11 DE JUNIO
DÍA DEL DOCENTE UNIVERSITARIO
EVOCANDO
A
UN MAESTRO
Danilo
Sánchez Lihón
1. Labor
venerable
Aún en el año 1990 no conocía personalmente
al maestro Luis Jaime Cisneros, pero al invitarlo por teléfono a presentar un
libro mío titulado “Leer es amar”, en la Feria del Libro de ese mismo año,
aceptó de inmediato, gustoso y complacido.
Ese gesto rápido, impensado y espontáneo,
me impresionó dejando en mí un sentimiento de gratitud, de admiración y hasta una
sensación de asombro y orgullo respecto al personaje con quien acababa de
hablar.
Era un maestro egregio y venerable, quien
venía desempeñando desde hacía tiempo una labor venerable y rectora en nuestro
país, consagrado a la docencia en la Pontificia Universidad Católica del Perú,
y como profesor invitado anualmente a desarrollar una cátedra en la Universidad
de La Sorbona de París.
Presidía la Academia Peruana de la Lengua y
había dirigido importantes instituciones e, inclusive, medios de comunicación
de gran impacto y cobertura en el ámbito nacional, como el diario “El
Observador”.
Y, sin embargo, ¿cómo me había contestado?
Simple, y de una manera afable, confiada y hasta familiar.
2. Empezando
desde arriba
No obstante, sin ínfulas por la celebridad
de que gozaba, era una persona llana, asequible y bondadosa. Y así fue otras
veces en que concurrió a diferentes actividades a las cuales lo invité,
realizadas por el Instituto del Libro y la Lectura del Perú, que yo dirijo.
Y lo hacía ya sea para presentar obras o
para adherirse a algún homenaje que estábamos organizado. El último y el único
al cual no alcanzó a concurrir fue el dedicado a Georgette de Vallejo, pocos
días antes de su muerte.
A dicho acto de celebración realizado en el
Instituto Raúl Porras Barrenechea de la Universidad Nacional Mayor de San
Marcos no pudo asistir por tener la salud muy quebrantada, pero sí nos hizo
llegar una preciosa nota de adhesión escrita de su puño y letra, la cual leímos
con el aplauso de toda la concurrencia.
3. El orden
de la casa
Su costumbre era asistir temprano, y ya
sentados en la mesa de expositores, esperábamos para empezar a la hora en punto;
él mirando todo el contorno y comentando cada detalle del salón.
Al principio empezando desde arriba, desde
las vigas y la bóveda del techo siempre haciendo anotaciones sobre la
estructura y los materiales de la edificación, y el
orden de la casa.
Se detenía a considerar acerca de cómo el
edificio estaba hecho, de la ubicación y la amplitud de la puerta de entrada,
de la estructura de su construcción, paseando sus ojos sabios por uno y otro
aspecto interior de dicho inmueble.
En la casona del Instituto Cultural Peruano
Norteamericano, ICPNA de Miraflores, incluso me contó de la familia que allí antes
había vivido, de los dueños, padres, abuelos, y de las últimas generaciones de
hijos y nietos. Y de todo el linaje que allí había nacido, crecido y se había formado.
¡Impresionante! ¡Sensacional!
Centro Cultural del ICPNA en Miraflores
4. El recuerdo
de su padre
Así, me di cuenta que él no vivía encerrado
en los libros o textos, ni solo en las palabras, dada su condición de académico
connotado, sino inmerso en la realidad y en la vida misma.
Y, como buen limeño que era, en los
blasones y las tradiciones, y en el registro de las familias y de las casas en donde
aquellas habían vivido. Y de cada estampa y faceta de la vida cotidiana en esta
ciudad que lo fuera de oidores, prelados y virreyes.
Y otro rasgo extraordinario que me
impresionó, es que tenía muy en los labios el recuerdo
de su padre, al cual inmediatamente evocaba. La primera vez que nos
conocimos lo consideré un recurso literario o lingüístico del gran comunicador
que él era, porque lo expresaba ante su público impactaba.
