miércoles, 11 de marzo de 2020

11 de marzo. Junto a nuestro pueblo, luchando por el agua que la mina pervierte y contamina. El agua de las acequias.


JUNTO A NUESTRO PUEBLO, LUCHANDO POR
EL AGUA QUE LA MINA PERVIERTE Y CONTAMINA
¡VIVA EL PARO PROVINCIAL DEL 12 DE MARZO, 2020!
EN DEFENSA DEL AGUA, LA VIDA Y EL MEDIO AMBIENTE

EL AGUA
DE LAS
ACEQUIAS

Danilo Sánchez Lihón

Chorro de la acequia Vicente Jiménez bajando por el Quillahirca

1. Hamaca
extendida

En el camino de regreso de la escuela a casa en mi pueblo natal, que es Santiago de Chuco, mientras estudiamos la Educación Primaria, nos detenemos en algunas esquinas ya consabidas.
Y lo hacemos porque allí se abre un pozo de agua de la acequia que corre por una y otra calle, y por donde fluye el agua corriente del alcantarillado del agua que nos viene de Huacamarcanga.
Acequia del pueblo que teje su red de conductos por debajo de la tierra apisonada, como también por la parte empedrada con chungos traídos desde las orillas de los ríos, y que entrelazan por el subsuelo una red embrujada de canales.
Y es un portento, porque el agua sube y baja por mil recovecos en todo lo que es el extendido cuero de zorro que es el plano de mi ciudad.
Meciéndose como una hamaca extendida desde el cerro Quillahirca hasta la colina donde se alza el cementerio de mi comarca.

Santiago de Chuco, una hamaca tendida

2. Son
“Del común”

Acequias por donde corre el agua clara, helada y borboteante que viene desde las alturas.
Viene desde las jalcas donde crece el ichu, la flor de escarcha, la verbena y el liquen sobre la tierra negra pero abrillantada por el agua que espejea por uno y otro montículo.
Viene esta agua desde el perfil inhallable de los cerros más altos que se unen con el infinito del cielo.
Viene esta agua desde las tierras “Del común”, que son las tierras de la comunidad, llenas de pastizales donde cualquier ciudadano puede pastar su ganado.
Son tierras de todos, son tierras del pueblo, compradas por el Municipio y con títulos de propiedad garantizados.
¡Que nunca nadie vaya a usurparlas aduciendo que son tierras de nadie, o con cualquier argucia y pretexto, falsificando el comprarla a cualquier lugareño! Esas triquiñuelas que ya hemos visto que quieren hacer las empresas mineras.


Alturas donde nace el agua

3. Picaflores
encantados

Viene esta agua de ese horizonte de neblinas por donde se pierde nuestra imaginación, cuando miramos hacia lo lejos.
Cuando nos preguntamos por todos aquellos quienes se fueron, y por nosotros mismos que aquí nos hemos quedado, pero que de aquí nos iremos algún día.
Viene esta agua convertida desde la escarcha de los pajonales.
Desde las nieves eternas donde moran picaflores encantados, y la flor de nieve y las niñas aladas de los cuentos de hadas.
Viene esta agua que ahora dejo correr empapando mis manos desde mi honda identidad que se pierde en la lejanía de lo creado y de lo que aún está por crear.
Y entrelaza su malla desplazándose subterránea por aceras, calles y veredas.


Debajo de estas calles se extienden las acequias

4. Ávida
y anhelante

El gesto es agacharnos y en el vaso de nuestras propias manos ahuecadas y anhelantes, sorber el agua sonora y caritativa, paladeando su néctar y ambrosía.
Y hundirnos hasta rozar nuestra frente con las lajas del borde, gritar algo a fin de sentir cómo resuenan nuestras voces hacia el fondo de la tierra y saliendo hacia arriba desde lo profundo del pozo.
Hecho ritual en donde se juntan lo hondo de la vida; del cielo que hacia nuestra espalda es otro pozo sagrado, y de la superficie de la tierra en donde estamos nosotros ahora tendidos.
Es el agua recién nacida, flamante y primigenia, incluso en la luz que forma parte de su esencia y de su entraña.
Es el agua virginal en todo para cada una de nuestras bocas sedientas. Secreta y confidente en su ofrecerse y brindarse. Única e intransferible para cada garganta ávida y anhelante.



Puquial de Yamanate ya afectado por la mina

5. En el fondo
del pozo

Y después, con el agua que se desliza reverente entre nuestras manos, llevando en su cauce pajillas, alguna que otra musaraña, hojas y arenisca, mojar nuestro rostro.
Y haciendo un cuenco con nuestras manos mojar nuestra cabeza y nuestro cabello enmarañado, para calmar la fiebre de una despedida y el encuentro incierto del destino que nos depare la suerte.
Y hundir después los brazos hasta las muñecas y abrir las palmas de las manos para asentarlas en el légamo del fondo de la acequia. La corriente cristalina se hace turbia y después otra vez se aclara.
Así han quedado traspasadas nuestras huellas en el agua que es sabia y compasiva.
Allí es donde hemos guardado lo que fuimos de niños, en el lecho de piedrecillas vivas y extasiadas, incrustadas y cautivas para siempre en el fondo del pozo de la esquina.

Todas la fotos son de:
Jaime Sánchez Lihón





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