jueves, 30 de abril de 2020

30 de abril. Día del Psicólogo. / Aquellos locos sublimes.


DÍA DEL PSICÓLOGO

AQUELLOS
LOCOS
SUBLIMES

 Danilo Sánchez Lihón



Don Quijote y los molinos de viento, 
de José Moreno Carbonero


1. ¿Qué halo
los eleva?

Hay una pléyade de personas en la historia de la civilización humana que son los locos sublimes en quienes arde un fuego sacrosanto.
Son zarzas ardientes, demiurgos y llamas votivas. Pareciera que fueron investidos de una misión ineludible.
Ahora bien:
¿Qué fuego sagrado los anima? ¡Que late en sus venas e incendia sus almas!
¡Y que hace que se incendien muchas veces sus alas!
¿De dónde recogieron el fuego sagrado que los alienta? ¡Y que a la vez los consume!
¡Qué aureola más refulgente han logrado ceñirse en sus frentes!
¿Qué halo los eleva?


Leoncio Prado

2. Dirigió
su fusilamiento

Entre nosotros uno de ellos es Leoncio Prado, paladín de la libertad y defensor de toda causa justa y noble que fuera un imperativo moral defender.
Quien muy joven, junto a sus hermanos, también peruanos, para mayor precisión nacidos en Huánuco, luchó por la independencia de Cuba. Capturó el barco español Moctezuma, e izó en él la bandera de la independencia cubana.
Anduvo errabundo por lugares pantanosos de Nicaragua y Honduras.
Quiso independizar Filipinas de la dominación española y naufragó el barco en el cual viajaba. Recaló en la China y trabajó de todo en la India. Arabia, Egipto y Rusia.
Peleó como un león en la Guerra del Pacífico defendiendo a su patria, el Perú, invadida por una caterva extranjera.
Fue herido en la Batalla de Huamachuco. Capturado y sentenciado a muerte, él mismo dirigió su fusilamiento dando tres golpes con la cucharilla en la taza de café que lentamente sorbía. Aún no había cumplido 30 años en el momento de su inmolación.


Daniel Alcides Carrión

3. Y salvar
vidas

Otro loco sublime entre nosotros, y quien ahora me acuerdo, es Daniel Alcides Carrión, valedor y héroe de la solidaridad.
Quien siendo estudiante de medicina de la Facultad de San Fernando, se hizo inocular el virus de una enfermedad terrible, cuál es la verruga.
Y lo hizo para mejor estudiarla y saber cómo curarla, y así salvar a muchas vidas humanas.
Sobre todo, la de sus coterráneos de Cerro de Pasco, hermanos de raza que trabajaban en la construcción del Ferrocarril Central, que iba de Lima a La Oroya.
Y morían con vómitos, fiebres y purulencias, debido a una enfermedad que después se supo que era trasmitida por un mosquito de los valles interandinos.
Murió el 5 de octubre de 1885, dictando los estragos que esa enfermedad producía en el cuerpo humano.


José María Eguren

4. Vivió
pobre

Otro personaje increíble es José María Eguren, desasido del mundo material e inerme para todo asunto de la realidad objetiva, encandilado por el mundo de la fábula, la fantasía y la maravilla.
Quien se dejó subyugar por el sonido en las baldosas de los caballos muertos en antiguas batallas. Y obsesionado por una flama y una dama que distinguía por pasadizos nebulosos.
Y que la portaba una niña a quien llamó La Niña de la Lámpara Azul a quien dedicó su vida a seguirla.
Quien compuso un largo poema que es un réquiem de ritmos hondos y sutiles, en donde hace desfilar a un cortejo que representa a toda la parafernalia humana, que van a enterrar a una muñeca.
Nunca se casó, no tuvo hijos, vivió pobre y murió apaciblemente entre sones, símbolos y figuras un día de abril del año 1942.

Juana de Arco recibiendo el mensaje 
del arcángel Miguel, por Eugene Thirion

5. Advocando
su nombre

Pasando a otro ámbito, un ser sublime es Juana de Arco, también llamada La Doncella de Orleans.
Quien marchó delante del ejército francés en la Guerra de los Cien Años contra Inglaterra, logrando triunfos contundentes.
A ella se debe que Carlos VII de Valois fuese coronado Rey de Francia.
Fue capturada y entregada a los ingleses. Juzgada por herejía fue quemada viva en Ruan, el 30 de mayo de 1431.
La gloriosa armada francesa ahora la lleva como emblema y dispara sus cañones advocando su nombre.
El Vaticano primero la beatificó y después ha tenido que reconocerla como santa.
Y quien era ciertamente una niña virginal que guiaba en la batalla a los ejércitos, según la voz de Dios resonara en sus oídos.