Y esto que acabo de contar era tan
impresionante y conmovedor que yo mismo me dije: ¡Ah! ¡Es una buena manera para
hacer entrar en confianza a su auditorio!, puesto que si alguien nos habla de
su padre uno considera que esa persona ya es nuestro amigo. Pero después
comprobé que la figura de su progenitor estaba en todos sus diálogos y lo
acompañaba en cada paso que daba.
Luis Jaime Cisneros cargado, entre otros,
por Mario Vargas Llosa
5. Humanista
conspicuo
A este humanista conspicuo e insigne de
nuestro tiempo le hice una entrevista en octubre del año 2004, para la revista
AQUÍ, dirigida por Eudoro Terrones Negrete, y en la cual colaboraba con cierta
frecuencia; entrevista para mí breve, por el siempre restringido espacio de las
revistas.
Lo difundo ahora porque versa sobre el
tema, siempre actual, importante y nunca suficientemente tratado y debatido de
la educación, de la vida en los centros de educación superior y en particular
acerca del docente universitario.
Y de nuestro país que nos lacera tanto pero
acerca del cual, esto también me pareció sorprendente, él tenía una visión tan
esperanzada y optimista, ilusionada y hasta gloriosa.
En ella me impresionó su fervor y esperanza
en los jóvenes, de cuya alma y en la realización de sus ideales él vivía
pendiente; y es en donde él vivirá permanentemente.
He aquí las preguntas y respuestas
desarrolladas en aquella oportunidad, diálogo que tuvo lugar en su domicilio en
el distrito de Miraflores de esta tres veces coronada villa:
Luis Jaime Cisneros
ENTREVISTA:
CONVICCIÓN DE
PAÍS Y
VOCACIÓN DE
MAESTRO
Luis
Jaime, la crisis de la educación actual, ¿a qué factores cree que se debe?
A múltiples motivos. Uno de ellos a que los
objetivos de la escuela ahora son competencias en el campo de las ciencias y en
el área de las técnicas o tecnologías. Y ya no en el de las humanidades, ni en
el de las artes, como debiera ser siempre.
¿Esto
difiere de los fines de la educación que había antes?
Los objetivos de antes eran formar
ciudadanos y preparar para la vida. Actualmente el propósito es preparar
candidatos para la universidad. Siendo así esto entuba a toda una población
para que postule a dichas instituciones con el agravante de que sólo ingresa
una ínfima minoría. ¿Qué ocurre con la inmensa proporción de quienes no logran
ingresar a los centros de Educación Superior? Sufren un desencanto, un
arrasamiento y una frustración enorme y terminan con una sensación de inestabilidad
y de fracaso.
¡Y
esto es muy grave!
¡Gravísimo! Procediendo de este modo, y en
la medida en que nos hemos ido sometiendo a las tecnologías, nos hemos ido
empobreciendo y pauperizando en lo que es una verdadera y genuina educación,
cual es ser verdaderos y auténticos seres humanos.
Y
con los maestros, ¿qué ocurre? ¿Están a la altura de sus retos y responsabilidades
para corregir esta situación?
Se ha menoscabado mucho la carrera
magisterial. Ya no se es maestro por convicción y vocación. Como tampoco se es
policía por altruismo, abnegación y servicio, como cabe esperar que se sea.
Estas actividades humanas se han masificado, deformado y perdido su sentido
primigenio, las mismas que tenemos que volver a recuperar y enaltecer.
Campus de la Universidad Católica del Perú
Señale,
Luis Jaime, un vicio invisible y solapado de la educación actual.
Programar la educación, convertirla en tecnología,
en documentos; en hacer informes, llenar papeles, atiborrarnos con la avalancha
de papel impreso que no sirve para nada, sino para embaucar. La educación no se
programa, no está en un esquema ni en una hoja de papel; se vive, se comparte,
se goza o se sufre. Por ejemplo, esa cosa ingenua e ininteligible que es el
sílabo. ¿Para qué sirve? Ahora se da importancia a esas cosas triviales y
efímeras. Al maestro hay que dejarlo ser maestro de a verdad, espontáneamente.
Es
parte de la pretendida modernidad y tecnicismo que se quiere dar a la
educación.
