SEMANA DE LOS MUSEOS
EL PODER
DE
MARAVILLAR
HOMENAJE A DON
ARTURO JIMÉNEZ BORJA
Danilo Sánchez Lihón
1.
En la Semana de los Museos qué mejor
homenaje que el que pudiéramos dedicar a evocar la figura y rendirle pleitesía a
don Arturo Jiménez Borja, personalidad consagrada al estudio de las máscaras,
los vestidos, los mates burilados y a toda la maravilla del Perú precolombino.
Pero también dedicado a la música, las
danzas y los instrumentos musicales del Perú ancestral, campos en cada uno de
los cuales publicó no uno sino varios libros que constituyen monumentos en la
forja de nuestra identidad.
Fue médico, escritor, pintor y etnólogo
nacido en la ciudad heroica de Tacna el 21 de julio del año 1908, descendiente,
en primero orden, de don Toribio Ara, último curaca indígena de esa región,
siendo sus padres don José Jiménez Ara y doña Jesús Borja Iturri.
Museo de Sitio Arturo Jiménez Borja
2.
Debido
al hostigamiento que sufrieran los peruanos en su Tacna natal, cautiva entonces
por las tropas chilenas, se trasladó a estudiar en La Paz, en Bolivia, junto a
su hermano José quien después fuera también famoso gramático, lingüista y
docente universitario y, para orgullo mío, mi profesor en la Facultad de Letras
de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.
Don
Arturo inició sus estudios en el colegio jesuita de San Calixto en el país
altiplánico. De regreso al Perú estudió en Piura y después en Lima ingresando
el año 1927 a la Facultad de Medicina de San Fernando de la Decana de América, Universidad
Nacional Mayor de San Marcos, donde obtuvo su título de médico cirujano.
Como médico cirujano tan pronto se
graduó en el año 1943 asumió las cátedras de Terapéutica Y Endocrinología en la
Facultad de Medicina de San Fernando. Y trabajó como médico en los hospitales
Dos de Mayo y en la Central número 1 del Seguro Social.
Museo de Sitio
3.
Era poseedor de una erudición exquisita y
sutil, capaz de realizar estudios de enorme significación sobre temas hasta
podríamos decir etéreos e inalcanzables como, por ejemplo: “La creación del
mundo” o “La noche y el sueño en el antiguo Perú”, publicados ambos como libros
el año 1962.
Restauró muchos monumentos antiguos, entre
otros los yacimientos arqueológicos de Puruchuco, Pachacámac y Paramonga, antes
abandonados, y edificando allí museos de sitio en cada uno de ellos.
Fue amigo de artistas en general y de
poetas en particular. Guardaba un recuerdo entrañable de Luis Valle Goycochea,
un poeta intimista con el cual guardó una amistad profunda hasta cuando este
muriera en agosto del año 1953.
Dirigió a partir de 1956 el Museo de
Pachacámac, fue director desde 1977 de la red de Museos Regionales y de Sitio
que él mismo impulsara y finalmente dirigió el Museo de la Nación del Perú.
Museo de Sitio Arturo Jiménez Borja
4.
La suya es una obra monumental y portentosa,
por la cantidad de investigaciones publicadas, pero sobre todo por la
restauración de la obra de nuestros antepasados, habiendo recorrido para ello
palmo a palmo todo este inmenso museo y país documento y testimonio, y a la vez
esperanza, como realidad viva y palpitante que es, el Perú.
Era tal su apego por lo audiovisual que me
refirió que al leer mi libro “Camino de Santiago”, que él presentó en el
Instituto Cultural Peruano Soviético de la Av. Salaverry, tuvo que regresar a
cada instante a mirar la imagen de mi abuela Sofía.
– ¿Así? –Me sorprendí yo que me dijera tal
detalle.
– Y he leído su libro desde los ojos de su
abuela, impreso su rostro en la página 6 del texto.
Y me ha encantado porque he escuchado su
voz, que luego imitó idéntica a como ella la tenía. Tenía esos dones
maravillosos, quien lamentablemente murió trágicamente el 13 de enero del año
2000.
