miércoles, 5 de febrero de 2020

5 de febrero. Días de ensayo de la orquesta. Una multitud extasiada en la puerta.


5 DE FEBRERO

DÍAS DE ENSAYO DE LA ORQUESTA

UNA MULTITUD
EXTASIADA
EN LA PUERTA
  
Danilo Sánchez Lihón



Música en el cielo de Santiago de Chuco

Se ven gentes admirando
de las mieses el color;
y es sublime y admirable
contemplar la creación.
Canción


1. Lo hermoso
de la vida

Hoy a partir de las siete de la noche han empezado a llegar a nuestra casa los integrantes de la Orquesta Magisterial de Cuerdas Ollantay, que dirige mi padre. Mirando desde el corredor hacia el patio la noche es clara y límpida, y cubierta de estrellas en el firmamento morado y tachonado de brillantes estrellas.
La puerta a la calle está abierta de par en par, y a un costado de la sala está armada la batería que es una tarola en su trípode, el bombo donde se sostiene atornillada una varilla con el platillo que atruena en la fuga y remate en las marineras. Y prendido al aro del bombo un timbal que suena con la baqueta como una campana sorda.
Al llegar a la puerta los maestros músicos se detienen, saludan atentamente e ingresan con la mirada de puquial, ¡transparente!, y con el gozo que reboza y que se refleja en sus rostros.
Seguro porque pronto se llenarán de acordes, de melodías y compases que les dejan el alma extasiada, haciéndola hincarse con la emoción por lo hermoso que produce la vida cuando se la convierte en música y canciones que llegan al alma.

Mi casa de infancia donde ensayaba la orquesta

2. Hasta
las estrellas

Después de dar la mano ingenuos y azorados se sientan abrazados a algo que han traído debajo de sus ponchos abrillantados por la llovizna, como si trajesen aprisionada una golondrina, un picaflor, o un canario pleno de maravilla.
Luego de saludar y atender algún comentario dejan al descubierto la guitarra o la mandolina, como si mostrasen la esencia de lo que son y de la emoción que traen en el alma.
Y al punto se dedican en un breve barullo de sonidos a afinar sus instrumentos y a seguir uno que otro compás.
Porque la primera pieza con que de veras la orquesta arranca a tocar es siempre un ritmo de pasodoble. Para lo cual mi padre alza el brazo, lo tiene detenido un momento en el aire, como esperando que todos se pongan en la posición de “Listos” para empezar una carrera.
Mientras mira a cada uno de los músicos y ve que todos están prestos. Y baja enérgico y de perfil la mano como si fuera a cortar con su filo un haz de bejucos haciendo surgir la música que se eleva, se expande e inunda la sala, la casa, la calle y sube hasta el espacio sideral:

La música resonaba en los cerros del contorno

3. Lágrimas
de amor

Las mismas estrellas que titilan afuera y se miran desde el corredor del patio son las que ahora brillan y fulguran más con el desgranarse de los compases que surgen de la boca de los instrumentos con acordes y compases que hace vibrar la tierra y remueven las entrañas:
Llena el rocío matinal
de lindas perlas el jardín
brillando están en el rosal,
en los claveles y el jazmín.
Al oírlo desde adentro de la casa nos apuramos en ayudar a mamá a dejar bien arreglada la cocina, pues ya hemos invitado a mi abuela y a mis tías a escuchar el ensayo de la orquesta desde la habitación contigua a la sala donde se tomará el café, mientras continuamos excitados con el pasodoble que continúa en sus estrofas que dicen:
Millares hay en cada flor
y en todas ellas tiritando están
son gotas de agua tan cristalinas
como si fueran lágrimas de amor.
Es la polca peruana del compositor bajopontino Melitón Carrasco Limas, también autor de la polca “Pedacito de ilusión”, y que la orquesta de mi padre la ha tomado como emblema y blasón.

