20 DE MAYO
NACE ERNESTO RÁEZ
MAESTRO
DE
ALMA
Danilo Sánchez Lihón
Ernesto Ráez Mendiola
1. Era
su joyita
Para Ernesto Ráez Mendiola aquellos lugares
vetados del Rímac donde nació y se crio siendo niño, eran su nido y su cobija,
adonde entraba y salía como si fuera su propia casa.
Los requisitoriados, los fugados de las
cárceles y buscados por la justicia y la ley, lo cuidaban a él como si fuese su
propio pupilo. Caminaba de su casa a la tienda de su padre, un trecho de ocho
cuadras que todo Lima lo evitaba hasta en las pesadillas, recorriéndolo él de
día y de noche.
La gente cuidaba a ese niño seguramente
porque veían algo especial en él. Así lo hacen los arranchadores o los
atacantes con navaja, sean meros palomillas o ya escaperos y malandrines de
todo pelaje, inclinándose incluso a saludarlo a su paso, porque saben quién es
y lo que lleva dentro.
Había nacido en el tuétano y en el corazón,
si es que lo tenía o si es lícito decirlo así, de ese barrio vetusto. De allí era
la joyita o, al contrario: su lunar en la cara, serio y aplicado.
Y aunque sea difícil creerlo, aquellos
señalados por la ley lo respetaban por ser juicioso, aplicado y correcto. Y en
vez de zaherirlo o burlarse de él o querer obligarlo a ser como ellos, lo
admiran, lo cuidan y quieren.
Y hasta se sentían orgullosos de que él
fuera tal y como era. Tanto que cuando apenas se le engrosó la voz era a él a
quien pedían consejo y finalmente a él le pidieron la mano de sus varias hermanas.
2. La mano
amiga
En esas van y estas otras vienen, un día
conoció allí a Tatán, un señor que llegaba al barrio y que inmediatamente
impresionaba a los niños por sus modales, su elegancia y porque los premiaba
con golosinas y caramelos. Y tenía un aura que relumbraba más que el diamante
que tenía incrustado en su dentadura.
Con aquel bandido y facineroso legendario,
¡ahora mito y estropajo!, estuvo Ernesto cogidos de la mano. ¿Pero, qué hay en
todo ello como fondo y metáfora y que es la razón para que aquí yo lo refiera?
¿Cuál es el motivo para que aquí lo consigne y lo relate?
Ya todos estarán figurando el significado
que esto tiene para la educación, la cultura y el destino de nuestro pueblo. Aun
así lo reiteraré uniendo otro cabo suelto, cuál es que en la infancia de
Ernesto había otra casa que era la de su abuelo en el barrio chino, a escasas
cuadras de los fumaderos de opio.
Para ir a ella muchas veces ha tenido que
cruzar con el espectro o el endriago del vicio en su camino. Tropezando con él
a unos centímetros de su cara. Ahora bien, ¿cómo haber pasado encima de esas
brazas y carbones ardientes, sin que lo chamusquen ni le quemen? Ahí está la
proeza. ¡Es esa la cuestión de fondo!
Es decir: ¿qué le dieron sus mayores en
cuanto a formación y naturaleza? “Porque si tú eres otro, el vicio ni te mira
ni te toca ni te alcanza”, enfatiza. Todo depende del ser para el cual estás
formado, ya que tú eres quien gobierna tus pasos, por más que el camino sea
abrupto, lleno de atajos y de espinas.
3. Asombro
y estupor
Para eso también tenía la mano amiga y
cordial de su padre de quien heredó el buen hablar, el liderazgo sin codazos. Y
la inclinación inveterada por los espectáculos, principalmente el teatro, el
fútbol y los toros.
Y Ernesto cuenta que, en el trayecto de su
casa a la tienda de su padre, en el Mercado “El baratillo”, de Barrios Altos,
pasaba por una escuela donde una maestra de blusa blanca, falda parroquial,
trenzas de colegiala e índice amonestador, tenía un método muy peculiar de
enseñar cantando; razón por la cual él se detenía siempre en la puerta y miraba
hacia adentro.
La maestra leía unos cuentitos muy cortos y
luego dejaba que los niños adivinen o traten de deducir las palabras que
conformaban el texto escogido, que era muy simple y muy breve. Según ha
referido Ernesto; ¡ése es un magnifico método de enseñar!
Porque el niño se ve inquietado a adivinar,
a formular hipótesis de aprendizaje, como diría un constructivista pedagógico
de los tiempos actuales. Porque Ernesto aprendió a leer solo de pararse en la
puerta y contemplar lo que se enseñaba allí adentro.
Lo cierto es que el método dio resultados
inmediatos, tanto que un día que llegó el periódico a la casa, Ernesto resultó
leyendo ante el asombro y estupor de su padre y de toda su familia.
4. Conciencia
plena
Pero he aquí que le sobrevienen dos
desgracias tremendas en aquel tiempo y cuando apenas era un adolescente: muere
su padre y diez meses después también muere su madre.
