viernes, 1 de mayo de 2020

1 de mayo. El florecer de mayo. / El rocío en los caminos.


1 DE MAYO
EL FLORECER DE MAYO

EL ROCÍO
EN LOS
CAMINOS

Danilo Sánchez Lihón



Flores hasta en las piedras

Tú acaso
lo escuchas?
Inocente flor!
César Vallejo


1. El cielo
azulino

Por eso, esta noche el sueño se nos ha espantado. No podemos dormir, ni yo ni mis hermanos. Y nos revolvemos en la cama.
Porque amaneceremos bien de madrugada, casi de noche. Y en el campo. Con el relente del amanecer que humedece y hasta moja nuestros cabellos.
Y con el frío cortante que reseca nuestros labios, manos y mejillas. Pero felices de que resuenen en nuestros oídos el trinar de las aves.
De empaparnos de la luz del universo.
Y de gozar de una fiesta del alma, como es el florecer de mayo. Y de recibirla en los caminos, y en estas cumbres.
Para más tarde comeremos choclos, habas verdes y chungares, sentados en los poyos de las casas.
Poyos que están afuera, hacia donde la cocina aldeana se abre siempre, sin muros que la atajen. Mirando los sembríos, los cerros lejanos y el cielo azulino.


Amanecer de mayo

2. El
chusgo

– ¿Ya todo está listo en las alforjas de lo que llevaremos?
Pregunta mi madre que aún está levantada. Y nosotros arrebujados en nuestras camas, ya para dormir para amanecer mañana y florecer en el campo.
– Sí, mamá.
– ¿Han puesto en las alforjas manteca, sal, fideos, azúcar?
– ¡Ya, mamá!
– Y, ¿fósforos?
– ¡Ay no! ¡Verdad! ¿Me estaba olvidando de los fósforos!
– Ya vieron. El año pasado tuvimos que volver a llevar fósforos, porque si no ¿Cómo encendemos la candela? Allá no tienen. Porque esta vez vamos a cocinar en el campo
– Voy a buscarlos, mamá.
– Y ustedes entonces, ¡a dormir! –Les dice a mis hermanos–. Para salir temprano y ver si tienen suerte de que aparezca el chusgo.


La mamá

3. Pero ya
duerman

– Y ¿qué es el chusgo, mamá?
– ¿Qué?
– ¡El chusgo! ¿Qué es? ¿Es un astro, un cometa, o qué?
– ¡Ah! El chusgo es el lucero del alba que solo este día del año y muy de madrugada luce su atuendo de príncipe encantado.
– ¿Sí, mamá?
– Sí. Es decir, se envuelve de arreboles violetas, amarillos, azules.
– ¡Qué bello debe ser! Y, ¿qué más?
– Es un halo de luz radiante y hermosa que aparece en el cielo despejado y límpido.
– ¡Oh!
– Y casi siempre muy cerca de la persona a quien cabe en suerte de que lo vea. Pero, ya duerman.


El sol oblícuo en los campos sembrados

4. La madre
tierra

– ¿No a todos se aparece, mamá?
– No a todos recae la fortuna de verlo y contemplarlo. Muy pocos son los agraciados a quienes se aparece.
– ¿Así?
– Es una bondad infinita de que se ofrezca.
– ¿Por qué?
– Y es por la misión que deben cumplir en la vida.
– ¿Sí?
– Sí. Por un objetivo grandioso que tienen que alcanzar en su existencia y que les encomienda la madre tierra.
– Por eso ante un hombre de destino superior se dice: A él se le apareció el chusgo.


Y el rocío en los caminos

5. El amanecer
en el camino

Verlo asegura para siempre una vida realizada sea en la intimidad de la casa, o ya sea fuera de ella.
Por eso hoy al escuchar el primer chasquido y el primer gorjeo hemos saltado fuera de la cama.
Es noche oscura y hace un frío que hunde sus alfileres y cuchillos en la piel aterida.
De allí que los hombres esta noche velen. Y el amanecer los encuentre echándose una armada de coca y encogidos de frío esperen verlo.
Los campos se delinean cubiertos de flores lilas, fucsias y gualdas. Regurgita un arroyo.
Cruje una penca y desde el maguey extiende por toda la hondonada su silbo la torcaza mensajera.
El amanecer nos coge en el camino, entre balidos de ovejas, cantar de gallos, zumbido de abejorros y distantes rebuznos y relinchos de acémilas.


Flores en las acequias

6. El rocío
en los capullos

– ¡Buenos días, Hermelinda! –Dice mamá y papá.
– ¡Buenos días señora, buenos días seños! ¡Qué lindo que hayan venido todos!
– Buenos días señora. Buenos días señor.
– Pasen niños, pasen. Felizmente ya está claro el sol. Por aquí, dejen sus cosas por aquí.
En la ropa traemos prendidos los cadillos de las cercas, en la boca el dulzor de las cañas de mayo probadas al amanecer en el sendero.
Y en las manos heladas el rocío en los capullos de esas flores amarillas cogidas en el camino.
Y que daremos como ofrenda a la casa que nos recibe. Todo es bueno, verdadero y hermoso. ¡Es el florecer de mayo!


Esos ojos que nos miran desde el fondo del alma

7. El cielo
de amanecida

– ¡María ven!
– Sí, mamá.
– Ya llegaron los niños. ¡Para que jueguen!
Y aparece la niña más linda que yo jamás haya visto en esta vida. Igual que las flores del campo: inocente, púdica y diáfana.
– Vayan a traer agua del manantial, como que recogen flores del campo para adornar la casa.
Y vamos.
Pero yo de verla a María no puedo ni respirar, y el aire me falta.
Por eso digo que yo no encontré el chusgo en el camino. Ni en el cielo de amanecida; pero sí en los ojos de esa niña.
Esos ojos que ven hondos el alma. Y que se quedan allí quietos, y a veces doliéndonos, para siempre.






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