martes, 10 de marzo de 2020

16 de marzo, 1892. Nace César Vallejo en Santiago de Chuco. Dejen de llorar.


16 DE MARZO, 1892. NACE
CÉSAR VALLEJO EN SANTIAGO DE CHUCO

DEJEN
DE
LLORAR

Danilo Sánchez Lihón


María de los Santos Mendoza, la madre del poeta

1.

Diversos acontecimientos marcan signos de estupor en el natalicio de César Vallejo, ocurrido el 16 de marzo del año 1892, en Santiago Chuco.
Que es pueblo añejo, andino y ancestral. Pueblo denso, hondo y misterioso, con mucha carga anímica, grave, solemne y trascendental.
Capital religiosa de los antiguos chucos en cuyo ámbito, denominado Porcón, en el cerro Ichal, el Oráculo del dios Catequil predecía los destinos del imperio del Tahuantinsuyo.
¡Pueblo mágico!
En 1892 todavía distrito de la provincia de Huamachuco, llacta perteneciente al departamento de La Libertad, en la región norte del Perú.


Retrato del padre de César Vallejo

2.

Ahora bien, el primero hecho inusitado que referíamos, acerca del nacimiento de César Vallejo, es que su madre, al traerlo al mundo, estuvo a punto de perder la vida y perderlo a él.
Porque era su doceavo parto. Y ella tenía 41 años y ocho meses, próxima a cumplir 42 años, edad en que en aquel tiempo era muy riesgoso tener hijos a una mujer.
Por eso, a la tensión del alumbramiento, que se hacía y se sigue haciendo en las casas de familia, se sucedían ahora gritos.
Son en el patio y los corredores los gimoteos y sollozos de los parientes y personas que ayudan en las labores de la casa.
Quienes al no escuchar los ayes de dolor ni las quejas de la parturienta, creen que ella ya ha muerto.


Patio de la casa de César Vallejo

3.

Y son tan intensos, gemebundos y desgarradores estos lamentos que todo lo estremecen.
Y tanto que don Francisco de Paula, cabeza de familia, ha tenido que intervenir llamándoles severamente la atención, a los allí presentes, diciéndoles:
– ¡Dejen de llorar y de gemir!
– Nos desgarra el trance que está pasando la mamita.
– Pero, ¿no se dan cuenta que así la están causando mucho daño?
– Díganos la verdad, don Francisco, ¿la señora sigue viva?
– Se ha desmayado, pero estamos haciendo todo por reanimarla.
– ¿No ha muerto?
– ¡No! ¡Y dejen de llorar!



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