JUNTO A NUESTRO
PUEBLO, LUCHANDO POR
EL AGUA QUE LA MINA PERVIERTE Y CONTAMINA
¡VIVA
EL PARO PROVINCIAL DEL 12 DE MARZO, 2020!
EN
DEFENSA DEL AGUA, LA VIDA Y EL MEDIO AMBIENTE
EL
AGUA
DE
LAS
ACEQUIAS
Danilo Sánchez
Lihón
1. Hamaca
extendida
En el camino de regreso de la escuela a casa en mi pueblo natal, que es
Santiago de Chuco, mientras estudiamos la Educación Primaria, nos detenemos en
algunas esquinas ya consabidas.
Y lo hacemos porque allí se abre un pozo de agua de la acequia que corre
por una y otra calle, y por donde fluye el agua corriente del alcantarillado
del agua que nos viene de Huacamarcanga.
Acequia del pueblo que teje su red de conductos por debajo de la
tierra apisonada, como también por la parte empedrada con chungos traídos desde
las orillas de los ríos, y que entrelazan por el subsuelo una red embrujada de
canales.
Y es un portento, porque el agua sube y baja por mil recovecos en todo
lo que es el extendido cuero de zorro que es el plano de mi ciudad.
Meciéndose como una hamaca extendida desde el cerro Quillahirca hasta la
colina donde se alza el cementerio de mi comarca.
2. Son
“Del común”
Acequias por donde corre el agua clara, helada y borboteante que viene
desde las alturas.
Viene desde las jalcas donde crece el ichu, la flor de escarcha, la
verbena y el liquen sobre la tierra negra pero abrillantada por el agua que
espejea por uno y otro montículo.
Viene esta agua desde el perfil inhallable de los cerros más altos que
se unen con el infinito del cielo.
Viene esta agua desde las tierras “Del común”, que son las tierras de la
comunidad, llenas de pastizales donde cualquier ciudadano puede pastar su
ganado.
Son tierras de todos, son tierras del pueblo, compradas por el Municipio
y con títulos de propiedad garantizados.
¡Que nunca nadie vaya a usurparlas aduciendo que son tierras de nadie, o
con cualquier argucia y pretexto, falsificando el comprarla a cualquier
lugareño! Esas triquiñuelas que ya hemos visto que quieren hacer las empresas
mineras.
Alturas donde nace el agua
3. Picaflores
encantados
Viene esta agua de ese horizonte de neblinas por donde se pierde nuestra
imaginación, cuando miramos hacia lo lejos.
Cuando nos preguntamos por todos aquellos quienes se fueron, y por
nosotros mismos que aquí nos hemos quedado, pero que de aquí nos iremos algún
día.
Viene esta agua convertida desde la escarcha de los pajonales.
Desde las nieves eternas donde moran picaflores encantados, y la flor de
nieve y las niñas aladas de los cuentos de hadas.
Viene esta agua que ahora dejo correr empapando mis manos desde mi honda
identidad que se pierde en la lejanía de lo creado y de lo que aún está por
crear.
Y entrelaza su malla desplazándose subterránea por aceras, calles y
veredas.
4. Ávida
y anhelante
El gesto es agacharnos y en el vaso de nuestras propias manos ahuecadas
y anhelantes, sorber el agua sonora y caritativa, paladeando su néctar y
ambrosía.
Y hundirnos hasta rozar nuestra frente con las lajas del borde, gritar
algo a fin de sentir cómo resuenan nuestras voces hacia el fondo de la tierra y
saliendo hacia arriba desde lo profundo del pozo.
Hecho ritual en donde se juntan lo hondo de la vida; del cielo que hacia
nuestra espalda es otro pozo sagrado, y de la superficie de la tierra en donde
estamos nosotros ahora tendidos.
Es el agua recién nacida, flamante y primigenia, incluso en la luz que
forma parte de su esencia y de su entraña.
Es el agua virginal en todo para cada una de nuestras bocas sedientas.
Secreta y confidente en su ofrecerse y brindarse. Única e intransferible para
cada garganta ávida y anhelante.
Puquial de Yamanate ya afectado por la mina
5. En el fondo
del pozo
Y después, con el agua que se desliza reverente entre nuestras manos,
llevando en su cauce pajillas, alguna que otra musaraña, hojas y arenisca, mojar
nuestro rostro.
Y haciendo un cuenco con nuestras manos mojar nuestra cabeza y nuestro cabello
enmarañado, para calmar la fiebre de una despedida y el encuentro incierto del
destino que nos depare la suerte.
Y hundir después los brazos hasta las muñecas y abrir las palmas de las
manos para asentarlas en el légamo del fondo de la acequia. La corriente
cristalina se hace turbia y después otra vez se aclara.
Así han quedado traspasadas nuestras huellas en el agua que es sabia y
compasiva.
Allí es donde hemos guardado lo que fuimos de niños, en el lecho de
piedrecillas vivas y extasiadas, incrustadas y cautivas para siempre en el
fondo del pozo de la esquina.
Todas la fotos son de:
Jaime Sánchez Lihón
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