Orfeo y Eurídice, de George F. Wats

6. El arrebato
de mirarla

Indudablemente otro loco universal sublime, producto de la fantasía de Miguel de Cervantes, es don Quijote de la Mancha, loco por hacer el bien, con locura de ver castillos en donde solo había fondas y tabernas.
Locura de creer que somos apreciados cuando en verdad solo se burlan de nosotros.
Quien ideó a Dulcinea como la más bella, noble y virtuosa de las mujeres. Y a ella fue a quien encomendó todas sus hazañas. Y de tener algún referente en la realidad cotidiana, ella sería una mujer corriente, una muchacha que trabajaba en una fonda y era hasta vulgar.
Y extraído de las historias legendarias, que loco sublime es Orfeo, patrono de la música, capaz de apaciguar a los animales y a los monstruos con su lira.
Quien conmovió con sus acordes a Caronte, el guardián del Hades, para bajar a los infiernos a rescatar a Eurídice, el ser que amaba. Y la perdió en el último instante solo por el arrebato de mirarla.


El Quijote y Sancho, de Pablo Picasso

7. Justifica
la vida

Hay muchos otros locos sublimes en la historia, quienes tienen como una llama o fuego que arde bajo su frente.
Y que si intentáramos una aproximación a saber qué es eso, diríamos que son grandes pasiones y grandes amores.
Es embrujo y es ideal. Creo que es lo básico. Pero junto a estos locos sublimes célebres ¡hay muchos que son locos cotidianos!
Así: ¿quién no ha tenido un profesor medio loco, chiflado y conmovedor, y que los compañeros de clases lo definen como: rayado?
¿Quién no ha conocido a algún muchacho místico, sonámbulo e idealista?
Creo que la vida se justifica en la medida en que en ella podremos haber encontrado alguna dosis siquiera humilde y pequeña de aquella sublime locura.



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30 de abril. Día del Psicólogo. / Tú eres águila.


30 DE ABRIL
DÍA DEL PSICÓLOGO

ERES
ÁGUILA

 Danilo Sánchez Lihón




1. Se alzan
los tapiales

Un granjero venía por el sendero rumbo a su cabaña cuando, cruzando un bosquecillo, divisó que se había resbalado entre el follaje, y a la vera del camino, un huevo sano y reluciente.
Lo recogió y acomodó delicadamente en lo más suave y seguro de su alforja.
Al llegar a su estancia lo primero que hizo fue ir a colocar el huevo en el nido de la gallina “Flor de haba” que estaba ovando en el pajar.
Y entre tantas y muchas tareas y ocupaciones que tenía que realizar se olvidó del suceso.
Al cabo de unas semanas nacieron los pollitos de su camada de la gallina “Flor de haba” y que tenían como espacio para sus correrías el limitado por las cercas. Más allá se alzan los tapiales en cuya parte alta florecen malvas, geranios y mostazas.
Pasó el tiempo y visitó la estancia un amigo del granjero, quien vivía en el alcor, que es la parte más alta de la cordillera, entre peñascos y prominencias de la serranía.



2. En
la cumbre

Fue él quien al ver a los polluelos ya crecidos dijo señalando a uno de ellos:
– ¡Aquel es un águila!
– A ver. ¡Si es un águila podrá volar!
El granjero, hombre práctico, lo cogió e hizo el intento de que volara echándolo al aire.
Pero la avecilla, acostumbrada a dar de aletazos como sus hermanos y hermanas polluelos, caía desde la altura desde donde lo soltaba el granjero, de bruces al polvo y los guijarros de la granja.
– Ahora, ¿qué te parece? ¿Lo has visto? No es un águila. ¡Es una gallina! Si quieres, llévalo.
Y lo llevó consigo el hombre de las montañas, quien iba camino a su casa ubicada en la cumbre de los cerros.




