sábado, 8 de febrero de 2020

8 de febrero. Nace Federico Barreto. El poeta de Tacna cautiva.


8 DE FEBRERO
NACE FEDERICO BARRETO

 EL POETA
DE TACNA
CAUTIVA
  
Danilo Sánchez Lihón



Procesión de la Bandera en Tacna


1. ¿Lodo? ¡Eso nunca!
¡Sangre antes que lodo!

Federico Barreto tenía 11 años cuando Chile declaró la guerra al Perú. Sin embargo, había publicado ya su primer poema en el periódico “Los andes” de Tacna, ciudad donde nació el 8 de febrero de 1868, hijo del coronel Federico María Barreto y de doña Ventura Bustíos. 
Fue en 1879 y a esa edad que asomó a su vida aquella realidad horrenda, cruel y sombría, como es ¡la guerra! Cuando la vida a esa altura de los años se ofrece primorosa, como un tallo que luce un capullo lozano, con la pujanza de crecer de manera inatajable plena y jubilosa.
Que para él se vino a interrumpir y dar de bruces con una situación amarga e ineludible que se tiene que afrontar, porque es un compromiso legítimo de defensa. Y que resulta imperativo hacerlo cuando más se ama y más justicia se encuentra en la causa que se defiende:
Desde que vi la luz mi pecho anida
dos amores: ¡mi Patria y mi bandera!
Por mi Patria, el Perú, ¡doy la vida!
Por mi bandera el alma, ¡el alma entera!
Yo quiero que mi Patria bien querida
vuelva a ser en América lo que era,
y que mi enseña, blanca y encendida,
flote muy alto y ¡sea la primera!
¡Mi Patria! ¡Mi bandera! Desde niño
fueron mi encanto, fueron mi cariño.
Ni la sangre que deja horribles huellas
ni el lodo, que es baldón, caigan sobre ellas.
Hay que evitar la afrenta, sobre todo.
¿Lodo? ¡Eso nunca! ¡Sangre antes que lodo!

Tacna, ciudad heroica

2. Su arrebato
y su palabra

Desatado el conflicto sus padres lo obligaron a trasladarse a Lima para completar sus estudios, pero sensible a la angustia y el padecimiento en que estaba sumido su pueblo retorna a su ciudad nativa. Y donde no obstante la violencia de la ocupación extranjera, animó con entusiasmo ardoroso la expresión de los sentimientos patrióticos de las provincias cautivas.
Con su hermano menor José María, combatiente aguerrido de la pluma como él, fundaron el periódico “La voz del sur”, bastión desde el cual lucharon denodadamente por la reincorporación de Tacna y Arica al Perú, decidiendo consagrarse al ideal de mantener latente e irreducible la aspiración de volver a integrar a la heredad nacional su ciudad y espacio vital.
Con su brazo en alto, con las letras y palabras lacerantes que salían de su boca, animadas por su ingenio como por su ardiente e inflamado corazón, y hablando con la dignidad más alta, como se mantuvo siempre la posición del Perú a lo largo de esta desigual contienda, hizo de la poesía su arma de lucha para la resistencia del pueblo tacneño a todo encubrimiento y a toda seducción por cerca de cinco décadas.
Poeta guerrero, trovador, belígero; poeta soldado, combatiente y gladiador; que desafía, erige y proclama; que arriesga, arremete, sale ileso. Su palabra es un volcán que estalla, inflama y se expande. Con indignación. levanta la frente de bardo irreductible y altivo; con devoción se expone, se enardece y arenga.
De mirada franca y tierna como la de un niño. De cólera santa y flamígera, de golpes de puño contundentes. Es un alucinado, impertérrito, corajudo. Hijo adorable, de corazón brioso, de temple ígneo. Su verbo es lanza, saeta, espada. Su arrebato y su palabra, son benditos.

