jueves, 12 de marzo de 2020

12 de marzo. Melgar es fusilado en Umachiri. Por Silvia, la patria y la poesía


12 DE MARZO
MELGAR ES FUSILADO EN UMACHIRI

SILVIA,
SU PATRIA
Y LA POESÍA

Danilo Sánchez Lihón



El poeta Mariano Melgar

1. Pudo
huir

Mariano Melgar al volver de Lima hacia Arequipa, desengañado ya del amor de Silvia se alista entonces en la rebelión de Mateo Pumacahua contra el régimen colonial español, en aquellos momentos de un poderío militar demoledor.
Mateo Pumacahua era indígena, cacique de Chincheros y un destacado jefe militar que llegó a tener el grado de Brigadier del ejército realista, equivalente a General de Brigada, quien se había destacado combatiendo el levantamiento insurreccional de Túpac Amaru, pero quien pasado el tiempo, y viendo el sufrimiento de sus hermanos de raza, también se reveló tomando las armas para enfrentar al ejército en el cual había servido y combatido antes, siendo derrotado junto a Mariano Melgar en la batalla de Umachiri
Sin duda, intuía el poeta, al participar en un hecho así tan arriesgado, que más se parece a una inmolación y a un suicidio, que moriría poniendo el corolario a su amor por Silvia, de un ardor y pasión vehemente, como también por su adhesión a la patria soñada y anhelada en el alba, puesto que en ese momento el Perú no era todavía nación independiente sino colonia del imperio español.


Umachiri. Estatua de Mariano Melgar

2. Entusiasmo
arrebatado

Fue así cómo Melgar, en la batalla del 11 de marzo de 1815, peleó con denuedo y pundonor, ocupando las primeras líneas de fuego en la refriega. Actuó con empeño, tesón y arrebato, inflamado el corazón de un amor sublime y ardoroso, dirigiendo para el caso él mismo el arma de artillería.
Pero este enfrentamiento era la pelea de un grillo cantor en contra de una fiera avezada; pertrechada de una poderosa maquinaria de guerra, y compuesta además de experimentados y sabuesos profesionales en el manejo de las armas.
Ya en la contienda a Mariano Melgar se lo divisa pasando de una a otra posición, como un abanderado y heraldo de la causa que defiende, imbuido de un frenesí y de una vivacidad deslumbrantes.
De allí que uno de los objetivos más buscados por el ejército realista es ultimar o apresar a aquel muchacho temerario que parece arder en un entusiasmo impetuoso, y a quien se lo ve movilizándose de uno a otro cuerpo de combate.


Silvia

3. Entregó
el caballo

Se lo divisa arengando e insuflando de entusiasmo a los guerreros, la mayoría ilusos de la causa de la libertad en aquella jornada. Hasta el final de la brega en que, al no herirle las balas de la fusilería ni las bombas de los cañones, fue finalmente capturado. Decidida la batalla y conociendo el resultado adverso de la pugna, quienes lo conocían le dieron la oportunidad de salvarse, pudiendo huir él si lo hubiera querido. Más bien, habría dicho:
– Yo estoy aquí no para huir, sino para luchar por principios para mí sagrados. Yo estoy aquí para solidarizarme con mis hermanos a los cuales ustedes llaman indios, y defenderlos del yugo español. Yo estoy aquí para dar mi existencia por mi patria. Y si es necesario que tenga que luchar mil veces contra la monarquía española así lo haré hasta dar la última gota de mi sangre y mi último suspiro.
Y más bien entregó el caballo que le ofrecían a su ayudante para que aquél escapara. Y se quedó hasta el final. Fue hecho formalmente prisionero. Y su destino como dirigente de la sublevación era inminente ser fusilado, estaba trazado y él lo sabía.