Don Arturo presentando mi libro "Camino de Santiago"
5.
Como
antropólogo, folklorista y arqueólogo llevó a cabo importantes investigaciones.
Como especialista en restauraciones ha contribuido a la reconstrucción de los sitios
arqueológicos de Puruchuco, Pachacamac y Paramonga, construyendo un museo de
sitio en cada uno de estos yacimientos. Fue director del museo de sitio de
Pachacamac en 1956 y director del Museo de la Nación.
Donó su
colección de instrumentos musicales del Perú a la Universidad Mayor de San
Marcos y su colección de máscaras de todo el Perú al Museo de Artes y
Tradiciones del Instituto Riva Agüero de la Pontificia Universidad Católica del
Perú. Publicó muchos libros recogiendo el valioso legado del Perú milenario, incluso
de mitos, leyendas y cuentos populares.
El 18
de Julio de 1967 el gobierno peruano lo distinguió otorgándole la Orden del Sol
del Perú, en el Grado de Gran Cruz, merecido reconocimiento y homenaje a una
vida ejemplar.
Don Arturo al centro
6.
La vida
de Arturo Jiménez Borja estuvo entregada a recuperar nuestro patrimonio, como
consagrada al trabajo intelectual que en su caso fue fecundo en la creación
literaria, en la docencia y en al aporte a conocer más de nuestra gloriosa
cultura ancestral.
Consecuentemente, nadie mejor que él para
saber acerca del tema de los museos, fundamental en la conservación del
patrimonio nacional, pues su vida estuvo orientada a fundarlos y dedicada por
completo a su cuidado y conservación.
Reproduzco la entrevista que le hiciera en
septiembre del año 1993 sobre el tema central en el campo del patrimonio
audiovisual, y más precisamente acerca de los museos, y la relación de estos
con la educación.
La realicé para “Jardín”, Revista
Especializada en Educación Inicial, y se publicó en el Nº 5, Volumen 1,
correspondiente al tercer trimestre del año 1993. He aquí lo que aquella vez él
nos dijera:
Don Arturo en el Museo de Sitio de Puruchuco
D.S.L.: Dr. Arturo Jiménez Borja, quisiera iniciar esta
entrevista preguntándole: ¿Los niños, que casi siempre viven en el presente y
de cara al futuro, tienen una relación armoniosa y acogedora con el museo, o
ésta es una camisa de fuerza en la cual tratamos de introducirlos y en la que
quisiéramos hacerlos caber?
A.J.B.: Los museos han dejado de ser
depositarios de antigüedades de obras de arte; hoy en día se entienden como
medios para educar. Si el museo no educa, no sirve para mucho.
D.S.L.: Ahora bien, ¿al educar no hace que ellos se tornen un
poco rígidos y pierdan su atractivo?
A.J.B.: El museo tiene siempre el poder de
maravillar, de asombrar y este poder nos acerca a la edad temprana, porque el
niño es niño por tener la capacidad de admiración. A él todo le llama la
atención: una hormiga, un caracol, una mariposa son motivo de embeleso.
Entonces, el museo le ofrece desarrollar esos dones.
D.S.L.: ¿Los museos responden a los intereses de los niños
menores de 6 años que cursan la Educación Inicial en nuestro país?
A.J.B.: Para los niños muy chicos yo creo que
el museo debe ofrecer otra composición. En primer orden debe ser pensado por
los niños y, si fuera posible, ejecutado por ellos mismos; en donde las piezas
pudieran ser tocadas a cabalidad, porque los niños necesitan tener sensaciones.
Por ejemplo, no se concibe un juguete que el niño no pueda manipular e
inclusive desarmar.
D.S.L.: ¿Cómo empezar aquí a ofrecer a los niños, servicio de
museos que les susciten curiosidad y hasta placer?
