lunes, 6 de abril de 2020

6 de abril. Día del Deporte. / Aprendiendo a manejar bicicleta.


6 DE ABRIL
DÍA DEL DEPORTE

APRENDIENDO
A MANEJAR
BICICLETA

Danilo Sánchez Lihón

Santiago de Chuco, de accidentada topografía

1. Sangrantes
heridas

Santiago de Chuco no tiene una sola calle plana u horizontal, pues todas son inclinadas en algún grado, en pendiente y la mayoría son torcidas.
Incluso las calles de la Plaza de Armas, tienen declive. Y hay otras que si en ellas se suelta una pelota hay que ir recogerla en el río; o donde algo la ataje, sea una acequia o un matorral.
Aun así, aprendimos ahí a manejar bicicleta, aunque dándonos caídas y porrazos que nos dejaban chinchones y rasmilladuras por todo el cuerpo.
Y, a veces, roturas de cabeza o luxaciones por dar con nuestros cuerpos en huecos y esquinas; en muros y veredas; a veces con heridas sangrantes por caer sobre las piedras.
Otros aprendieron a manejar bicicleta en el Estadio Municipal lleno de gente, en donde se podía atropellar a alguien. Lo desfavorable, además de quedar lejos, es que tiene una arenisca que las lluvias han pegado a la tierra, y en donde caerse es como rasparse la piel sobre pedacitos de vidrios.


El autor, segundo de la izquierda, de pie

2. Ser
candoroso

Aun así, aprendimos a trompicones el arte de mantenernos en equilibrio sobre la bicicleta, pero el único de nuestros compañeros que tenía dificultad en hacerlo era Rafo, a quien queríamos como a todos los de nuestro grupo.
A quien lo apoyábamos en todos los aspectos por ser candoroso, bueno y formal. Pero, por más que lo subíamos a la montura, tan pronto asentaba sus pies en los pedales, resultaba cayéndose.
Otra dificultad era que la única bicicleta disponible era la de Luis Aguilar, quien como era flaco y alto su bicicleta era para Rafo un poco grande.
No había forma que Rafo aprendiera, pese a que lo habíamos intentado de diferentes maneras. Y en quien era manifiesto y muy sentido su deseo de aprender a hacerlo.
Para eso corríamos a su lado sujetándolo, pero cuando lo soltábamos irremediablemente se iba a un lado dándose de golpe en el suelo. Y aunque era razón suficiente para llorar, su nobleza y su deseo de aprender, no le permitían hacerlo, lo cual nos conmovía.


El plano inclinado de Santiago de Chuco

3. Dominio
del timón

– Para que aprendas, Rafo tenemos que salir a la carretera. –Fue el veredicto final de todos nosotros.
Y quedamos en hacerlo un sábado por la tarde en que no teníamos clases.
Escogimos el trecho en donde la carretera es más larga y con una ligera inclinación para que facilite que la bicicleta corra.
¡Eso sí!, hasta la loma donde hay una curva, que fuera el trecho más largo posible en línea recta, para que facilitara a Rafo el previo dominio del timón.
Escogimos la carretera a Cachicadán, a la salida de Santiago de Chuco. Y desde el punto que va de la tienda de don Abraham Reina, pasando por el edificio del Camal.
Allí la carretera hace un estirón de por lo menos un kilómetro. Tiene una ligera inclinación de bajada, no hay montículos ni erosiones, y que fue lo mejor que pudimos encontrar sin que tampoco hubiera peligros a los costados.

Carretera a Cachicadán

4. Confianza,
hermano

– ¡Sube Rafo! Nosotros te cogemos a los costados.
– ¿Ya? Cuando sientas que te vas a caer tienes que pedalear para que la bicicleta tenga equilibrio y siga corriendo.
– ¡Sereno, nomás! Tranquilo, que nosotros vamos a sujetarte y correr a tu lado.
– Hazlo por Aurora. –Le dijo Manuel sabiendo que estaba enamorado de esa linda chiquilla del barrio de San Cristóbal, por lo cual Rafo ya en la montura se ruborizó por completo.
Y partimos, nosotros a su costado. De un lado, yo sujetándole el timón y atrás Luis Aguilar, el dueño de la bicicleta. Y del otro lado Manuel y Pedro, corriendo todos juntos.
– Ya ves. Ya puedes. Así, así. Pedaleando y derecho.
Confianza, hermano, ¡confianza! Lo importante es la confianza y siempre pedaleando.
Ya habíamos recorrido buen trecho y sentíamos que se mantenía vertical.