3. El por qué
estás aquí

Pero mientras caminaba, a fin de acompañarse, le iba hablando a la avecilla, quien asustada lo miraba desde dentro del equipaje:
– La vida es encontrarse uno mismo. Es saber quién uno es. Es saber por qué y para qué estamos aquí y hemos nacido.
– Criúúú –Se queja el ave removiéndose llena de temor.
– No temas. Al descubrir el espacio abierto y de altura reconocerás quién verdaderamente eres, y eso te llenará de gozo y de poder.
– Criúúú. –Protesta, como queriendo que lo devuelvan al corral, en donde se había ya acostumbrado.
– ¿Por qué tiene que ser así? –Pareció decirle con su mirada
– Eso lo descubrirás por tus propios medios, y sabrás el por qué al ver extendidos debajo de tus alas los campos sembrados y otros sin sembrar. Allí vas a saber recordar quién eres, y saber el por qué estás aquí.
– Criúúú. Criúúú. –¡Suéltame! ¡Suéltame! Parece decirle.




4. Reiteró
sus palabras

– Solo te digo que abras tus alas. Ahí está todo el secreto. Si no abres tus alas morirás, caerás como piedra pesada e inerte. Pero si abres tus alas sentirás que puedes volar, y tuyo será el mundo. –Y el montañés abría él sus brazos como para enseñarle–. Y así, con un leve movimiento te sostendrás en el aire y con el viento.
– Criúúú. Criúúú.
– Te voy a soltar. No lo dudes, pero ten fortaleza. Vas a sentir por primera vez el temple de tus alas, tu gran aliento y tu impulso por lanzarte a recorrer la infinitud del cielo azul.
– Criúúú. –Y, ¿para qué? Parece preguntar la avecilla.
– ¿Para qué? ¡Vaya pregunta! ¡Para realizar tu destino y ser felices! Porque sin ser lo que en esencia somos nunca seremos dichosos ni felices.
– Criiiiúúú. –Y tú, ¡quién eres!
– ¿Yo? Yo soy un hombre de las montañas. Ya vez, aquí estoy, y vivo feliz. Otros lo son en el llano. Solo siendo lo que verdaderamente somos alcanzamos en esta vida la felicidad
Y habiendo llegando al pináculo del farallón sacó al polluelo del escondrijo. Y estando ya en el borde de la cima, reiteró sus palabras diciendo:




5. El fondo
de su corazón

– Tú eres águila. Tienes que volar alto, amplio y lejos. Otros son gallinas. Tú has nacido para ser grande. Estás aquí para elevarte sobre los lagos y los ríos. Y sobrevolar las nieves.
El polluelo al sentir el aire helado y el viento otra vez quiso esconderse entre las mangas de su saco, trémulo y asustado.
– No temas. Deja que lo que hay en el fondo de ti encaje y armonice con lo que hay afuera. Para eso solo abre bien tus alas, todo lo que puedas. Libera todo lo que tienen entre sus plumas y sus cañas.
Y cogiendo las alas entre sus manos las extendió de uno a otro lado como para que el pajarillo sintiese lo largas y robustas que eran.
– No las encojas ni las cierres. ¡ábrelas! ¡Expándelas! ¡Confía en ellas! ¡Déjate llevar por tu instinto! ¡Jamás pienses en el ayer! ¡Reconoce el presente y el mañana!
Le hablaba así con voz serena y hasta tierna, tratando de que se introdujera por sus oídos y llegase hasta el fondo de su corazón:
– ¡Eres águila! ¡No te olvides! –Le insistió, por último.



6. Entre
riscos y peñas

Y luego de besarle las plumas en las alas, en el pecho y en el cuello, luego de acariciarle y tenerle entre sus manos para que sintiera su calidez, su pulso y su fe, la preparó para lanzarla.
Le hizo ver allá abajo la vastedad del valle y hacia el horizonte la inmensidad de las montañas.
Luego de darle su aliento en la cabeza y en los ojos que la avecilla cerraba parpadeante, le dijo:
– ¡A volar! ¡Tuyo es el mundo! ¡Tu vida no es la granja! Tu vida es elevarte muy alto. ¡Vete a las regiones altas! ¡Si es posible a las estrellas!
Y lo impulsó al espacio lo más lejos que pudo, con todas sus fuerzas y desde el filo del abismo en donde estaba parado.
La avecilla se dejó caer como en la granja, aleteando como hacen las gallinas.
Era triste cómo daba tumbos y caía vertiginosamente con peligro de estrellarse y chocar entre los riscos y las peñas.


