriosos

Ama quella, que precisa que, si nuestras manos son puras, honradas y defienden la verdad, son fuertes y seguras. Y entones pueden trabajar límpidamente.
Que si nuestra mente es clara, luminosa y matinal nuestras manos lo serán, y que al mismo tiempo la verdad de nuestras manos se trasmitirá hacia nuestra mente.
Que nuestras manos son tus manos para construir juntos el bien colectivo. Que son laboriosas, diáfanas y arriesgadas.
Que cogen la tierra, los duros terrones, las rocas abruptas para erigir una casa verdadera, primorosa y promisoria.
Que cuidan las aguas de los ríos cristalinos, las lagunas y los mares, sin contaminarlas preservando el aire puro que respiramos.
Que construyen los andenes nuevos donde brotan mil variedades de flores para hacer la dicha humana sobre la faz de la tierra.
Y que entonces podrán escribir sin engaños, porque son fervorosas, hechas para donar, consolar y acariciar.
Ama sua, ser honrados; Ama llulla, ser verdaderos; 
Ama quella, ser laboriosos.

Epílogo, con
tinyas y pífanos

Y esta es la moral del Perú eterno. Estos preceptos hicieron la grandeza del Tahuantinsuyo.
En base a estas palabras se fundó la ciudad del Cusco en donde se construyeron grandes espacios públicos, acueductos y fuentes.
Donde una población laboriosa se sentía feliz de constituir una extensa y rica nación.
Donde la sabiduría de sus leyes hizo la prosperidad moral y material de sus habitantes.
Donde la clave de su grandeza fue estos preceptos morales: Ama sua, ser honrados; Ama llulla, ser verdaderos; Ama quella, ser laboriosos.
Por todo eso somos luz; somos Quispe. Porque Quispe es luz. Somos Huaman, de vuelo alto y sostenido.
¿Qué clase de luz? Somos luz del ama, la luz humana, luz protectora, tierna y cálida. Luz que hermana lo que es legítimo en la tierra.
Sobre esas bases y con estas palabras, dichas en días de fiesta en las plazas y en los caminos, con tinyas y pífanos, se forjó el gran Imperio de los Incas.






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