SE CREA LA PROVINCIA DE CHOTA
EN ELLA NACE ANTENOR ORREGO
QUIEN FUE
MÁS QUE
UN HERMANO
Plaza de Armas de Chota
1. Apoyo
incondicional
– Si hay
alguien a quien más debes respetar, admirar, y en quien confiar, es Antenor
Orrego.
Le dijo
un día César Vallejo a su esposa Georgette. Y creo que no hay mejor pedestal
erigido para un hombre que estas palabras, dichas por quien sabía mucho acerca
del ser humano, quien había sufrido atrozmente contemplando de cerca y de lejos
el espectáculo de la vida; expresiones además dichas en confianza, en la
intimidad y enfáticamente
De allí
que cuando Georgette Philippart vino al Perú, a quien buscó y le dio su saludo
fervoroso fue primero a él.
Y es
que César Vallejo de alguna manera es hechura suya. Él auscultó su trasfondo,
valoró su camino futuro y cinceló sus huellas y sus pasos. Y lo hizo grande,
inmenso e inabarcable.
Él lo
predijo, lo anunció y lo consagró. Es su Juan Bautista, quien lo ungió en el
agua bautismal del río Jordán que es Trilce. Pero antes pulió la piedra amorfa
y dio a luz aquel portento que es el libro Los heraldos negros.
2. Entrañable
amigo
Pero no
solo fue su tallador, y quien supo desde el inicio acerca de su genialidad,
sino quien lo cubrió con un manto de protección paternal cuando estaba siendo injustamente
perseguido, ocultándolo en su casa de Mansiche, y quien le dio apoyo
incondicional cuando César Vallejo estuvo encarcelado en la penitenciaría de
Trujillo durante 112 días con sus noches de espanto y zozobra.
Fue su
fortaleza moral cuando estuvo en la cárcel. Es quien dio la batalla como un
gladiador para su liberación. Y quien lo encaminó para que se fuera a Europa.
Es su verdadero mentor, su hermano mayor, pese a que tenía menos edad que él. Y
es su padre espiritual.
Y pese
a tener casi la misma edad, dado que Antenor Orrego nació el 22 de mayo del año
1892 en la hacienda de Montán en Cajamarca y César Vallejo el 16 de marzo del
mismo año, siendo entonces menor de tres meses y días respecto a su entrañable
amigo.
3. En
sus manos
Sin
embargo, Antenor fue para él siempre como un padre; tal era la ecuanimidad, el
talante y la hondura de este hombre extraordinario, probo y de recia fibra
moral, expuesto a los embates de la vida.
Y a
extraer de ella las claves y esencias, si no: ¿cómo haber previsto con tanta
exactitud lo que Vallejo tenía, era y podía dar?
Tanto
que cuando César Vallejo conoció a Antenor Orrego quedó deslumbrado por ese
joven intelectual culto, sabio y de palabra visionaria. Y le solicitó una entrevista
para someter a su veredicto los poemas que ya tenía escritos. Esto ocurría el
año 1914 y ambos apenas tenían 22 años.
Orrego
le concedió la cita que le solicitaba con tanta deferencia. Y ese día, a la
hora exacta, César Vallejo ingresaba a hablar con él dejando los poemas que
había llevado en sus manos.
Casa de César Vallejo
4. El peso
del mundo
De todo
esto nos cuenta Antenor Orrego, puntualizando así este hecho:
“Vallejo
traspuso la puerta de mi oficina en la redacción de “La Reforma”. Traía debajo
del brazo un abultado fajo de papeles manuscritos. Supe, de inmediato que eran
los versos. Lo eran. Conversamos un rato breve. El poeta estuvo aturdido y
nervioso. No pudo serenarse. Le prometí comenzar la lectura esa misma noche y
le di una cita para la semana siguiente”.
¿No es
extraordinario? ¿No es proverbial, primero el formalismo y ritualidad de la
escena? Y luego el nerviosismo, el pudor, la timidez: iban a abrirse el alma,
esa dimensión del espíritu de dónde vienen y acaecen las grandes conmociones de
la historia y la cultura humanas.
¡Y
tenían apenas 22 años! Y ya eran más que contundentes promesas. Eran seres que
se habían echado sobre los hombros todo el peso del mundo.
Y nos
continúa relatando Antenor Orrego, del siguiente modo:
5. Que
rompa
Al término de
la lectura, tuve la diáfana intuición de que había surgido en el Perú una de
las vocaciones poéticas y literarias de más extraordinaria y preclara estirpe
humana.
Mal grado el
predominio de la imitación en todas estas composiciones, rompía, a veces, aquí
y allá, un resplandor de calidad primigenia que anunciaba la poderosa
genialidad de un auténtico poeta. Pero sentí, también dentro de mí, la tremenda
repercusión y la responsabilidad –casi una responsabilidad sagrada– que iban a
tener mis palabras para el futuro literario del poeta.
Releí y medité
mucho durante varios días. Marqué aquellas expresiones y pasajes que mejor
revelaban su temperamento… Vallejo me visitó de nuevo conforme a nuestra cita.
Le abracé ya con fraternidad y admirada cordialidad y le hice sentar frente a
mí.
¿Qué le
dice Orrego? Algo tremendo. Algo contundente. Cualquiera ante un veredicto así
sucumbiría, se cae, se acaba y fenece. Le dice que rompa todo lo que había
escrito.
6. Hizo
lo que le dijo
¿No es acaso brutal? Es como cortar las
aguas de un río en dos. Es separar un antes y un después. Es un momento supremo
y solemne.
Como también lo es otro hecho en esta
historia, que César Vallejo acate la palabra de ese compañero generacional como
si fuera ley, orden y palabra indiscutible.
Y hace todo aquello que le dice Orrego.
Entonces rompe todo lo que tenía escrito, y se va a Santiago de Chuco a
escribir por el rumbo que le señalara Antenor Orrego, el cual se arrepiente de
haberle dicho que rompiera los poemas anteriores, porque así no ha quedado una
prueba de su magnífica evolución.
Cualquier otro ante los poemas que ha
escrito con tanta devoción y entrega, que venga otro y le diga que los rompa,
¿cómo reaccionaría?
Quizás hubiera guardado por Orrego una
gran antipatía. No fue así. César Vallejo lo hizo su mejor amigo. E hizo todo
lo que aquel le dijo que hiciera, siendo ambos apenas muchachos de 22 años.
7. Grandes
destinos
Porque yo te pregunto a ti: ¿soportarías
un veredicto así?, que alguien nos diga: ¡Rompe estos poemas! y escribe de esta
otra manera. ¡De repente tu reacción hubiera sido nunca más intentar escribir!
Pero, además, aparte de esto: ¿no
decimos que César Vallejo era un genio? Si es así, ¿cómo escribía poemas que
merecían ser rotos?
Antenor Orrego fue duro e implacable
con él. No salvó ningún poema escrito hasta ese momento por César Vallejo. Le
dijo: ¡Rompa todo!
Esto es bueno que tú lo sepas. Le dice
rompa todo, para que él cambie por completo. No le dice salve esto y aquello.
No. Todo tenía que ser roto.
Y César Vallejo obedece. Ahí está lo
grandioso. Así se forjan las grandes obras y los grandes destinos. Y, ¡es que
los genios no nacen, sino que se hacen!
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