domingo, 15 de marzo de 2020

15 de marzo. Día del Sueño. / Cierro los ojos.


15 DE MARZO
DÍA DEL SUEÑO

CIERRO
LOS
OJOS

Danilo Sánchez Lihón
  

Caminos por donde se regresa

"Se había ido
y sin embargo estaba”
Felipe Arias Larreta

1. Torciendo
las esquinas

Cierro los párpados y yo ya estoy en Santiago de Chuco, la tierra donde nací y trajiné en sus casas, en sus calles y por sus campos.
Y esto así sucede durante todos los días de mi vida.
Y esto me sucede en cualquier lugar donde esté. Y así acontecerá así aterrice en el polo o caiga en otro planeta o me arroje al fondo del mar.
Sucede siempre que ni bien se borra de mis retinas la realidad inmediata, cuando ya está mi alma sumergida y correteando por las calzadas y veredas de mi comarca.
O torciendo las esquinas, o deambulando por los caminos y avanzando por los campos de mi aldea nativa.
O ya estoy trepado en las paredes viejas. No crean que siempre feliz sino con frecuencia desolado.


Trepado en las paredes viejas

2. Tierra
natal

Viendo a los toros jalar los troncos de eucaliptos recién derribados en algún bosque cercano.
O, simplemente, subido a una escalera escuchando las voces de la gente que pasa por la calle.
Sumergido y arrobado en el tono de su manera de hablar, sin preocuparme en tratar de entender lo que dicen, solo sumergido en la musicalidad de los acentos y en el encanto de las voces mismas.
Sea que esté adormilado en una mecedora en uno de los balcones que dan a los Champs Elysées en París, o en las arenas rojizas de la Praia Urca en Río de Janeiro.
O soñoliento en el Taj Majal frente al horizonte azul verdoso de Atlantic City, aparecen las espigas inmutables que coronan los muros de las huertas de mi tierra natal.


Bajo el cielo anubarrado de Santiago

3. En mi
desvelo

Santiago de Chuco de ese modo en mí siempre está presente, palpitante y vívido en todo momento, pero más a esa hora temprana de la mañana, cuando despierto.
Y huyen o se desvanecen las presencias rústicas de esta realidad, para dar paso a las querencias ¡vivas, tangibles y buenas de mis sueños de mis días de infancia!
Y sonrío diciéndome: ¿Por qué en la vigilia nunca me acuerdo de ese muro de adobes por el que subí de niño? ¡Y del olor de la tierra fresca! O de esos peldaños de la escalera.
O de ese retazo verde en el cerro de enfrente que se distingue desde el desván de la cocina. O de ese recodo en la calle.
¡Ni se hacen fijos esos ojos negros de la niña inmarcesible que luego se esfuma detrás de una ventana! Y sin embargo en mi ensueño sí, ahí sí están vivaces, frescos y nítidos en mi desvelo todas esas imágenes y sus palpitaciones.


Donde se hacen fijos esos ojos negros

4. Como si fueran
quimeras

¡Y con qué fatalidad –me digo yo a mí mismo– se interna mi ser por esos recodos, senderos y recovecos ya perdidos de mi casa y de mi pueblo natal! E inhallables en la realidad inmediata, ¡y en el trajín cotidiano!
Y que ya no existen, para siempre. Ni en este mundo ni en otro.
Salvo en el ámbito que llevo y tengo dentro de mi alma, en mi interior más inasequible y recóndito. E irrecuperable, salvo en este mi delirio, en mi vagabundeo onírico y desatino.
Y, ¿por qué –me digo– cuando abro del todo los ojos, esas queridas presencias se esfuman de la superficie de los días como si fueran quimeras de mi fantasía.
Cuando son recuerdos de mi vida pasada que huyen a refugiarse en algún ámbito como si les perturbara la rutina de estas horas y la claridad de este mundo de afuera.


Por donde huyen o están escondidos los recuerdos

5. ¡Y
hechiza!

Entonces seguro que se me verá sonreír tristemente por esta magia de mi pobre añoranza.
Que la entiendo y de veras la compadezco porque no es sencillo vivir así, atrapado en esa especie de dos vidas:
Una despierta, casera, con preocupaciones ordinarias y la otra en sueños, oculta y escondida.
Pero libre, vagando por sitios y con personajes de aquella época, tan íntimos, querendones y entrañables, como mis abuelas. Y ahora, para mí, inhallable en esta superficie de los días calendarios.
Todo esto: ¿Qué será? Y, sobre todo, ¿por qué ahora me duele tanto extrañarlo? Y el anhelo tan hondo de querer develarlo.
Será también porque Santiago de Chuco es huaca, entierro, roca donde se entrelazan dos amarus. ¡Y hechiza!

Casas ladeadas que guardan todo lo que hemos vivido

6. Una
sombra

Porque es un pueblo lleno de vibraciones y energías comprobables, pero más de conmociones fantasmales.
Lo sé, porque cuando viví allí de niño y adolescente he salido a caminar –a altas horas de la noche– por sus calles encubiertas.
¡Y tengo para mí verdades absolutas de cómo lo pueblan con ahínco los espíritus!
¡Cómo no ha de ser! Sí son más de cuatro siglos y medio de historia desde su fundación española, en 1565.
Pero más: el palpitar de antes, de mis ancestros indígenas que hicieron de esta tierra boca y fabla de oráculos.
Eso hace que uno sienta en cualquier esquina un suspiro que aflora, una queja que se oye, una sombra que se esfuma.


En la puerta de la vieja morada donde nací y me crié de niño

7. Viejos
amantes

Por eso, yo he tenido un gusto casi trágico y mortal por merodear en sus casas abandonadas y a oscuras.
En las cuales paseaba sintiendo el ser y estar íntimo de las presencias y ausencias allí convocadas; cada forma y cada atisbo de luz y de sonido. Pero, sobre todo insuflado del aliento de sus dueños desaparecidos.
Y de los sueños que allí han quedado como vestigios de algo no definitivamente perdido sino pendientes de ser recogidos y vueltos a soñar algún día
Sabiendo que en cualquier momento iba a estremecerme el abrazo de la muerte, porque ella estaba ahí, pero compasiva y misericordiosa conmigo.
Y hasta sentía que me quería, como una madre cuida y quiere a un hijo. A quien todo consiente y perdona.
Sí. Es ella, la muerte; ¡con quien me encuentro y me deja seguir como si fuéramos viejos amantes!





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