29 DE
ABRIL
DÍA DE
LA DANZA
MARINERA
EN LA PLAZA
GOZA
Y CANTA
CORAZÓN
Danilo Sánchez
Lihón
Estallan los fuegos artificiales
1. Luis
Felipe
Fue en ese preciso momento que vemos
que un hombre alto, con casaca de cuero de hebillas en los bolsillos, avanza
hasta la tribuna oficial.
Es Luis Felipe de la Puente Uceda,
quien tiende la mano invitando a bailar a la dama que acompaña al subprefecto
perdedor en la competencia de las dos bandas musicales. ¡Claro que esto no deja
de ser un tremendo atrevimiento! La gente que está sentada se pone de pie y se
arremolina para mirar.
Ella es nada menos que Amada Ganoza,
la más bella mujer del pueblo, cortejada esta vez por el Subprefecto Mayor
Mejía Camacho; y de quien en este momento es su invitada de honor en la tribuna
oficial. Hay un rumor de miedo entre la gente.
– ¡Bailamos! –Se oye que le repite Luis
Felipe, tendiéndole la mano.
Luis Felipe es quien ha traído desde
Julcán, donde queda la hacienda de su familia, la banda de músicos populares
quien esta noche acaba de ganarle en una competencia de piezas musicales a la
gloriosa Banda del Regimiento de Infantería 37 de la ciudad de Trujillo.
2. Tiende
la mano
– Bailamos. –Le repite.
Ella duda, arrebolada por la
vergüenza.
– La señorita no desea bailar. –Dice
enfrentándose secamente el Subprefecto.
– ¿Bailamos?
– ¡No baila, he dicho!
Luis de la Puente no se digna
siquiera mirar a la máxima y temible autoridad política y militar de la
provincia. Tiene los ojos ansiosos e ilusionados clavados en los ojos de Amada.
El Subprefecto pone la mano en la
cacha de su revólver, suelta el cintillo que abotona la funda. Lo extrae y deja
lista el arma con el cañón apuntando.
Un silencio de muerte se alza en la
plaza y hasta la misma banda de músicos de Julcán ha parado sus acordes
bruscamente.
Entonces ella, sin dejar de mirar a
Luis, se inclina, le tiende la mano y da un paso adelante.
3. Un
griterío
de júbilo
La banda vuelve a estallar con sus
acordes:
Cuando me vaya,
negra
santiaguina de
mi amor.
no me dirás que
me has dejado
ni
dirás que te dejé.
Un griterío de júbilo se alza
incontenible. Ambos salen entonces por el medio de la tribuna y bajan por el
escalón del tabladillo alzado en el centro de la plaza para llevar a cabo este
acto consignado en el programa de la celebración de la Fiesta Patronal del
Apóstol Santiago el Mayor de la provincia de Santiago de Chuco.
Ya en el suelo ella se saca los
zapatos, camina con las caderas alzadas cogida del brazo de su pareja.
Lo hace con pasos cadenciosos y
ondulaciones de su cuerpo, para seguir los pasos grandes de su pareja Luis
Felipe, que tiene la cara iluminada y los mechones de su cabello cayéndole en
dos guedejas por la frente.
El pueblo hace un callejón y la
Banda de Julcán avanza al centro, rodeando la pileta y su barandal de fierro
forjado.
4. Lanzándose
a volar
Como la algarabía se ha desatado, la
Banda del Regimiento de Infantería 37, humillada por la banda pueblerina, se
cuadra militarmente, hace un giro en escuadra y se desliza después
silenciosamente como una culebra que se desenrosca, en columna de a tres por la
solitaria calle de «El Comercio».
En la esquina del billar del Hotel
Santa María abordan los ómnibus que los trajeran y que los están esperando. Y
parten rumbo a Trujillo.
Mientras tanto, la pareja llega
hasta el centro del ruedo donde se arremolina todo el pueblo.
Luis Felipe se retira unos pasos
alzando el pañuelo sin quitar sus ojos de los ojos de ella, fijos y luminosos,
retándolos con un brillo imperceptible y con una sonrisa.
