21 DE MAYO
DÍA DE LA DIVERSIDAD CULTURAL
PORTENTO
QUE ESTÁ ENTRE
NOSOTROS
Danilo Sánchez Lihón
Pisac
1. Puertas
trapezoidales
Frente a la fortaleza de Sacsayhuamán, en el
Cuzco, hay una amplia explanada y al borde de ella, bajo la sombra de un árbol,
una señora expende agua en botellas, bebidas gaseosas, galletas y variedad de golosinas.
Allí nos guarecemos del sol después del
recorrido por graderías y pasadizos, puertas trapezoidales y dinteles de punto
del monumento, admirando las piedras y su majestuosa enormidad.
En eso se acerca un cargador de bultos indígena
con su soga, sus ojotas y su atuendo raído y hecho flecos, con el rostro
cetrino y vidriado de sudor, con el agobio de siglos en su porte, pero con la
mirada límpida.
Nos saluda hablando en quechua que solo entiende
la señora que vende y luego se pone a contar moneda tras moneda mínima, de a diez
y veinte céntimos.
Sonríe resignado de ver que no le alcanza para
comprar ni siquiera una botella de agua, y menos de jugo.
Pisac
2. ¡Es
increíble!
– Dame lo que tienes. –Le dice la señora al ver
el cansancio del pongo. Y le extiende una botella de agua.
Conmueve los gestos con que lo agradece siempre
hablando en quechua. Se retira unos pasos. Desenrosca la tapa y vacía a la
tierra por lo menos una tercera parte del contenido.
Y bebe. Pero solo él se ha dado cuenta de un
niño como él, quién está un poco más lejos, agobiado de sed por el calor bajo
los árboles.
Avanza hacia él y le entrega lo que ha dejado,
que es casi la mitad, que el niño recibe con un gesto de gratitud infinita; y
como si reviviera. Y toma el agua de un solo tirón, hasta acabarla.
Un turista, al parecer chileno, que está a mi
lado, conmovido escucho que comenta:
– ¡Es increíble! Pese a sus andrajos esta raza
no pierde ni el valor, ni el ser generosos. Y conserva su inocencia y hasta su
ternura.
3. ¿Cómo
lo hicieron?
¡Y es cierto! Yo en mi infancia no he conocido a
personas más cariñosas, protectoras y solidarias, además de puras y candorosas,
como aquella gente indígena que venía del campo a la ciudad y tomaba posada en
las casas de mi abuela Sofía y de mi abuela Rosa.
Y eran así no porque no tuvieran experiencia de
vida o del mundo, sino ¡al contrario! Eran lo que mejor discernían sobre
cualquier asunto del mundo y la vida.
Nuestra cultura es una de las más viejas del
planeta. Y sin embargo durante miles de años aquí reinó la paz y se decantó la
experiencia humana a fin de extraer las esencias más prístinas y primorosas.
Y que son síntesis de vida con valores
acrisolados como la solidaridad, el candor, el sentido de lo sagrado y el alma
matinal.
¿Cómo lo hicieron para extraer principalmente
esas virtudes?
Pisac
4. Lo que tenían
y traían
Indudablemente hay que reconocer la acción de
los maestros, de los guías y orientadores, como eran los amautas que educaron
al pueblo incaico. Y antes los illas, los ticsis y los catequiles.
Porque la experiencia sin una concepción del
mundo que la respalde, y sin una tabla de valores que la sustente y acrisole, casi
siempre más bien nos endurece, nos hace más insensibles y desconfiados; o
sencillamente: nos hace indiferentes.
Se requiere una sabiduría profunda para hacer
que la vida se torne cada vez más límpida y sencilla, más luminosa y
trascendente, tanto que nos prodigue más bien encanto, afecto y mayor
generosidad,
Y es lo que tenían y traían las personas del
campo, esencialmente indígenas y a la vez tiernas, diáfanas y dadivosas,
aquellas que en mi infancia llegaban con toda la humildad del mundo a nuestras
casas, en mi pueblo natal que es Santiago de chuco.
Pisac
5. Fortaleza
más que carencia
Y nos sorprende encontrar la ternura y
delicadeza incluso entre tanto rigor, abismo y abrojo. Entre tanta dureza y fragosidad.
Así las niñas más tiernas y finas que yo he
conocido son de esos campos abruptos. ¿Cómo es que pueden provenir desde
lugares tan escabrosos?
¡Que nazcan sí! ¿Pero cómo crecen privados de
todo halago, seres tan primorosos? ¡Quizá hasta como compensación, ante la
naturaleza tan hosca, árida y despiadada!
Y así también la dulzura, el afecto y el apego
como contraparte y oposición a lo rudo y rijoso. La intensidad de la flor como
protección de la vida ante tanta desolación, inclemencia y desamparo.
Y otra faz que aparece vinculado a lo andino es
el dolor. Huella del sufrimiento y rictus de pena que es nuestra marca en la
frente y en el alma.
Pero, que más que debilidad, es capacidad. Más
que carencia es fortaleza, ya casi proverbial. Y hasta definitoria de lo que es
ser andino y peruano.
6. Fiesta
sagrada
Y tanto es así que se identifica, a ambos
referentes, peruano o andino, como un mundo de congoja, sufrimiento y
aflicción.
Casi consustancial a lo que es ser personas o
seres humanos en quienes nacemos y moramos aquí es el ser silenciosos,
intimistas y retraídos; y atravesados de una mortal melancolía.
¡Y es cierto! ¡Y yo, al menos, lo reivindico! En
nuestras regiones, incluso la nostalgia y el desgarramiento anterior a la época
prehispánica se representan en huacos y ceramios asombrados y estupefactos.
Pero, ¿acaso tristeza es debilidad? Exclamo. ¿Tristeza
es, acaso, ser pasivos y conformistas, resignados y pusilánimes? ¡No! Grito. ¡Es
fortaleza!
En las expresiones culturales de aquellas épocas
remotas están ya presentes el desgarro y la melancolía. Pero al lado de ello
curiosamente también se manifiesta exultante el espíritu de regocijo. ¡Y de
fiesta sagrada! ¡De fiesta del alma! Y así como tristes somos exultantes.
7. Saber y sentir
adhesión
Siendo así, la tristeza entre nosotros no es falta
o carencia sino más bien plenitud y hasta sabiduría.
El respecto recordemos a César Vallejo en el
poema “Masa” cuando en el momento culminante y en la epifanía del poema se
expresa así:
Entonces, todos los hombres de la tierra
le rodearon; les vio el cadáver triste, emocionado;
incorporóse lentamente,
abrazó al primer hombre; echóse a andar…
En donde la tristeza del cadáver es celebratoria,
de elación y plenitud, y hasta de euforia; y la antesala del resucitar a una
eternidad colectiva.
Esta capacidad de sufrir es a su vez la aptitud
y hasta la bendición para tener condolencia, que se hace tan evidente entre
nosotros incluso en el arte.
Aquella noción y visión de saber y sentir
adhesión por quienes sufren es la raíz para que aquí brote y finalmente se consolide
como valor universal la solidaridad, emblema del Perú ante el mundo.
Todas las fotos son de
Jaime Sánchez Lihón
Restos arqueológicos de Pisac
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