31 DE MAYO
SISMO Y AVALANCHA DE NIEVE
QUE SEPULTARON A YUNGAY
¿ADÓNDE
PALOMA
HAS VOLADO?
Danilo Sánchez Lihón
La indiferencia
prefigura
el castigo.
Juan Ojeda
1.
Ajeno
a todo suceso de la realidad,
anoche bebí
sidra y ajenjo en el Goyescas
en Lima.
Estaba absorto por la alarma
de un alud
e infinidad de muertos en las
faldas
de la Cordillera Blanca, con
nieves
eternas, y ahora cementerio
de inocentes.
Así
anduve a tientas, extasiado
en alguna
esquina, frente a balaustres
tallados,
blasones y escudos de esta
villa tres veces
coronada, ungida y enjoyada
con filigranas de
oro y plata; con crepúsculos
al final
de sus avenidas; enseñando
los dientes,
al sol, perro alado, libélula
o tábano.
¡Beber
así para un hombre solitario
y abatido
hasta el fondo del alma, es
grave!
Es rodar por un abismo sin
fondo
ni orillas. ¡Es grave y fatal,
Carmela!
2.
Después,
vino aquel amigo. Y largo rato
habló
de su prima. Y lloró hundiendo
su rostro
en los secos cardos y ortigas
silvestres
que adornan la mesa del bar.
Y no quise
en verdad al evocar la noticia
recordar
tus ojos Yungay, ni al clavel
de esa fuente,
ni la tarde en tu plaza donde
la garúa
mojó mis cabellos y mi gran
desolación
sin asidero, techo ni posada.
En donde
hundí mis manos laceradas
en el agua
quieta y fría de sus pilastras
abandonadas.
Hoy en el cuenco de piedra
no te hallo
¿Adónde torcaza has volado?
3.
Hoy
al amanecer enloquecido leo
y releo
aterido, otra vez delirante la
noticia:
“Yungay toda ha desaparecido.
Nada
queda, aunque nada se haya
roto
ni siquiera caído; porque todo
yace intacto,
pero sepulto bajo la tierra y el
lodo.
No son pedazos de una vasija
hechas trizas,
ni es un campo sin puertas ni
ventanas
expuesto a las alimañas, ratas
y cuervos. Más
bien donde todo esta sepulto
y enterrado:
Aquí donde Almagro "El viejo"
ordenó
acuchillar quinientas mujeres
grávidas,
cortando él mismo los senos
con su mohosa
espada! Allí hoy nada queda,
ni el hilo de las
arañas que pulsan y tientan
nuevos senderos
que han de quebrarse igual
un día.
4.
Después
nos tropezamos contigo en el
parque, ¡oh
ánima sobre la luz desolada!
Y nos dijiste
a tientas, más atrás de la lluvia
raída
que empezó a caer: que tú no
sentías
nada, que tres palmeras sobre
un pantano
no te inmutaban ni eran nada.
Ni clave
ni signo de algo trascendente
ni menos
era el gesto de un hado cruel
e inclemente
sobre esta geografía silente y
desgarrada,
sino que era ¡nada!, sólo roca
sin alma y
sin mente. Es
decir: ¡hueco!,
vacío. Y en ti
ti todo eso en verdad, era tal;
es decir: ¡cierto!
5.
Vi después,
en un borde de tus párpados,
fugaz,
congelada, y sin atreverse a
siquiera
nacer, escondida una lágrima.
Entonces
fue que te indagué por Irene.
Y dijiste:
"Caído el puente, las mujeres
con sus
hijos arrodillados esperaron
la avalancha.
¡Piedra y nieve sepultando a
un eterno y
dolido corazón! Fue en ese
instante que
aquí vimos al diablo escapar
con el rabo
entre las piernas, huyendo
como
Almagro “El malo”, insidioso
y vil, por
la Pampa de las Vizcachas".
6.
En Lima
Diego de Almagro, así como
tú y como yo,
seguimos salvos, mirándonos
frente
a frente en el Bar Goyescas
de Lima.
Sabiendo
que es él quien quebranta y
revuelve la tierra
buscando tesoros, medrando
sinecuras y
prebendas matando lo bueno
y lo
tierno.
Quien
ahoga los gritos y lamentos
con su mohosa
espada, aún no reseca ni de
esa sangre, ni
de esas lágrimas ni de esos
lamentos.
7.
Y hoy
viniste conmigo Carmela, esta
tarde
nublada y paseamos juntos en
el Panteón
de Surco, donde escuchamos
otra vez
a la cuculí llorar. Estremecido
recordé a
Yungay, sus palmeras, su sol
y su plaza.
El restaurante “Los Jardines”
donde
almorzamos juntos. Y tú otra
vez aquí
conmigo con tu falda inocente
y tus manos
compasivas entre la tumba de
los muertos.
Y, en aquel y en este sitio, era
nuevo
y otra vez indómito y salvaje
su canto.
Todas las fotos
Ruben Lettieri, de Argentina,
quien estuvo con Capulí en Yungay
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