22 DE MARZO
DÍA DEL AGUA
LA LLUVIA,
EL RÍO
Y LA MINA
Danilo Sánchez Lihón
1. Difícil
de encontrar
El primer viaje que hice de Santiago de
Chuco, mi pueblo natal, hacia Trujillo, la capital del departamento de La
Libertad, ciudad colonial y de abolengo, fue de niño.
Viaje que hicimos con mi madre y mi hermano
Juvenal, cuando yo tenía apenas 8 años de edad, y que fue para dejar a Juvenal
en el internado del Colegio Nacional San Juan.
Fue un viaje asombroso, alucinante y
mítico. Fue la primera sensación de totalidad y de poder del agua que yo tuve
en mi vida y en mi infancia.
En primer lugar, porque debido a la intensidad
de las lluvias del mes de marzo en que lo hicimos, el cielo era un balde
desfondado.
Y que convertía a la carretera, que apenas
era una trocha precaria difícil de encontrar en la neblina, en lodazales intransitables.
2. Los ciclos
del agua
Tres días estuvimos atascados en la jalca,
sin poder salir del vehículo en el cual viajábamos, que no podía avanzar ni
retroceder, envueltos en la permanente neblina, acosados por la llovizna y la
cellisca, en donde el viento frígido ululaba a toda hora.
Sin poder apearnos de la caseta del camión,
alimentados únicamente de pan serrano y queso que felizmente traíamos en una
encomienda y cuya frialdad y a la vez dulzura permanece nítida y es imborrable
en mi alma.
Caseta del camión desde donde contemplamos
los amaneceres y atardeceres de la puna, techo del mundo, en donde esos
fenómenos naturales son espectáculos prodigiosos.
3. Compungidos
y arrobados
Pero también avizoramos con paciencia
imperturbable delante de nuestros ojos los ciclos del agua, hecha cierzo,
granizo, copos de nieve, y arroyos que se deslizan para luego congelarse en los
chorrillos en el momento de desprenderse y que enjoyan de jaspes y esmeraldas
esparcidas en el suelo ennegrecido.
Como también fuimos espectadores
enmudecidos de admiración de los arcoíris más fascinantes que allí parecen
fogones recién encendidos capaces de hacer estallar al cosmos, recién
explicándome allí por qué los nativos de estas tierras le temieron al arcoíris,
que también es luz a partir del agua. O callamos ateridos bajo los relámpagos
que flameaban encima de nosotros y en lontananza.
Como nos embelesamos con el bramido del
viento en los pajonales, que allí es muy distinto a escucharlo, compungidos y
arrobados, cuando la noche ha invadido el mundo y parecemos sepultados bajo sus
tinieblas.
4. Adónde
iba
Noches y días esperando que pase algún
vehículo que deambulara por esos parajes de desolación y de miedo, a fin de
poder ser rescatados, con riesgo de que también ese otro vehículo se hunda en
la tierra humedecida, convertida en charca, fango y lodo.
Por eso, mi visión de las lluvias en los
caminos y de los arroyos y quebradas tumultuosas, así como de la neblina, el
granizo y la tempestad ha quedado en mí ser a partir de aquel viaje, como
páginas de una épica, de una dramática y de una fantástica sobrenaturales unida
a la puna y jalcas de mi terruño.
Felizmente, a los tres días pasó una
góndola destartalada que en la lejanía surgió ante nuestros ojos como un
arcángel, con todas las galas de los seres que cumplen un designio divino, y
cuya aparición en el tinglado de cerros ha quedado en mí como el acercamiento
de los cometas errantes del universo, y adonde trasbordamos rumbo a las minas
de Quiruvilca adónde iba.
5. Mientras
la góndola
jadeaba
Lugar que me pareció onírico por lo oscuro
con que lo ha teñido el carbón que allí aflora, pese a estar tan alto y más
allá del límite del planeta, habiendo impregnado de ese color oscuro incluso
los dientes y hasta el blanco de las pupilas de los ojos de las personas
detenidas como fantasmas ululantes en las esquinas absortas y sombrías.
Y de dónde después bajamos por la cuenca
del río Moche hacia los arenales caliginosos del litoral en donde se asienta la
bella, señorial y altiva ciudad de Trujillo.
Pero lo increíble de esa experiencia fue
conocer y viajar a la vera de lo que antes era un dios: el río Moche, en
aquella época de epopeya, río tutelar de nuestra cultura, un verdadero
patriarca y un apu brioso y vehemente.
Una deidad en toda su magnitud, plenitud y
fortaleza, siempre deslizándose a nuestros pies en remolinos, cascadas y
turbiones, mientras la góndola jadeaba, él se precipitaba estremecedor,
espumoso y bravío y a cuya vera se alzaban bosques y floresta.
6. Nada
de eso existe
Era el río Moche la divinidad de los
legendarios mochicas allí presente, que yo todavía pude ver en todo su
esplendor y omnipotencia. Deidad querida, adorada y reverenciada que prodigaba
sembríos, plantas y frutos.
Aquel río por el pueblo de Samne pasaba
rozando los muros y las puertas de las casas. Y entraba disimulado por acequias
a regar las huertas, ricas en árboles frutales y cultivos de pan llevar.
En donde la gente salía a ofrecer por las
ventanas de las góndolas, a los pasajeros alertas o soñolientos: huevos
hervidos con papas, tamales, empanadas. Y, sobre todo, causa de trucha pescada
en el río.
Las alcanzaban hasta nuestros asientos,
envueltos en hojas de plátanos, que eran cogidas de los mismos árboles que se
balanceaban sobre nuestras cabezas.
Y, en realidad, así como esta comida, había
muchas otras que allí nos ofrecían. Era una feria de abundancia, fertilidad y
proliferación de productos de todo tipo que nos brinda la tierra.
7. Antes
pleno de vida
Sin embargo, todo esto se acabó,
desapareció, se esfumó. Ahora nada de eso queda ni existe. Ese río, antes pleno
de vida, que daba aliento, nacimiento y pujanza a pueblos felices y henchidos,
antes pletóricos y animosos, ahora es un río enfermo, contagioso y fatal.
Mata la vida hasta a 9 metros de distancia
del curso por donde pasa. Daña la tierra, la corrompe y la pervierte. A la
planta la carcome, torna ácidos sus frutos, agosta los tallos y desmenuza sus
hojas. Es río demoníaco.
Todo muere a su paso. No crece una sola
ameba en sus aguas sangrantes color que le da el óxido de plomo. Menos flota en
él o bucea un cangrejo, un camarón o un langostino de los que antes era abundante.
¿Quién los mató? La mina con sus relaves,
que ahora mismo, en este mismo instante se siguen arrojando sin perdón e
impunemente desde hace más de 100 años en esas aguas que antes prodigaban vida
y que ahora son mortales.
Los textos anteriores pueden ser
reproducidos, publicados y difundidos
citando autor y fuente
dsanchezlihon@aol.com
danilosanchezlihon@gmail.com
Obras de Danilo Sánchez Lihón las puede solicitar a:
Editorial San Marcos: ventas@editorialsanmarcos.com
Ediciones Capulí: capulivallejoysutierra@gmail.com
*****
DIRECCIÓN EN FACEBOOK
HACER CLIC AQUÍ:
*****
Teléfonos:
393-5196 / 99773-9575
Si no desea seguir recibiendo estos envíos
le rogamos, por favor, hacérnoslo saber.
No hay comentarios:
Publicar un comentario