Amada Ganoza también levanta su
pañuelo y avanza haciendo un círculo, como si fuese una paloma lanzándose a
volar hacia el abismo. Entona la banda:
Cuando me vaya
negra
santiaguina de
mi amor
no me dirás que
me has dejado
ni
dirás que te dejé.
Él corresponde, por el otro lado,
con un compás de caballo de paso hasta dar una vuelta y, cuando los platillos
hacen la primera entrada, ya está frente a ella en un contrapunto de encuentros
y desencuentros.
5. Aunque
lo quieras o no
Los bajos, seguidos de los
clarinetes, dan fin al rodeo y se sumergen en la primera fuga.
Ella alza las caderas, vuelve a
echar el busto para atrás y los senos se le pintan turgentes en el fondo de la
noche.
–
¡Bravo! –Gritan de uno y otro lado.
– ¡Voy
a ella!
– ¡Voy a Lucho!
Allí viene el molinete. La larga
trenza se mece pasando ora al hombro izquierdo, ora al hombro derecho.
Los labios se hacen carnosos como
frutas expuestas que van a caer. Y no se asientan los pies en el suelo.
Las trompetas afiladas tasajean el
alma con sus cuchillos.
– ¡Qué
sabrosura de mujer!
– ¡Qué primor de muchacha! –Se oye
decir.
Digas, pues, lo
que digas
estás en mi
pecho ya,
y en él irás
donde sea
aunque
lo quieras o no.
6. Al ritmo
de los
platillos
La tarola hace un nuevo pase de
redoble. Ella gira con el rostro y el cuello tendidos. Y hace un vaivén frente
a la cara de su pareja. Los ojos sin despegarse de los otros ojos.
Él la corteja y finalmente la reta
en un sitio donde ella levanta las faldas y zapatea con las pantorrillas al
aire, mientras él castiga el suelo con su pañuelo.
La música cesa y surge otra vez el
redoble solo de tarola. ¡Es la fuga!
Dizque los
quereres
son pura
ilusión.
Y que los
cariños
flor de
un día son.
La pareja, otra vez se ha puesto
frente a frente. Ella avanza en círculo, él casi sin moverse y sin dejar de
sonreír, gira; hace dos quiebres con el cuerpo y nuevamente espera.
A la vida
corazón,
se la acepta
como es.
Ella misma
ayayayay
no es
sino pura ilusión
Revientan cohetes: Chim… ¡pum! ¡Chim…
¡pum! Chim… ¡pum!
¡Es el arrebato! Él, casi en
cuclillas y estirando el cuello, arrogante y a la vez rendido. Le besa los
vestidos sacudiéndole el pañuelo al ritmo de los platillos, como queriendo
rajar la tierra para arrojarle simiente pura y nueva. Y ella, ofreciéndose como
fruto glorioso a la fecundidad de la vida.
7. En el
corazón
de todos
El Subprefecto ha dejado bruscamente
su asiento y desaparece con duros pasos por una esquina de la plaza.
Goza y canta
corazón
sin mirar el
porvenir.
No hay más que
una realidad:
la que
está dando su flor.
Así, la marinera pone encajes nuevos
en el borde de los techos de las casas vetustas de la plaza de Santiago de
Chuco.
Y mientras los compases de los
instrumentos suben límpidos hacia el firmamento, y mientras rechinan los
platillos con la fuga, en un ritmo incesante, febril, de zapateo sobre la
tierra virgen, alguien enciende el primer castillo de fuegos artificiales que
comienza a derramar chorros de luz como guirnaldas de todos los colores con el
estruendo de las avellanas.
… la que está
dando su flor
para
luego perecer.
Es allí cuando todos cogemos
nuestras parejas e invadimos el ruedo.
En el cielo de Santiago de Chuco
suenan las bombardas, se elevaban los globos iluminados y estalla la alegría
del pueblo en el centro de la plaza y en el corazón de todos los hombres y
mujeres.
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Una sabrosa página del recuerdo, mi querido Danilo. El cuento no contado de la frustración del prefecto se lee como un desprecio condenado al olvido. Mientras la redacción sigue el ritmo de marinera, al oído se impone, bullente y juvenil, la vida con el amor volando por la avenida.
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