José María Barreto, su hermano, periodista valeroso

3. Amar
bien

A la Patria le da su vida y a los hombres que la defienden la palma y el laurel de su cariño y estremecimiento. Con veneración ciega y sublime, porque a la tierra se la adora, se la ama y se la defiende entregando la vida. Así:
El morro hacia el océano se adelanta
como un león que acecha lo infinito,
ruge el mar y parece que su grito
le hace estallar la fiera en su garganta
El morro asombra y a la vez espanta,
finge si se le mira de hito en hito,
un gigantesco puño de granito
que amenazando al cielo se levanta.
Sobre ese monte infinito y solitario,
Bolognesi, el guerrero de renombre,
murió como Jesús en el calvario.
Y ambos son inmortales por su suerte
El Cristo que era Dios murió como Hombre
el hombre como un Dios marchó a la muerte.
Ese es el sentido de pertenencia, de filiación y de arraigo; no importa que sea a una brizna, a una poña o a un guijarro; no importa que sea a un corpúsculo de agua o de luz o de viento; a un junco o bejuco nacido sobre una piedra; o si apenas es a un halo en lo alto del tejado, para consagrarle nuestro amor, porque lo que importa es amar, y amar bien, con fervor y coraje.
Y eso es lo que nos enseña Federico Barreto; a pertenecer a algo en este mundo. A entregar nuestros huesos en aras de una fe, mucho más por algo muy nuestro que lo hemos visto y sentido sufrir injustamente como fue Tacna y fue el Perú entero. Nos enseña a rendir nuestro aliento y a consagrar la vid a favor de aquello que encarna lo adorable, porque el bien como la justicia es su magisterio vuelto todo verdad absoluta e imperecedera incrustada en lo que somos, pese a los reveses, desventuras y hasta adversidades.

El Morro de Arica

4. ¡Que hable
Barreto!

Son estos dos hermanos, Federico y José María Barreto, entre muchos otros, los que nos legaron un futuro que hoy nos llena de orgullo, arrojo e intrepidez. Y de fiero coraje para defender la tierra a la cual pertenecemos.  
Por eso, el 8 de junio de 1890 por iniciativa del Perú se llevó a cabo la ceremonia en que se recuperaron los restos mortales exhumados de los combatientes del Morro de Arica y del Alto de la Alianza, misión que se encomendó al Capitán de Navío Melitón Carvajal recibir a nombre del país los catafalcos de los héroes que en aquella ocasión se inmolaron.
La multitud de peruanos en Arica se arremolina como una marea silenciosa. Una emoción fuerte, intensa y avasalladora, de patriotismo embarga a la concurrencia presente. Se ha prohibido toda proclama, se ha conminado que se castigará todo grito, rumor y hasta todo susurro de adhesión.
Pero al divisar entre el público presente a Federico Barreto urge entre la multitud agolpada un murmullo que se expande por todo el conglomerado humano allí intensamente emocionado. El poeta permanece inhiesto, con las mandíbulas apretadas, hierático, cejijunto.  Allí fue cuando primero como un aliento y luego como una marejada, se oye una voz y luego otra voz, para después un oleaje que clama:
– ¡Que hable Barreto!
– ¡Que hable Barreto! ¡Queremos oír a Barreto!
Pero está prohibido hasta suspirar. Los soldados chilenos enristran sus fusiles y hacen un gesto de rechazo y de iracundia. Luego de impaciencia y, después, de clara amenaza haciendo rastrillar sus armas. ¡Se ha prohibido cualquier expresión de fervor patriótico a favor del Perú! Pero ya el vocerío es incontenible e inmenso:
– ¡Queremos escuchar a Federico Barreto!

Batalla de Arica, Francisco Bolognesi luchando herido

5. ¿Iba
a callarse?