Para sostener el hogar, de 11 hermanos,
tuvo que trabajar, y lo hizo de todo: de carbonero, de vendedor de kerosén, de
verdulero, de repartidor de ron de quemar, de ropavejero. ¡En fin... de todo!
De aquellas épocas no tiene un maestro
único, al cual le deba reverencia y pleitesía. Cree que de cada uno de sus
profesores tomó un poquito de aquí y un poquito de allá.
Eso sí, terminada la Educación Secundaria
él sabía que podía ingresar a donde quisiera, sea a medicina o a ingeniería.
Tenía conciencia plena que lo haría, pero
su elección ya había sido tomada desde mucho antes: el teatro.
Postuló así e ingresó de inmediato a la
Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Estudió en la Escuela Nacional de
Arte Dramático de la cuatricentenaria universidad a fin de prepararse ¡para ser
profesor de arte escénico!
Profesor en la Escuela Superior de Arte Dramático, ENSAD.
5. Coro
de mendigos
Ha escrito:
"No soy historiador, pero tengo mejor
memoria que muchos historiadores que llegan a mutilar los hechos. Tengo
escritas algunas notas donde testimonio lo que he visto y oído en el mundo del
teatro desde 1946.
Aquel año comencé a apreciar este arte
maravilloso que me enseñaron a amar Ernesto Ráez, mi padre, y Amelia Mendiola,
mi madre. Y mis profesores de primaria en el Centro Escolar 431 del Rímac.
Siempre recordaré, agradecido, mi paso por
las aulas del Colegio Nacional Nuestra Señora de Guadalupe, donde tuve
extraordinarios profesores y talentosos compañeros de estudios que hoy honran a
la ciencia, al arte y la cultura del Perú y del Mundo".
En la actividad escénica, y ya como actor,
ha hecho teatro desde los 14 años de edad con su maestro don Luis Álvarez, uno
de los grandes actores del teatro peruano.
Fue él quien a esa edad lo llevó a la
Asociación de Artistas Aficionados, AAA.
Así resultó entropado en el coro de
mendigos que seguían a Jorge Montoro, quien interpretaba "el pobre"
en el Gran Teatro del Mundo", Auto Sacramental de don Pedro Calderón de la
Barca, dirigido por Ricardo Roca Rey.
6. Hacerlo
aflorar
A este respecto, quiero referir un rasgo, a
mi entender notable en la personalidad de Ernesto. Él, desde estudiante, ya
tenía vocación de maestro.
¡Es interesante ver cómo estudiaba las
materias en la escuela y en el colegio secundario, con un método estupendo!
Ciertamente, no como la mayoría de nosotros, los simples mortales.
Ernesto repasaba un curso o una asignatura,
pero del siguiente modo: reuniendo a dos, tres o más amigos o compañeros de
aula ¡a fin de enseñarles!, y él mismo explicarles la materia, sea un asunto,
un tema o una lección.
¡Es su manera de estudiar y aprender, pero
enseñando!
Allí reconocía con asombro cómo se
escuchaba decir cosas que recién las descubría, aspectos y detalles de ésta y
la otra materia que él mismo se admiraba de decirlas. Y después ¡de saber que
eran ciertas y que hasta ahora no sabe cómo es que las había intuido!
“Es que yo creo que uno se estimula
haciendo de maestro”,
reflexiona. Porque es enseñando como uno más se ilustra.
Aprendió así a sintonizar con su currículo
oculto o escondido, del cual ahora hablan los psicólogos del aprendizaje
quienes nos advierten que el recurso más eficaz e infalible para aprender es
hacer aflorar esas potencialidades.
Ernesto Ráez disertando
7. Motivador
más que
educador
Así él fue un alumno brillante, obtuvo la
Medalla de Plata de su promoción, por demás extraordinaria por las
personalidades que la conformaron.
Para poner un caso: un intelectual y
científico muy conocido por todos nosotros, como es Carlos del Río, quien
dirigió el Concytec de manera magnífica, era su compañero de asiento en el
Colegio Nacional de Nuestra Señora de Guadalupe.
Como hemos visto, su conocimiento se
sustenta en la actitud de arrojarse a las aguas profundas de lo que es ser
maestro. Y ésta es otra de sus virtudes trascendentes:
Enseñar a sacar elementos de lo profundo
del ser, a dar lo que se tiene que dar, pero de manera afectiva, misteriosa y
entusiasta. ¡A vaciarse de sí!
Respecto a esto, Ernesto me escribió una
carta donde dice:
"Creo que siempre quise y he logrado
ser un buen profesor; como profesión de fe o vocación vital. Reconozco que
donde me siento y me he sentido más cómodo siempre ha sido enseñando.
Algo que nace muy dentro de mí me impulsa a
ser maestro... motivador más que educador o formador. Posiblemente orientador y
guía antes que entrenador o informante".
Maestro de alma, hombre señero, voz que
orienta y conduce a su pueblo. ¡Feliz cumpleaños!
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