7. Por el infinito
cielo azul

El montañés pudo gritarle todavía con todo el aliento de su alma:
– ¡Eres águila! ¡Eres águila! ¡Elévate!
Ese grito en su caída la avecilla alcanzó a escucharlo como un trino, como una demanda y una clarinada que convoca a despertar, como si le recordara algo profundo de su esencia e intimidad:
– ¡Eres águila! ¡Eres águila! –Seguía gritándole
Allí fue que despertó de su letargo. Abrió las alas. Se sintió flotar primero. Las abrió mucho más todavía.
Y sintió no solo que se sostenía en el aire, sino que empezaba a alzar el vuelo y subir cada vez más.
Vio al filo del acantilado al hombre que le alzaba los brazos en señal de saludo y reverencia.
Y luego lo fue viendo cada vez más pequeño. Con lo que comprobó que cada vez volaba más y más alto por el infinito cielo azul.


Fotos 1, 2, 4 y 5
Jaime Sánchez Lihón




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miércoles, 29 de abril de 2020

29 de abril. Día de la Danza. / Marinera en la plaza. / Goza y canta corazón.


29 DE ABRIL
DÍA DE LA DANZA
MARINERA EN LA PLAZA

GOZA
Y CANTA
CORAZÓN

Danilo Sánchez Lihón



Estallan los fuegos artificiales

1. Luis
Felipe

Fue en ese preciso momento que vemos que un hombre alto, con casaca de cuero de hebillas en los bolsillos, avanza hasta la tribuna oficial.
Es Luis Felipe de la Puente Uceda, quien tiende la mano invitando a bailar a la dama que acompaña al subprefecto perdedor en la competencia de las dos bandas musicales. ¡Claro que esto no deja de ser un tremendo atrevimiento! La gente que está sentada se pone de pie y se arremolina para mirar.
Ella es nada menos que Amada Ganoza, la más bella mujer del pueblo, cortejada esta vez por el Subprefecto Mayor Mejía Camacho; y de quien en este momento es su invitada de honor en la tribuna oficial. Hay un rumor de miedo entre la gente.
– ¡Bailamos! –Se oye que le repite Luis Felipe, tendiéndole la mano.
Luis Felipe es quien ha traído desde Julcán, donde queda la hacienda de su familia, la banda de músicos populares quien esta noche acaba de ganarle en una competencia de piezas musicales a la gloriosa Banda del Regimiento de Infantería 37 de la ciudad de Trujillo.


Luis Felipe de la Puente Uceda

2. Tiende
la mano

– Bailamos. –Le repite.
Ella duda, arrebolada por la vergüenza.
– La señorita no desea bailar. –Dice enfrentándose secamente el Subprefecto.
– ¿Bailamos?
– ¡No baila, he dicho!
Luis de la Puente no se digna siquiera mirar a la máxima y temible autoridad política y militar de la provincia. Tiene los ojos ansiosos e ilusionados clavados en los ojos de Amada.
El Subprefecto pone la mano en la cacha de su revólver, suelta el cintillo que abotona la funda. Lo extrae y deja lista el arma con el cañón apuntando.
Un silencio de muerte se alza en la plaza y hasta la misma banda de músicos de Julcán ha parado sus acordes bruscamente.
Entonces ella, sin dejar de mirar a Luis, se inclina, le tiende la mano y da un paso adelante.


Se baila en la plaza

3. Un griterío
de júbilo

La banda vuelve a estallar con sus acordes:
Cuando me vaya, negra
santiaguina de mi amor.
no me dirás que me has dejado
ni dirás que te dejé.
Un griterío de júbilo se alza incontenible. Ambos salen entonces por el medio de la tribuna y bajan por el escalón del tabladillo alzado en el centro de la plaza para llevar a cabo este acto consignado en el programa de la celebración de la Fiesta Patronal del Apóstol Santiago el Mayor de la provincia de Santiago de Chuco.
Ya en el suelo ella se saca los zapatos, camina con las caderas alzadas cogida del brazo de su pareja.
Lo hace con pasos cadenciosos y ondulaciones de su cuerpo, para seguir los pasos grandes de su pareja Luis Felipe, que tiene la cara iluminada y los mechones de su cabello cayéndole en dos guedejas por la frente.
El pueblo hace un callejón y la Banda de Julcán avanza al centro, rodeando la pileta y su barandal de fierro forjado.