Capiña arequipeña donde Melgar se hizo chacarero

4. Un nuevo
día

Antes así lo había escrito:
Temo una muerte temprana
de aflicción y de tormento,
porque ya no tengo aliento
y temo el morir mañana.
Era su cargo en esta gesta, la de Auditor de Guerra del Ejército Patriota. Eso lo comprometía totalmente y con ello tenía cavada su tumba y dictaminada su sentencia de muerte.
Además, la cercanía con el comandante general, el brigadier Mateo Pumacahua, estrecha y directa, le resultaba asimismo fatal.
Fue así como en el amanecer del 12 de marzo de 1815, a las cuatro de la madrugada, fue fusilado en el mismo campo de batalla, entre el trinar de las aves que anuncian la alborada y el abrirse de las espigas de los campos sembrados.
Fue fusilado entre el cantar de los gallos que empinados en las cumbreras de los techos desafiaban las sombras de la noche, horadando las tinieblas para abrir el paso a la luz de un nuevo día.


Convento de Santa Catalina, en Arequipa

5. Tú
llorarás

Así caía abatido este eximio poeta y patriota revolucionario, para erigirse como una bandera tremolante que ya jamás se pliega ni se arrea ni se apaga. Caía atravesado por las balas de un pelotón de fusilamiento en el campo de batalla de Umachiri, en Arequipa. Así sucumbía para erigirse luego como el poeta y prócer de la libertad Mariano Melgar, poeta estremecido, amante apasionado y patriota legendario.
Se dice que su rival en el sentimiento y en el corazón de Silvia fue quien dirigió el pelotón de fusilamiento. Y se dice que Silvia cayó desmayada luego de haberse enterado de la inmolación del aedo.
Se dice que mucho tiempo después aún permanecía gravemente enferma. Se dice y se dice, que es ya la urdimbre de ilusiones y leyendas que el pueblo teje y urde acerca de los hombres legendarios.
En donde se mezclan y confunden historia y fábula. Pero, aun así: hay huellas y vestigios, a retazos, que aún se guardan, y que lo evidencian. Ya lo había anunciado él:
Muerto yo
tú llorarás.


Plaza de Armas de Arequipa

6. Cuatro
citas

Versos sencillos que consignan una plena resonancia de cadencia y de compás con el poema quechua recogido por el Inca Garcilaso de la Vega, y consignado en sus Comentarios Reales de los Incas; y que dicen:
Al cantito
dormirás,
medianoche
yo vendré.
Siendo esta su proeza: unir la poesía hispana a la poesía indígena en una fórmula que es el yaraví. He allí su trascendencia, debida también a que nadie como Melgar para encarnar tanto una época, un alma, un modo de ser; y hasta un modo de sentir, de aspirar y de pensar.
Nadie tampoco como él para representar un paisaje y, sobre todo, una ciudad como es Arequipa, que vive bajo el influjo de su nombre y su memoria sagrada.
Sin duda porque Melgar concurrió impertérrito a cuatro grandes citas en su corta pero arrebatada vida: A la cita con el amor. A la cita con la Patria. A la consubstanciación con la poesía. Y al abrazo con su tierra natal: Arequipa. Y, finalmente, Dios.


El autor, en Arequipa

7. En
mi pueblo

De allí que nadie como él para haberse impregnado más en cada esquina, en cada pared y en cada techumbre de la Ciudad Blanca. Hecho uno con cada grumo, aroma y corpúsculo de luz del cielo de Arequipa.  Es por eso que nadie para ser querido tanto, para identificarse con él la gente de toda condición, laya y posición.
Nadie como Melgar es el cantor del amor y la libertad en Arequipa, el Perú y América. El pueblo se identifica con él, y lo sigue teniendo muy hondo en sus momentos de mayor emoción y confidencia. Lo evoca y lo encarna. Y lo vuelve a la vida en cada serenata.
Y no solo para escucharlo en las noches trémulas de Arequipa sino de muchos pueblos, entre ellos el mío, Santiago de Chuco, mi tierra natal, donde cantamos a voz en grito la canción “Melgar” de Benigno Ballón Farfán.
Donde a la niña que amamos el primer nombre que le anteponemos a fin de adorarla es Silvia. En mi pueblo que también lo tiene a él en una atalaya muy alta y en el más hondo rincón del alma.




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