Las reglas de juego se han establecido previamente y de manera drástica. ¡Todos las conocen! Está prohibido decir una sola palabra. Y el desacato es pena de muerte.
– ¡Habla Federico! –Es el vocerío.
Él siempre fue para los chilenos no solo un hueso duro en la garganta sino un enemigo temible. Por eso, en este caso la prohibición es tajante. Y es precisa la ocasión para prenderlo, con justificación y sin atenuantes matarlo. Él sabiendo eso no se arriesgará, sabe que vale más vivo que muerto. Ni tampoco se consentiría ningún atrevimiento, menos una alocución patriótica. Se cumple con un severo protocolo establecido previamente con severidad. Es lo único que podrá hacer efectiva esta entrega, difícil y pacientemente gestionada por la vía diplomática, la de recibir los restos mortuorios de una pléyade de héroes, pero entre ellos de un paladín majestuoso, como es don Francisco Bolognesi que asombró al mundo con su valor y su arrojo.
La suerte que le espera a Federico en caso de encaramarse y pronunciar una sola frase lo sabe él más que nadie, pero al mismo tiempo ¡se ha jugado tantas veces la vida por su Patria! ¡Se ha batido a muerte en mil justas, pendencias y duelos para ganar la prerrogativa legítima, como ciudadano, a tener voz en un suelo cautivo! ¡La vida y la muerte es la experiencia de su acontecer diario! Y el de hacer respetar sus derechos. ¿Iba ahora a callarse la voz del poeta?
¡Su nombre figura subrayado, resaltado y remarcado hasta el punto de horadar el papel en las listas negras de los servicios de inteligencia chilenos! ¡Y ahí ahora lo tienen! Aquí está, ¡descubierto y expuesto! ¿Quién osaría defenderlo? ¿Y cómo? Ya nada es eludible. No hay escapatoria. Como es inminente e ineluctable su muerte.
En su conciencia hay gritos. ¡Él tantas veces ha sido amenazado! Y hoy, ante los restos mortales de esos héroes, ¿Va a callarse? ¡Cualquier sacrificio es poco en relación al que hicieron los peruanos envueltos en los túmulos ensangrentados que hoy día se exponen al sol de Arica y se devuelven a la Patria!

Francisco Bolognesi

6. Lauros
de la gloria

 Avanza unos pasos hasta la explanada y con voz de trueno prorrumpe, y su voz resuena en las piedras pasmadas de El Morro:
– Peruanos. ¡Hermanos de mi alma y de mi corazón! La Patria recibe hoy los restos mortales de estos inmortales, que murieron aquí defendiendo el Morro de Arica, para legarnos una Patria digna, con la conciencia moral inmaculada de no arriar jamás la bandera sublime, actuando siempre con hidalguía y honor en todo trance en el cual se pretenda ofenderla. ¡Saludémoslo, poniendo las manos en nuestros corazones!
Se produjo un movimiento de tropas chilenas y él se elevó aún más ya en un alarido inatajable:
¡Peruanos! Ser tiernos con los tiernos y duros e insobornables con los malos. ¡Peruanos! ¡Perú, oh Patria amada y bendita...
La multitud llora. Se hacen sonar las armas que lo apuntan. Pero nadie se retira de su lado. Nadie se mueve. Tendrían que matar a todos. Y prosigue:
– ¡Oh Patria amada y bendita! –Nuevamente aulló y desgranó espontaneó estos versos, que dicen:
Ayer con voz potente pero triste,
quiero héroes nos dijiste
que aventajen aquellos de Ayacucho;
y, allí, en la cumbre de este Morro fiero,
luchó este pueblo entero
¡hasta quemar el último cartucho!
Hoy, volviendo otra vez aquí los ojos,
nos pides los despojos
de estos patricios de inmortal memoria;
y nosotros que bien te comprendemos
aquí te los traemos
cubiertos con los lauros de la gloria.


El poeta tacneño Federico Barreto

7. Envuelto
en tu estandarte

Aquí está ¡Oh, Patria! la legión guerrera
que al pie de tu bandera
desafió el destino, pecho a pecho;
aquí están ¡ay! los que con brazo fuerte,
supieron defenderte
esgrimiendo la espada del Derecho.
Aquí está Inclán, Mendoza y Nacarino;
aquí yace ¡oh, Destino!
Arias, el mártir, de brillante historia,
y aquí, por fin, el valeroso Ugarte,
que, envuelto en tu estandarte,
escaló aquí la cumbre de la gloria...
Y prosiguió, ya sin ver la tierra ni el oleaje del mar que acompasaba sus versos, sino solo la cumbre de El Morro, y el cielo.
Los soldados chilenos que habían rastrillado sus armas y le apuntaban a la cabeza y al pecho, listas para disparar, las recogieron.
Se los veía imbuidos de una emoción profunda. Y a muchos de ellos las lágrimas inundaron sus pupilas, les explosionaron en los ojos, se deslizaron por sus mejillas y sus fusiles bajo el sol de Arica.



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