Pileta al centro de la plaza

4. Lanzándose
a volar

Como la algarabía se ha desatado, la Banda del Regimiento de Infantería 37, humillada por la banda pueblerina, se cuadra militarmente, hace un giro en escuadra y se desliza después silenciosamente como una culebra que se desenrosca, en columna de a tres por la solitaria calle de «El Comercio».
En la esquina del billar del Hotel Santa María abordan los ómnibus que los trajeran y que los están esperando. Y parten rumbo a Trujillo.
Mientras tanto, la pareja llega hasta el centro del ruedo donde se arremolina todo el pueblo.
Luis Felipe se retira unos pasos alzando el pañuelo sin quitar sus ojos de los ojos de ella, fijos y luminosos, retándolos con un brillo imperceptible y con una sonrisa.
Amada Ganoza también levanta su pañuelo y avanza haciendo un círculo, como si fuese una paloma lanzándose a volar hacia el abismo. Entona la banda:
Cuando me vaya negra
santiaguina de mi amor
no me dirás que me has dejado
ni dirás que te dejé.
Él corresponde, por el otro lado, con un compás de caballo de paso hasta dar una vuelta y, cuando los platillos hacen la primera entrada, ya está frente a ella en un contrapunto de encuentros y desencuentros.

Plaza de Armas de Santiago de Chuco

5. Aunque
lo quieras o no

Los bajos, seguidos de los clarinetes, dan fin al rodeo y se sumergen en la primera fuga.
Ella alza las caderas, vuelve a echar el busto para atrás y los senos se le pintan turgentes en el fondo de la noche.
– ¡Bravo! –Gritan de uno y otro lado.
– ¡Voy a ella!
– ¡Voy a Lucho!
Allí viene el molinete. La larga trenza se mece pasando ora al hombro izquierdo, ora al hombro derecho.
Los labios se hacen carnosos como frutas expuestas que van a caer. Y no se asientan los pies en el suelo.
Las trompetas afiladas tasajean el alma con sus cuchillos.
– ¡Qué sabrosura de mujer!
– ¡Qué primor de muchacha! –Se oye decir.
Digas, pues, lo que digas
estás en mi pecho ya,
y en él irás donde sea
aunque lo quieras o no.


Grupo de amigos en Santiago de Chuco.
Luis Felipe de la Puente Uceda con sombrero

6. Al ritmo
de los platillos

La tarola hace un nuevo pase de redoble. Ella gira con el rostro y el cuello tendidos. Y hace un vaivén frente a la cara de su pareja. Los ojos sin despegarse de los otros ojos.
Él la corteja y finalmente la reta en un sitio donde ella levanta las faldas y zapatea con las pantorrillas al aire, mientras él castiga el suelo con su pañuelo.
La música cesa y surge otra vez el redoble solo de tarola. ¡Es la fuga!
Dizque los quereres
son pura ilusión.
Y que los cariños
flor de un día son.
La pareja, otra vez se ha puesto frente a frente. Ella avanza en círculo, él casi sin moverse y sin dejar de sonreír, gira; hace dos quiebres con el cuerpo y nuevamente espera.
A la vida corazón,
se la acepta como es.
Ella misma ayayayay
no es sino pura ilusión
Revientan cohetes: Chim… ¡pum! ¡Chim… ¡pum! Chim… ¡pum!
¡Es el arrebato! Él, casi en cuclillas y estirando el cuello, arrogante y a la vez rendido. Le besa los vestidos sacudiéndole el pañuelo al ritmo de los platillos, como queriendo rajar la tierra para arrojarle simiente pura y nueva. Y ella, ofreciéndose como fruto glorioso a la fecundidad de la vida.


El pueblo baila en la plaza

7. En el corazón
de todos

El Subprefecto ha dejado bruscamente su asiento y desaparece con duros pasos por una esquina de la plaza.
Goza y canta corazón
sin mirar el porvenir.
No hay más que una realidad:
la que está dando su flor.
Así, la marinera pone encajes nuevos en el borde de los techos de las casas vetustas de la plaza de Santiago de Chuco.
Y mientras los compases de los instrumentos suben límpidos hacia el firmamento, y mientras rechinan los platillos con la fuga, en un ritmo incesante, febril, de zapateo sobre la tierra virgen, alguien enciende el primer castillo de fuegos artificiales que comienza a derramar chorros de luz como guirnaldas de todos los colores con el estruendo de las avellanas.
… la que está dando su flor
para luego perecer.
Es allí cuando todos cogemos nuestras parejas e invadimos el ruedo.
En el cielo de Santiago de Chuco suenan las bombardas, se elevaban los globos iluminados y estalla la alegría del pueblo en el centro de la plaza y en el corazón de todos los hombres y mujeres. 


Alas de paloma tienen los castillos de fuegos artificiales


Fotos 1, 4, 5, 7 y 8
Jaime Sánchez Lihón



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