Mi padre: el primero de la izquierda con guitarra

4. Nos colma
 la alegría

Detrás de la puerta interior de la sala ya están sentadas en las sillas de paja y envueltas en sus pañolones las mamás y las tías mayores junto a la abuela Sofía, pegadas unas con otras significando gusto, contento y arrobamiento.
Los chiquillos hemos tomado posesión del escalón que sube al segundo piso en donde nos abrigamos con nuestros ponchos y los rebozos de las mujercitas, ilusionados viendo cómo la sala de la casa se va llenando de gente que mira en silencio desde un costado, admirada de que haya seres que pueden extraer de las cuerdas tales portentos, mientras la música resuena:
Como brillan las gotas del rocío,
cómo llega hasta mi alma su fervor;
esas gotas son como lágrimas de amor,
que nos llegan hasta el corazón.
En la cocina ya está hirviendo el agua y se ha preparado bizcochos de chancay con mantequilla, y rosquitas de anís. Y para nosotros en vez de café la rica y olorosa yerbaluisa, panisara o toronjil. Y en paneras que están en la mesa hay “tajadas”, bizcochos, roscas grandes y pequeñas, y pasteles.
Sentimos que nos colma la alegría por la dicha de estar juntos y paladear la felicidad de la música que se desprende o emerge del alma.

Parte de la orquesta magisterial de cuerdas

5. Las voces
de los cantantes

Así, mientras el ensayo avanza la gente que pasa por la calle se va quedando admirada frente a la puerta, como si perder lo que se escucha fuera arrancarse un pedazo de vida.
Al principio miran y oyendo de pie en la vereda, sean adultos emponchados o niños encogidos por el frío debajo de sus leves atuendos, poco a poco se van arrimando hacia el vano de la puerta donde está el umbral.
Cuando pueden levantan el pie y lo traspasan entrando a la casa. Y luego, disimuladamente dan un paso hacia el interior de la sala y otro paso más hacia adentro.  Y luego, empujón tras leve empujón van ganando un espacio en el amplio ruedo para quedar acurrucada ya bajo la bóveda atravesada de vigas que se han torcido. Y ya hay una multitud colmando la sala.
Los de adelante se sientan en el suelo. Los de atrás se apretujan, enderezándose hacia lo alto. Y en silencio y con los rostros arrobados encuentran así en los arpegios que desprenden mandolinas, guitarras y violines, y las voces de los cantantes, el camino de sus propios destinos:

Danilo Sánchez Gamboa, mi padre

6. Cielo

serrano

La orquesta, ya afiatada, como si todos se hubieran puesto de acuerdo con la mente, con el espíritu y con el cuerpo, mirándose entre sí, como si hubiera un acuerdo unánime que data de hace miles de años, arrancan tocando una y otra canción.
Repentinamente la melancolía y el dolor que han tomado por asalto los corazones, se convierte en afirmación, en fortaleza y hasta en triunfo cuando interpretan de Luis Abanto Morales el vals:
Cielo serrano cómo te añoro
cómo recuerdo tu limpio tul
me siento lejos, lejos muy lejos
y extraño triste tu claro azul.
Cielo serrano, testigo humano
de mis ensueños, de mi niñez
volver quisiera a contemplarte
sereno, humilde, sin altivez.
Y allí está esa masa compacta e inmóvil, extasiada y estupefacta de miradas perdidas que vagan por el cielo raso de vigas retorcidas, pero en verdad deambulando por el fondo infinito de sus propias emociones.


Homenaje de la Municipalidad en la casa
donde ensayaba la orquesta magisterial

7. Bandera
siempre

Y la canción que continúa, que ya cae o ya se eleva, que se hunde o se erige por sobre los ponchos habanos y las bufandas estremecidas que rodean la sala, arrebujados unos con otros, vuelve a hacer su estrago en el racimo compacto e indiviso de quienes escuchan con el rostro transido:
Tú que eres bello, tú que eres bueno
porque no sabes de distinción
como consientes bajo tus plantas
que la injusticia siembre el dolor.
Tú que cobijas bajo tu manto
al pobre humilde y al gran señor
por qué es que dejas indiferente
que el vil explote al trabajador.
Estas son las horas fecundas que han insuflado de sus sones, fragancia y trascendencia las paredes de esta sala, los cimientos de estos muros, y el fondo de esta casa. Y los corazones de quienes aquí estuvieron presentes como si hubieran participado de una batalla decisiva bajo una bandera siempre inhiesta.





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