A.J.B.: Lo valioso sería intentar que los
mismos niños los diseñen, planteándoles: ¿Qué les interesa?, ¿cómo quisieran
que estén presentados? Si debe haber vitrinas o no. Es pertinente hacer una
incitación a que ellos mismos compongan algo que pueda servir de base para que
los grandes lo hagamos con mejores recursos y, quizá, contribuyamos un poco a que
sea más rico y fructuoso.
D.S.L.: Permítame contarle que he tenido la suerte de visitar el
Museo Nacional de Ciencias de los Estados Unidos en Filadelfia, el que, dentro
del rigor extraordinario con que está organizado y a pesar de ser una trama
complicada, como es el mundo de las ciencias, resulta fascinante para todas las
edades, porque se ve tanto a niños como a profesores, especialistas y
científicos, gozando de cada muestra que se presenta. Allí el principio y la
orientación es que más bien está “prohibido no tocar”. ¿Cabe proponer museos
sólo destinados a los niños, o museos universales en donde él, como también su
padre o el joven de edad intermedia, puedan deleitarse y participar?
A.J.B.: Soy de la idea de alentar más bien
museos de carácter universal, pero, además, abiertos o naturales. Yo he visto
en Tucson, en la frontera de Estados Unidos y México, un museo en el que se
presenta la vida de los animales en pleno campo, en donde se levanta una
muestra y en donde se puede ver, por ejemplo, alacranes, arañas, culebras,
ciempiés, en sus propios escondrijos, zorras en sus madrigueras y aves en sus
propios nidos. Para que se pudiera apreciar se encienden luces y otros efectos.
Naturalmente, allí los grandes y los chicos están extasiados.
D.S.L.: ¿Qué recomendaría a un profesor de niños pequeñitos,
menores de 6 años, con respecto a la utilización del museo para la formación de
sus alumnos?
A.J.B.: Yo retomaría una observación que Ud.
mismo ha hecho, cual es comenzar a interesar a los niños por las cosas más
sencillas, más fáciles de conseguir. El niño, por ejemplo, que colecciona
estampillas es un niño que se está preparando para más tarde recorrer bien el
camino del museo.
D.S.L.: ¿Los maestros están capacitados para emprender esa
tarea?
A.J.B.: El maestro primero tiene que venir
al museo, informarse y leer. Porque él es en primer lugar el que tiene que
conocer para luego enseñar y guiar a sus niños, pues la visita al museo no es un
viaje despreocupado, sino un viaje a lo formativo y, por consiguiente, los
alumnos deben tener antes una explicación, en el aula, de lo que van a ver; es
eso lo que el profesor tiene que hacer antes, y debe poner especial interés en
sacar el máximo provecho a estas visitas.
D.S.L.: Sí los museos son
espacios educativos, ¿no deben estar condicionados para ser de alguna manera
pedagógicos?
A.J.B.: Ahora es una tendencia general en los
museos poner el menor número de leyendas, y hacer que ello sea lo más breve y
conciso posible. Aquí tenemos excesivas explicaciones; entonces el pobre niño,
que tiene que hacer para el día siguiente un trabajo sobre la visita al museo,
se dedica exclusivamente a copiar las leyendas y no ve absolutamente los
objetos. De tal manera que es una inspección de escribas, en donde todos están
de rodillas mirando y transcribiendo los letreros, y nadie ve las piezas que
son verdaderamente valiosas; entonces todo se convierte en una aproximación
inútil e infructuosa.
D.S.L.: Ahora bien, ¿cabe
esperar o pretender desarrollar museos caseros, propios del ámbito del niño, en
sus aulas de clase? ¿Y, también, realizar actividades para que el pequeño sea
una persona que recoja objetos, los valore, los interprete e, igualmente los coleccione?
¿Debería ser una formación general en los niños tener algunas actividades que
son propias de este mundo de los museos?
A.J.B.: Sí, esto me parece positivo e
importante; así se le enseñaría al niño que todo es significativo. En ese
sentido las ciencias naturales, la botánica y la zoología son importantes.