Curvas y más curvas de la carretera a Cachicadán

5. Línea
recta

–Ya estás manejando. Y siempre confiado, ¡y sin dejar de pedalear!
Íbamos al lado de él y a toda carrera, porque no dejaba de pedalear y cada vez con más denuedo.
– ¡Bravo, Rafo! ¡Bravo! ¡Hazlo por Aurora!
Y, para qué se le dijo: Porque puso tal fuerza en el pedaleo que nos arrastró, hizo caer y dejó tirados, sin poder alcanzarlo por la velocidad que les impuso a las ruedas.
– ¡Despacio, Rafo! –Le gritábamos. –¡Despacio!
Pero no. Él iba derecho, erguido, y a toda velocidad.
– ¡Para Rafo! ¡Frena!¡Cuidado! –Pero ya no oía. Y nosotros, por más que corrimos ya no pudimos ni siquiera aproximarnos. Parecía que los pedales se les habían pegado a los zapatos sin que dejara de pedalear.
Lo peligroso era que se acercaba a la curva donde termina la línea recta de la carretera. Hay allí un borde que da hacia una pendiente profunda que llega hasta el río.

Manuel dijo su nombre

6. Llamamos
desesperados

– ¡Tuerce! ¡Rafo, cuidado! ¡Tuerce el timón! –Le gritábamos.
Pero no. Seguía derecho y sin dejar de pedalear. Y nosotros nos desgañitábamos gritándole:
– ¡Dobla, Rafo! ¡Por Dios, dobla!
Sin levantar una mano, sin tambalear siquiera, erguido sobre la bicicleta, sin encogerse siquiera ni buscar refugio, más inhiesto que nunca sobre la montura, lo vimos desaparecer sin inmutarse por el borde del barranco. Eso sí, sin un solo aspaviento, sin un rasgo de duda ni arrepentimiento, mientras nosotros ya llorábamos.
Llegamos hasta el borde y ciertamente la loma allí cae en una pendiente llena de pencas, tunas y zarzales.
– ¡Rafo! –Llamábamos desesperados mientras nuestra voz rebotaba hacia lo profundo.
– ¡Rafo! –Gritamos todos a la vez. Nada.
– Si le ha pasado algo, ¿quién es culpable?
– ¡Todos somos culpables!

Aquí estoy

7. Yo estoy
contento

– ¿Culpables de qué? Si él no ha intentado siquiera arrojarse a un costado. Él es el culpable de todo. Si hasta en el aire seguía pedaleando. –Dice Luis enojado.
– ¿Se habrá querido matar? –Nos preguntamos.
– Tenemos que bajar.
– Pero con cuidado. No nos vayamos a rodar y muera alguien más.
– Mira, aquí está un pedazo de la bicicleta.
– Quiere decir que por aquí debe estar el cuerpo de él. –Y seguimos bajando.
– ¡Miren allá abajo! Ahí está, encima de ese tunal.
– ¿Se mueve?
– Sí. Aquí estoy, entre estas espinas.
– Rafo, ¿te duele algo?
– ¡Estos shulgomos me están picando!
– Pero, ¿estás bien?
– ¡Contento! ¡Porque ya sé manejar bicicleta!


Fotos 1, 3, 4, 5, 6 y 7
Jaime Sánchez Lihón


Los textos anteriores pueden ser
reproducidos, publicados y difundidos
citando autor y fuente

dsanchezlihon@aol.com
danilosanchezlihon@gmail.com

Obras de Danilo Sánchez Lihón las puede solicitar a:
Editorial San Marcos: ventas@editorialsanmarcos.com
Editorial Papel de Viento: papeldevientoeditores@hotmail.com
Editorial Bruño, Perú: ventas@brunoeditorial.com.pe
Ediciones Capulí: capulivallejoysutierra@gmail.com
Ediciones Altazor: edicionesaltazo@yahoo.es


En el recinto donde se otorgan los Premios Cervantes
en Alcalá de Henares


  *****
DIRECCIÓN EN FACEBOOK
HACER CLIC AQUÍ:


*****

Teléfonos:
393-5196 / 99773-9575

Si no desea seguir recibiendo estos envíos
le rogamos, por favor, hacérnoslo saber.



No hay comentarios:

Publicar un comentario