Y la sumisión a las convenciones. Mucho
daño nos hace los alegatos de los técnicos, las modas y los prejuicios de los
“expertos” y de los especialistas en la materia. Y de las apariencias. Por
ejemplo, todos quisieran seguir una carrera universitaria, tanto que, si el
hijo no es médico, abogado o ingeniero, hay el concepto que se ha fracasado en
la vida; de que otros desempeños no tienen la categoría, el protocolo y la
representatividad que tienen las profesiones liberales. Y esto es alentado,
incluso, desde la política oficial del Estado.
Pero,
¿de qué modo estos errores se transparentan en las políticas de Estado?
Por ejemplo, las autoridades públicas
convirtieron a las escuelas que había antes, de ingenieros, de agrónomos y de normalistas,
en universidades, en donde se enseñan conocimientos, lo cual es un craso error
y un desatino, mientras en las Escuelas Superiores se aprenden procesos y se
enseña a hacer algo. Y se siguen convirtiendo las escuelas en universidades. Ahora
se pretende hacer una Universidad de las Artes, lo cual es una aberración.
Y,
a nivel social, ¿qué es lo que, para usted, falla en relación a la educación?
La solvencia del hogar. Mire, hogar y
escuela tienen que ser complementarios. Antes la escuela secundaba lo que se
ofrecía en el hogar y viceversa. ¿En qué se ha convertido el hogar en los
últimos tiempos? En el predominio de la televisión, ahora ya presente en todas
las habitaciones de una casa. Se ha instalado con un predominio omnímodo la televisión.
De ahí parte la crisis.
Puerta de ingreso a la Universidad Católica del Perú
Y
esto es tocar políticas generales de país. ¿Encuentra alguna contradicción
entre política y educación?
Ninguna, al contrario. Desde los griegos
política y educación son afines. Y Sócrates, para ser más preciso, fundamenta
que el primer objetivo de la política es la educación; el segundo la educación,
y el tercero la educación.
Pero,
¿no le parece que estamos atosigados de política, Luis Jaime?
Lo que vemos ahora no es política, son
negocios y tráfico de dinero. La verdadera y auténtica política se preocupa por
el gobierno, no por el poder. Entonces, nada más vinculado que la educación y
el gobierno de un país. Pero hagamos política para gobernar y no, como ocurre
ahora, para detentar, mal usar y pervertir el poder. Y para lucrar, lo que es
peor.
Esa
deformación tiene que ver mucho también con los medios de comunicación, ¿no le
parece?
En los medios es donde se refleja nuestra
situación. Las únicas veces que dedican algún espacio a la educación es en las
páginas policiales, cuando presentan noticias de acoso sexual, de huelgas, de
toma de locales escolares, que ahora no sólo es de parte de los estudiantes en
los centros de educación superior sino en las escuelas y colegios, y también de
parte de los padres de familia. Los medios se devanean y refocilan cuando hay
un escándalo o un hecho luctuoso en nuestras instituciones educativas. Y nada
de atención dedican a lo serio y trascendente que se da en ellas.
Sin
embargo, como pueblo tenemos algunas fortalezas.
¡Cómo no! ¡Muchísimas, oiga usted!
Señale
solo una, por el espacio siempre limitado de que se dispone en una revista
impresa.
Hay muchas y valiosas fortalezas. Solo por
mencionar una, como muestra: Somos los peruanos muy afectivos, nos apasionamos
rápidamente por algo. Mi padre, por ejemplo, se entusiasmaba hasta por cosas
insignificantes y, aparentemente, ridículas. ¿Y eso –le decíamos sus hijos– te
gusta y te entusiasma, papá? ¿Cómo te va a gustar algo así?, le reprochábamos. Y
él nos respondía con plena convicción: ¡Sí! ¡Cómo no me va a gustar! ¿Acaso no
les parece lindo? ¡Ser cariñosos es una gran capacidad de nuestra gente!
¿Esto
vale a nivel individual, pero también colectivo e históricamente?
¡Claro! Esa disposición para el no rencor,
que en otros pueblos es motivo de grandes tragedias, en el Perú no. De allí que
el Perú sea un pueblo sin rencores, donde no odiamos. Y, más bien, todo lo
disculpamos. Incluso a los que nos han hecho mucho daño, y nos han herido en lo
más hondo del alma. Tratamos a los demás con cariño sincero. ¿Eso no le parece
inmenso? Si no, mire usted lo que sucede entre los políticos, sus rencores son
hasta ingenuos. Más bien somos amigueros, fáciles para el sentimiento, lo cual
es un valor extraordinario.
