miércoles, 11 de marzo de 2020

11 de marzo. Llueve en la serranía. Pero esta sí ya es tempestad.


LLUEVE EN LA SERRANÍA

PERO ESTA
SÍ YA ES
TEMPESTAD





Danilo Sánchez Lihón



Caen las neblinas
de tus ojos negros
aguas cristalinas.
Canción


1. Su frente
y sus mejillas

Antes que la lluvia desate sus ovillos en millares de hebras e hilachas que caen en la tierra, como en las piedras, en las plantas y en los tejados, las nubes bogan por el cielo y se arremolinan en manadas de rebaños asustados.
Es un torbellino de rediles de ovejas negras y otras albas que se revuelven, en tanto se ve la luz del fuete de los pastores, y el estallido que hace en los portones del cielo. Y se descargan con estrépito los truenos.
Los adultos entonces corren con las primeras gotas de lluvia arrimándose junto a los muros y bajo los aleros, con los hombros encogidos y los ojos entrecerrados.
Los niños en cambio, con los brazos abiertos en medio del patio, damos vueltas dejando que las primeras gotas de la lluvia los moje rozando su frente y sus mejillas.



2. El corredor
de afuera

Sin importarnos que nos empape, danzamos bajo el cielo anubarrado:
Santa Bárbara doncella,
señora de tempestades
líbranos del fuerte viento
de los truenos y centellas...
– ¡Niños! ¡Ya basta! No se queden ahí y se vayan a resfriar con esta lluvia. ¡Y vengan que pueden caerles los rayos!
Otro fogonazo y el cielo retumba.
– ¡Ya llueve! ¡Ya llueve!
– ¡Junten! ¡Junten rápido la ropa!
Claman las madres ya con enojo:
– ¡Pronto! ¡Ayuden a recoger el trigo que hemos tendido en el corredor de afuera!



3. Líbranos
de todo mal

– ¡Niños! ¡Vengan!
– ¡Ayuden con esta lona de mote, desde ese costado!
– ¡Bajen las ocas que están en el techo! Y, ¿otra vez se estarán mojando? ¡Que alguien suba!
– ¡Ay, el tendal! ¡El tendal de alverjas!
– ¿Dónde?
– Arriba, en el descanso de la escalera. ¡Y hay otro está debajo de la ventana! ¡Corran!
– ¡Y la ropa! ¡Suban a recoger la ropa!
– Y arrimen los baldes a las goteras.
Santo Dios,
Santo fuerte,
Santo inmortal,
por José y María
y el Niño Dios
líbranos Señor
de todo mal...



3. La honda
fragancia

Reza y se persigna mi abuela Sofía en el umbral.
– ¡Líbranos Señor, de todo mal!
– ¡Que llueva!
¡Que llueva!
La vieja está
en su cueva
Repetimos los niños, alegres de sentir el sordo rumor, como a resuello del alma, que hace el viento en el horizonte arrastrando a la lluvia que viene cayendo sobre las hojas.
Y aspirando la honda fragancia que eleva la tierra por cada uno de sus poros.



5. De confín
a confín

– ¡Esta va a ser tempestad! –Dice mi madre.
– ¡Ay! ¡Parece que será fuerte este aguacero!
Repite la pobre abuela hablando con un quejido.
– ¿Resistirán los techos?
– ¿Resistirán los muros?
– ¡Ojalá!
– ¡Y que Dios nos libre de los rayos!
Se encomienda mi abuela, mi madre y mis tías.
En eso explosiona un trueno que se expande en cadenas de fragores cada vez más lejanos por toda la bóveda del cielo, de confín a confín del universo.



6. Salpicando
los muros

– ¡Madre Santa! ¡Con estas lluvias se irá a desmoronar la pared que da a doña Laurita, que ya está ladeada!
– ¡Ya se estará cayendo de juro!
Se lamenta otra vez la abuela y se enjuga unas lágrimas con las puntas de su rebozo raído.
– ¡Todos nos haremos polvo!
– ¡Jesús, María y José! –Se persigna mi tía.
Y pronto nos invade el fragor de la lluvia cubriendo los tejados, cambiando el rojo suave de las techumbres por un bermellón intenso.
Y lo que eran gotas en las canales de tejas se vuelven chorros que se precipitan y zapatean en el empedrado del patio salpicando hacia los muros



7. Humedad
y melancolía

De la superficie y entraña de las cosas se eleva la fragancia total de sumisión, de entrega y desposorio de la tierra con el cielo.
Y hasta las llamas del fogón se encojen sumisas, en donde se cuece la comida, dejando de restallar sus lenguas de fuego subyugadas por la seducción de la lluvia.
Y en la superficie del patio se empiezan a perfilar acequias, arroyuelos, lagunas, con cumbres, quebradas y cordilleras por donde se deslizan las aguas al zaguán.
Y corren ríos turbulentos al mar de la acequia adonde se precipitan los chorros de agua que recogen las canaletas de las tejas. El mundo desaparece sumergido bajo un manto de agua, humedad y melancolía.

Todas las fotos son de:
Jaime Sánchez Lihón


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