D.S.L.: Pero, sin ir a lo
que es patrimonio nacional, ¿es apropiado anhelar museos sobre elementos más
simples, comunes y corrientes, como sobre los distintos aspectos que nos ofrece
la realidad, sea el agua, las piedras, la madera, etc., y así el niño,
prestándoles especial atención, aprenda a identificarlos, describirlos,
rotularlos, clasificarlos y, de esa manera, pueda desarrollar con ellos
actividades más propicias para lo que después puedan ser áreas o piezas más
delicadas, como las que encontramos en los museos convencionales?
A.J.B.: Pero lo que más interesa a los
niños es lo que no tienen en su casa. Nosotros, por ejemplo, en Pachacámac
tenemos llamas, lo que atrae mucho. En Puruchuco yo tenía una gran cantidad de
animalitos, como guacamayos, venados, tortugas; desgraciadamente las partidas
para los museos son muy pequeñas y todo ello necesita mantenimiento.
D.S.L.: Ud. mencionó, al
principio, una cualidad extraordinaria del museo, que es su capacidad de
asombrar, fascinar y admirar. Esto, ¿depende más de la manera cómo se presenta
una pieza, un resto o un vestigio, o depende de quienes pueden animar, mediante
la explicación a los visitantes?
A.J.B.: Bueno, de una parte, naturalmente
corresponde al museo presentar un desarrollo impactante. Nosotros, por ejemplo,
presentamos Chavín de manera dramatizada, con buena iluminación, juego de
espejos, etc. Pero, de otra parte, corresponde a la persona que lleva a otra al
museo.
D.S.L.: A veces las
explicaciones de los guías no son todo lo sugestivas que debieran ser,
atiborradas más bien de datos que de imágenes y de sugestiones.
A.J.B.: Es cierto. Por ejemplo, en la Embajada
China me dieron hace poco a probar un licor y me dijeron: “Ésta es una receta
del Emperador de la China, que se ha encontrado en uno de los palacios.
Conforme a ésta se ha preparado este licor que en la antigüedad no salía de los
salones imperiales”. Entonces esta explicación hizo que aprecie aquello de
manera especial y, aun cuando el licor no era nada del otro mundo, por la
referencia que me habían dado me pareció algo extraordinario.
D.S.L.: ¡Son tantas las cosas que se pueden hacer!
A.J.B.:
Hacer, por ejemplo, un herbario, una colección de plumas, enseñándoles que ésta
es una pluma de paloma, esta otra de lechuza, aquella de un colibrí. Este
hecho, al parecer inocente, es lo más interesante.
D.S.L.: Incluso hacerlo
con materiales sencillos.
A.J.B.: Como se hace con el infante al que le
enseña, cuando va a la playa, que puede recoger piedritas de varios colores,
conchitas marinas o pedazos de madera que el mar arroja y que tienen formas tan
extrañas, ya está desarrollando hábitos de clasificación y estudio. Entonces,
de esa manera, está recibiendo una preparación; se “le está haciendo el
paladar” para lo que pueda probar más tarde visitando un museo de pintura
contemporánea o un museo de arte colonial.
D.S.L.: ¡Y todo este conocimiento es incluso mágico!
A.J.B.: Y también práctico. Yo he visto, por
ejemplo, cómo el arqueólogo, excavando una tumba, se encuentra con unas plumas
y no sabe si son de aves de la región o son plumas de aves exóticas que han
venido de muy lejos. No tiene, entonces, más que recurrir a su álbum que hizo
de pequeño o de escolar, en donde están todas las plumas coleccionadas y hasta
la figura del ave a la que pertenece.
D.S.L.: Todo depende de
la dedicación y también de la Imaginación de los maestros, pero asimismo de la
asesoría que ellos pudieran recibir.
A.J.B.: Hay multitud de formas con las que se
puede preparar al niño para degustar y apreciar lo que más tarde va a ser una
visita al museo. Todos nosotros hemos nacido sabiendo nada y, poco a poco, nos
han enseñado tantas cosas. Pero, si no nos hubieran iniciado con el camino
verdadero, andaríamos extraviados por otros que, quizá, no son los mejores
senderos.
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