Estudiantes de la Universidad Católica del Perú
Y
¿llorar, por ejemplo, es una fortaleza?
¡Ahí tiene usted, por ejemplo! ¡Llorar!
Esto que, a veces, no se lo entiende, y respecto a lo cual se es muy duro.
Hasta crueles con este rasgo que es tan hondo y tan bello, cuál es la capacidad
que tenemos para dejar aflorar nuestras lágrimas. César Vallejo lo hacía con
frecuencia. No hay poeta que llore tanto en la literatura universal. Hacer
escarnio de eso sería no tener alma.
¿A
eso, llorar, lo considera una cualidad positiva?
¡Por supuesto! ¡Cómo no! El llanto es una
confesión. Y es más frecuente y propio de nuestra cultura, que es honda; pero a
la vez tierna, afectiva y entrañable.
Hay,
siguiendo esta vena o ruta que hemos tocado, una gran capacidad de resistencia
en nuestra gente, ¿no?
¡Increíble! Sorprendente. Porque además de
las tristezas y miserias que aquí se padece, se responde luego a todos los
llamados de afirmación nacional con verdadera entrega. Y el pueblo lo hace con
transparencia y generosidad. Es tremendo lo que nuestro pueblo demuestra. ¡Es
una gente linda la nuestra!
Luis
Jaime, la docencia universitaria, ¿qué le ha deparado a usted?
Muchas satisfacciones ¡y a cada instante!
Son lecciones que uno recoge cada día y en silencio. Por ejemplo, yo he
aprendido que en el lugar más inesperado voy a encontrar a alumnos que son
mejores que yo. Totalmente mejores. Así de cierto, y sin eufemismos. Y esto
reconforta el ser, nos llena de una gran fe en la vida.
Y,
¿cuál es para usted la principal virtud de los jóvenes?
Muchas. Pero para mencionar solo una, muy
específica: la capacidad que tienen para auto corregirse.
Relacionado
a este asunto y desde su punto de vista, ¿a qué se debe que no hay líderes
jóvenes por ahora entre nosotros?
A que la gente joven ha perdido confianza
en los políticos. Y también a que se están gestando fórmulas nuevas.
Fe en los estudiantes
Por
lo que nos dice: ¿no elegiría vivir en otro país?
Ya lo hubiera hecho. El Perú es un país que
se hace querer y amar. Por decirte un rasgo: esa integridad de la gente para
afrontar los problemas... es tremenda, sorprendente y sobrehumana...
¿Cree
que el Perú superará pronto todas sus problemas y dificultades?
¡Cómo no! Por supuesto. Yo soy muy
optimista al respecto. El Perú es un país precioso, un país muy fuerte y de
muchas raíces.
¿Y
en qué basa esa esperanza?
En que más del 56% de la población en el
Perú son jóvenes y niños, y ellos constituyen una fuerza arrolladora, pujante e
impredecible. En cualquier momento su presencia transformará el Perú. Los
grandes cambios siempre han estado vinculados a estudiantes y ellos todavía no
se han manifestado con el potencial increíble que tienen y que guardan.
Sin
embargo, frecuentemente manifiestan mucho desencanto.
Lo cual quiere decir que sienten y piensan.
Y esta situación no les gusta. Lo peor sería que estén conformes, que estén a
gusto. Ellos están inquietos y angustiados. Y eso indica que no les satisface
nada de lo que pasa. Ellos muy pronto serán padres de familia y profesionales y
van a tener que tomar decisiones.
Luis
Jaime: Para terminar con algo inolvidable, ¿para usted qué es lo más valioso
que tiene el Perú?
No soy amigo de las frases hechas. Pero, a
ver, lo más valioso aquí es la gente y, más específicamente, la creatividad de
la gente. Y, al decirlo, no me refiero al ingenio que aduce tener la clase
intelectual, sino a la creatividad de la gente de a pie y sencilla.
Entrevista, año 2004
Danilo Sánchez Lihón
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