30 DE JUNIO
DÍA DE LA OBSTETRICIA
DE
CÓMO
YO NACÍ
Danilo Sánchez Lihón
Casa donde nací. Pintura de Agustín Rojas
1. Hago
la salvedad
Un detalle poco
común de cómo yo nací y de mi venida a esta tierra convulsa y estremecida, es
que vine envuelto en manto, como allá en mi tierra, que es Santiago de Chuco,
se dice y denomina. Y que así se llama cuando se nace dentro del saco amniótico
intacto.
Hecho que
desconcertó a mi bisabuela Shona, quien atendía en este alumbramiento como
partera, situación en la que cuenta mi madre, que yo casi muero. Y es que según
consignan los informes médicos que hay al respecto, de cien mil partos solo hay
uno que tiene estas características, la de nacer envuelto en manto.
En casi todas las
culturas se asignan valores mágicos y hasta míticos a este tipo de nacimientos.
Y abunda la literatura que atribuye este suceso a señales que van desde
significar ventura, éxito y buena suerte, pasando por figurar como estigma,
marca o cruz, hasta encarnando designio divino. Ante lo cual hago la salvedad
que en mi caso nada de eso ocurre
Mi madre
2.
Y,
curiosamente
Se tiene
registrado que en las culturas asiáticas que son antiguas, se nace de ese modo
para percibir cosas ocultas al ojo común, y hay una larga explicación sobre
esto en la enciclopedia que estoy consultando.
En Grecia, un
hecho de esta índole, era talismán preciado para ser reconocidos como
visionarios y jueces morales.
En Alemania hay un
vocablo para designar este tipo de nacimientos, cual es: “gluckshaude”, que se
traduce como “Gorro de la suerte”.
En España la
tradición es que a los niños que nacen “enmantillados”, así lo llaman allá, se
les confiere el don de vivir en el agua, ya en su existencia anterior y
posterior a esta de la tierra.
Y, curiosamente, esta
es la mayor incidencia en la caracterización de este acontecimiento en la
mayoría de pueblos; y cual es: vincular este tipo de nacencia con el agua.
Bisabuela Shona, la primera de la izquierda
3. Me estaba
asfixiando
Y entonces en mi
caso yo tengo razones para vincular esto con lo que cuenta mi madre, cuál es
que cuando le vino los dolores de parto para que yo naciera, cruzó el patio de
la casa.
Y en donde yo, –me
dice– antes de nacer casi caigo al agua por el salto que ella sintió que yo di dentro
de su vientre y en dirección al pozo que está al costado, queriéndome zambullir
en el agua.
Y entonces pienso
que no tanto se relaciona nacer en manto a la suerte, porque hasta ahora no sé
cuál es ella en mi vida; porque suerte es lo que más me falta, si ella por lo
menos se relaciona a tener todo fácil; y a ser feliz, sobre todo.
Pero, así como nacer
en manto sorprendió a mi bisabuela Shona, quien atendía el parto, según lo que
me cuenta mi madre, yo ya me estaba asfixiando dentro de esa bolsa.
4. Un
amuleto
Y era por la
dificultad que tenían para romper esa envoltura que en verdad asusta mucho a la
gente que hace de “Comadrona”, como también se dice en mi aldea, o de partera u
obstetra, como se lo reconoce en otros lugares. Y es por eso que le atribuyen
augurios sorprendentes.
Pero fue mi
bisabuela Shona, que en verdad se llamaba Asunción, quien con sus dientes y ya desesperada
rompió esa tela y recién pude yo salir y gritar.
Ahora bien, ese
manto es completamente blanco, de un albor casi inmaculado y relumbrante, y
sobre el cual no se asienta ni una sola mancha, ni de sangre,
Tanto es así que
parece un capullo de flores por lo terso de su textura y que, según la
mitología, cuando ocurre, el clan entierra solemnemente ese pergamino en el
umbral de la casa como si fuese un amuleto o un tótem.
Mamá e hijos
5. Misterio
y añoranza
Esta demora en ser
abierto el manto y salir yo a la noche del mundo, porque nací de madrugada, fue
lo que produjo que tuviera durante esos minutos u horas el rostro amoratado,
razón por la cual todos al verme dijeron:
– Trigueño es el
niño, igual a su padre.
Parecido que no
tanto lo soy en la piel sino en lo anímico más bien; plano en el que me parezco
en todo a él, dice con reproche mi madre. Pero en lo físico reconoce que más me
parezco a ella.
Pero fue por ese
motivo, que me estaba ahogando en el manto, la razón por la cual llevo el
nombre que tengo, puesto que ahí mismo me pusieran el nombre de mi progenitor,
Danilo, por tener en ese momento el color de él.
Cuando más bien
tengo el color de la tez de mi madre, quien a su vez tiene el color de la piel de
su papá, mi abuelo.
De allí que mi
abuela Rosa, recordando a su esposo, a mí me decía con misterio y añoranza:
– ¡Benigno!
Mi abuelo Benigno
6. Así
vine al mundo
Así vine al mundo,
como el segundo hijo de mis padres, siendo el primero Juvenal. Y después de mí
vendría mi hermana Rosita, luego Jaime y luego una hilera larga de hermanos que
hacen de la nuestra una familia numerosa.
Rosa Andrea, quien
me sigue, nació cinco años después de mí, hecho que lo hace perteneciente a una
segunda tanda; siendo de la primera Juvenal y yo.
Hay muchos otros
detalles de mi nacimiento, pero el último que quisiera consignar es que en todo
el tiempo en que mi bisabuela Asunción atendió el parto, mi madre dice que vio que
mi bisabuela tenía el rostro ensangrentado.
Asunto que mi
madre lo refiere solemnemente, y asustada, aspecto que para ella constituía una
señal casi religiosa. Pero yo le hago ver que al morder la tela
allí pudo mancharse de sangre. Pero casi enfadada me refuta diciendo:
– ¡Ese manto nunca
se mancha!
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